diumenge, 4 d’agost del 2024

El Santo Rojo, la Guerra Civil y el hijo del escolta asesinado por el franquismo

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Antonio, Alfonso, José y Prudencio junto al monumento de Sánchez Prado, donde se encuentra la placa con los nombres de los escoltas fusilados. / FOTO REDUANAntonio, Alfonso, José y Prudencio junto al monumento de Sánchez Prado, donde se encuentra la placa con los nombres de los escoltas fusilados. / FOTO REDUAN

Alfonso González narra su infancia en tiempos de contienda, la ejecución de su padre junto a otros policías municipales por las fuerzas de Franco en 1938 y transmite junto a su hijo y sus sobrinos “indignación” por la falta de un reconocimiento sólido de las autoridades

Llega a paso lento, ayudado por su hijo y por una muleta. Los años y una infancia dura en Ceuta durante la guerra civil española no han pasado en vano para Alfonso González. A pesar de sus 95 primaveras, su memoria brilla. Recuerda al detalle cada episodio de una época “de represión y miedo” que lleva grabada en la sien. “Y la llevaré siempre conmigo”, apostilla. El nonagenario, a solo unos metros de la estatua del médico, diputado, alcalde de la ciudad autónoma en la Segunda República y santo profano, Antonio López Sánchez Prado -asesinado por las tropas franquistas en 1936-, narra con entereza una época de “hambre y sangre”. Su padre, Prudencio, escolta del entonces edil, fue fusilado junto a otros cinco policías municipales que protegían al mandatario republicano y a un escribiente el 10 de enero de 1938 en el Monte Hacho.

 

González llega cerca del ayuntamiento con un cuadro bajo el brazo. “El reconocimiento a un injusto fusilamiento”, reza el titular del recorte de periódico enmarcado que guarda como un tesoro. Aparece acompañado de su hijo José y dos de sus sobrinos, Antonio y Prudencio, hilos conductores durante la conversación. “Las paredes hablan. Tened cuidado con lo que decís”, advierte en varias ocasiones el nonagenario, acostumbrado durante su infancia a esconderse, hablar y preguntar poco e incluso a ver a su padre escuchar emisoras de radio extranjeras bajo una manta para enterarse de qué estaba pasando en España. 

 

-¿Qué siente cada vez que viene a este lugar?

 

-Indignación

 

Las placas con los nombres de los siete fusilados aquel 10 de enero descansan a los pies del monumento a Sánchez Prado. El alcalde republicano fue ejecutado por un pelotón militar en la playa del Tarajal el cinco de septiembre de 1936. La devoción por el comunista masón, conocido como el ‘Santo Rojo’, todavía pervive en Ceuta, donde hay estampitas e incluso grabados en lápidas con su rostro y nombre. 

 

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González con un recorte de periódico enmarcado. / FOTO REDUAN

 

Las historias de sus guardaespaldas ejecutados “las conocen menos”, afirman. El historiador Paco Sánchez y el sindicalista José Mata, junto a UGT, han sido los agentes implicados en dar visibilidad a la historia de los escoltas. “Son los únicos que se han volcado con nosotros y se lo agradeceremos eternamente”, puntualiza José. 

 

“¿Qué culpa tuvieron esos hombres? Eran trabajadores que estaban cumpliendo su función con la administración. Eran personas humildes. Fue muy injusto”, sostiene Prudencio. Los cuatro coinciden en el poco reconocimiento que se le ha dado por parte tanto de la Ciudad como de la Policía Local a los protagonistas de una tragedia que plasma y retrata las calamidades de una guerra que se saldó con más de medio millón de muertos.

 

Uno de sus sobrinos, Antonio, recién llegado desde Cataluña, debate con José, el hijo de González, sobre la poca visibilidad de los ejecutados. “Nunca ha habido ningún tipo de homenaje desde el ayuntamiento ni desde la policía y eran escoltas, pero funcionarios municipales. Él viene ahora de Barcelona, recorre la Ciudad y ve monumentos de los caídos por la patria, al teniente coronel, al comandante general…Pero a los fusilados aquel 10 de enero nada. No lo entendemos”, lamenta el primogénito.

 

¡Echad a estos rojos a la calle!

 

“Estar aquí es tener delante la sombra del rostro de mi padre cuando lo estaban juzgando. Fue la última vez que lo vi”, narra González mientras mira hacia la estatua de Sánchez Prado. Tras la ejecución del edil, fueron años de miedo y paranoia en la familia González. Todos temían que los escoltas serían los siguientes. 

 

Fueron dos años agónicos hasta que las predicciones sobre el futuro de los agentes municipales se hicieron realidad y la familia, una viuda, siete varones y una chica, quedaron automáticamente en la calle y fueron distribuyéndose por casas de familiares. La madre, matiza González,  tuvo que sacar adelante a sus hijos limpiando ropa a mano de casa en casa.

 

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González sentado en un banco cerca del monumento del antiguo alcalde republicano, Sánchez Prado. . / FOTO REDUAN

 

No se olvida tampoco de un nombre: Ramón Buesa, un agente de la autoridad con el que se toparon los siete hermanos y la madre cuando fueron a pedir clemencia tras la detención de Prudencio. 

 

“Recuerdo perfectamente la cara de mi padre. No le gustó que mi madre fuera con nosotros a pedir clemencia. Ella se arrodilló a los pies de Buesa y éste al levantar sus botas la hirió en un dedo. Mi hermano mayor la llevó al ambulatorio para que la curarán, pero antes nos echaron casi a patadas de la comisaría diciendo: ¡echad de aquí a estos rojos! Todos quedamos muy afectados, pero sobre todo mi hermano. Mi padre le dijo que se hiciera cargo de nosotros. Nunca tuvimos más noticias de Prudencio”, lamenta. 

 

Las fechas: 10 de enero y 14 de abril

 

Todos insisten en su agradecimiento al sindicato UGT, el único que recuerda cada año a los ejecutados por las tropas de Franco y la tragedia de los escoltas. 

 

Cada 14 de abril se apilan representantes sindicales y González con su hijo para llevar a cabo un homenaje y ofrenda floral a los fusilados por el régimen franquista en la fosa común del cementerio de Santa Catalina. No fallan hijo y padre. “Mientras pueda y el cuerpo me lo permita seguiré yendo”, apunta el nonagenario. Es un acto breve e íntimo al que ya ni siquiera acuden representantes del PSOE como hace un tiempo atrás. 

 

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Alfonso y su hijo José durante una ceremonia en el cementerio en honor a los fusilados por las fuerzas franquistas. / FOTO EL PUEBLO

 

El 10 de enero el lugar de quedada es desde el que concedió González la entrevista a este diario: el monumento a Sánchez Prado y las placas de los guardias municipales. También está presente UGT, padre e hijo y pocos asistentes más. Es la mecha que queda, por la que luchan “cada año para que no se apague”.

 

Antes de finalizar, González recuerda cuando se colocaron por fin las placas en conmemoración de su padre y los demás fusilados aquel 10 de enero. Acudieron las autoridades. Tuvo una conversación breve con el presidente de Ceuta, Juan Vivas. 

 

-”Ha sido tardía, pero lo hemos conseguido”, dijo el mandatario

 

-”Ustedes no. Lo han conseguido José Mata, Paco Sánchez y UGT, entre otros. Vosotros no habéis hecho nada”

 

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González durante la conversación con El Pueblo de Ceuta. / FOTO REDUAN