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CULTURA
El historiador argentino Pierpaolo Barbieri descubre el plan de Hjalmar Schacht, el jefe de las finanzas en la Alemania nazi , de convertir el Reich en una república mercantil. España fue la primera piedra de su proyecto.
Francisco Franco y Adolf Hitler estrechan sus manos en la portada de La sombra de Hitler, de Pierpaolo Barbieri (Taurus). Que nadie se equivoque: el Caudilllo y el Führer son personajes secundarios en el estudio del autor argentino, educado entre Harvard y Cambridge. ¿A alguien le suena el nombre de Hjalmar Schacht? Schacht, el presidente del Bundesbank y ministro de Economía durante los primeros años del Reich, es el hombre de este libro. El hombre que pudo cambiar la historia de Alemania y la de Europa.
El imperio económico nazi y la Guerra Civil Española dice el subtítulo de La sombra de Hitler y con esas dos ideas podríamos explicar el trabajo de Barbieri. Empezamos por los antecedentes: Schacht, el único economista en un Gobierno de ministros exaltados e hiperideologizados, dirigió el milagro alemán de los años 1934-1937. "En parte, tuvo suerte", explica Barbieri. "Los nazis llegaron al poder en el momento en el que la crisis tocó fondo. El momento cíclico les beneficiaba. A eso, se sumó el estímulo monetario y fiscal del Gobierno. Hitler, que tenía una posición de debilidad cuando llegó al Gobierno, dijo eso de 'Dennos cuatro años y reharemos Alemania'. Y Schacht lo hizo posible".
Su método sería inimaginable, hoy: reactivó la industria alemana gracias a una programa de rearme colosal financiado por el Estado. Funcionó muy bien durante un tiempo. "Después de cuatro años, Schacht le dijo a Hitler: 'Ya no tenemos crisis y estamos en una situación de pleno empleo, pero nos dirigimos a un nuevo escenario de inflación. Alemania está suficientemente armada. Deberíamos primar otras industrias. La industria textil, por ejemplo'".
Y ahí, el Führer tomo la gran decisión de su vida. Una opción era hacer caso a Schacht, un profesional inexpresivo y arrogante que se permitía reñirle y hasta gritarle y que imaginaba a Alemania convertida en una potencia económica que mandara en Europa por medio del comercio. La otra opción era dejarse llevar porlos chicos, por Goering y compañía, por su deseo de ir a por gloria y riqueza como el que busca pelea en una cervecería.
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Hitler prefirió a Goering. ¿Cómo? ¿Por qué, si Goering era un personaje grotesco?Enjoyado, fanfarrón, inculto... "Goering tenía el sentido económico de un pirata: llegar a un lugar, tomar el botín y destruirlo todo", cuenta Barbieri. "Pero Schacht le decía a Hitler las verdades que no quería oír. Y Hitler se enamoró de su propia imagen, se creyó su propaganda. Los aduladores le llegaron al alma y Hitler prefirió la guerra".
Aquello ocurrió en 1937, mientras en España combatían rebeldes y republicanos. La Guerra Civil iba a ser la primera piedra de Schacht en su propósito de crear unIII Reich mercantil. Alemania había apoyado a los rebeldes y, de entre los rebeldes, eligió a un general llamado Franco. Había transportado a sus tropas de África y las había armado pese a que no había dinero que pagase esa ayuda. ¿Por qué? ¿Por solidaridad fascista como hicieron los italiano? No. Por el deseo de tener un socio cautivo, un país endeudado con el que Alemania podría comerciar en condiciones óptimas. Por el deseo de construir lo que Barbieri llama "un imperio informal".
¿No es un poco lo mismo que ocurre ahora con la influencia de China en África y Latinoamérica? ¿O con Francia en sus antiguas colonias? "La historia no se repite pero rima. Ese proyecto de imperio informal de Alemania rima con lo que ocurre con China o con lo que se llama el imperialismo 2.0. La doctrina de que es mejor controlar que dominar", cuenta Barbieri.
Y continúa: "España era un país miserable pero tenía riquezas importantes para Alemania. La alimentación, por ejemplo, era un problema para el Reich porque el Ministerio de Agricultura había estado pésimamente dirigido por un ideólogo loco, Walther Darré. Y España podía enviar esa comida. El hierro y la pirita también eran una necesidad para Alemania". Durante los tres años de la guerra, España se convirtió en la socia sumisa de Alemania. "Alemania decía y España cumplía. Franco aceptó condiciones inimaginables en cualquier otra circunstacia", explica Barbieri.
La paradoja es que el mismo día que Alemania invadió Polonia, la relación de fuerzas entre Madrid y Berlín cambió. Los aliados sintieron que España era un lado débil desde que atacar a Alemania y volvieron a llamar a las puertas de Franco para proponer negocios. El Nuevo Estado se dejó querer y empezó a remolonear en el cumplimiento de las deudas. "Hasta los italianos le dieron un aviso en 1941: no se casen demasiado con Alemania porque no está tan clara la victoria". A Franco le salió bien la jugada: al cabo de cinco años, su acreedor estaba muerto.Muerto el acreedor, muerta la deuda.
"Franco creó el mito de 'el hombre que se le paró a Hitler'. La verdad es que tuvo más fortuna geopolítica que otra cosa. Si Hitler le hubiera dado lo que pedía [aspiraciones territoriales en África, sobre todo], Franco hubiera entrado en la Guerra Mundial. Pero Hitler prefirió a la Francia de Vichy como aliada", explica el historiador argentino.
Nos falta un asunto por considerar: ¿quién era Schacht? ¿Qué futuro tenía en la cabeza para Alemania? "Schacht fue un banquero obsesionado por el poder, era un enfermo de poder y de hubris. No era un nazi, nunca estuvo en el partido, pero quiso aprovecharse de los nazis para alcanzar ese poder. Se jactaba de ser más inteligente que ningún otro en el Gobierno". ¿Un profesional ambicioso que cayó en el equipo de los malos? "En parte sí, pero es que Schacht eligió estar en el equipo de los malos. Como le ocurrió a muchos conservadores alemanes, pactó con el diablo que eran los nazis. Tuvo el apoyo de los militares porque los rearmó, pero se hizo enemigos cuando quiso detener la política belicista. En 1944, lo acusaron de estar implicado en el atentado de junio contra Hitler y pasó el final de la guerra en un campo de concentración".
¿Y no fue un poco ingenuo eso de armar a los nazis hasta los dientes y, después, confiar en un futuro gobernado por la economía? Un poco como sacar una pistola en el capítulo dos de una novela y esperar que nadie dispare un tiro... "Sí, en ese sentido fue un poco ingenuo. ¿Qué hubiera pasado si Hitler hubiese seguido confiando en Schacht? La guerra hubiera quedado pospuesta. Alemania no habría invadido Polonia. La tensión con Francia no habría acabado, pero, seguramente, el Reich se hubiera acercado al Reino Unido. A la larga, hubiese habido guerra entre Alemania y la URSS. Pero esa ya hubiera sido otra guerra, ganable para los alemanes".
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