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El equipo liderado por la profesora María Haber trata de dar con los restos de tres sindicalistas fusilados tras la guerra, que buscan sus familias
Antes de final de año podría dar resultado la excavación que la empresa murciana PIMA –una consultora de ingeniería y arqueología– lleva a cabo en dos fosas comunes (las números 2 y 35) de represaliados por el franquismo en el cementerio municipal de Alicante. Su misión es localizar y exhumar los restos de tres sindicalistas fusilados tras la Guerra Civil, que buscan sus familias. Se trata de Ernesto Maestre Castelló, de 34 años, natural de Petrer; y de José González Vera, de 31, y José Sánchez Mira, de 28, ambos de Elda. Los tres eran zapateros y militantes de la CNT. Y los tres fueron detenidos y sometidos a un juicio sumarísimo que acabó con una sentencia de muerte por «adhesión a la rebelión», según los expedientes, que se aplicaba cuando se estimaba que el procesado había prestado su ayuda de manera continua a la «causa roja», tanto de manera «espiritual» como «material de los hechos». A Ernesto (también concejal y fusilado el 27 de enero de 1942 en Rabasa) sus hijas, que residen en Francia, quieren darle «una digna sepultura», según han comunicado de su puño y letra en una carta.
El equipo de arqueólogos, antropólogos físicos, forenses y restauradores que lidera María Haber Uriarte, profesora del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Murcia (UMU), cumple estos días un mes de unos trabajos que están resultando difíciles no solo por la «carga sentimental» que conllevan, en palabras de la docente y arqueóloga, sino además porque esas fosas se reutilizaron hasta los años 60 del siglo pasado para enterrar a personas sin recursos, neonatos y miembros amputados en hospitales. Las labores más avanzadas se llevan a cabo en la fosa 35, donde ya se ha alcanzado el estrato correspondiente a las inhumaciones realizadas en la década de los 40. En la otra, todavía se está en el año 1962, calculan los expertos.
En una carta, las hijas de una de las víctimas, que ahora residen en Francia, expresan su deseo de poder darle «una digna sepultura»
Sexo, edad y estatura
Cuando los arqueólogos crean haber dado con los restos de alguno de estos tres represaliados, será el momento de los antropólogos físicos para proceder a la identificación. Con técnicas forenses, estos especialistas pueden determinar el sexo, la edad, la estatura y patologías que ha podido sufrir la víctima. A partir de ahí, se tomarán muestras genéticas de los restos (se utilizan las raíces de los dientes o fragmentos de la cortical del hueso) con el fin de compararlas con el ADN de los familiares que han solicitado la exhumación, en este caso a partir de la saliva. El grupo trabaja un poco a ciegas. «Suele ser de bastante ayuda que los familiares aporten algún dato físico sobre las víctimas: un traumatismo que sufrieran por una caída, una enfermedad o una patología que padecieran. Pero en este caso no tenemos este tipo de pistas», indica Haber.
La arqueóloga prefiere mostrar cautela y no dar «falsas esperanzas» a los familiares sobre la posibilidad de localizar a sus antepasados. En ocasiones no se alcanzan las expectativas, bien porque los datos de los registros cementeriales pueden contener errores o lagunas o porque con posterioridad se han acometido labores de remoción en las sepulturas.
En el caso del cementerio de Alicante se había elaborado previamente un catálogo de fosas de represaliados. Son medio centenar y se localizan en las zonas 12 y 19. Los trabajos de exhumación e identificación cuentan con subvenciones de la Generalitat valenciana. En la Región de Murcia, ese inventario de fosas se acaba de presentar. Asociaciones de memoria histórica han confeccionado un censo de libre consulta que recopila 290 fosas y 1.400 nombres de víctimas de la Guerra Civil y de la represión franquista.
Ahora se abre la posibilidad de que descendientes de esos fallecidos quieran recuperar los restos de sus antepasados. Por su experiencia, María Haber, que también participó en 2020 con su equipo en la exhumación de una saca de fusilados al final de la contienda en el cementerio de Paterna (Valencia), entiende que «puede haber personas que tienen la necesidad de localizar a sus familiares, de cerrar el círculo como familia para poder seguir adelante».
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