dijous, 20 de juliol del 2017

Un viaje por las rutas de la memoria: la historia que nunca te han contado


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Asociaciones y entidades promueven museos, memoriales y recorridos para dar a conocer la historia silenciada del franquismo. En #LaMarea51 hemos realizado varias rutas. ¡Y queremos hacer más con tu ayuda!
18 Julio 2017
01:14
Un viaje por las rutas de la memoria: la historia que nunca te han contado
Cabo Peñes, en Asturias. ANTONIO MAESTRE
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Jimena de la Frontera, en la sierra gaditana. Un grupo de senderistas entra en una casa con paredes encaladas. Algunos saben lo que van a ver. Otros no. “Quienes conocen algo de la historia de La Sauceda y el Marrufo salen admirados por todo lo que allí encuentran, por lo bien que se explica lo sucedido y por los objetos personales recuperados junto a los 28 cadáveres que rescatamos y que se exponen en dos vitrinas”, explica el presidente del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, Andrés Rebolledo, impulsor de La Casa de la Memoria, un espacio público para la difusión, la divulgación, la investigación y el estudio de la memoria histórica.
Esas 28 personas –una de ellas su abuelo– fueron  asesinadas por las tropas franquistas en el cortijo del Marrufo, un campo de concentración en el que permanecieron encerrados los supervivientes del bombardeo y la invasión franquista de La Sauceda. “Y quienes ignoran lo que allí ocurrió –prosigue Rebolledo– o tienen una visión influida por el discurso dominante sobre la guerra se van con una sensación de que han descubierto una historia que nunca nadie les ha contado, se van un poco asombrados por la dimensión y la  enorme crueldad del genocidio que los fascistas cometieron. Muchos se van con la sensación de que algo les ha cambiado en su mente, y eso, creo, es algo muy importante”.
El Museo del Holocausto en Jerusalén. El campo de concentración de Auschwitz. El Memorial de los Juicios de Núremberg y el Museo de los Judíos en Berlín… ¿Cuántos lugares oficiales hay en España para recordar la represión franquista? La referencia internacional es, paradójicamente, el Valle de los Caídos. En la última edición de Fitur, la Ruta de Blas Infante, promovida por la cooperativa Atrapasueños, contó con el respaldo de la Junta de Andalucía. De carácter turístico-cultural, recorre los lugares que habitó el padre de la patria andaluza, asesinado en 1936.
Pero no es habitual que las administraciones públicas impulsen museos, recorridos o memoriales dedicados a las víctimas del franquismo. Y, lógicamente, no es habitual porque en este país la apología del franquismo sigue sin ser delito, la Fundación Francisco Franco recibe subvenciones públicas y todavía hay más de 100.000 personas desaparecidas a las que el Estado ningunea. “Porque, como dicen mucho aquí, el dictador murió en una cama y no es fácil recuperar lo que muchos tildan de una guerra perdida. Habría que hacer una reconstrucción histórica de los hechos”, afirma la periodista María Serrano, que acaba de publicar un libro sobre los lugares de la memoria en Andalucía, una figura creada por la Junta para proteger los escenarios de la guerra y la dictadura.
“El turismo de la memoria no es un concepto bien visto ni para las administraciones ni para muchas asociaciones que lo toman solo como una actividad de lucro. Sin embargo, creo que es muy importante que se puedan visitar esos espacios para difundir esa parte de la historia que está olvidada y que no es conocida por muchos sectores de la población. Si esto se queda en círculos cerrados deja de tener sentido”, añade Serrano, autora también de un documental sobre los campos de concentración en Sevilla. Muy pocos saben, pone como ejemplo, lo que fue Casa Cornelio, una taberna anarquista de la capital andaluza donde se edificó la actual basílica de la Macarena –donde sigue enterrado Queipo de Llano–: “Es triste que nadie sepa lo que hubo allí. Su nieto está reivindicando la memoria de ese lugar”. O lo que sucedió en los alrededores de la antigua plaza de toros de Cádiz, uno de los mataderos de la ciudad tras su ocupación por los golpistas en julio de 1936. Desde el día 31 de ese mes hasta el 10 de enero de 1937 fueron encontrados 185 cadáveres, según expone el grupo Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía (de CGT-A) en una propuesta a la Junta para catalogarlo como lugar de memoria.
El Marrufo y La Sauceda forman parte ya de esa lista oficial. Los creadores de La Casa de la Memoria han recibido apoyo económico de la Diputación de Cádiz, el Gobierno de Gibraltar y los ayuntamientos de Castellar de la Frontera, Casares y Jimena. La Dirección General de Memoria Democrática de la Junta también les ha otorgado una subvención para ordenar y catalogar todo el material del archivo. En la casa hay una exposición permanente que cuenta aquella barbarie  y cómo fue la represión franquista en todo el Campo de Gibraltar, una biblioteca con más de 2.200 libros, un salón de actos y un archivo histórico.
“Jimena es un pueblo muy bonito y con muchos atractivos naturales y culturales. La Casa de la Memoria viene a completar ese patrimonio. Hemos colaborado ya en dos iniciativas organizadas por una asociación de defensa del patrimonio llamada Tanit que, con el ayuntamiento, organiza actividades en las que participan cientos de personas, muchas llegadas desde otros puntos de la provincia. Quiere esto decir que, modestamente, contribuimos a hacer más atractiva y variada la oferta que Jimena ofrece al llamado turismo cultural”, sostiene Rebollo. Algunas visitas han reunido en la casa más de cien personas. En su inauguración, el pasado noviembre, hubo unas 300.

Historia por conocer

La otra punta de España. Ferrol (A Coruña). “Hacia el año 1589, por iniciativa de Felipe II, empezaba a construirse el primer ‘castillo’, que se llamó de San Felipe en honor al Santo Patrón del Rey. Todavía se conserva parte de esta obra primitiva, integrada en la construcción del siglo XVIII, ya reformada”, describe el folleto turístico de la página web del Ayuntamiento, donde aún no se informa de otra parte de su historia. “Tenemos identificados varios sitios donde se fusiló a gente y uno de ellos es el castillo de San Felipe, a la entrada de la ría de Ferrol”, cuenta Enrique Barrera, de la Asociación Cultural Memoria Histórica Democrática.
El colectivo, que trabaja en el norte de A Coruña, pretende ubicar dentro de la fortaleza un memorial para dar visibilidad a esta otra historia y que, de manera didáctica, pueda servir para explicar a los visitantes dónde vivían los presos, cómo vivían, dónde los fusilaban, etc. “Sería una especie de museo pensado para visitas no solo de gente que va a ver el castillo porque es muy bonito, sino también para estudiantes. El Ayuntamiento nos ha dicho que sí va a colaborar”, explica. Según el consistorio, el castillo recibió 33.000 visitantes en 2015, el lugar del Concello y de Patrimonio Histórico más visitado.
En la Semana Santa de 2016, la asociación ya organizó unas rutas con grupos de 25 personas: “Tuvieron mucho éxito. La gente se apuntaba. Y la mayoría reaccionaba con sorpresa porque no imaginaba que en un sitio tan bonito hubiera habido gente presa”, continúa Barrera. Allí, Amada García, por ejemplo, fue encarcelada embarazada y fusilada cuando dio a luz.  Fue una de las historias que causó más impacto. “Solo en las tres comarcas en las que trabajamos tenemos 900 fusilados pero mucha gente se ha quedado con el recuerdo de la última parte de la dictadura, que aunque sigue siendo dictadura no se fusilaba a mansalva como al principio. A eso se suma el intento que hay por ocultar la historia”, denuncia Barrera.
El este. La Jonquera (Girona). El Museo del Exilio (MUME), inaugurado en 2007, es el primer equipamiento de estas características dedicado a preservar la memoria y el legado del exilio republicano. Ubicado en el paso fronterizo por donde huyeron la mayor parte de los refugiados, se define como un espacio para la memoria, la historia y la reflexión crítica. “Y tiene una importante función pedagógica”, destaca su director, Jordi Font. “Responde –añade– a una necesidad en Cataluña y en España en general: una demanda de memoria de los que fueron vencidos, una especie de contramemoria a la memoria oficial que impuso el franquismo”.
Desde el museo, que partió de una iniciativa municipal a finales de los 90, se organizan también rutas a los lugares de memoria del exilio, bien a pie bien en autobús. El público se divide en adultos, en la mayoría de los casos con algún vínculo afectivo, y estudiantes de ESO y Bachillerato. “Es una oferta de turismo de memoria que propone el enriquecimiento cívico, cultural y la concienciación crítica, y la ayuda institucional ayuda a normalizar todo esto”, concluye Font. En el portal de viajes TripAdvisor dejaron este comentario: “En algunos momentos ponen la piel de gallina los testimonios tan crudos de los supervivientes en los campos de concentración. Me encantó la visita aunque salí cabreado de la injusticia que nos tragamos día a día, ya que algunos de los que orquestaron todo aquello tienen a sus nietos en el Gobierno de España”.
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