dimecres, 20 d’abril del 2016

“La verdadera muerte es olvidarlos y dejarlos en el mismo lugar”.


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María Luisa Masera tramita una petición –la primera que recibe el Ayuntamiento de Huelva– para la exhumación en el cementerio de la Soledad de su abuelo, asesinado en 1938

MARÍA SERRANO / 18 Abr 2016
Fosas comunes en el cementerio de la Soledad.Fosas comunes en el cementerio de la Soledad.

Maria Luisa Masera tiene aún un importante sueño que cumplir, sacar los restos de su abuelo del cementerio de la Soledad, en la ciudad de Huelva, donde se encuentran más de 4.500 víctimas del régimen franquista. La represión le tocó por ambas partes. “Mi madre y mi padre tenían familiares asesinados”. Su padre, Pedro Masera, sería internado al final de la guerra en el campo de concentración de los Almendros, en Alicante. “Tenía pasaporte para viajar a Veracruz pero aquel barco nunca llegaría”. Poco tiempo después, pasearía por cárceles de toda la geografía hasta llegar a su ciudad, Huelva, donde sería internado en la antigua prisión provincial. “Mi padre era de la zona del Cerro de Andévalo y deciden traerlo aquí al ser su zona de origen, pero eran tan pésimas las condiciones de higiene, llenos de piojos y sin apenas alimentación, que pide un traslado hasta Aranjuez a un campo de trabajo para rehabilitar el actual Museo del Ejército”, donde estaba la que iba a ser su mujer y madre de María Luisa. “Yo nací en Aranjuez y mi padre sale definitivamente de la cárcel en diciembre de 1945”.
Visiblemente afectada, relata que no pudo conocer de cerca la historia de su abuelo hasta finales de los 60 cuando su padre, algo más recuperado, es capaz de contar la historia. “Los niños de aquella etapa sabíamos que algo pasaba en nuestras familias. Cuando todos iban a merendar a casa de su abuelo, yo no sabía ni quién era el mío y me afectó durante mucho tiempo”. El padre de María Luisa murió a causa de una enfermedad contraída en aquella dura etapa carcelaria. “Mi padre cogió en aquellos campos una enfermedad llamada pleuresía y estuvo afectado toda la vida”.

GUERRILLERO FUSILADO EN 1938
Pedro Masera Polo era el abuelo de María Luisa. Se echaría al monte ante la llegada de las tropas del general Queipo de Llano en el verano del 36 a Huelva. “Los más jóvenes como mi padre se fueron andando a Madrid a seguir con la lucha, pero mi abuelo, que ya tenía los sesenta, prefirió quedarse cerca de su hija, que tenía ya niños pequeños”. María Luisa relata que su abuelo Pedro sabía de las represalias que los golpistas tomaban contra los familiares si no daban con ellos, y en marzo de 1937 decide entregarse en el cuartel de la Guardia Civil de Valdelamusa; pocos meses más tarde es sometido a un consejo de guerra. “Hace unos años logré hallar en los archivos de la Diputación de Huelva el expediente del consejo de guerra de mi abuelo, fusilado al año siguiente, en 1938”. Mientras tanto, el joven Pedro seguía luchando con las milicias libertarias y las Brigadas Internacionales en el Madrid republicano, sin saber nada del paradero de su padre.
“Mi abuelo era una persona muy comprometida en la zona del Cerro del Andévalo”, relata su nieta, participando activamente en la lucha de las explotaciones que las compañías inglesas llevaban a cabo en las minas de Río Tinto. “Al llegar a su casa del Cerro, los militares quemaron todos los libros de su biblioteca y su correspondencia con importantes intelectuales como Francisco Ferrer Guardia, precursor de la Escuela Moderna”. Era tal la implicación política de Masera que mandaba artículos a la revista Solidaridad Obrera de Barcelona, donde salían sus columnas publicadas. “Los informes que la Guardia Civil al detenerlo, relatan cuando preguntaban a la gente del pueblo por sus actividades”. Un solo testimonio de un tendero de derechas sobre la vida de Pedro Masera valió para que acabara asesinado a golpe de fusil en las tapias del cementerio de la Soledad.

PETICIÓN AL AYUNTAMIENTO ONUBENSE
María Luisa ha realizado una petición formal al Ayuntamiento de Huelva para llevar a cabo la exhumación de los restos de su abuelo, cuya ubicación se encuentra perfectamente detallada en el consejo de guerra, hallado en el archivo de la Diputación Provincial. El alcalde de Huelva, Gabriel Cruz, declaraba recientemente que “desde el Ayuntamiento hay que hacer lo que marca la ley en relación a la solicitud de esta familia y, a resultas de este expediente, debe autorizarse, por la dignidad de las familias y porque las heridas no están cerradas”. María Luisa aún tendrá que esperar tres meses para conocer la respuesta del gobierno local. “Solo espero que no se tramite la primera idea que ha tenido el pleno de poner una plaquita junto a las fosas del cementerio y no exhumar nada”, relata. Mientras tanto, los recuerdos no paran de agolparse en su mente y visita cuando puede la ubicación donde estarían enterrados los restos de su abuelo. “Se lo debo a mi padre porque la verdadera muerte es olvidarlos y dejarlos en el mismo lugar”.