dilluns, 8 de febrer del 2021

Albatera: los secretos del mayor campo de la muerte franquista de España.

https://www.lavanguardia.com/local/valencia/20210206/6222856/albatera-secretos-campo-muerte-concentracion-franquista-franco-republica.html 


Felipe Mejías lidera un equipo de diez personas que ha encontrado y delimitado el campo de concentración, desenterrado los primeros objetos y hallado los cimientos de varios barracones

Unas 16.000 personas, incluida la cúpula de la República, pasaron por estas instalaciones. Vivieron hacinados y pasaron enfermedades como el tifus. "Fue terrible", relata el único superviviente

Fotos:

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San Isidro es un pueblo de apenas 11 kilómetros cuadrados y 1.900 habitantes ubicado en la comarca de la Vega Baja del Segura, al sur de Alicante. Situado muy cerca del parque natural de El Hondo, es también el municipio de más reciente creación de la provincia (1993), al desligarse administrativamente de la vecina localidad de Albatera mediante decreto de la Generalitat Valenciana. Hasta entonces era una entidad local menor.

El núcleo de población se remonta a los años 50, en plena dictadura franquista: el Instituto Nacional de Colonización trató de sacar provecho de los terrenos improductivos de diversas zonas españolas, como saladares o pantanos, mediante la instalación de regadíos y ofreciendo a ciudadanos de territorios adyacentes una parcela y una vivienda. En el caso de San Isidro, se empezaron a cultivar cosas como algodón, alfalfa o heno.

A pesar de su nombre, se ubica en San Isidro, el municipio de más reciente creación de la provincia de Alicante



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Muchos de esos agricultores no sabían, sin embargo, que las tierras que estaban ocupando habían sido durante siete meses el mayor campo de concentración que se ha conocido hasta ahora del franquismo, justo al acabar la guerra. Y que dentro de la tierra se guardan los secretos de un pasado del que no constan registros, documentos o historia oficial.

La investigación

El arqueólogo e historiador Felipe Mejías lidera el proyecto para encontrar las fosas comunes del campo de concentración de Albatera. 

Parcela donde se han desarrollado los trabajos arqueológicos.

Parcela donde se han desarrollado los trabajos arqueológicos.

 Tercero

Los trabajos comenzaron hace tres años, con un convenio entre tres universidades valencianas y la Conselleria de Justicia, aunque más tarde las competencias de Memoria Histórica se traspasarían a la cartera de Calidad Democrática, una extensión de Transparencia. Se lanzaron subvenciones para buscar fosas comunes por todo el territorio valenciano.

"Entré en la cátedra para localizar fosas en la provincia de Alicante", relata Mejías. "Empecé estudiando las de Monòvar y Orihuela, pero siempre me había interesado por dónde estaba el campo de concentración de Albatera y los muertos de los que tanto se había oído hablar y nunca se habían encontrado". Su proyecto recibió una subvención de 17.600 euros, la más alta de las concedidas por el Gobierno valenciano.

El proyecto recibió la mayor subvención de la Generalitat Valenciana para buscar fosas comunes, 17.600 euros

Los campos de concentración del franquismo son una realidad "bastante desconocida" desde el punto de vista histórico, aunque hubo unos 300 en España. En primer lugar por su provisionalidad, porque la mayoría tuvieron un periodo de vida muy corto nada más acabar la Guerra Civil. 

En segundo porque, en lugares como el de Albatera, se destruyeron todos los registros y las estructuras que contenían. Las tierras fueron posteriormente ocupadas y todos sus indicios quedaron enterrados. Es como si nunca hubiese existido.

Equipo que ha participado en la campaña.

Equipo que ha participado en la campaña.

 Terceros

Mejías explica que la función de estos campos era la de "coger a todos los prisioneros republicanos y someterlos. Era un lugar donde se clasificaban a los presos en función de su filiación política o lo que considerasen su grado de peligrosidad, y se distribuían a otras cárceles". 

En España podían ocupar estructuras ya existentes (como plazas de toros o conventos) o ser simplemente una parcela vallada con barracones, "con una apariencia similar a los campos nazis".

El arqueólogo afirma que la diferencia entre los campos españoles y los alemanes es que los segundos "tenían como objetivo el exterminio", con sus "estructuras específicas para ello, como pueden ser cámaras de gas". Pero advierte de que "en muchas ocasiones los campos franquistas se convertían en algo parecido, debido a las condiciones a las que estaban sometidos los presos" y que llevaban a un altísimo número de fallecimientos. Se cree que esto fue lo que ocurrió en Albatera.

Excavación junto al horno de pan, la única estructura que se conserva.

Excavación junto al horno de pan, la única estructura que se conserva.

 La Vanguardia

La búsqueda del campo de concentración arrancó en San Isidro, donde Mejías cuenta que tuvieron "colaboración total desde el Ayuntamiento", en particular del que era entonces su alcalde, Damián Sabater. Fue el primer edil quien dio la primera pista para encontrar la ubicación del campo: un labrador que en los años 70 había encontrado restos humanos en un bancal, cuando removieron la tierra para instalar tubos de drenaje.

"Si no es por la gente del pueblo hubiese sido imposible", dice. "Nos llevaron a los sitios y los señalaron con el dedo. Empezamos a consultar y preguntar a los propietarios de los terrenos de alrededor y nos dijeron que, efectivamente, habían aparecido restos humanos. Pero desde muchos años atrás". 

Si no es por la gente del pueblo hubiese sido imposible localizarlo. Ellos nos llevaron a los sitios y los señalaron"

Felipe MejíasArqueólogo e historiador

En medio, cuatro décadas de dictadura que habían silenciado cualquier hallazgo: "Imagínate aparecer con un capazo de huesos en los 50: olvídate, eso viene de la guerra y no preguntes". Ahí se acababa todo.

Tres factores permitieron delimitar perfectamente lo que había sido el campo de concentración. En primer lugar, el hallazgo de restos humanos y la identificación de la entrada. En segundo, el plano original de las instalaciones que se conserva en Salamanca. Y en tercero, unas fotografías aéreas tomadas el 19 de junio de 1946 por el ejército americano. Aunque el campo se arrasa en 1939, el terreno aún no había reclamado los escombros y la superficie aparecía perfectamente perfilada.

Tenedor encontrado en una de las excavaciones.

Tenedor encontrado en una de las excavaciones.

 Terceros

Así salió a la luz un perímetro de 700 metros de longitud por 200 de ancho. 14 hectáreas de terreno donde se concentraba, clasificaba y redistribuía los presos del bando republicano.

La vida (y la muerte) en un campo de concentración

El campo de Albatera fue en su origen un campo de trabajo de la Segunda República . "Eran prisiones que se utilizaban con un fin propagandístico, porque incluso se invitaba a los periodistas a ir allí y había presos con régimen abierto o incluso pequeños salarios", relata Mejías. Los únicos documentos gráficos que constan del campo son, de hecho, de esta instalación, con las fotografías de corresponsales extranjeros o fotorreporteros de guerra, como el valenciano Luis Vidal.

Campo de trabajo de la República en Albatera, que más tarde se convertiría en el campo de concentración del bando Nacional.

Reclusos en el campo de trabajo de la República que más tarde sería campo de concentración del franquismo. Son las únicas imágenes que se conservan de la zona.

Comité Internacional de la Cruz Roja

Este campo de concentración tiene además una especial significación política, porque fue el destino de los prisioneros que el bando Nacional capturó en Alicante, la última capital republicana. "Unas 15 o 20.000 personas acabaron en el Puerto de la ciudad porque el Gobierno de la República les había prometido que podrían ser evacuados", cuenta Mejías.

La realidad fue que las tropas franquistas impidieron la aproximación de los buques, y solo unos pocos consiguieron escapar. "Entre los prisioneros había altos cargos del Gobierno, líderes sindicales, comisarios políticos, periodistas y militares de alta graduación. Eran la cúpula de lo que quedaba del Gobierno. Todos ellos acabaron en Albatera".

Coche de la Cruz Roja en el campo de trabajo.

Coche de la Cruz Roja en el campo de trabajo.

 Comité Internacional de Cruz Roja

Ese fue el primer problema del campo de concentración, la saturación: "El lugar estaba diseñado para 3.000 personas, pero en su momento de mayor ocupación no hubo más de 1.600. Sin embargo, se estima que allí se destinaron unos 15 o 16.000 personas". Su vida útil fue de siete meses, de abril a octubre de 1939.

Los prisioneros dormían al raso y "espalda con espalda", porque "no había espacio y cualquier intento de acercarse a las vallas acababa con un fusilamiento público". Durante el primer mes comían "una lata de sardinas en escabeche o de lentejas para dos personas cada varios días, y un mendrugo de pan".

A la falta de espacio y de recursos se juntaron otros factores. "Sabemos que hubo episodios continuos de lluvias en el mes de abril, y que también hubo un brote de tifus". Se trata de una enfermedad mortal sin tratamiento y muy contagiosa, transmitida por pulgas y piojos. "Los testimonios dicen que todos los días aparecía gente muerta cuando tocaban diana por la mañana. Hablan mucho de transtornos intestinales (estreñimiento y diarrea, con perforaciones), pero también de fusilamientos".

Imagen de uno de los barracones en el centro de trabajo de la República.

Imagen de uno de los barracones en el centro de trabajo de la República.

 Comité Internacional de la Cruz Roja

"Durante siete meses, aquello era como un corral de ganado", continúa Mejías. "Hay episodios que nos han contado verdaderamente terribles, como un perro que se coló en el campo de concentración, lo desmembraron y se lo comieron. O cuando los agricultores de la zona tiraban fruta por encima de las vallas, y que podía costar la vida al prisionero que la recogiera cerca del vallado. A la mañana siguiente lo fusilaban".

El único superviviente vivo del campo de concentración es Josep Almudéver, de 101 años. Nacido en Marsella y de padres valencianos, es también uno de los pocos brigadistas internacionales vivos. Reside actualmente en Francia, donde nos atiende al teléfono para contarnos lo que vivió en Albatera.

El 4 de julio fusilaron a tres; el 10 a cuatro; el 16 a dos; todos querían irse"

Josep AlmudéverSuperviviente del campo de concentración de Albatera

"Si me preguntan lo que comí a mediodía soy inpacaz de decírselo, pero lo que pasó después de la guerra fue tan criminal que lo recuerdo perfectamente", cuenta. Almudéver llegó al campo de concentración con 20 años, nada más acabar la contienda, y habla de episodios "muy duros" donde "la gente no tenía ni para comer". "Vendían alfalfa, tabaco y panes porque con las dos sardinas que nos daban mucha gente se moría de hambre".

A esto se le sumaba otras formas de represión: "El 4 de julio fusilaron a tres; el 10 a cuatro; el 16 a dos. A mí me metieron en el calabozo por francés. Mataban a la gente porque querían marcharse". También corrobora lo que apunta Mejías y relata que hubo una gran cantidad de víctimas por no "poder ir a hacer sus necesidades". "Yo estuve 17 días sin hacer de vientre. Teníamos muchos dolores".

Josep Almudéver (centro), junto al alcalde de València, Joan Ribó (derecha), en una visita oficial.

Josep Almudéver (centro), junto al alcalde de València, Joan Ribó (derecha), en una visita oficial.

 Terceros

Almudéver achaca a "estas condiciones criminales que quisiesen hacer desaparecer todo aquello. Franco arrasó con todo". Tras sobrevivir a Albatera, acabó en la carcel modelo de Valencia, y a los dos años "me llevaron a la de Aranjuez". "Allí estábamos en un convento y, como había un patio muy grande, y hacíamos dos equipos de futbol. Aquello era otra cosa".

La búsqueda

Los trabajos de prospección para encontrar las fosas comunes comenzaron en otoño de 2020, con un estudio de la parcela que era el acceso al campo.

Excavación de depósito de una lata de sardinas, dieta casi única de los prisioneros.

Excavación de depósito de una lata de sardinas, dieta casi única de los prisioneros.

 La Vanguardia

El equipo de investigadores de Mejías, formado por diez personas, hizo una batida de todo el terreno con detectores de metales, en la que encontraron cosas como vainas y proyectiles de fusiles Mauser (usados por el ejército Nacional), latas de comida, colgantes, adornos personales e incluso una joya de oro. "Fue publicarse en un periódico y aparecer detectoristas voluntarios para venir a ayudarnos. Les dijimos que nuestro objetivo era reconstruir de manera científica con metodología arqueológica la vida de la gente en aquella época, no buscar tesoros".

Limpieza de una lata de sardinas.

Limpieza de una lata de sardinas.

 Terceros

El segundo paso fue el escaneo del terreno con un georradar de última generación, contratado a la Unidad de Geodetección del Patrimonio Histórico de la Universidad de Cádiz. 

Después el equipo cruzó la información que había obtenido en la prospección (donde había más densidad de objetos) con la información del georradar. El resultado les permitió localizar aproximadamente una docena de puntos compatibles con fosas comunes o estructuras.

Uno de los mayores hallazgos ha sido la cimentación de tres barracones, los únicos que se han recuperado en España

Lo último fue el sondeo con la máquina giratoria, que pudieron utilizar durante tres semanas hasta que finalmente el proyecto se quedó sin fondos. "No encontramos una fosa común pero sí algunos huesos humanos, lo que es importantísimo porque nos indica que vamos por el buen camino".

Pero quizá el hallazgo más significativo sean los restos de la cimentación de tres barracones, los únicos que se han encontrado en España de un campo de concentración . "Eso abre expectativas para musealizar ese espacio", cuenta. De hecho, la intención del Ayuntamiento de San Isidro, con el actual alcalde, Manuel Gil, al frente, es comprar la parcela y vallarla. La idea es crear un espacio de recuperación de la memoria, restaurar los objetos que se han encontrado y exponerlos.

Hallazgo de una moneda durante la prospección.

Hallazgo de una moneda durante la prospección.

 Terceros

Ahora Mejías está centrado en su tesis doctoral sobre el campo de Albatera y en un artículo pendiente de publicación en la Universidad de Barcelona Ebre 38. "Lo que hemos hecho hasta ahora es solo una primera fase", explica.

"Estoy preparando otra solicitud de subvención para seguir trabajando en esto, con un plan general de investigación proyectado para los próximos cuatro años. Hemos abierto el melón, localizado el campo, y ahora empezamos a buscar. Queremos localizar las fosas comunes porque por ahora solo nos hemos centrado en la entrada". Su idea es "empezar en junio", pero dependerá de cuando conceda la subvención la Conselleria.

Vista aérea de la zona donde se han localizado estructura de uno de los barracones. Marcadas con flechas, las cimentaciones de los pilares.

Vista aérea de la zona donde se han localizado estructura de uno de los barracones. Marcadas con flechas, las cimentaciones de los pilares.

 Terceros

En principio la búsqueda de restos no servirá para identificar a los cadáveres "porque no existe ningún libro con los nombres de los prisioneros", aunque "pueden identificarse en función de la información arqueológica, material, antropológica y forense que aporten esos restos". "Será difícil a nivel genético, pero no imposible. Además, las fichas de los presos pueden aparecer en cualquier momento".

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¿Qué pasó en el campo de concentración de Albatera? "Mi teoría es que se les fue de las manos y murió mucha gente. Es muy extraño que no queden registros de lo que pasó allí", apunta Mejías. Es una búsqueda para desenterrar una parte de la historia de España que hasta ahora había permanecido arrinconada y oculta en un pequeño rincón de la provincia de Alicante.