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ENRIQUE BERZAL | VALLADOLID@EnriqueBerzal1
Nacido en Ciguñuela, impartía clases a los niños de Pulianas cuando, en agosto de 1936, lo mataron esposado al poeta
El maestro vallisoletano Dióscoro Galindo González / Archivo Municipal
- «Se le vio, caminando entre fusiles,/ por una calle larga,/ salir al campo frío,/ aún con estrellas de la madrugada./ Mataron a Federico/ cuando la luz asomaba».Así comienza el célebre homenaje en verso que Antonio Machado tributó a Federico García Lorca con motivo de su fusilamiento. Como reza el título del poema, «el crimen fue en Granada», concretamente en la carretera de Víznar a Alfacar, un mes después de la sublevación militar que provocó la Guerra Civil.El 80 aniversario de la muerte del poeta no sólo ha desenterrado la polémica y complicada pesquisa de sus restos, aún por materializar, sino que también ha servido para recordar a quienes compartieron con él un final tan despiadado: dos hojalateros de la CNT que ejercían como banderilleros,Francisco Galadí Melgar, apodado ‘El Colores’, y Joaquín Arcollas Cabezas, alias ‘Magarza’, y un maestro cojo que ejercía en Pulianas y respondía al nombre de Dióscoro Galindo González.La figura de este último ya saltó a primer plano en octubre de 2008, cuando el entonces juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, decretó la exhumación de la fosa de García Lorca.Nacido en la localidad vallisoletana de Ciguñuela -concretamente en el número 16 de la calle del Medio- el 12 de diciembre de 1877, Dióscoro Galindo perteneció a una generación de maestros que pagaron con su vida el entusiasta compromiso con los avanzados principios pedagógicos que inspiraron a los políticos republicanos.Como señalan sus principales biógrafos -el hispanista Ian Gibson, el historiador Manuel Titos y el periodista y miembro fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Granada Francisco Vigueras-, Dióscoro era hijo de Clemente Galindo y Marcelina González. Muy pronto, cuando él apenas contaba cuatro años, el matrimonio trasladó el domicilio familiar a Madrid.La cojera que le caracterizaba fue fruto de un percance fortuito ocurrido en dicha ciudad, que además le obligó a abandonar su vocación inicial por la Veterinaria y decantarse por el oficio de Maestro nacional: ocurrió cuando, siendo un adolescente, su capa quedó enganchada en un tranvía en el momento de bajarse. Sin poderlo evitar, cayó al suelo y la máquina le trituró la pierna; para evitar una más que previsible gangrena, los médicos decidieron cortar la extremidad.Una vez finalizada la carrera de Magisterio, que cursó en Valladolid, inició un intenso periplo profesional. Como puede leerse en 'El Norte de Castilla' el 24 de marzo de 1907, una vez aprobadas las pertinentes oposiciones, Dióscoro Galindo escogió la escuela de niños de Aya, en Guipúzcoa.Era el comienzo de un largo recorrido como maestro y director de escuela: estuvo en Algete (Madrid), Caravaca (Murcia), Zuheros (Córdoba), La Orotava (Santa Cruz de Tenerife) y, ya en los años 20, en la Escuela Graduada de Niños de Vich, de la que fue nombrado director provisional, y en los centros de Cazalla de la Sierra y Santiponce (Sevilla), Tíjola (Almería) y Daimiel (Ciudad Real), entre otros.En septiembre de 1934, después de cinco años ejerciendo como maestro nacional en la localidad sevillana de Santiponce, pasó a Pulianas, en Granada, su destino definitivo.Fue aquí donde forjó su fama de maestro bondadoso y solidario, siempre pendiente de los niños, a quienes educaba según los principios educativos heredados de la Institución Libre de Enseñanza, no en vano había participado activamente en las famosas misiones pedagógicas de la República.AcusadoresPartidario, por tanto, de una educación laica y secularizada, dieron mucho que hablar ciertas actitudes suyas, humanitarias y poco frecuentes en el magisterio de entonces, como la decisión de acompañar a casa al alumno que notara triste con objeto de solucionar el problema familiar y restaurar la armonía en el hogar, o su iniciativa de instaurar clases nocturnas para los hijos de agricultores y gente humilde del pueblo que, debido a las tareas agrícolas, no podían acudir al colegio.Entre quienes en Pulianas le atacaban tildándole de ateo y pernicioso para la educación de los más pequeños sobresalía el secretario del Ayuntamiento, Eduardo Barreras, dolido después de que Dióscoro se quejara ante el Gobierno Civil porque la casa que se le había asignado parecía, según apunta Gibson, «poco más que un pesebre».Su compromiso con la República le llevó a formar parte de la mesa electoral en las elecciones del 16 de febrero de 1936 y, una vez refrendada la victoria de las izquierdas coaligadas en el Frente Popular, «muchos vecinos del pueblo desfilaron delante de su casa al grito: ‘¡Viva el maestro nacional de Pulianas!’», según escribe Vigueras en el libro ‘Los paseados con Lorca. El maestro cojo y los dos banderilleros’.El 20 de julio de 1936, estalló la sublevación militar en Granada. Como era de prever, Dióscoro Galindo no tardó en ser colocado en el punto de mira de falangistas y demás personas comprometidas con el golpe antirrepublicano. Le denominaban despectivamente ‘el maestro rojo’ y le acusaban de transmitir a los niños sus ideales democráticos, incluso sus dudas sobre la existencia de Dios.Denunciado por el citado Barreras, lo detuvieron en su domicilio y lo subieron a un camión, supuestamente para interrogarle. Conducido a la sede del Gobierno Civil, allí se encontró con Federico García Lorca.
Ambos salieron esposados del edificio y, montados en un Lincoln, fueron llevados por la calle de la Duquesa hacia San Jerónimo y San Juan de Dios, pasaron luego por los empedrados de la cuesta del Hospicio y el paseo de la Cartuja y, tras una breve parada de control en el palacio del Obispo Moscoso, llegaron al piso bajo de La Colonia, una antigua residencia para huérfanos de Víznar que había sido convertida en cárcel improvisada.Finalmente, los subieron a un coche y los condujeron a un paraje próximo a la Fuente Grande o de Aynadamar, la Fuente de las Lágrimas, en el colindante municipio de Alfacar.El investigador Miguel Caballero, que sitúa su muerte en la madrugada del 16 al 17 de agosto de 1936 y no en la del 18 al 19, ha publicado los nombres de sus seis verdugos: el cabo Mariano Ajenjo Moreno, el pistolero Antonio Benavides Benavides, Salvador Varo Leyva ‘Salvaorillo’, Juan Jiménez Cascales, Fernando Correa Carrasco y Antonio Hernández Martín. Todos eran miembros de la escuadra que el capitán José María Nestares había asignado para las ejecuciones.Dióscoro Galindo murió junto a un olivo, al pie de la sierra de Alfacar, esposado a Federico García Lorca y junto a los banderilleros Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas. Tenía 58 años y dejaba viuda, Juliana Monje, y un hijo, Antonio, de 19.Como solía pasar con tantos maestros fusilados por el mal llamado ‘bando nacional’, poco después se le abrió un expediente en el que se le suspendía de empleo y sueldo basándose, como argumento principal, en que había negado la existencia de Dios.Desde que en 2007 el gobierno de Zapatero aprobó la Ley de Memoria Histórica, la familia, a través de su nieta adoptiva, Nieves García Catalán, pugna por localizar la fosa común donde está enterrado.
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