La entrada del blog de esta semana cierra el tema de la
represión económica, con uno de los aspectos más oscuros pero que más se ha
repetido en los conflictos bélicos en España. A ver qué os parece.
Acabamos con estas letras el repaso de la represión laboral y económica franquista, como lo hicimos en la entrada Los puestos de trabajo botín de guerra y en la de La cara de la represión laboral O con la depuración del Magisterio y de los ferroviarios. Y continuamos con La desamortización franquista.
Carecemos de datos relevantes de las Merindades, pero a los largo de toda España se extendieron casos y abusos. El primero de abril de 1939 sólo terminó la guerra oficial…., multitud de propiedades y negocios cambiaron de manos o fueron cerrados por los vencedores A todo ello habría que unir desahucios ilegales de arrendatarios con derechos consolidados, propietarios que, por pura venganza, se negaron a dar empleo a los jornaleros, y el regreso a los campos de España del “señoritismo de la peor calaña” por el cual abonaron por salario lo que les venía en gana y los malos usos laborales.
La pequeña propiedad en el sector agrícola es la que más se resiente ante cualquier eventualidad. Unas lluvias tardías, un verano largo y seco, una mala cosecha ponían en peligro el equilibrio económico, que tenían que solucionar hipotecando sus bienes o la venta directa de las heredades. Posteriormente, reducida la explotación, las dificultades eran mayores.
No sería difícil contrastar, por ejemplo las propiedades de 1935 con las de 1945, pero es un trabajo que se quedará en el tintero. No por su dificultad, sino por el desconocimiento de nuestro pasado y nuestro presente, por la cosificación de la voluntad de la mayor parte de los ciudadanos.
Pero tampoco era nada nuevo. Ya había pasado durante diferentes episodios bélicos en siglo XIX, en el cuál una parte de los campesinos más modestos se vieron en la necesidad de deshacerse de una porción de las propiedades. Primero pasó con la guerra de la independencia, en 1813 las tropas francesas abandonaría la comarca, pero tras de sí dejaban a parte de los vecinos más pobres. En 1833 marcaba una nueva etapa complicada para los pobres con el estallido de la guerra carlista, que supuso una repetición de las circunstancias adversas vividas con la Guerra de la Independencia. Que se repetiría a partir 1870 con la segunda.
Además en el XIX se produjo la venta de comunales por las deudas de los Ayuntamientos o las Desamortizaciones. Los comunales usufructuados por todos os vecinos eran uno de los elementos claves en el equilibrio socio-económico, por su gran cantidad de provechos, pieza clave del mundo rural, especialmente cuando lo agrícola es deficitario. Complementaban al sistema económico y permite expandir la superficie cultivada. Poco después llega la invasión de 1808 sin haber saldado las deudas anteriores, sobrevienen nuevos empréstitos cada vez más altos, nuevos arbitrios que provocan las ventas masivas de montes comunales. En 1814 la situación es desastrosa. Pero todavía están por llegar la Guerras Carlistas que hunden definitivamente las haciendas municipales.
En todo momento histórico, los grandes beneficiarios de fueron los propios acreedores de los municipios que controlaban la operación desde su posición privilegiada, disponían de liquidez suficiente para acceder al remate. Pocos y estrechamente vinculados entre sí, les resultaba fácil ponerse de acuerdo en las pujas y obtener el terreno a precios bajísimos. Así que no solo no se solucionó el problema de la deuda, sino que se complicó la vida de la masa campesina privándole de una fuente de ingresos complementarios.
Estos oportunistas, a lo largo de la historia de España, se beneficiaron de las etapas difíciles, aprovechándolas dificultades por las que atravesaban sus vecinos más pobres para incrementar sus patrimonios. Estos compradores en su mayoría labriegos acomodados, miembros de la nobleza local, médicos, escribanos… Así, poco a poco, se irá produciendo esa concentración de la propiedad de la tierra que conocemos, todavía mayor que la que durante la IIª República hacia necesario la Reforma Agraria.
Por desgracia nunca ha habido reforma agraria en España, y ni siquiera cuando como hoy en día el campo no vale nada, la agricultura puede ser una salida para los miles de parados españoles, por la estructura de la propiedad. Hoy como ayer intocable, si no es para empobrecer al pobre. Siempre estará en nuestras manos y votos que esto cambie.
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