Conocido como ‘el topo de Mijas’, Cortés fue uno de los hombres-topo del franquismo que enterraron los mejores años de sus vidas entre cuatro paredes para escapar de la represión de la
dictadura
Pero para Manuel Cortés Quero, último alcalde republicano de la ciudad malagueña de Mijas, la amnistía fue la más anhelada de las noticias. Escondido en su propia casa, en una habitación interior, con la única compañía de la radio y la lectura, vio el final a tres décadas de vida oculta, rutinaria y, especialmente, en los primeros años, llena de miedo y angustia. Manuel había conseguido regresar a Mijas a mediados de abril de 1939, tras la derrota republicana. Pensaba entregarse a las autoridades, pero su mujer, consciente de la represión indiscriminada de aquellos días, lo convenció de ocultarse. Los dos primeros años los pasó escondido en un agujero de la casa de su padre adoptivo –salía por las noches para estirar las piernas. Después su mujer alquiló una casa y pudieron construir un pequeño habitáculo donde ocultarse cuando era necesario. Diez años más tarde, compraron una casa en la misma calle. Manuel se trasladó de madrugada, disfrazado de anciana. Allí vivió los últimos 18 años de su encierro. Liando esparto para ayudar a la economía familiar y escuchando la radio. Cuando llegaba la noche, podía hacer vida familiar con su mujer y su hija. Pero siempre en la clandestinidad. No pudo asistir a la boda de su hija y se automedicaba las enfermedades que padeció –el mismo se arrancó la mayoría de los dientes.
Tras escuchar por radio la noticia de la amnistía, Manuel Cortés, prudente, disciplinado en las medidas de seguridad que le habían permitido pasar desapercibido durante tantos años, esperó que la noticia se publicase en el BOE (1 de abril) y trascurriesen una decena de días para enviar a su mujer, Juliana, a entrevistarse con el entonces alcalde de Mijas, Miguel González Bernal, para legalizar su situación. El alcalde acompañó a Cortés, a su mujer y a su yerno –soporte económico de la familia durante los últimos años- a la comandancia de la Guardia Civil de Málaga, donde le comunicaron que estaba libre sin cargos y le expidieron un nuevo DNI. A los pocos días, las noticias de la reaparición del alcalde de Mijas animó a otro topo, Pedro Nolasco Perdomo Pérez, un lanzaroteño, militante comunista, que había estado escondido desde 1936 en las casas de sus tres hermanas en la isla de Gran Canaria, a regularizar su situación.
En Mijas, una localidad que entonces no llegaba a nueve mil habitantes, fue recibido con cariño por una multitud de vecinos. En los días siguientes, medios de comunicación nacionales y extranjeros acudieron a entrevistarlo, pero Cortés, pudoroso a la exhibición pública, decidió no conceder entrevistas. Entre las excepciones, su largo relato a los jóvenes periodistas Jesús Torbado y Manuel Leguineche que recogían los testimonios desgarradores de los republicanos que se enterraron en vida para evitar la represión franquista. Con casi una veintena de testimonios de aquellos escondidos, publicaron en 1977 el libro Los topos , que dio nombre a la opción que tomaron un pequeño grupo de personas –se desconoce cuantos murieron en sus escondites- cuando los sublevados conquistaron sus pueblos y no pudieron pasarse a la zona republicana o huir al extranjero.
El caso del alcalde socialista de Mijas fue uno de los más célebres. En 1972, Ronald Fraser narró su experiencia en la novela Escondido: el calvario de Manuel Cortés, sobre la que el dramaturgo Arthur Miller escribió en The New York Times: "En la montaña de libros sobre la guerra no puede haber otro tan breve pero tan completo, tan desnudo pero tan sutil, tan conmovedoramente humano como este". Recientemente, en el 2011, el andaluz Manuel H. Martín realizó el documental animado 30 años de oscuridad , donde recuperó la peripecia de Manuel Cortés, fallecido en 1991. También, los turistas atraídos por lo insólito, pueden visitar en la Casa Museo de Mijas una replica de la habitación donde Manuel Cortés paso los últimos 18 años de su encierro.
Otros topos
Ángel Blázquez, militante de la UGT de Béjar, fue uno de los escondidos que más tiempo pasó en su escondrijo, desde el 30 de julio de 1936 hasta el 24 de diciembre de 1955. Cuando estalló la guerra, Blázquez tenía 23 años. Precisamente, en Béjar, que entonces contaba con 9.000 habitantes, era la ciudad más industrial y con el movimiento obrero más importante de la provincia de Salamanca, se cree que hubo varios topos. Lo corrobora el descubrimiento en 2008 de la última topera de la que se tiene noticia, gracias a las obras realizadas en una antigua mercería en la calle Mayor de Pardiñas. La vivienda tenía una planta baja con bodega; el escondite estaba encima de la bodega y se accedía a él desde dentro de la casa, sin necesidad de entrar por la calle.
Eulogio de Vega, alcalde socialista de Rueda, Valladolid, se escondió los primeros 40 días en un maizal y finalmente se instaló en su casa, donde sólo su mujer y sus hijos sabían de sus existencia. Estuvo oculto 28 años, desde 1936 hasta 1964.
Saturnino de Lucas, miembro de la UGT y el PSOE, alcalde de Mudrián, Segovia, pasó 34 años oculto, desde 1936 a 1970, sin dar un paso ni ponerse en pie. Escondido en la iglesia, con la ayuda del cura, durante los primeros cuatro años, después pasó 30 años bajo el tejado de una casucha, con la complicidad de sus padres y hermanos. El habitáculo medía 63 centímetros en su parte más alta, dos metros de ancho y cuatro de largo. Emparedado y soportando el rigor extremo del verano y el invierno, Saturnino sobrevivió leyendo periódicos, escribiendo miles de cuartillas y escuchando la radio. Al salir, en abril de 1970, declaró a los periodistas: "La fuerza humana es increíble; nadie está seguro de ello hasta que no lo siente. Nadie sabe de lo que somos capaces los humanos, nadie lo sabe". Murió sólo unos meses más tarde, en diciembre contaba solo
Protasio Montalvo , alcalde republicano de Cercedilla, Madrid, durante los dos primeros años de la Guerrea Civil, estuvo oculto durante 38 años, hasta julio de 1977, cuando ya se habían celebrado las primeras elecciones democráticas -15 de junio-. Cuentan Leguineche y Torbado que prolongó la reclusión influido por su hijo, que pretendía obtener beneficios. Lo cierto es que Protasio explicó: “hasta que no vengan aquí los dirigentes del PSOE a entregarme el carnet. Entonces tendré la seguridad de que nada me puede ocurrir”. Y así fue, un grupo de dirigentes socialistas, entre ellos, Peces Barba y Javier Solana, le entregaron el carnet el 18 de julio de 1977, paradójicamente en el 41º aniversario del alzamiento nacional.
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