divendres, 17 de maig del 2024

UNO DE LOS MÉTODOS DE TORTURA DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN DE FRANCO: " "VOLVER CATÓLICOS" A LOS PRISIONEROS REPUBLICANOS.

 


De esa época, de la obsesión del nuevo régimen implantado tras la Guerra Civil por convertir a todos los presos republicanos en fervientes católicos, se conserva en la Biblioteca Nacional una foto que simboliza todo el horror de los campos, de la represión. Un joven menor de edad, rapado y en los huesos, encerrado en Aranda de Duero (Burgos), es obligado a comulgar de rodillas. Su mirada se pierde en dirección al suelo, y en su rostro se dibuja esa sumisión ideológica perseguida por la maquinaria de Franco.
El informe redactado por el teniente coronel Pedro Cagigao, máximo responsable del campo de concentración de El Burgo de Osma, llegó a la mesa de Franco: "¡Espectáculo soberbio! ¡Cuadro imponente de una magestad (sic) y grandeza que solo puede verse en la España del Caudillo, el de 3.082 prisioneros de rodillas con las manos cruzadas y discurriendo entre ellos diez sacerdotes que distribuían la Sagrada Forma!". El franqusimo, en los primeros años de la dictadura, caminaba imparable hacia la victoria total sobre el enemigo: cautivo, desarmado y arrodillado ante la cruz.
En los casi 300 campos de concentración estuvieron prisioneras entre 700.000 y un millón de personas.
El primero se inauguró en el Protectorado de Marruecos en las primeras horas de sublevación militar, y los jerarcas franquistas ya avisaban de sus intenciones: "Es necesario propagar una atmósfera de terror. Tenemos que crear una impresión de dominación (...) Cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado", diría el general Mola el 19 de julio de 1936. "Al que resista, ya sabéis lo que tenéis que hacer: a la cárcel o al paredón, lo mismo da", añadiría Yagüe unos días más tarde. Cuando el engranaje represor comenzó a hacerse cada vez mayor, Franco ordenó la creación de la Inspección General de los Campos de Concentración.
Los campos no fueron una reacción a la violencia que se registra en el bando republicano, son una estrategia predeterminada antes del golpe, ¿Y qué pretendía el franquismo, sobre todo en la posguerra, con el hacinamiento de los reclusos? "Primero, el exterminio físico —fusilamientos, paseíllos, consejos de guerra sumarísimos— e ideológico: hay pruebas documentales. Luego, una selección que consistía en investigar a cada prisionero para 'clasificarlo' en uno de los tres grupos —enemigos considerados irrecuperables, que debían ser fusilados o condenados a largas penas de prisión; los desafectos, que podían ser 'reeducados' y eran destinados a batallones de trabajos forzados; y los que consiguen demostrar que son afectos al Movimiento—. Por último, la reeducación, el lavado de cerebro con charlas patrióticas y en el que tuvo un papel fundamental la Iglesia".
Los presos padecían un sufrimiento diario, como los problemas de repartirse una mísera lata de sardinas entre cuatro y el hambre que les provocaba un estreñimiento atroz, las letrinas eran conocidas como el lugar de los tormentos.
"Solo hubo un campo de concentración y se llamaba España".
"En los campos de concentración de Franco no hubo cámara de gas, pero se practicó el exterminio y se explotó a los cautivos como trabajadores esclavos. En España no hubo un genocidio judío o gitano, pero sí hubo un verdadero holocausto ideológico, una solución final contra quienes pensaban de forma diferente".
David Barreira (elespanol.com)

Entregan los objetos del primer identificado en las fosas de Colmenar Viejo

 https://www.elsaltodiario.com/exhumacion-fosas-comunes/entregan-objetos-del-primer-identificado-fosas-colmenar-viejo


EXHUMACIÓN DE FOSAS COMUNES

El mal estado de conservación de los cuerpos está haciendo muy complicado identificar a los 77 cadáveres exhumados. En el caso de Florencio Elipe, el primer identificado, se repitió la prueba de ADN hasta en tres ocasiones.


Florencio Elipe López pudo señalar con exactitud el lugar en el que se encontraba su padre, Florencio Elipe Sánchez. Allí lo llevó su madre desde muy pequeño a poner flores todos los primeros de noviembre. Recorrían kilómetros, pues pese a que toda su familia era de Hortaleza, los restos de su padre estaban en el cementerio parroquial de Colmenar Viejo. Como en el caso de tantos represaliados, se trataba de una más de las venganzas de los golpistas hacia los vencidos: ni llorar a los muertos, ni darles la sepultura deseada. Una venganza que, como si de una maldición se tratara, ha durado 85 años para este madrileño.

Ayer, jueves 16 de mayo, recogía unos trozos de metal, una hebilla y algunos otros componentes de la que fue la fosa común en la que metieron los franquistas a su padre después de fusilarle el 13 de julio de 1939. “Esto era de tu padre”, le dijo el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez López, al entregarle la pequeña cajita de objetos. Fuera, una exposición itinerante narra, con imágenes de los fotógrafos de El Salto, Álvaro Minguito, David F. Sabadell y Elvira Megías, todo el proceso de las exhumaciones y en vitrinas se pueden observar objetos rescatados de los represaliados en estos trabajos. Para la familia de Florencio, el siguiente paso será poder darle los restos mortales, que quieren que sean enterrados con el resto de su familia en el cementerio de Hortaleza. “Es una satisfacción moral”, explica Florencio hijo. Le acompañan su mujer Flora y su hija Natalia. “A mi abuelo le faltaba una mano y solo había dos enterrados con una sábana, pensamos que sería fácil reconocerle”, explica su hija.

La familia Elipe conoce bien el pasado del cementerio de Colmenar porque además del padre de Florencio hay más familiares represaliados allí. Mientras que su padre estaba en el antiguo cementerio civil —una pequeña parcela del fondo que en los años 30 estaba fuera del parroquial, separada con un muro, pero fue anexionado después—, en el llamado 'paseo' estaba su tío Vitoriano, junto a otros familiares lejanos. De hecho, en este pasillo en el centro del cementerio se han encontrado la mayoría de los cuerpos exhumados, 55 frente a los encontrados en la fosa del cementerio civil. Algo muy diferente a lo que se creía que ocurriría en un principio.

108 represaliados se siguen buscando en la fosa de Colmenar. Cómo Florencio, muchos fueron llevados por la fuerza desde Hortaleza, San Sebastián de los Reyes o Fuencarral

Ese principio se traza hace unos años, cuando el investigador Roberto Fernández Suárez recopila en La Sierra convulsa los datos de los 108 represaliados que hoy se siguen buscando en Colmenar Viejo. 107 hombres y una mujer que fueron fusilados entre abril y noviembre del 39. Profesiones muy distintas, aunque muchos eran labradores, y pertenencias políticas muy diversas, aunque muchos de ellos compartían siglas como las de los partidos PSOE o PCE o los sindicatos UGT o CNT. Cómo Florencio, muchos fueron llevados por la fuerza desde Hortaleza, San Sebastián de los Reyes, Fuencarral, Moralzarzal, Soto del Real, Manzanares el Real, Miraflores de la Sierra o El Molar, mientras una gran parte era del propio Colmenar Viejo.

El deterioro de los cuerpos

“Ha sido un hallazgo muy importante, estamos hablando de 77 cuerpos y, sobre todo, de la importancia de saber lo que no nos contaron”, explicó el secretario de Estado de Memoria Democrática que aseguró que “no se trata de pasar página, se trata de leerla antes de pasarla”, a la vez que prometió a las familias que contaran con el Gobierno para los siguientes pasos. Porque además del trabajo de investigación previo y de las exhumaciones que se lograron llevar a cabo durante 2022 y 2023 gracias a la Asociación Comisión de la Verdad San Sebastián de los Reyes, ahora queda la identificación y la entrega de los cuerpos. Una fase, la de identificación, especialmente complicada por el deterioro de los restos de los represaliados y la falta de ADN de sus familiares.

Así lo ha explicado Almudena García-Rubio, del Grupo Aranzadi, quién ha estado al pie de las exhumaciones de Colmenar Viejo desde el comienzo. La antropóloga y arqueóloga forense ha explicado a los presentes en la inauguración de la exposición de imágenes y objetos cómo se han ido recuperando los enseres de las fosas. ”Son objetos sencillos, un poco anónimos pero que están impregnados del día a día de las personas que los llevaban“. Botones, cinturones, monedas, suelas de caucho o hasta un bote de insulina. Lo único que ha soportado el paso de ocho décadas bajo tierra y con la peores condiciones meteorológicas.

De los 12 cuerpos que se encontraron en una primera exhumación, solo de seis han podido extraer algo de ADN para cotejar con los familiares

Unas condiciones que han hecho muy difícil la extracción de los cuerpos y la identificación. Un dato que hace imaginar la magnitud de la complejidad es que de los 12 cuerpos que se encontraron en una primera exhumación, solo de seis han podido extraer algo de ADN para cotejar con los familiares. Y cuando esto es posible, no hay nada asegurado: en el caso de Florencio se hizo la prueba hasta en tres ocasiones hasta lograr el éxito. Además del ADN, otras técnicas se han usado para tener una primera confirmación de más de 50 de los 77 exhumados. Por eso la Asociación de la Comisión de la Verdad no ha parado de pedir a los familiares que dejen una prueba de saliva.

En Colmenar, como en otros cementerios que se han seguido usando, han tenido que enfrentarse a huesos removidos, tumbas contemporáneas que impiden excavar o incluso la exhumación informal de algunos represaliados en los años 70. Un nivel freático que inunda las fosas de agua tampoco ha ayudado. Pese a eso, los cuerpos hablan al salir a la luz: cuerpos con ataúd, otros apilados unos encima de otros, otros con proyectiles en los huesos, con fracturas de cráneo perimortem, etc. “Exhumar es un deber moral del Estado. Es fundamental para la democracia. No hay democracia sin memoria”, insistió el secretario de Estado de Memoria Democrática, mientras que el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín Aguirre, ha querido agradecer a los familiares “por vuestro trabajo, empeño y coraje“.

”Tenemos la suerte de estar con Florencio, con Benita —de 92 años e hija de Facundo Navacerrada, uno de los represaliados y tantos familiares que no han dejado de buscar a vuestros familiares“ señaló y se comprometió a seguir desarrollando la Ley de Memoria Histórica ”le pese a quien le pese". Esa ‘brecha de silencio’, que da nombre a la exposición y que se materializa en ese paseo en el que se han encontrado la mayoría de los restos en Colmenar, es un símbolo, no solo para los familiares, si no para toda la sociedad  de los hombres y mujeres que fueron asesinados “por querer un mundo mejor”, tal y como indicó Martínez López.