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“…Y nos daban golpes de ciego, salvajes y terribles, sembrado de agentes dobles nuestros rangos y luchando con nuestros hombres de fuerza a fuerza, de astucia a astucia, de audacia a audacia…”
El éxodo. Pasión y muerte de españoles en el exilio. Federica Montseny.
Un día como hoy, quizá un día cualquiera, o un día lleno de titulares, con cierres de medios autonómicos, y la corrupción, cohecho e impagos como nuestra moneda diaria, mientras el paro sube y la situación de la Comunidad Valenciana se semeja al hundimiento del Titanic, la curiosa mirada de Hipatia se ha sumergido en la HISTORIA para hablarles de una de las figuras más representativas del movimiento obrero español y, además, una mujer singular… En un día como hoy, donde los titulares no dejan de ser revueltos, sencillamente, les rescatamos a Federica Montseny Mañé (Madrid, España; 12 de febrero de 1905 - Toulouse, Francia; 14 de enero de 1994), dirigente anarquista y ministra durante la II República Española, siendo la primera mujer en ocupar un cargo ministerial en la Europa Occidental, además, de una brillante escritora y oradora.
Federica destacó de las mujeres de su tiempo gracias a una educación nada convencional para la época. Federica creció entre libros, periódicos y revistas, entre páginas que hablaban de la libertad y de un mundo solidario. La vida de Federica estuvo influencia por el pensamiento libertario de sus padres, Juan Montseny y Teresa Mañé, también conocidos bajo los seudónimos Federico Urales y Soledad Gustavo, quienes editaban La Revista Blanca, publicación destacada dentro del pensamiento libertario español durante el primer tercio del siglo XX. Los padres de Montesny concebían la educación como motor indispensable para cambiar la sociedad, de ahí, su hincapié en extender la educación a todos los grupos sociales para obtener la liberación de hombres y mujeres a través del conocimiento. Este mismo ideario sería el que acompañaría a Federica en su carrera política en la defensa de la clase obrera y la condiciones y roles de la mujer. Asimismo, desde su juventud Federica complementó su formación con mítines y manifestaciones. En el Café Español, Federica conoció a Salvador Seguí, el Noi del Sucre, líder sindicalista del momento, y a Luis Companys, más tarde presidente de la Generalitat catalana. En un mitin por esos días oyó por primera vez a Ángel Pestaña. Todos ellos, cruciales personajes de la historia social y política de España, y más tarde compañeros de Federica durante las convulsas luchas obreras y la trágica Guerra Civil.
A finales de 1920, con tan solo quince años, Federica Montseny escribió su primera novela, Peregrina de amor, que quemó poco después. Al poco tiempo comenzó la redacción de una obra sobre la Barcelona obrera, La tragedia del pueblo, también pasto de las llamas. A los diecisiete años, Montseny comenzó sus colaboraciones en la prensa anarquista, utilizando un seudónimo: Blanca Montsan. En estos mismos años, Federica recibió la oferta de Ángel Pestaña, director del periódico Solidaridad Obrera, como colaboradora.
Por otro lado, Federica se incorporó al equipo director de la Revista Blanca, órgano teórico del anarquismo español que se publicó bimensualmente entre junio de 1923 y 1936 y, en cuya primera época (1898-1905) habían colaborado Unamuno, Clarín, Baroja, Pérez Galdós o Pablo Iglesias. Allí se dio a conocer a través de sus muchos escritos y de los que publicó en otra cabecera anarquista -en este caso semanal-: El luchador. Periódico de sátira, crítica, doctrina y combate. Ambas publicaciones fueron las fuentes más importantes de divulgación de su pensamiento, unos seiscientos artículos.
Federica ingresó en la C.N.T. (Confederación Nacional del Trabajo), la gran central sindical anarquista de la época, y desde 1932, Montseny comenzó a intervenir en diversas giras por el país para divulgar las ideas sindicalistas y revolucionarias, en estos años alcanzaría gran protagonismo gracias a sus dotes de gran oradora, entre otras razones. En 1932 lleva a cabo una gira propagandística por Andalucía que luego proseguiría por toda España. Participó en múltiples mítines, y sus discursos comenzaron pronto a recogerse en panfletos.
En 1933 Federica dio a luz a su primera hija (a la que llamó Vida), fruto de la relación con el militante anarquista Germinal Esgleas. Ello no supuso su alejamiento del trabajo organizativo ni literario. Al contrario, este aspecto de la maternidad ligado a la vida laboral fue escrito para la Revista Blanca en dos series de relatos llamadas La Novela Ideal y La Novela Libre. Dos de estos relatos, La victoria y El hijo de Clara, abordaron el problema de la libertad femenina.
Sin embargo, su máximo protagonismo lo alcanza en 1936, gracias a su intervención en el Congreso de Zaragoza de la CNT, colaborando en la ponencia sobre comunismo libertario. Con el estallido de la guerra, Federica pasaría a formar parte del comité peninsular de la FAI y en el nacional de la CNT. En noviembre de 1936 fue nombrada ministra de Sanidad y Asistencia Social del gobierno de la República. Fue así, como se convertiría en la primera mujer ministra de España y la Europa Occidental, pues en otras zonas de Europa ya lo habían sido Alexandra Kollontai (URSS) y Miina Sillanpää (Finlandia).
La crucial cuestión ética que tuvo que enfrentar la C.N.T. a los pocos meses de comenzar la Guerra Civil, durante el gobierno de Largo Caballero, que opuso sus principios anarquistas a la colaboración gubernamental a la que se vio abocada la organización, afectó profundamente a Federica Montseny. Sus escrúpulos ideológicos y la presión a la que fue sometida por parte del sector más purista para que se negase a aceptar el cargo fueron difíciles de superar. A pesar de ello y de las serias divisiones que la decisión ocasionó en las filas libertarias, Federica -y los otros tres compañeros- aceptaron, al considerar su intervención en el gobierno imprescindible para vertebrar la defensa frente al ejército rebelde.
Su gran labor gubernamental se vio limitada por la escasa duración de su mandato como Ministro de Sanidad y Asistencia Social del gobierno de Francisco Largo Caballero que no llegó a alcanzar un semestre (noviembre de 1936 – mediados de mayo de 1937). Pero en ese corto espacio de tiempo planeó lugares de acogida para la infancia, comedores para embarazadas, liberatorios de prostitución, una lista de profesiones a ejercer por minusválidos y el primer proyecto de Ley del aborto en España. De los lugares para la infancia, en nada parecidos a los deprimentes orfanatos existentes por entonces, solo se pudo abrir uno cerca de Valencia. Tampoco hubo tiempo de que llegase a funcionar más de uno de los comedores para embarazadas en los que se velaba por una completa alimentación. Ninguno de sus otros proyectos llegó a ejecutarse, y así su proyecto de ley del aborto, a la que se opusieron otros ministros del gobierno, quedó arrumbado tras su salida del gobierno debido a los sucesos de mayo de 1937.
Con el final de la Guerra Civil, al igual que miles de españoles Federica sufrió el exilio a Francia. Allí fue perseguida por la policía nazi y franquista, quien pidió su extradición, a su vez, denegada por las autoridades francesas. Instalada en Toulouse siguió trabajando por sus ideas, publicando y dirigiendo periódicos anarquistas como CNT y Espoir y realizando viajes por Suecia, México, Canadá, Inglaterra e Italia.
Con la llegada de la democracia a España en 1977, Federica regresó y continuó con su activismo en pro de la CNT y del anarquismo, donde gozó de un enorme prestigio hasta su muerte. En sus últimos años reivindicó al Estado la devolución del patrimonio sindical incautado a la CNT tras finalizar la Guerra Civil, se opuso firmemente a los Pactos de la Moncloa y al recién instaurado sistema político constitucional español.
Su obra:
- La mujer, problema del hombre (1932).
- Anselmo Lorenzo (1938).
- Cien días de la vida de una mujer (1949).
- El éxodo. Pasión y muerte de españoles en el exilio (1969).
- Crónicas de la CNT (1974).
- El anarquismo (1974).
- El éxodo anarquista (1977).
- Cuatro mujeres (1978).Producciones Editoriales.
- Mis primeros cuarenta años. Ed. Plaza & Janés, 1987.
Arantxa Carceller.
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