diumenge, 2 de juny del 2024

La figura de Franco a través de la revista 'Hola'

 

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He podido conocer el artículo del zaragozano Javier Rodrigo profesor del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, titulado, Franco rosa. La representación del "Caudillo" en la prensa del corazón (1944-1976), entre política, adhesión y normalización, publicado en la Revista Pasado y memoria. Revista de historia contemporánea nº 25- 2022Es un historiador de plena solvencia, al que he leído y recurrido en otras ocasiones otros artículos como Continente cementerio. Fascismo, heterofobia y violencia en Europa, 1914-1945.

El artículo espléndido Franco rosa, me ha llamado extraordinariamente la atención, ya que pretende estudiar la figura de Franco recurriendo a una fuente primaria, como es la revista del corazón o de prensa rosa, Hola. Es un planteamiento original y que nunca se me hubiera ocurrido utilizar. A través de este tipo de revistas se pueden transmitir una serie de valores sobre la figura de Franco y su familia. Como también puede utilizarse para conocer qué fue la dictadura franquista el documental NODO, instrumento de propaganda audiovisual del franquismo que vio la luz el 4 de Enero de 1943 y no abandonó las pantallas cinematográficas hasta bien entrada la democracia, en abril de 1981, y que se proyectaba obligatoriamente en todos los cines de España, antes de la película.

Estoy leyendo en estos momentos el artículo Los lugares de memoria franquistas en el NO-DO de Vicente Sánchez-Biosca, Profesor de Comunicación Audiovisual da Universidad de Valencia. Por cierto, esos lugares de memoria son tres: El Alcázar de Toledo, el Valle de los Caídos y El Escorial. En escritos posteriores trataré de exponer lo fundamental de su contenido, aunque me tomo la licencia de hacer un pequeño adelanto. El n. 298 B de NO-DO (1948), consultable en la red, con todo, no se sitúa en el legendario Alcázar, sino que refiere la concesión al general Moscardó, por parte de la villa de Tarifa, de la Medalla de Oro de la ciudad. Este hecho es altamente significativo pues Tarifa fue la plaza legendaria defendida por Guzmán el Bueno. Mediante este acto ceremonial, NO-DO confirma su participación activa en el espejismo histórico que realiza el acoplamiento, más allá de las constricciones espaciotemporales y de la verosimilitud (y, por supuesto, los datos materiales y documentales), de dos hombres que sacrificaron lo más querido —el propio hijo— ante valores superiores como el honor y el amor a la patria. NO-DO es fiel, así, a la leyenda de Moscardó, que ve en él la encarnación moderna de Guzmán el Bueno, con desprecio absoluto hacia los hechos históricos. La historia, al fin y al cabo, no estará para el franquismo jamás a la altura del mito y tampoco, por consiguiente, de los ritos que lo actualizan.

Franco rosa

Retorno al artículo Franco rosa, que trataré de resumir lo fundamental. Para hacernos una idea, hablemos de esta revista Hola, según nos cuenta Javier Rodrigo. Una revista que estaba en la gran mayoría de las peluquerías femeninas, como también en muchas oficinas y en casas particulares. Por ponerlo en números. Las tiradas de la prensa política, como Cuadernos para el Diálogo, Mundo, Índice y Revista de Occidente se movían en torno a los 20-30.000 ejemplares (hasta 38.000 la primera en 1970, con una difusión media –ventas más suscripciones– de 31.883; más del doble en el caso de los Suplementos), superadas por Triunfo (58.375 ejemplares en 1970) y Destino (47.078 en 1968-1969), con una distribución geográfica urbana y centrada en todos los casos en Madrid o Barcelona. A este tipo de revistas le haría sombra, ya en la transición a la democracia, otras como Cambio 16, que tiraba casi 350.000 ejemplares en 1976, o Interviú, con más de 640.000 en 1977, mientras que el resto de las revistas de información política, a las que se sumarían cabeceras como Ajoblanco (1974-1979, primera época) o El Viejo Topo (1976-1982, primera época), seguirían en los parámetros en torno a los 5.000 ejemplares: algo más del doble lograría Por Favor, estabilizada en una media semanal de difusión de 40.000 ejemplares, a la que se añadiría el ascenso y rápido declive de El Papus, que comenzó tirando 115.000 ejemplares, alcanzó el máximo en marzo de 1976 con una tirada útil de 400.000 y una difusión total próxima a los 230.000, para estancarse entre 1978 y 1979 en una difusión real de en torno a los 62.000 ejemplares. 58.000 Triunfo, 47.000 Destino, 38.000 Cuadernos para el Diálogo, todas ellas importantísimas y objeto de análisis políticos, historiográficos y culturales de primer orden.

¡Hola!, con más de 450.000, estaba y sigue estando en la mayoría de las peluquerías femeninas lo que supone un efecto multiplicador para una posible lectura

Con todo, la prensa femenina o sensacionalista se moverá siempre en cifras muy superiores: ¡Hola!, Lecturas, Semana y El Caso tiraban respectivamente 346.185, 177.715, 144.195 y 127.269 ejemplares según datos de OJD de 1967, 1968 y 1969. El liderazgo de la primera, que llegaría a tiradas de más de 450.000 ejemplares en 1970, es indudable. Pese a ello, prácticamente no ha sido utilizada como fuente historiográfica fuera de algún estudio en la historia del periodismo. Este tipo de prensa, pensada para un público eminentemente femenino, constituye de hecho un canal fundamental en el espacio de la circulación de conceptos e ideas, a partir de unas particularidades narrativas como son la amabilidad, el predominio de la ilustración y la verosimilitud, con tonos intimistas, preferencia por lo privado y recurrencia simbólico-narrativa con predilección por el orden sentimental. Merece la pena insistir en la tirada de Hola, con más de 450.000, revista que estaba y sigue estando en la mayoría de las peluquerías femeninas, por las que pasaban y pasan muchas clientas, lo que supone un efecto multiplicador para una posible lectura. De ahí, su trascendencia la hora de transmitir determinados mensajes. Ni que decir tiene que todos eran controlados por la censura en los diferentes medios, no en vano todavía estaba vigente Ley de prensa de 22 de abril de 1938 obra de Ramón Serrano Suñer. Luego vendría la Ley 14/1966, de 18 de marzo, de prensa e imprenta, obra de Manuel Fraga Iribarne, que mantuvo la censura.

El artículo plantea, como señala Javier Rodrigo, algunas reflexiones (algunas aún provisionales) acerca de la construcción de los estereotipos narrativos y biográficos sobre Franco en la prensa rosa, a partir de la identificación de tres grandes ciclos vitales: desde un arranque claramente vinculado a la legitimación política del régimen de Franco mediante la adhesión por saturación, hasta una humanización y familiarización con su vejez y muertepasando por el análisis de las formas de exposición pública de la vida y la biografía del Generalísimo como gran protector y proveedor del bienestar de los españoles. Tiene tres apartados.

1. Adhesión apoteósica

De hecho, a efectos simbólicos, los Franco fueron, antes de la proclamación de Juan Carlos I como rey de España ante las Cortes franquistas, una suerte de familia real española. Ocuparon su lugar en la prensa rosa, abiertamente franquista y monárquica, conservadora e institucionista, pese a que paulatinamente debieran compartirlo con los príncipes Sofía y Juan Carlos y en algunos, escasos momentos, con la dinastía borbónica al completo. Como en el famoso bautizo del príncipe Felipe, en el que su bisabuela Victoria Eugenia, de regreso por primera vez a España desde 1931, le habría dicho a Franco, a quien no soportaba –ni a él ni a su mujer–, aquello de que «ya tiene a los tres, Franco: elija».

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Bautizo de Felipe VI.

Con todo, al principio fue la mujer. De hecho, el ciclo que analiza en este artículo arranca con Carmen Franco niña y termina con Carmen Franco huérfana. La primera noticia de los Franco en la naciente revista ¡Hola!, en 1945, sería sobre la presencia de «la señorita Carmen Franco, hija de SE el Jefe del Estado, en el Club Náutico de Vigo, presenciando las regatas».

En número de apariciones en la prensa sensacionalista, Carmen Polo y Carmen Franco acabarían ganando por goleada al patriarca de la familia

Aún faltaba tiempo para que se convirtiese en el gran semanario femenino sobre aristocracia, lujo y riqueza que acabaría siendo, pero es significativa su aparición pues, de hecho, en un cómputo global de apariciones en la prensa sensacionalista, Carmen Polo y Carmen Franco, futura marquesa de Villaverde, acabarían ganando por goleada al patriarca de la familia, SE el Generalísimo.

Aparecen, sus viajes, siempre «triunfales», por la España conquistada y fervorosamente adherida a su figura –sobre todo a Barcelona, lo que se explica por estar allí la sede de la revista: jornadas siempre «inolvidables» de «fervorosa adhesión» al «adalid católico que después de liberarnos del dominio rojo, nos salvó del azote de la guerra mundial y nos gobierna hoy con heroica, sabia y paternal manera» Sobre Barcelona, los entusiasmos populares y las adhesiones espontáneas del pueblo catalán, ¡Hola!, 17-05-1947: 3, 17-05-1947: 11, 04-06-1949: 10, 11-06-1949: 3 y 18-06-1949: , auténticas apoteosis de patriotismo proyectadas en corridas de toros donde las multitudes puestas en pie ovacionan espontáneamente a «los ilustres visitantes», cenas de gala o desfiles militares de la Victoria, acompañados de ingentes muchedumbres  y reproducidas a veces en pequeña escala en ocasión de acontecimientos como la celebración de la onomástica de Franco (misa y desfile de las tropas de su Casa Militar). Por otro, la búsqueda de apoyos internacionales –como su viaje a Portugal en octubre de 1949: recibimiento «indescriptible» del pueblo portugués, «fervor y entusiasmo» de la población hacia quien «salvando a nuestro país del comunismo, salvó igualmente a todo el mundo occidental»,doctorado honoris causa en Coimbra como «homenaje ferviente al hombre a cuyas manos se debe la salvaguarda de la civilización» –, las escasas visitas de figuras políticas de relieve –a destacar, por supuesto, la de Eva Perón en junio de 1947, dando su «último adiós a España y al pueblo español» con lágrimas en los ojos. Y por fin, las manifestaciones de apoyo a Franco, como la más importante de la década («España en pie por su honor y por su independencia»), el 13 de diciembre de 1946, al hilo de la conocida como resolución 39 de la naciente Organización para las Naciones Unidas, en la que se declaraba la naturaleza fascista de su régimen y se la excluía de los organismos internacionales creados por la organización. Ingentes muchedumbres que expresan su adhesión inquebrantable al Caudillo Franco, plebiscitos del pueblo español que nadie podría poner en duda frente a la torpe maniobra exterior en asuntos netamente españoles, un torpe y malévolo proceder. En estas últimas manifestaciones ha podido identificarnos dice Javier Rodrigopor primera vez uno de los elementos simbólicos más persistentes (y a mi juicio, fascinantes) de las manifestaciones de adhesión popular al Caudillo: los supuestamente espontáneos carteles portados por el público enfervorecido y escritos en grandes letras para poder ser vistos por Franco desde los lugares de alocución de sus discursos, que aparecerán allá donde dé un discurso y que con diferentes formatos, desde la adhesión de un pueblo o una región hasta la reproducción de consignas políticas, acompañarán a la vida pública del Generalísimo hasta su adiós en la plaza de Oriente de Madrid en 1975. La primera aparición de estos mensajes dirigidos a la autoridad aparecerá publicada, hasta donde yo ha podido encontrar, en diciembre de 1946, y no sería el célebre «Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos», pero algo parecido: junto al dibujo de un agricultor catalán ataviado de barretina y faja, el texto «ONU, dos, tres, butifarra de pagés»¡ Hola!, 14-12-1946.

Pero son muchos años de viajes y manifestaciones y, por tanto, muchos mensajes identificados. Ninguno tan fascinante como el que colgaba de varios balcones en Martorell en julio de 1966, y que rezaba: «Sabemos que no nos traes las cosas de regalo y que nos has dicho ‘Hay que luchar, hay que trabajar’. En esta línea estamos»  ¡Hola!, 16-07-1966. Pura espontaneidad.

En la lista negra del mundo democrático y de las potencias comunistas, en medio de un conflicto interno que obligó a extender el estado de guerra hasta 1948, superados los recursos políticos y administrativos por una realidad de hambre y miseria, inserto en una realidad marcada por la violencia y la dificultosa consolidación institucional de la dictadura, transcurrirían los meses y los años de la «paz difícil». Con viajes por el interior del país, al País Vasco:

Bilbao entero, en una impresionante unidad de clases y entusiasmo ha querido hacer patente al Jefe del Estado su gratitud imperecedera por su retorno a la Patria y a la Paz. El noble pueblo bilbaíno no ha olvidado (…) los tiempos de oprobio y de terror, y celebra hoy la apretada unidad de todos los pueblos de España en torno a la heroica figura del primer soldado y el primer ciudadano de la Patria. ¡Hola!, 20-06-1950

A Cataluña: Barcelona «aclama a Franco» con motivo del XXXV Congreso Eucarístico, otorgándole al Caudillo un «apoteósico recibimiento» en su recorrido en coche por el Paseo de Colón: «podemos decir que Barcelona se ha superado a sí misma en entusiasmo hacia el glorioso soldado que salvó a España» ¡Hola!, 31-05-1952. De nuevo a Barcelona, como la de octubre de 1955, en que los Franco reciben la adhesión de los catalanes, y doña Carmen expresa su devoción por la Virgen de Montserrat. O a Andalucía, donde se retrataría en la Feria de Sevilla: la nieta mayor vestida de sevillana, los abuelos en coche descubierto recibiendo el «homenaje triunfal», la «calurosa adhesión» y el «cariño entrañable y devoto», para asistir después a una fiesta campera en su honor, con corrida incluida de Litri, con cantos de Pastora Imperio, Manolo Caracol y el Gafas, que improvisaría aquello de «En Sevilla hay un derroche / de banderas y farolillos / En Sevilla hay un derroche / hombres mujeres y niños / marchaban detrás del coche / donde iba nuestro Caudillo».Hola!, 25-04-1953 y 09-05-1953.

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Carmen junto a Francisco Franco en la plaza de toros del Chofre (San Sebastián), en una corrida de la feria de abono de la Semana Grande. (Wikipedia)

2. Bienestar y orden

Con la seguridad del apoyo estadounidense a partir de 1953, Franco podría abandonar la autarquía, de resultados claramente negativos, y apoyarse en la ayuda exterior. La prensa, también la femenina, destacaría cada vez más la presencia en España de los más variados líderes mundiales, casi siempre de los países no alineados o de territorios árabes, como el presidente del Líbano, Camilo Chamoan, el presidente de Pakistán, Iskander Miwa, el presidente de Tailandia, Pibul Songgram, el rey Hussein de Jordania, el sultán de Marruecos Mohamed V, los príncipes Rainiero y Gracia de Mónaco, el presidente de Costa Rica o el Sha de Persia y su mujer, Soraya. Todas ellas, llenas de pompa y boato, con recepciones, cenas oficiales, despedidas al pie del avión y toda la parafernalia diplomática, destacando a mi juicio la imposición a Carmen Polo por parte del presidente tailandés de la más excelsa Orden del Elefante, algo que nadie interpretó con segundas.

A esa suerte de reconocimiento internacional se añadiría en la década de los cincuenta otras formas de legitimidad política del régimen, centradas en el desarrollo económico y político, que en el caso de la prensa rosa se revistió de una identificación entre familia, sociedad, bienestar, desarrollo y agencia dictatorialDesde la propia propaganda franquista se mostrarían los «avances» sociales (en economía, infraestructuras, etc.) así como las instituciones en que se concretaron, como los grandes logros y orgullos del Generalísimo, en una suerte de retroalimentación propagandística en la cual Franco devolvía a los españoles en forma de bienestar el aprecio que éstos le daban por sus políticas sociales. Un bucle infinito que, por supuesto, se acabaría rompiendo en forma de protestas laborales, huelgas y conflictividad política, pero cuyos ecos no dejarían de sonar en la propaganda y la biografía política de Franco durante décadas.

Un número de ¡Hola! conmemorativo del 18 de julio en 1959 hablaba ya del «progreso y bienestar nacional»

Un número de ¡Hola! conmemorativo del 18 de julio en 1959 hablaba ya del «progreso y bienestar nacional»: «la gente vive cada día mejor», tras haber derrotado Franco «al comunismo que quería imponer en nuestra querida España sus sistemas de opresión, de inequidad, de lavado de cerebros, de checas, de hambre, de lágrimas» siendo del 18 de julio «uno de esos momentos que la Providencia elige, a efectos de enderezar el destino de los pueblos», para hacer después mucho más que lo que «los políticos profesionales de medio siglo antes habían acertado a prometer»: consumo, producción, crecimiento, política social, beneficencia: desde noviembre de 1959 sería también recurrente el «festival taurino benéfico pro-navidad», organizado por Carmen Polo. El desarrollo económico, los avances en la nomenclatura del régimen, acabarían convirtiéndose en una forma de legitimidad política (y social, y cultural, y económica) del franquismo y de su guía y líder. Celebrando el aniversario de la Victoria, «España le debe a Franco nada más y nada menos que su existencia entre los pueblos libres pertenecientes a la civilización occidental»: a la victoria de los españoles por su independencia había que sumar además «la inmensa obra de enriquecimiento nacional (…) de una España depauperada y deshecha se ha levantado un país nuevo y pujante (…) capaz de situarlo entre las primeras potencias europeas». Lo mismo poco después, con el aniversario del 18 de julio, fecha en la que «una España sin diferencias ni matices, unida espontáneamente por la común necesidad de salvar a la Patria (…) de la dominación comunista, se levantó a vida o muerte para recuperar la independencia nacional»: todo cuanto políticamente «se haga y se proyecte sobre la vida española actual ha de tener su arranque el 18 de julio», y en el Caudillo, Franco, héroe nacional «que condujo a España a la victoria y que en la paz ha sabido guiarnos con la prudencia y el amor de un verdadero padre de la Patria».

Por ese tipo de cuestiones, Franco se mostraría ante la prensa como el protector de la nación: «Grandes extensiones que fueron páramos inhóspitos se han convertido, gracias a su férrea voluntad, en fructíferas tierras de regadío». La suya era una «labor creadora»  y protectora. Por eso velaría por tierras desfavorecidas como Jaén, cuyo Plan garantizaría «la desaparición, para siempre, de la miseria que atenazaba a unas tierras españolas, empujando a sus habitantes al éxodo o a una desesperación que les convertía en presa fácil de falsos profetas».

Por eso haría exhibición de solidaridad paternalista cuando la miseria deviniese letal durante las inundaciones de 1962 del Vallès Occidental: una tierra económicamente avanzada, pero con unas condiciones de desigualdad más que palpables en la profusión del chabolismo y la infravivienda, sobre todo entre poblaciones inmigrantes, mayoría entre las aproximadamente mil víctimas mortales de la que se considera la mayor catástrofe hidrológica de la historia contemporánea española. Franco se mostraría rápidamente «entre los damnificados de Cataluña», demostrando la estrecha vinculación «del pueblo español con su Caudillo»: «Todos a una, con el Caudillo al frente (…) enterrados nuestros muertos, hemos de seguir». Y así, Franco llevaría a Cataluña «a la negrura de la tragedia, luz y esperanza y consoladores presentimientos de nuevos y espléndidos amaneceres». Al año siguiente, el Caudillo volvería a comprobar en persona los éxitos de la reconstrucción, el cierre del «paréntesis» de la tragedia. Incluso se encontraría en Terrassa con la misma viuda con la que había sido fotografiado entre lágrimas unos meses antes. Ahora aparecía con su hija: «la huerfanita bate palmas por Franco».

De manera cada vez más repetitiva Franco aparecería en la prensa rosa como el benefactor nacional

De manera cada vez más repetitiva, Franco aparecería en la prensa rosa como el benefactor nacional. Como un español medio, realista y concreto, pragmático que modela su vida familiar según el patrón de cualquier hogar católico que haya ascendido en la escala social, pero tocado por dios y valiente ante las responsabilidades puestas por el destino en su vida. Franco es mostrado en la prensa rosa como el ejemplo de un individuo sencillo que ha podido triunfar gracias no solo a cualidades excepcionales, sino al trabajo constante y a unos valores firmes y mantenidos a lo largo de su vida. Un ejemplo asumible para el español de a pie, solo que elevado de entre las masas por esa elección divina que justificaría un acompañamiento ritual casi religioso, al que el propio Franco contribuiría: los palios, las misas, las comuniones, el brazo de Santa Teresa, el manto de la Virgen del Pilar, el enorme San Francisco que presidía su despacho en el Pazo de Meirás, las reliquias milagreras (que el propio Caudillo prestaba a los allegados en caso de enfermedad, para favorecer su curación) formarían parte del escenario vital de un dictador imbuido en un lenguaje de religión y amor para los suyos en paralelo a uno de intolerancia y exclusión para los otros. De igual modo, la prensa rosa serviría de manera poderosa para legitimar los mecanismos de lenta institucionalización de la dictadura. A fin de cuentas, Franco era ya un demócrata en los años sesenta, según la narrativa oficial: como rotularía ¡Hola! en la foto de un Caudillo sonriente mientras votaba en las elecciones al concejo de Madrid de 1963, «el público da muestras de su simpatía por su gesto democrático».

No es casual, de hecho, que la imagen pública de Franco, y por ende también los mitos adheridos a su biografía, transmutasen desde la designación de Juan Carlos como sucesor en la caracterización de un anciano familiar y cercano, de existencia rutinaria y un ciclo vital monótono, en el que el fin de la existencia sería una realidad plausible y aceptada con resignación y serenidad: la emanada de la seguridad en la continuidad de los valores del 18 de julio, reclamados recurrentemente en los editoriales de la revista, y en la centralidad en la obra y la historia de España del 1 de octubre. Evidentemente aún faltaban unos años para llegar a ese futuro sin Franco, aunque así lo transmitiesen muchos medios de información y propaganda que, en vista del ascenso de una nueva realidad –la del príncipe designado y la vejez del Generalísimo– fueron relegando a Franco a un espacio diferente al del vértice del poder y de la arquitectura institucional de España. De hecho, es interesante observar cómo, precisamente desde 1969, la presencia doble de la familia Franco y de la familia Borbón en las revistas femeninas anduviese en paralelo, aunque con diferentes perfiles: humano, bondadoso, familiar y mundano la primera, institucional, recto, poco improvisado, rígido el otro.

3. Abuelo feliz

Desde luego, a partir de la segunda mitad de los años sesenta pudo existir cierta banalización en el mensaje político. Franco es, en la prensa femenina, un pater familias, un facilitador de bienestar para su propia familia, su mujer, su hija, su hijo político y sus nietos sobre todos (mucho menos para sus propios hermanos, casi inexistentes en la prensa del corazón). Por extensión, lo sería también de la «gran familia de los españoles», como repetirá constantemente la prensa y los medios de propaganda.

Uno de los agujeros negros en la narrativa popular sobre el Caudillo es, de hecho, el de la vida privada. Seguramente, por su propio hermetismo e introversión personales, hostiles a la curiosidad de extraños. También, tal vez, por su decisión de conservar una imagen ejemplar y confiable, que podría verse afectada si se interpretara su enorme afectividad como un signo de debilidad.

Construir una familia era capital en la construcción de las bases políticas del franquismo, empezando por la propia familia residente en la finca campestre de El Pardo

Construir una familia era capital en la construcción de las bases políticas del franquismo, empezando por la propia familia residente en la finca campestre de El Pardo, donde Franco vivió siempre acompañado de su mujer, su corte de colaboradores, de su hija recién casada y su yerno a su vuelta del viaje de novios por Barcelona y la Costa Brava «de riguroso incógnito» y a Roma a bordo del Azor, periplo jubileo con visita papal en el que los acompañó Carmen Polo. La boda de Carmen Franco, de hecho, constituiría el primer gran hito de los Franco en forma de portada de la prensa rosa. Su vida familiar, solo matizada por la importancia que adquiriría paulatinamente la presencia de los príncipes Sofía y Juan Carlos –sobre todo a partir de la designación de éste a la sucesión en la jefatura del estado en 1969–, se acabaría convirtiendo en el factor de construcción simbólica del Franco pater familias –y por extensión, pater patriae– que se proyectaría poderosamente en las décadas doradas de la presencia de la familia en la prensa del corazón.

De ahí que el Caudillo aparezca profusamente en la prensa femenina con sus nietos, a partir del bautizo de la primogénita de los marqueses de Villaverde, «uno de los acontecimientos más gratos de la vida española de 1951». También serán recurrentes los bautizos, como el de la segunda nieta de Franco, María de la O, bautizada con su madre aún guardando cama, donde sería fotografiada por primera vez –algo que se repetirá en más ocasiones. Como el de el primer nieto varón «Francisco de Asís José María de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos», de nuevo con Carmen Franco encamada, apadrinado por Franco y su mujer. Como el de María del Mar, «en la más estricta intimidad» y con fotos de un embelesado Caudillo. Como el de José Cristóbal, de nuevo con Carmen Franco en la cama. Como la primera comunión de Carmencita, con fotos de un Franco cariñoso con los nietos. Como los reportajes sobre los veraneos familiares, en la playa de San Sebastián o en Galicia. O como el reportaje de 1956 por primera vez sobre una cacería en El Pardo, en el que entre cadáveres de animales y Carrero Blanco posando junto a una enorme águila recién abatida, los nietos aparecerán posando mientras toman un té y un pincho morunos servido, cómo no, por la guardia mora.

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Carmen Franco polo.

Para los españoles, la familia de SE el Jefe del Estado y señora tiene un verdadero carácter de símbolo. El hogar de El Pardo es un ejemplo intachable de todas las virtudes cristianas, según la manera de sentir y vivir de los tradicionales hogares españoles donde Dios reina sobre todas las cosas y todas las vicisitudes.

Los Franco podrían mostrar su propio bienestar. Por eso, aparecía el Caudillo con la familia en los jardines de sus residencias, en su yate, en fastuosas recepciones en palacio (donde rara vez, por subrayar su carácter de hombre de acción, Franco disimula su cara de aburrimiento), en conciertos privados de los grandes artistas españoles de la época, en las dehesas de sus cacerías con hombres importantes –alimentando incluso la relación entre actuación pública y acumulación privada que alimenta las sospechas de corrupción. Los artistas que lo rodearon en los festivales musicales, las monterías o las jornadas de pesca también formarían parte de esa conexión con la realidad española y lo mostrarían con gustos similares al del común de sus compatriotas: Raphael, El Cordobés (retratado en varias ocasiones con la nieta mayor de Franco a partir de la nochevieja de 1966), Lola Flores, Lina Morgan, hasta una desvalida Pepa Flores, la «saladísima» Marisol, una de las cantantes favoritas de los nietos del matrimonio Franco, lo que haría que se la presentase como «amiguita»  de los nietos del dictador.

La invención de la cotidianidad permitiría establecer un nexo simbólico entre los Franco y cualquier otro hogar español: «El Caudillo gusta de sosegar en familia. Goza de pasear con su esposa por las avenidas del Pazo de Meirás. Y le encanta juguetear con los pequeños»-. Por eso, se acumulan las páginas de los sacramentos. Siete nietos, a razón de un bautizo y una comunión por cabeza, dan para un análisis de las continuidades narrativas y los cambios introducidos paulatinamente en la imagen pública de Franco. En el célebre ejemplar que da título a este epígrafe, al Generalísimo se le mostraría en la «noble estampa de un abuelo español» que, al lado «de los últimos renuevos de su estirpe y desde las cimas del deber cumplido y de la responsabilidad indeclinable», contempla, «sin inquietudes, el paso de los días y de los acontecimientos».

La caza, como la pesca, el golf y otras actividades aparecerían en la propaganda para convertirse en objeto central de la información alrededor del Caudillo

También en el marco de la invención de la normalidad adquiriría cada vez más importancia la exposición pública y cíclica del tiempo libre lo cual, además de servir de garante de representación de la buena salud del Caudillo, identifica la importancia que empezó a tener el ocio en la vida pública del Generalísimo. La caza, como la pesca, el golf y otras actividades aparecerían en la propaganda primero como anécdota simpática, para convertirse más tarde en objeto central de la información alrededor del Caudillo.

También, claro está, la insistencia en su salud de hierro. Desde el año 1969, a los habituales mensajes por el 18 de julio, el 1 de octubre, el 1 de abril, la onomástica del Caudillo, las monterías invernales o el discurso de fin de año se sumarían de manera insistente los textos sobre el estado de salud de Franco. Vicente Gil sería el encargado de trasmitir el mensaje oficial frente a «los rumores y falsas noticias propaladas por el extranjero»: Franco, diría, tenía la misma vista que en 1943; se recuperaba en menos de un minuto después de hacer veinte flexiones rápidas de tronco; en treinta años no había tenido más que una gripe y una intoxicación leve: «la materia prima es de primera calidad», y los hábitos, de lo más saludables. Con esos elementos, podía seguir siendo un abuelo, y después un bisabuelo feliz, durante muchos años, y así lo mostraría la prensa rosa: una existencia rutinaria, cíclica, lujosa, de poder y representación, recibiendo a jerarcas internacionales, todo ello acompañado de editoriales de claro corte político y de legitimación histórica del régimen de Franco y de su poder.

Unos editoriales sorprendentemente invariables, monolíticos, rígidamente anclados en los mismos mitos fundacionales, adaptados paulatinamente a los tiempos: la victoria contra el comunismo, la victoria frente al rechazo internacional, la victoria en la paz y el desarrollo. Con matices y defensas cerradas del Caudillo cuando se sintiese atacado, como por ejemplo durante la gran avalancha de condenas internacionales ocurrida en 1970 con el Proceso de Burgos, del que resultaron seis penas de muerte y más de 500 años de cárcel, y que tuvo un fortísimo impacto interno (supuso un paso en falso en la política del régimen hacia la oposición, al convertir el hasta entonces minoritario desafío terrorista en el País Vasco en un grave problema de amplia base popular) y externo. Frente a ambos, «la magnanimidad del jefe del estado al conmutar todas las penas de muerte (…) da motivo también a que España quiera poner de manifiesto, una vez más, su entrañable adhesión y cariño al Caudillo», con manifestación multitudinaria («referéndum espontáneo») en la Plaza de Oriente de Madrid ante Franco, el príncipe y el gobierno: el terrorismo, las presiones anarcoides y el caos no tenían cabida, dirá el editorial de ¡Hola!, donde impera la ley. «España prosigue su rumbo sin titubeos» Hola!, 26-12-1970. Como lo seguiría, igual motivo y escenario, en octubre de 1975, fecha de la última gran comunión de Franco con los españoles, la postrera despedida, el acto final de la historia de amor entre el Caudillo y su pueblo.

La agonía y muerte de Franco en noviembre de ese año fueron, igual que su vida, gigantescas máquinas de generación de mitos. De hecho, es sorprendente cómo lo que hoy entendemos por la idea de Franco en España, está relacionado precisamente con esas últimas semanas de vida, con los veinte días de agonía y con la inmediata gestión de su memoria por parte de sus herederos. No menos humanizadoras resultaron las semanas anteriores, en las que España se acostumbró al parte diario del «equipo médico habitual». Unos veinte días, narrados casi hora a hora, a partir de la hemorragia gástrica masiva de origen ulceroso que sufrió el 3 de noviembre, causada por los anticoagulantes usados para tratar la tromboflebitis, y descritas con profusión en todos los medios. En el caso de ¡Hola!, mediante larguísimas descripciones obra de José Juan («Jaime») Peñafiel, que se había incorporado a la redacción de la revista en 1967, estrenándose en la clásica cacería invernal de la familia Franco e invitados. Esas semanas serían de angustiosa tensión, pespunteada de relatos ejemplarizantes como el del obrero padre de tres hijos que se ofrecía a donar un riñón al Caudillo. Con todo, la cabecera insignia de la prensa del corazón marcaría un rumbo claro después del entierro de Franco: la familia entró  un ciclo de irrelevancia, sustituida de manera cada vez más evidente por la familia real, a partir de la proclamación del sucesor en la jefatura del estado.

¡Hola! haría bueno, de manera literal, el dicho de a rey muerto, rey puesto

¡Hola! haría bueno, de manera literal, el dicho de a rey muerto, rey puesto. Habrá en esto, sin embargo, un par de excepciones significativas. Una sería la larga entrevista a Pilar Franco, que daría muchos detalles sobre la muerte de su hermano. «Si se puede tener un triunfo después de la muerte, mi hermano lo ha tenido por completo», le diría a Peñafiel, rodeada de cadáveres disecados de animales. Un triunfo de amor. En su última despedida:

La gente, como si de un santo se tratara, dejaba ante su caja papeles escritos de su puño y letra: ‘Haced a mi hijo tan bueno como lo has sido tú’. ‘Que mi hija se cure de su enfermedad’. ‘Ayúdame en la vida’. ‘Cura a mi marido, tenemos siete hijos’ (…) mi hermano, con su larga y dolorosa agonía, ha prestado su último gran servicio a España: preparar a los españoles para este momento, para encajar en paz y sin traumas su muerte. Hola!, 03-01-1976.

Otro gran momento, con tintes de despedida, sería la entrevista a la hija del dictador, todo un repaso por la intimidad de Franco, por los agravios acumulados a su juicio hacia la figura de su padre, y por la soledad a la que habían abocado a su familia aquellos que tan solo unos meses antes expresaban por todos los medios las lealtades inquebrantables y las adhesiones fervorosas nacidas en 1936. ¡Hola!, 17-04-1976.

Todo se había roto y la otrora familia real era expulsada del paraíso. No hay imágenes de Carmen Polo llorando a la muerte de su marido: aparece triste, compungida a lo sumo tras un gigantesco velo negro. Las lágrimas y el gesto de dolor absoluto de la última habitante de El Pardo cuando fue obligada a abandonar la residencia oficial en 1976 (como mostraría en su portada ¡Hola!, en un montaje brutal con una fotografía de decenas de manifestantes brazo en alto), resultan, incluso vistas hoy, desgarradoras. ¡Hola!, 17-02-1976.

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