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Un riguroso libro de Javier Gómez Calvo narra las fases de la persecución franquista durante la Guerra Civil y los años posteriores
Un profesor de la Complutense, José María Faraldo, recordaba recientemente que el conflicto de Ucrania es en gran parte un problema de memorias históricas enfrentadas. Un solo país pero dos relatos sobre lo ocurrido en la II Guerra Mundial entre nazis, soviéticos y ucranianos explican en parte la actual situación del país eslavo. La presencia reciente en España de la jueza argentina María Servini también nos recuerda que hay heridas abiertas por el franquismo difíciles de borrar como las víctimas que siguen en las cunetas o la justicia que reclaman las familias.
Con dos o tres memorias diferentes, con sensibilidades distintas, la historiografía sobre la Guerra Civil en Álava es escasa, incompleta y en ocasiones se ha manipulado para servir a intereses ideológicos. Nunca hasta ahora un libro de investigación sobre este período había llegado a tal grado de minuciosidad, de detalle, a la hora de contar qué pasó lejos del frente. Están las cifras de los ejecutados, de los represaliados, de los castigados con multas pero, lo más importante, están los porqués. Están los nombres y los métodos de quién dirigía la represión, quién la ejecutaba, quiénes murieron en los paseos nocturnos, frente a los muros de los cementerios o en el puerto de Azazeta. Una narración que pone los pelos de punta tras cuatro años de investigación, 400 obras consultadas, 40 archivos públicos y privados examinados, 7 diarios analizados, 7 entrevistas realizadas y 52 registros civiles escrutados. Con un método histórico y riguroso, frente a la memoria militante e ideologizada.
«No se puede comparar la Alemania de Hitler con el régimen franquista», apunta el autor Javier Gómez Calvo. «Para empezar, si Franco hubiera querido eliminar a todos los republicanos lo hubiera hecho. El franquismo debe adaptarse y cambiar a medida que perdura y esa transformación es la que al final permite la Transición. La represión no fue igual en 1936 cuando sí hubo una urgencia por matar que en 1939, 1950 o 1975. Son etapas diferentes y aquí las explicamos». Gómez Calvo consiguió el doctorado en Historia Contemporánea por la UPV con la tesis en la que se ha basado este libro. El volumen ‘Matar, purgar, sanar, la represión franquista en Álava’ (editorial Tecnos), se presenta mañana, jueves, día en la Casa de la Cultura.
Azazeta, 1937
Otra singular percepción del libro de Gómez Calvo es la constatación de que la mayor saca organizada durante la guerra, la de los 16 fusilados en el puerto de Azazeta, el 31 de marzo de 1936, tras salir de la cárcel con una orden falsa de libertad, provocó tal rechazo por parte de la derecha vitoriana que las máximas autoridades militares se vieron forzadas a parar cualquier otro acto de asesinato sin garantías de juicio.
Las quejas llegaron a Burgos y a los ayudantes de Franco. Aún así desde el Ayuntamiento regido por el industrial y exmilitar Rafael Santaolalla se hicieron gestiones para exhumar algunos cuerpos y enterrarlos en Santa Isabel. Además, consiguen sacar de la ciudad a Alfonso Sanz, el militar responsable de la mayor parte de los asesinatos que iba a ser nombrado jefe de la Falange. Javier Gómez interpreta que con aquellos gestos se acababa de iniciar en Vitoria un camino diferente de reconciliación. «Siguió habiendo represión que se incrementó tras la aparición de ETA en los años 70, aunque no es comparable con la del 36, ni con los años posteriores. Pero en Álava ocurrieron cosas importantes que modificaba la visión del enfrentamiento irreconciliable», señala. Personajes ligados a ANV como Amadeo García Salazar tuvieron calle durante el franquismo y otros como Gabriel Buesa o Ignacio Lascaray se involucraron en el desarrollo económico de Vitoria.
Gómez Calvo se para en un caso especial, Lapuebla de Labarca, una localidad gobernada por los republicanos desde 1931 en la que nadie fue asesinado cuando gobernaron los franquistas. A pocos kilómetros, en Fuenmayor, se produjo una de las grandes matanzas de la retaguardia.
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