https://www.elnacional.cat/es/cultura/cada-carro-es-una-familia-que-se-va-tragedia-exilio-republicano_358179_102.html?fbclid=IwAR2a6WD2rVnKp7z3uA3gAkrkNal9k7TP6pHLkez-8Ba5342YfM8lW9TlDkA
Marc Pons
Tarragona. Domingo, 24 de febrero de 2019
Cotlliure (Rosselló), 22 de febrero de 1939. El profesor, escritor e intelectual andaluz Antonio Machado ("Machado el malo", en la nomenclatura franquista, y en contraposición a su hermano Manuel "el Bueno", poeta del régimen y de la Iglesia), moría en el exilio. Pocos días antes había atravesado la frontera, según algunas fuentes con destino a París, y según otras, a Cotlliure. En cualquier caso, Machado fue enterrado en Cotlliure, y esta semana, coincidiendo con el octogésimo aniversario de su muerte, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha visitado su tumba. Sin embargo, Machado no es la única víctima de aquel trágico exilio.
Entre 200.000 y 300.000 exiliados catalanes
Entre el 3 de enero de 1939 (caída del frente republicano del Segre) y el 10 de febrero de 1939 (ocupación franquista de los últimos reductos republicanos en Catalunya), más de 400.000 personas iniciaron el camino del exilio. Según la investigación historiográfica, entre 200.000 y 300.000 personas de aquel contingente eran catalanes y catalanas, en torno al 10% de la población del país. El periodista e historiador tarraconense Antoni Rovira i Virgili, entonces vicepresidente primero del Parlament de Catalunya, describió así aquella tragedia: "Cada carro es una familia que se va, y cada columna de carros, un pueblo que se vacía".
La pérdida de las últimas esperanzas
La caída del frente republicano formado por el eje Noguera-Segre-Ebro (noviembre de 1938 a enero de 1939) fue un golpe durísimo para la Catalunya republicana. No tan solo se perdieron gran parte de los efectivos militares y del armamento que tenían que defender Catalunya de la ofensiva franquista, sino que se desvanecieron las últimas esperanzas de ganar la guerra. Con el llamamiento de la última Leva del Biberón (5 de enero de 1939), los gobernantes de la República española perdieron la última brizna que los restaba del crédito que la sociedad catalana —cuando menos, una parte mayoritaria— les había concedido al inicio del conflicto (1936).
El éxodo republicano catalán
Desde el inicio del conflicto civil (julio de 1936), los rebeldes, con el propósito de crear y alimentar un clima de terror que, en su macabra estrategia, debía conducir al desánimo de la población civil republicana y a la desafección hacia el Ejército Popular de la República, habían perpetrado auténticas masacres. La amenaza de aquella brutal y arbitraria represión —que practicaban con los elementos propios de una venganza implacable— impulsó el éxodo republicano catalán: alcaldes, concejales, intelectuales, profesores, promotores culturales, defensores de los derechos de los trabajadores y excombatientes (voluntarios y de leva), entre muchos otros colectivos.
El éxodo hacia Francia
Las primeras grandes columnas de carros, las primeras muestras de un estado de ánimo general de derrota, se hicieron visibles en la carretera de Tarragona a Barcelona. Los días inmediatamente posteriores a la caída del frente del Segre (el último frente republicano del eje Noguera-Segre-Ebro, que marca la línea geodésica que separa Catalunya y España) se produjo un éxodo formidable en dirección a la frontera francesa. El fotoperiodista norteamericano Robert Capa inmortalizó aquella tragedia, agravada por los bombardeos perpetrados por las aviaciones de los regímenes nazi alemán y fascista italiano, aliados del bando rebelde franquista.
Los bombardeos a las columnas de refugiados
Los testimonios gráficos revelan que los bombardeos franquistas no tan solo causaron la muerte inmediata, por efecto de la metralla, de muchos refugiados, sino que también condenaron a una muerte diferida a muchos de los supervivientes. La muerte de la mula que tiraba del carro era el anuncio de un camino con dificultades añadidas. Junto a la mula muerta se quedaban no tan solo las personas mayores que no podían continuar a pie, sino también la leña, las mantas o los alimentos que no cabían en las manos de los que reanudaban el camino. El 10 de febrero de 1939, el ejército franquista anunciaba la confiscación de miles de objetos abandonados por las columnas de refugiados republicanos.
La pérdida de las élites intelectuales, artísticas y científicas
"Cada columna de carros es un pueblo que se vacía". Mientras que la primera parte de la cita de Rovira i Virgili era la constatación de una trágica realidad, la segunda parte tenía un cierto componente metafórico. Incluso en las grandes ciudades del país, allí donde el compromiso con los ideales catalanistas y republicanos había sido —por una simple cuestión aritmética— más intenso, los exiliados no representaron nunca más del 15% o el 20% de la población, pero constituían las élites intelectuales, artísticas y científicas de sus respectivas comunidades. El éxodo republicano significó la trágica pérdida de un capital humano de valor incalculable, que condicionaría la resistencia del país a la represión franquista.
La estrategia franquista: acosar a los refugiados
El 30 de enero de 1939, las tropas franquistas llegaban a la frontera andorrana. Al día siguiente, el diario La Vanguardia Española publicaba una noticia que titulaba "Andorra se niega a recibir a los combatientes rojos de España". Naturalmente, en aquella historia los andorranos no tuvieron nada que decir. O, mejor dicho, nada que decidir. Y son, otra vez, los testimonios gráficos los que muestran el auténtico alcance de la tragedia del éxodo: los primeros días de febrero de 1939, con la frontera andorrana cerrada y con la Cerdanya a un paso de ser ocupada, se registró una formidable concentración de refugiados en las carreteras que conducían a Francia a través de los pasos a más orientales de los Pirineos.
El campo de concentración de Argelers
La playa de Argelers (Rosselló) fue uno de los lugares habilitados por el gobierno del República Francesa para meter a los refugiados republicanos. En efecto, Argelers no fue nunca un champ de réfugiés: las condiciones de hacinamiento, de insalubridad, de inseguridad y de inanición que sufrieron los republicanos catalanes y españoles lo convirtieron desde el primer momento en un campo de concentración. Uno de los campos de la vergüenza de la República Francesa. Argelers fue el primer campo de concentración francés para los refugiados republicanos. Después se habilitarían Sant Cebrià, el Barcarès, Ribesaltes y El Voló, en el Rosselló; Vernet, en el Conflent, y Bram, en el Languedoc.
El campo de Argelers, segunda ciudad de Catalunya
El 10 de febrero de 1939, siete días después de su apertura y el mismo día en que el ejército franquista publicaba la confiscación de los bienes "abandonados por los rojos", el campo de Argelers albergaba a 100.000 personas. Para formarse una idea de qué significa eso, hay que tener presente que habría sido la segunda ciudad de Catalunya en población. Oficialmente, el campo había sido construido como una estación para los refugiados, que más tarde debían ser distribuidos por toda Francia. Ahora bien, la realidad desmentiría la versión oficial: aunque no contaba con ningún tipo de servicios básicos, sería utilizado durante dos años (1939-1941) —los dos últimos bajo administración nazi alemana— y llegarían a pasar pasar por él más de 400.000 personas.
La muerte, elemento dominante en Argelers
Los otros campos, que se construyeron con el pretendido argumento de reducir la masificación de Argelers, no fueron muy diferentes de la macabra experiencia pionera, por llamarla de alguna forma. La muerte se convertiría en el elemento dominante de aquel paisaje. Las enfermedades (la epidemia de tifus de agosto de 1939, por poner un ejemplo), la infraalimentación, la precaria asistencia sanitaria y las pésimas condiciones higiénicas llevaron a la muerte a miles de refugiados,especialmente los más vulnerables: niños y ancianos. Y lo peor de todo es que la administración del campo de concentración no dio nunca datos precisos y exactos acerca de las personas que murieron.
De Cotlliure en Argelers, siete kilómetros
Cotlliure está a siete kilómetros de la playa de Argelers. Es la distancia que separa una tragedia personal, la muerte en el exilio del poeta Machado, de una tragedia colectiva, la muerte, también en el exilio, de miles de personas —la inmensa mayoría, catalanes y catalanas—, de distintas condiciones sociales y categorías intelectuales. La distancia que separa la tumba del grande y reconocido poeta castellano de la Generación del 98 de la fosa invisible donde yacen miles de hombres y de mujeres anónimos y anónimas —la inmensa mayoría, catalanes y catalanas. En el caso de Pedro Sánchez, la distancia que separa el detalle —la foto oportuna— del hecho: conocer y asumir la historia,
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