diumenge, 22 de novembre del 2015

“Hay muchas ‘sor marías’ y nadie se ha sentado en el banquillo de los acusados”.


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La periodista Soledad Arroyo, autora de ‘Los bebés robados de Sor María’, aborda en esta entrevista su investigación, que expondrá esta tarde en el curso de periodismo de la UNED.
Soledad Arroyo es una periodista que ha dedicado los últimos años a investigar sobre los niños robados, un trabajo que le ha llevado a publicar la entrevista con cámara oculta a Sor María o a escribir el libro Los bebés robados de Sor María, en el que relata testimonios de este comercio cruel. Estas historias no le fueron ajenas a la periodista, ya que su propia madre también sospechaba haber sido víctima de este horror. Era enero de 2011 cuando Arroyo vio en el matinal de Antena 3 que una señora estaba diciendo que le robaron su bebé, por lo que llamó a su madre para que pusiera el programa. “Llamé a mi madre y le dije: Pon la tele, que hay una señora que está contando una cosa que si no fuera porque tú sabes que mi hermana murió, es para pensar que te robaron a la niña. Y me dice: Hija, pero es que yo siempre he pensado que me la robaron”, dijo. La periodista sabía que su madre había tenido una hija pero que había muerto, y tras conocer esta sospecha decidió ayudarla. Cuando la madre comenzó a buscar información acudiendo a estamentos oficiales se encontraba que numerosas personas también lo estaban haciendo. Entonces, se dieron cuenta de que no se trataba de un caso aislado sino de un problema de gran magnitud. En una reunión de víctimas, una mujer le dijo que estaba segura de que era una niña robada “porque Sor María está por medio”, por lo que a partir de ese momento comenzó a escuchar historias de ella y le atrapó como personaje. “Tenía lo bueno de las mejores personas, que es el afán de ayudar, y lo malo de los locos que se creen que son dioses y capaces de decidir sobre el futuro de la gente”, afirmó en una entrevista con este medio, en la que hace un repaso a su investigación y habla abiertamente de este asunto. Esta tarde desarrollará su conferencia, titulada Investigación: Los bebés robados, a partir de las cinco de la tarde en el Salón de Grados del Campus Universitario de Ceuta –Una hora más tarde tendrá lugar La ética en el periodismo, a cargo de Blanca Rodríguez, periodista de Canal Sur–.
–¿Podría contarnos el caso de su madre?
–Sí. Mi madre tenía 20 años y estaba casada con mi padre. Los dos eran analfabetos, acababan de venirse a Madrid a trabajar y estaban solos. Digamos que eran las víctimas ideales. A mi padre cuando llega al hospital le dicen que se vaya. Responde “no, yo me quiero quedar con mi mujer, que no está aquí su madre y está sola” y le dicen “no, usted no se puede quedar. Entonces le echan, le mandan para casa. A mi madre la meten en una sala y allí la tienen medio abandonada hasta que ya llega un médico y dice “venga, rubita, no te preocupes”, y mirándole a la tripa le dice “eso viene mal, eso tiene muy mala pinta”. Mi madre estaba de parto, efectivamente, y dos minutos después entraron tres personas en el cuarto, una de ellas se subió encima, le sacaron la criatura por la fuerza, se la llevaron y le dijeron que estaba mal, que estaba mal, y mi madre no la volvió a ver. A la mañana siguiente la llevaron a una habitación común y ahí es cuando le informaron de que su hija había muerto y que mejor que no la viera. Mi padre, que llegó por la mañana y exigió verla, cuando se estaba poniendo digamos un poco farruco diciendo que quería ver a su hija, que se la quería llevar a su pueblo para enterrarla, le dijeron que allí no le gustaban los líos y que si seguía con esa actitud iban a llamar a la Guardia Civil. Estamos hablando de febrero del 64. Y ahí se quedó la cosa.

–¿Ahí quedó todo?
–Mi madre estuvo a punto de morir porque como le sacaron nada más que el crío y le dejaron todo dentro, la placenta, pues tuvo una infección de caballo. Vino el médico y le dijo “no te preocupes, rubita, que en un año estás aquí con otro bebé”. Mi madre, cuando consigue recuperarse de esto, entra en una depresión bastante profunda pero era joven y se quedó embarazada de mí, y luego yo he sido siempre su hija mayor. Pero mi madre parece ser que nunca se había olvidado de ese parto porque, de hecho, me dijo, en palabras textuales, “es que yo siempre he pensado que me la habían robado”. Para mí es un shock.

–¿Qué pasos dieron para intentar esclarecer los hechos?
–Hemos estado buscando y nos hemos hecho pruebas de ADN y están en todos los bancos de víctimas que hay ahora mismo en España, hemos hecho cinco cruces de ADN con cinco personas que podrían haber sido mis hermanas, pero no la hemos encontrado. No tiramos la toalla pero tampoco podemos hacer nada más, porque, probablemente, haya sido inscrita como hija biológica, como falsa hija, y eso ya no tiene arreglo (...).


–¿En el caso de su madre estaba Sor María por medio?
–No, mi madre fue en un hospital, en Maternidad de O’Donnell, y Sor María estaba en Maternidad de Santa Cristina. Mi investigación en el caso de mi madre se agota en sí misma porque es de hace muchos años. Nosotros denunciamos en la Fiscalía pero no hay pruebas y ahora mismo tendrá 51 años. Las pruebas se diluyen por los años, no hay registros y no se sabe bien nada. Yo sé que mi hermana fue robada porque descubrí que la causa de la muerte era falsa. A parte de que la documentación está muy manipulada, figura que la causa de la muerte es la hidrocefalia. Si un bebé nace con hidrocefalia, que es posible, tiene la cabeza muy grande, entonces a las madres hay que hacerles cesárea. Mi madre parió por el canal del parto, es más, nunca ha tenido una cesárea. Y en el caso de que la hidrocefalia fuera muy débil y pequeña y hubiera causado la muerte pero hubiera podido nacer por el canal del parto, habría que haber hecho una autopsia, que no se hizo. En unos casos ponían otitis, en otros otras cosas y a nosotros nos tocó en la ‘lotería’ la hidrocefalia.

–Ha escrito un libro que recoge testimonios de las víctimas de esta tragedia. ¿Qué es lo que más le ha impactado?
–Lo que más me ha impactado son las consecuencias. Hay un capítulo, que es el último, que es un caso en el que estuve muy relacionada tanto con la hija como con la madre... El sufrimiento que no acaba, porque son personas que hoy en día tienen 30, 40 o 50 años, es decir, que no es el pasado, no estamos hablando de la II República, ni mucho menos, sino de gente que está viva y está buscando sus orígenes, y que cuando los encuentran, en realidad no quieren una familia, porque ya la han tenido. Pero esas madres a las que les robaron esos hijos que creían muertos de pronto se tienen que enfrentar a la certeza de que les engañaron y, además, de que no tienen un hijo, aunque esté vivo, porque en realidad no está buscando una familia sino saber sus orígenes. Entonces es una doble pérdida. El rastro de esta gentuza y estos malnacidos es tan potente que nunca deja de doler. Siguen provocando dolor a pesar de que ellos han desaparecido y que pensaban que estaban haciendo una obra buena, probablemente, no lo sé, pero su rastro de dolor permanece. Creo que eso es lo que más me impresionaba, el dolor y que nunca termina.

–¿Qué le animaba a seguir investigando?
–La dimensión de la barbaridad. El asunto tiene una envergadura que creo que incluso la Justicia española no ha querido ni enfrentarse abiertamente y hacerle cara al tema porque es ingente, hay miles de personas que han sufrido y siguen sufriendo por estos temas. Es tan grande, hay tantos casos, médicos mala gente, enfermeras, comadronas imputadas y monjas... No digo que todas las monjas, ni médicos, ni comadronas, pero hay tantas clínicas y tantos datos... Te pasa un poco como a las víctimas y dices “no puede ser verdad”, pero investigas y arañas un poco en la superficie, documentos y casos más o menos lacrimógenos y descubres que es algo terrible. Fíjese que estamos ahora en unos días terribles, han muerto 132 personas en París, pero es que estamos hablando aquí de muchos, muchos miles de personas. Es que solamente Sor María podía robar al año más de 300 bebés.

–Y los responsables nunca pagarán por esto.
–No van a pagar. De momento no ha pagado nadie, nadie se ha sentado en el banquillo de los acusados. Sor María se murió pero hay muchas ‘sor marías’ en España, y muchos médicos y comadronas y ninguno todavía se ha sentado en el banquillo de los acusados. Desgraciadamente, en España, por nuestra situación, herencia y por muchas razones, esta es una asignatura pendiente, como hay otras muchas.

–Usted dijo en una entrevista que los niños robados no son fantasmas de la Guerra Civil sino personas que están en la plenitud de su vida.
–Claro, es que parece que estamos hablando de cosas ocurridas a principios del siglo XX o de una cosa trasnochada, en blanco y negro y sin sonido, prácticamente imágenes del NO-DO, pero qué va, los hombres y las mujeres que están buscando sus orígenes ahora tienen 40 años. Es que los nacidos en los años 70 y 80 no son ancianos, no son las personas que están buscando a sus familiares en las cunetas, que ya son muy mayores, no, estamos hablando de personas de 40 años que fueron robadas a sus madres y que han sido criadas por otras personas. Cuando se ponen a investigar un poquito encuentran que fueron robadas, y ese drama se está viviendo a diario. Yo tengo conocimiento directo de muchos casos y es algo tremendo.

–Hace varios años se hablaba mucho de estos temas, ¿por qué ya no se habla tanto? ¿Tuvo que ver el fallecimiento de Sor María, que fue señalada como una de las responsables, y una vez fallecida parece que se cerró un poco?
–De Sor María se habló en los años 2012 y 2013, y ella muere en 2014. Yo me tuve que encerrar para cerrar el libro que me había encargado una editorial, RBA, porque tenía fecha de entrega. El último día, cuando ya había hecho el último borrador, cerré el ordenador, eran como las once de la noche, abrí el teléfono y vi que me había llegado un mensaje de alguien que me decía que había muerto. Entonces, claro, esa noche no dormí. Al día siguiente por la mañana a primera hora lo confirmé y ya di la noticia en primicia y en exclusiva por la mañana en las noticias, en el primer informativo. Sor María fue un icono, la representación de todos los ladrones de bebés, pero no es la única. Lo que sí es cierto es que el revuelo mediático que supuso llevar a una monja a los tribunales, esa imagen dio la vuelta al mundo. Y después, su muerte fue como el pinchazo de una burbuja. Era como que con ella se iban las esperanzas de muchas personas de que se hiciera justicia. Hay otros muchos. En Andalucía hay muchos casos. En Melilla, no hace tanto la Guardia Civil descubrió una red que había estado traficando con bebés. En Cádiz, en Sevilla y en el País Vasco hay muchos casos. En Cataluña hay uno de la clínica Dexeus, que puede que sea el primero que llegue a sentar a alguien en un tribunal. Hay muchos casos abiertos, aunque quizás no todos los que deberían, pero el paso del tiempo y la falta de pruebas, precisamente por el paso del tiempo, han propiciado que todos estos casos se vean diluidos y al final pues que no tenga una consecuencia jurídica inmediata.

–Tras el fallecimiento de Sor María, ¿es más difícil seguir investigando los casos en los que ella pudiera haber participado?
–No... Bueno, en los casos de Sor María, las personas que están buscando sus orígenes, los están encontrando, lo que no pueden es tomar represalias judiciales o denunciar, porque ya la culpable no está.

–Ella no llegó a sentarse en el banquillo.
–No, ella fue imputada y hubiera ido al banquillo porque documentalmente se demostró que efectivamente los niños fueron robados, pero nunca llegó a ser condenada.

–¿Qué papel cree que puede ‘jugar’ un periodista en una investigación de este tipo y qué cree que ha aportado usted?
–Creo que en mi caso, lo que he hecho ha sido demostrar lo que no pudo demostrar la Justicia. Yo, documentalmente, creo que demostré que Sor María había robado bebés, que es algo que la Justicia no pudo llegar a hacer. Documentalmente tengo las pruebas y un modus operandi, lo establezco y por eso hago el libro, para que se vea que no es una invención, que no era la locura de unas cuantas mujeres que querían creer que sus hijos habían sido robados, no, no. Sor María robó niños y yo lo demostré. Creo que esa es la aportación que hace el periodismo cuando la Justicia no puede. Un periodista no necesita tener pruebas con el peso de una prueba judicial, basta con tener documentos que demuestren cosas para que puedas decir que se ha cometido un delito. Distinto es que eso tenga consecuencias legales, pero yo creo que para lo que han servido muchas investigaciones periodísticas es para demostrar lo que no han podido los tribunales.
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