dilluns, 3 de març del 2025

Rapadas, encerradas y represaliadas: la memoria de las mujeres, antídoto contra la involución

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Un grupo de niñas del centro provincial de Sevilla perteneciente al Patronato de Protección a la Mujer.

Recuperar la memoria de las mujeres rapadas, de las niñas encerradas en reformatorios y de las encarceladas. Devolverles la voz a las lesbianas, a las mujeres prostituidas y a las violadas. Pero también a todas aquellas que se organizaron y construyeron conciencia feminista. Son algunos de los muchos retos por delante en un momento en que la eclosión de la memoria histórica, también en clave de género, converge con el auge de la reacción negacionista. Las instituciones se han puesto manos a la obra y quieren ahora recuperar la memoria de las mujeres que han permanecido en los márgenes.

Primero, con un proyecto. El Instituto de las Mujeres ha lanzado Amiga date cuenta, enmarcado en el ciclo de 50 años de España en libertad. La iniciativa forma parte de un "conjunto de actividades con las que reconocer a todas las mujeres que con su resistencia y lucha contribuyeron a la transformación social". Es obra de la asociación Herstóricas y consiste en un recurso que mapea lugares de represión y resistencia protagonizados por mujeres a lo largo de la historia reciente, acompañado de materiales didácticos que pretenden ser llevados a las aulas.

Precisamente los centros educativos son un lugar clave a la hora de desarrollar proyectos memorialistas desde una perspectiva de género. Ahí entra el segundo paso que se pretende dar desde las instituciones. Esta vez, a través del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Los grupos parlamentarios acaban de firmar la renovación del acuerdo estatal, todos salvo Vox. Entre sus más de cuatrocientas medidas, se incluye una que va directa a las escuelas: la inclusión del "origen, desarrollo y logros del Movimiento Feminista en los libros de Historia".

Rapadas, encarceladas y domesticadas

En el cementerio de Higuera de la Sierra, en Huelva, fueron fusiladas dieciséis mujeres. Sucedió en noviembre de 1937. "Sacadas del camión que las conducía al juzgado de Aracena, fueron asesinadas en las tapias del cementerio tras sufrir la humillación de ser rapadas, purgadas con aceite de ricino y torturadas", recoge el mapa elaborado por el Instituto de las Mujeres.

Entre abril y noviembre de 1939, un total de 1.486 mujeres ingresaron en la Cárcel Provincial de Mujeres de Valencia. La prisión estaba saturada. La situación de hacinamiento hizo que las presas tuvieran que dormir en los pasillos, en la capilla e incluso en el hueco bajo la escalera. En las celdas inicialmente diseñadas para cinco presas, se amontonaban hasta cuarenta y dos. Las madres eran internadas con sus hijos en condiciones infrahumanas, asoladas por la tuberculosis y las plagas que se extendían por toda la prisión. A día de hoy, ninguna placa muestra la historia de aquellas paredes. 

Año 1945, Donostia. El franquismo encuentra en los tribunales una de sus principales alianzas para disciplinar a las mujeres. Entre sus estrategias brilla una muy clara: las decisiones sobre la custodia de los hijos. A Maria Mimentza los jueces le retiran la custodia de sus dos hijas, categorizadas como ilegítimas. Dentro de las prácticas sobre el control de la vida sexual de las mujeres, este es un caso ejemplarizante, ya que al quitarle la custodia se pretende "apartarla del adulterio" y así intentar "la reconciliación con el esposo". Este argumento está plasmado en la sentencia, recuperada hoy por las iniciativas memorialistas.

"No éramos nadie"

Consuelo García del Cid habla en primera persona. En sus palabras emerge enseguida el término "Gestapo a la española" cuando recuerda los años enclaustrada en uno de los centros que el llamado Patronato de Protección a la Mujer tenía bajo su dominio. Nunca, hasta ahora, se había "considerado lo suficientemente importante" el horror que vivieron las niñas que acabaron en aquellos centros, operativos entre 1941 y hasta su cierre definitivo ya en democracia, en 1985.

El Patronato era un organismo a cargo de Carmen Polo y dependiente del Ministerio de Justicia, en cuyos centros iban a parar fundamentalmente "chicas del campo que eran pobres, niñas que venían de dramas familiares, muchísimas violadas por sus padres y otras que se manifestaban contra la dictadura", señala la investigadora. Las llamadas "guardianas de la moral" se encargaban de "pasearse por la calle" en busca de chicas "fuera de horario colegial, fumando o con minifalda, bailando o besando a algún chico en la última fila del cine", relata García del Cid. 

Una vez identificadas, eran llevadas a los llamados Centros de Observación y Clasificación (COC), una suerte de "comisaría encubierta en manos de monjas", en su mayoría trinitarias, adoratrices y clarisas. Allí, las jóvenes pasaban un examen ginecológico que las catalogaba como "completas o incompletas", en base a si habían mantenido relaciones sexuales. "No ser virgen era determinante para ir a parar a un reformatorio más o menos severo". Según los cálculos de García del Cid, había en torno a ocho centenares de centros "disfrazados con el nombre de asilo, colegio o amparo". Allí eran explotadas con la excusa de ser reformadas: "Centenares de internas presas eran trabajadoras gratis".

Pero lo realmente grave, reseña al otro lado del teléfono, tiene que ver con la amnesia general y con su continuidad una vez inciada la democracia. Los centros no se cierran definitivamente hasta el año 1985. "No le importábamos a nadie", lamenta la escritora, "se encargaron de estigmatizarnos de tal forma que salías de allí y no lo contabas". Cuando García del Cid se escapó del centro en el que estaba presa, prometió a sus compañeras romper con el silencio. "Cumplo esta promesa a los 50 años", con la publicación de su primer libro. Pero aun a día de hoy "no es algo conocido", lamenta. "No le importaba a nadie porque no éramos nadie".

"Historiadoras de sí mismas"

Gloria Nielfa, catedrática de Historia por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y especializada en género, recuerda que la historia en términos generales ha considerado "protagonistas a los hombres, mientras las mujeres han sido siempre ignoradas, incluso en las propias organizaciones de izquierda". 

Esta carencia ha sido cubierta siempre por el trabajo de las propias mujeres, quienes se han visto obligadas a ser "historiadoras de sí mismas". Esa circunstancia ha hecho que se haya ido construyendo una genealogía feminista al margen de las instituciones y los libros de historia. "Fueron las militantes antifranquistas quienes se encargaron de ir recogiendo testimonios tras constatar que a las mujeres se las ignoraba", agrega Nielfa. "Eso dio lugar a algunos libros que en los años ochenta sólo se atrevían a publicar pequeñas editoriales".

A partir de ese momento, la construcción del relato quedó a cargo de iniciativas particulares por parte de familiares y asociaciones, dispuestas no sólo a escribir aquella parte de la historia, sino también a "señalizar lugares de memoria", expone la historiadora. "Es importante que se haya investigado y estudiado, pero las muchas publicaciones existentes han llegado a través de la investigación privada", sostiene en conversación con este diario.

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Lo importante, en opinión de la activista feminista Justa Montero, es que "se visibilice todo lo que fue el entramado de instituciones represivas contra las mujeres en el franquismo y tardofranquismo". Se trata, a su juicio, de explicitar lo que ocurrió en espacios como las cárceles y los reformatorios. "Poner una placa está bien, pero tiene que haber centros de memoria para tener la posibilidad de transformar lo que sucedió en algo que explique a la ciudadanía en qué consistió la represión". Lo contrario, añade, deriva en que todo esfuerzo no trascienda del plano simbólico y por tanto "se pierda entre los jóvenes".

Llevar el feminismo a los libros de Historia

Precisamente llegar a los jóvenes es otro de los grandes propósitos de la estrategia memorialista. El Pacto de Estado contra la Violencia de Género, que este miércoles pasó el filtro del Congreso, plantea introducir en los libros de Historia el recorrido del movimiento feminista. La mirada de las expertas coincide en que salir de los márgenes para entrar en las aulas es un paso clave. "Si no, se hace una formación que prescinde de la importancia de lo colectivo, de la organización social y eso lo sitúa todo en esferas ajenas a la gente", reflexiona Montero, construyendo "una idea de lo que es la democracia totalmente reduccionista".

Para Nielfa, este tipo de contenidos deben formar parte de "la comprensión de la evolución social en su conjunto", pero no desde una perspectiva aislada, no como un sólo episodio, sino de forma coral: "Para explicar la evolución de la sociedad hay que explicar los movimientos que se han producido, no puede faltar una parte tan fundamental como el movimiento feminista".

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