dijous, 16 de maig del 2024

CAMPO DE CONCENTRACIÓN FRANQUISTA DE ARNAO (CASTROPOL- FIGUERAS) ASTURIAS.

 





El campo de concentración de Figueras, en la ría del Eo, donde penaron miles de personas entre 1937 y 1943, en especial mujeres y niños, algunas de ellas solo por ser familiares de huidos, según desvela el completo trabajo elaborado por el estudioso local Fernando García: "Arnao, campo de concentración de Figueras".
Campo de Concentración de Figueras (Castropol). Situado en Arnao, a la orilla de la mar, se mantuvo operativo hasta el final de la guerra. Albergó no solamente a prisioneros de guerra, sino también a mujeres y niños, separados por una alambrada.
Con la caida de Asturias en 1937 y ante el aumento de prisioneros, los que fueron capturados por la Armada golpista en la mar, a bordo de los mercantes y pesqueros en los que trataban de alcanzar la costa atlántica francesa, se les condujo hasta Ribadeo. Allí, a unos se les desembarcó para internarlos en los campos de concentración de Figueras y Ribadeo.
No fue este el único campo de concentración en Asturias, ofensiva hasta el cierre de la zona norte, que pasó por entero a manos franquistas en octubre de 1937, obligó a continuar la dinámica de ampliación de los recintos, en número y capacidad, con la puesta en marcha de los campos de Llanes, Celorio, Gijón, Avilés, Candás, Oviedo (La Cadellada), Pola de Siero, Infiesto, Luarca, Ortiguera, Andes y Figueras, con una capacidad total de 30.000 prisioneros.
Arturo Pin «Pinín», un soldado de 19 años, natural de Caborana, destinado a Arnao con la IV Compañía en la que servía entonces, relata:
"Eran miles de hombres y mujeres los que había allí metidos, en barracones infectos, sin letrina ni fogón ni nada que se le parezca. Arrancaban las puertas y las quemaban para calentarse. Estando yo no se fusiló a nadie, porque no hacía falta. Ya se morían de hambre, pero es posible que antes, durante la guerra, sí. Había malos tratos porque había presos políticos. A los mineros de les Cuenques, a esos sí que les daban. Cuando llegamos nosotros los presos nos recibieron con alivio. Nos dijeron que los de antes (falangistas) eran mucho peores. Tenían una asignación para sobrevivir pero se la quedaban los oficiales. Cambiaban ropa por comida hasta que se quedaron sin nada que cambiar. Había un médico sin apenas instrumental que poco podía hacer. Pensaban que si enfermaban lo mejor era dejarlos morir. Así habría más sitios para menos rojos. Era un cementerio viviente. Los veías vagar famélicos, acobardaos, con la mirada perdida. Nos veían comer y cuando íbamos a tirar un musgo de patata sin pelar o un pedazo de carne con hueso nos decían que no lo tirásemos, que se lo diéramos. Había gente del pueblo que se arriesgaba a llevarles comida, pero no podían entrar ni hablar con ellos. No había contacto con el exterior y las cartas se censuraban. Nosotros, aprovechando los relevos, les repartíamos comida sin que se enterasen los oficiales. Ellos lloraban de agradecimiento. Aquello te rompía el alma."
Aunque se ha dicho varias veces que el día 5 de septiembre de 1939 se firmó la orden de clausurar el campo de concentración de Arnao, pasando su personal, fuerzas de escolta, prisioneros y material al de La Vidriera de Avilés, está documentado que el campo de Figueras siguió funcionando como campo de concentración para presos gubernativos, ya bajo el mando de la Dirección General de Prisiones. A partir de ese momento se incrementa aún más el número de mujeres y niños, separados del resto por una alambrada, en su mayoría procedentes de familias de «fugaos», que eran detenidas y encarceladas como forma de represión y para evitar que dieran apoyo a los guerrilleros. José Manuel Castiello Carriles sólo tenía once años cuando fue trasladado al campo de concentración de Arnao con su hermana Pilar. Con sus hermanos fugados, «Los Castiellos», los famosos guerrilleros Eduardo y Corsino, esta familia de Peón (Villaviciosa) sufrió de forma terrible la represión. Tras la persecución diaria y la tortura, fueron enviados a Figueras.

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