diumenge, 24 de març del 2013

Sanguinario Mussolini. Poema de Miguel.

Soldados republicanos posan victoriosos ante un CV33 capturado en la Batalla de Guadalajara 




          Ven a Guadalajara, dictador de cadenas,
          carcelaria mandíbula de canto:
          verás la retirada miedosa de tu hienas,
          verás el apogeo del espanto.


          Rumorosa provincia de colmenas,
          la patria del panal estremecido,
          la dulce Alcarria, amarga como el llanto,
          amarga te ha sabido.


          Ven y verás, mortífero bandido,
          ruedas de tus cañones,
          banderas de tu ejército, carne de tus soldados,
          huesos de tus legiones,
          trajes y corazones destrozados.


          Una extensión de muertos humeantes:
          muertos que humean ante la colina,
          muertos bajo la nieve,
          muertos sobre los páramos gigantes,
          muertos junto a la encina,
          muertos dentro del agua que les llueve.


          Sangre que no se mueve
         de convertida en hielo.
          Vuela sin pluma un ala numerosa,
          rojo y audaz, que abarca todo el cielo
          y abre a cada italiano la explosión de una fosa.


          Un titánico vuelo
          de aeroplanos de España
          te vence, te tritura,
          ansiosa telaraña,
          con su majestuosa dentadura
.

          Ven y verás sobre la gleba oscura
          alzarse como un fósforo glorioso,

          sobreponerse al hambre, levantarse del barro,
          desprenderse del barro con emoción y brío
          vívidas esculturas sin reposo,
          españoles del bronce más bizarro,
          con el cabello blanco de rocío.


          Los verás rebelarse contra el frío,
          de no beber la boca dilatada,
          mas vencida la sed con la sonrisa:
          de no dormir extensa la mirada,
          y destrozada a tiros la camisa.


          Manda plomo y acero
          en grandes emisiones combativas,
          con esa voluntad de carnicero
          digna de que la entierren las más sucias salivas.


          Agota las riquezas italianas,
          la cantidad preciosa de sus seres,
          deja exhaustas sus minas, sin nadie sus ventanas,
          desiertos sus arados y mudos sus talleres.


          Enviuda y desangra sus mujeres:
          nada podrás contra este pueblo mío,
          tan sólido y tan alto de cabeza,
          que hasta sobre la muerte mueve su poderío,
          que hasta del junco saca fortaleza.


          Pueblo de Italia, un hombre te destroza:
          repudia su dictamen con un gesto infinito.
          Sangre unánime viertes que ni roza,
          ni da en su corazón de teatro y granito.
          Tus muertos callan clamorosamente
          y te indican un grito
          liberador, valiente.


          Dictador de patíbulos, morirás bajo el diente
          de tu pueblo y de miles.
          Ya tus mismos cañones van contra tus soldados,
          y alargan hacia ti su hierro los fusiles
          que contra España tienes vomitados.


          Tus muertos a escupirnos se levanten:
          a escupirnos el alma se levanten los nuestros
         de no lograr que nuestros vivos canten
          la destrucción de tantos eslabones siniestros.



          Miguel Hernández
         Viento del Pueblo, 1937.






--
Publicado por María Torres para
Búscame en el ciclo de la vida el 3/22/2013 10:00:00 p.m.