Uno de los descendientes de Juan de la Cierva (JdlC) ha declarado recientemente a La Verdad de Murcia que le parecía absurdo que no hubiese sacado a su familia de España de haber sabido lo que se preparaba. Es un argumento muy lógico y que arroja nuevos interrogantes que, por desgracia, están por esclarecer. No me cabe la menor duda de que, contando con los recursos combinados de la familia y del gobierno de Murcia, el autor del futuro dictamen contribuirá de manera decisiva a tan loable propósito.
La cuestión es, sin embargo, algo peliaguda. Bolín había dicho a JdlC que sería de más ayuda en Londres que yéndose con el Dragon Rapide, pero ante la inminencia de una sublevación no es aventurado suponer que el futuro de la familia también hubiese pesado en el corazoncito del inventor. Sabemos que los monárquicos creían que el golpe podría triunfar o que, en el peor de los casos, daría origen a una guerra corta. A JdlC, sin embargo, Alfonso XIII le pidió que volase a Roma. Lo hizo antes del 20 de julio. No se conocen las comunicaciones entre ambos. Como los deseos del exrey debían de ser órdenes para él, ni que decir tiene que se desplazó de inmediato a la capital del nuevo Impero fascista.
¿Lo hizo desde Londres? ¿Pasó por Biarritz, donde el marqués de Luca de Tena podría haberle puesto al corriente? ¿Se le ocurrió ir a España cuando todavía las comunicaciones eran fáciles y no estaban obstaculizadas antes del 19 de julio? Misterios. Lo que sí sabemos es que los conspiradores monárquicos tenían instrucciones de reunirse en Burgos. Es decir, que JdlC no hubiera tenido que sacar a su familia de España. Con llevársela a la capital castellana, donde triunfó la sublevación, hubiera sido suficiente.
La explicación de la llamada del exmonarca es sencilla. Como ya hace tiempo señaló Enrique Moradiellos en su fundamental obra Neutralidad benévola. El Gobierno británico y la insurrección militar española de 1936, y retomó Howson, al estallar la sublevación un grupo de monárquicos residentes en Londres creó una Junta Nacional. El objetivo estribaba en apoyarla gracias a sus relaciones con políticos, funcionarios, banqueros y hombres de negocios británicos. Al frente pusieron a JdlC.
Así, pues, no extrañará la carta que Alfonso XIII escribió a Mussolini para informarle de que, en su nombre, irían a Roma el marqués de Viana y, naturalmente, JdlC. Nos parece improbable que el exmonarca no se hubiera enterado de lo que ocurría en Londres. La carta se encuentra en los Documenti Diplomatici Italiani (octava serie, vol. IV, doc. Nº 577, p. 648). Es conocida, pero supongo que no de muchos lectores. Decía así:
"Le supongo enterado de la enorme importancia del movimiento español. Faltan elementos modernos de aviación y con objeto de adquirirlos van a Roma Juan La Cierva (inventor del autogiro) y Luis Bolín, personas de mi entera confianza. El Marqués de Viana portador de la presente le explicará todos los detalles y la ayuda que espero nos prestará.
Aprovecho esta ocasión para de nuevo felicitarle por sus nuevos éxitos que consolidan su labor formidable y gloriosa. Agradeciéndole lo que seguramente hará quedo su afmo. amigo y admirador que le abraza."
Sabemos que Bolín fue a Roma, también el marqués de Viana. Igualmente, se desplazó en circunstancias ignoradas JdlC. Sería muy interesante que merced a los esfuerzos del gobierno de Murcia y de la familia, el autor del futuro dictamen pudiera echar alguna luz sobre lo que logró o hizo JdlC en Roma. Servidor ha llegado a determinar algún rasgo que me ha dejado boquiabierto.
Quedan, en efecto, por explorar las circunstancias en las cuales JdlC vivió su estancia en Roma. Aquí convergieron en el lapso de pocos días varios protagonistas: Bolín; Viana; la misión monárquica enviada por Mola para desatrancar los problemas aparecidos con las dudas de Mussolini sobre si el golpe era o no el que se había comprometido a apoyar y, finalmente, JdlC.
Así como de Bolín sabemos lo que contó en sus memorias (con buenas dosis de fantasía y autopromoción), y servidor ha tratado de esclarecer en lo posible los antecedentes de la misión de Mola, se ignoran aspectos importantes: en primer lugar, las gestiones del marqués de Viana y, sobre todo, de JdlC. Aquí la destreza del autor del futuro dictamen debería refulgir en todo su esplendor y contribuir a ampliar nuestros conocimientos.
Personalmente lo saludaría, porque entre los papeles de Pedro Sainz Rodríguez que servidor ha explorado en el archivo de la Fundación Universitaria Española, hay uno que me ha traído a mal traer. Y no porque las responsables del archivo y biblioteca de la misma no me hayan ayudado, que lo han hecho con sumo agrado y que son la amabilidad misma, sino porque no he logrado descifrarlo.
Me apresuro a señalar que Bolín, en sus poco fiables memorias, no dijo ni pío ni de la carta del exrey al Duce ni de la llegada del padrino de su hija. ¿A lo mejor resulta que no eran tan amigos? El hecho es que en Roma coincidieron numerosos salvapatrias y que el domingo 26 de julio JdlC escribió unas líneas a Sainz Rodríguez que decían lo siguiente:
"Le ruego que venga a verme esta noche, en compañía de Víctor Urrutia, a eso de las 10 y ½. Ni una palabra a los demás que están ahí."
El subrayado es del original. ¿Qué significa? ¿Es posible que el inventor del autogiro no deseara que Bolín se enterase de que quería entrevistarse con Sainz Rodríguez? Pero ¿por qué? Urrutia era un monárquico enragé. Dos semanas antes había sugerido que se forzara la puerta del depósito de cadáveres del cementerio de La Almudena, sacar el de Calvo Sotelo y llevarlo a su despacho para luego pasearlo por las calles de Madrid, “pregonando el crimen del Gobierno y el eterno baldón de la Segunda República”. Así lo recoge en sus tampoco demasiado fiables memorias el jurídico militar Eugenio Vegas Latapié, ulterior preceptor del príncipe Juan Carlos de Borbón. La referencia podría entenderse también a Goicoechea, pero nos parecería extraño. Era el hombre de confianza de Calvo Sotelo y de Alfonso XIII. ¿Quién queda? Misterio.
JdlC regresó a Londres. Aquí la escena había cambiado radicalmente. El golpe, como tal, había fracasado. Todos los planes monárquicos se habían venido abajo tras el accidente mortal del teniente general Sanjurjo el 20 de julio. Pero la sublevación no había sido domeñada. Tanto el Gobierno como los rebeldes apelaron a la ayuda exterior. Hitler decidió apoyar a Franco el 25 de julio. Mussolini ejecutó el primer contrato de ayuda militar que había firmado Sainz Rodríguez en Roma el 1º de julio y que ya estaba en preparación.
En este contexto JdlC estuvo en una posición privilegiada para ayudar al puñado de monárquicos y desertores de sus puestos en la embajada española a la hora de adquirir material de vuelo para los insurgentes. El embajador, Julio López Oliván, destacado diplomático monárquico, de gran experiencia y también de gran talento, no vaciló en pasarse a los facciosos, pero guardando su puesto durante todo el tiempo que fuera posible y sabotear los esfuerzos republicanos.
Así que el futuro y feliz receptor de los dineros del gobierno de Murcia podría explorar los lazos entre JdlC, la junta de Londres y los agentes de los sublevados. Se compraron varios aviones civiles. Se movilizaron y se transfirieron fondos. JdlC viajó varias veces a París, etc. Los republicanos, sin todavía desconfiar de Oliván, enviaron al comandante Carlos Pastor Krauel. Llegó el 4 de agosto. Los esfuerzos contrapuestos de unos y otros dieron como resultado que los gubernamentales adquirieran catorce aparatos y los sublevados diez. No insistiré en que, como casi en todos los aspectos relacionados con la ayuda exterior, en la literatura existen números contradictorios. Lo que importa es señalar que, en tanto que el gobierno envió a alguien de Madrid, los sublevados contaban con la gran experiencia y los importantes contactos del inventor murciano en el mercado aeronáutico.
Como estudioso de la dimensión internacional de la guerra civil y de la ayuda exterior agradecería de todo corazón los datos que el redactor del dictamen para el gobierno de Murcia pudiera recoger sobre este asunto. Hay literatura secundaria (he citado a Moradiellos y Howson, pero tampoco cabe olvidar a Jill Edwards). En todo caso, una nueva mirada con un fin específico a los papeles del Foreign Office y de otros departamentos del gobierno de SM, amén de los que hayan resultado accesibles en los últimos años, para los meses de agosto, septiembre, octubre y noviembre de 1936, siempre podría arrojar informaciones adicionales.
Personalmente me interesaron más los datos que JdlC puso de su puño y letra en su carta de septiembre al general Mola (ver aquí), que me parece de un peso abrumador. Está publicada y personalmente consideré que era más que suficiente para sustentar la tesis que expuse en el informe que se me había pedido. Los datos son fiables. No me pareció necesario contextualizarlos como hubiese hecho en un artículo académico. Así que espero con notable impaciencia todo lo nuevo que pueda contener el futuro dictamen que encargará el gobierno de Murcia. Me sorprendería que llegase a la conclusión de que JdlC se sentó a las orillas del Támesis a pensar en el futuro de España.
Muy al contrario, JdlC hizo lo que sabía hacer. Agitar en Inglaterra, moverse sin constreñimientos fuera de las fronteras españolas, dar saltos de un país a otro, estar en contacto con los jefes de los sublevados, ejecutar sus órdenes, hacer gala de inventiva cuando fuese necesario. En una palabra, aportar con toda su dedicación y sus esfuerzos sus granos de arena, nada despreciables, a la futura victoria de los sublevados contra la República.
(Continuará. Mañana, tercera entrega: Juan de la Cierva en la Alemania nazi: una contextualización. Pincha aquí puedes leer la primera entrega).
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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo.
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