- Escrito por Eduardo Montagut
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Hace unos años en el diario El País apareció un reportaje de Luis Gómez en el que se nos contaba la historia de Pedro Urraca Rendueles, un policía fundamental en la historia de la represión franquista en el exterior, al protagonizar la persecución de los exiliados republicanos en Francia en estrecha colaboración con la Gestapo. Fue el responsable de la detención del presidente Lluís Companys, pero también de muchos personajes fundamentales como Julián Zugazagoitia o Joan Peiró, a través de la red de espías y agentes que montó por toda Francia. También interrogó a Manuel Portela Valladares, Josep Tarradellas, Juan Morata o Mariano Ansó. Por fin, se incautó de documentos y bienes de los exiliados. Aunque fue condenado a muerte al terminar la Segunda Guerra Mundial por su colaboracionismo nunca fue molestado por su trabajo. Había regresado a España para librarse de la condena y para seguir trabajando como policía hasta finales de los años sesenta. Su nombre aparece en algunos libros. Josep Benet cita a Urraca cuando estudia la persecución que sufrió Companys. También aparece en la tesis de Jordi Guixé Corominas sobre las relaciones entre la diplomacia y la represión de los republicanos en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Sus investigaciones permitieron demostrar claramente que Urraca detuvo a Companys, interrogándole y escoltándole hasta la frontera.
La lectura del artículo periodístico motivó a su nieta, Loreto Urraca, a emprender una investigación sobre su abuelo y poner en marcha una página web donde ha recogido toda la información que ha ido encontrando. Los informes que elaboró Urraca son una fuente harto interesante. En todo caso, quedan muchas cosas por saber de este represor, como de tantos otros, protegidos por las regulaciones legales de los archivos españoles, que cubren de silencio las actuaciones que en otros países fueron perseguidas.
Pues bien, nuestro propósito en este trabajo es rescatar un reportaje que “El Socialista” publicó el día 25 de enero de 1945 donde se explicaba la colaboración entre la policía franquista y la Gestapo nazi, destacando la labor de Pedro Urraca. Ya se había liberado Francia pero la guerra aún no había terminado. El artículo no sólo acusaba a Urraca de ser un eficaz sabueso persiguiendo a los exiliados españoles, sino también de robar a quiénes acudían por un visado para entrar en España en aquellos momentos en los que muchas personas se jugaban la vida huyendo del nazismo.
El artículo comienza explicando la colaboración entre la policía franquista y la Gestapo. El hombre clave en la relación con Himmler sería el conde de Mayalde. Franco pretendía que se localizasen y persiguiesen a los exiliados republicanos en la Francia ocupada, especialmente los políticos principales. Los alemanes, por su parte, buscaban la colaboración española en el control de las actividades de los aliados en España, especialmente de los ingleses. Según el artículo, Himmler exigió a Mayalde que en esta tarea de colaboración en Francia se nombrase a responsables competentes. Fueron elegidos el general Vigón, jefe de Información Militar y Gerardo Caballero, director general de Seguridad.
El general Vigón designó como representantes suyos en París a Gómez Piñán, jefe del Servicio de Información, y al coronel Barroso, presidente de la Comisión de Recuperación de Bienes Españoles. Barroso sería el responsable de traer desde Roma a Pedro Urraca Rendueles. Se trataba de un policía que era agregado a los Servicios de Seguridad en la embajada de España en la capital italiana. Ahora pasaba a París con amplias atribuciones. Se le dotó de medios para que montara una red de agentes. Al parecer, Urraca tenía verdaderas dotes de espía, apreciadas por sus superiores y claves para entender esta promoción. También demostró una enorme ambición. Todas estas cualidades le permitieron alcanzar un gran poder en la embajada.
Urraca se presentó ante las autoridades de la Gestapo en París. Debió causar gran impresión a su jefe, el coronel Knochen, que le puso en conexión con el jefe de la policía criminal alemana y con los dos agregados de asuntos españoles. Urraca incorporó en las reuniones a dos agentes propios: Ansaldo, agregado militar de la embajada española y Velilla, jefe de la Falange en Francia. En dichas reuniones, además de los alemanes citados, acudiría Landsteter, hombre de la confianza de Knochen y que se había distinguido por su eficacia en la persecución de los judíos. Urraca y Landsteter colaborarán estrechamente en el servicio dedicado a la persecución de los exiliados. Se montó una red de espías, miembros de Falange, que se hicieron pasar por exiliados para poder localizar a los republicanos para ser detenidos. Sin lugar a dudas, las investigaciones fueron muy eficaces porque se identificaron y detuvieron a cientos de personas. Urraca solicitó formalmente a Knochen que los detenidos pudieran ser enviados a España. Pero los alemanes no eran partidarios de extraditar a todos, por lo que sugirieron a Urraca que eligiese a los detenidos más relevantes. En compensación, Knochen prometió al español que el resto serían deportados a Alemania. Urraca elaboró una lista. Los nombres eran los siguientes: Companys, Zugazagoitia, Peiró, Cruz Salido, Teodomiro Menéndez y Rivas Cherif.
Urraca demostró, como hemos indicado, una gran diligencia que fue muy apreciada tanto por los alemanes como por sus superiores españoles, González Piñán y Barroso. Como premio no obtuvo un ascenso sino que se le permitió, por sugerencia del propio Urraca, el control sobre los visados en los pasaportes de los que pretendían entrar en España. Este poder, según el periódico socialista, le permitiría enriquecerse. Los judíos que acudían a él eran atendidos con diligencia ya que les franqueaba sin grandes problemas el visado y les hacía el ofrecimiento de remitirles sus bienes una vez que entraban en España. Pero esas propiedades no llegaban a manos de sus propietarios. Al parecer, hubo una denuncia a raíz de la detención de una persona con visado español en la frontera, lo que motivó el registro del domicilio de Urraca en el 133 de la rue de l’Université. Allí se encontró un verdadero tesoro compuesto por joyas y divisas. Pero Urraca salió indemne del caso gracias a la protección de Falange. La codicia de Urraca no tuvo límites porque comenzó a emplear a su esposa para llevar a través de la valija diplomática alhajas y objetos de valor. Pero terminaría siendo detenida en Hendaya. En este caso tuvo que intervenir el propio Knochen para salvarles. Ahora tendría que pagar el favor y lo hizo sustrayendo la correspondencia oficial que llegaba a la embajada de Madrid para entregarla a los alemanes.
Quizás el día que se abran los archivos españoles podamos conocer de forma más profunda a este personaje, que quedó en la sombra pero que ya sabemos de su protagonismo en uno de los capítulos más negros de la historia de la represión franquista.
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