Familiares de víctimas de la guerra civil y el franquismo enterradas en Cuelgamuros asisten al inicio "esperanzador" de los trabajos exhumatorios
"Tenemos los mismos derechos que todo el mundo y esperamos que estas actuaciones tengan continuidad", dice Pedro Fausto Canales, uno de los primeros en reclamar los restos de un familiar
"Una puerta abierta para el resto de las familias, el principio del fin para todos", resume desde Cuelgamuros la presidenta de la Asociación de Familiares de los Republicanos enterrados en el Valle de los Caídos, Silvia Navarro
"Esperanza" ante el inicio de los trabajos de exhumación en el Valle de los Caídos. Los familiares de víctimas de la guerra civil y el franquismo enterradas en la mayor fosa común de España asumen el paso dado este lunes con anhelo, pero también "con cautela". Y es que la tarea preliminar del Instituto Torroja de Ciencias de la Construcción será evaluar en qué condiciones se encuentra el lugar e irá seguida de un informe sobre la situación del osario y la viabilidad, o no, de recuperar los restos reclamados.
Un juzgado de El Escorial permitió acceder al mausoleo donde está enterrado Franco para sacar a los hermanos Manuel y Antonio Lapeña, asesinados por los golpistas en 1936. Era la primera sentencia de este calibre, cumplida dos años después no sin superar antes un carrusel de obstáculos. Patrimonio Nacional accedió a rescatar a los combatientes franquistas Pedro Gil Calonge y Juan González Moreno. De ahí, el 23 de abril de 2018 los peritos de la institución perteneciente al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han entrado en Cuelgamuros.
"No habrá resultados claros ni inmediatos", asume Pedro Fausto Canales, uno de los "pioneros" en reclamar el rescate de las víctimas enterradas en el mausoleo franquista sin consentimiento de sus familias. "Esperanza y una puerta abierta para el resto de las familias, el principio del fin para todos", resume desde Cuelgamuros a eldiario.es la presidenta de la Asociación de Familiares Pro Exhumación de los Republicanos enterrados en el Valle de los Caídos, Silvia Navarro.
Las cajas 198 y 10.672
Pedro Fausto Canales busca a su padre, Valerico Canales Jorge, y a su tío, Victorino. La entrada de los arqueólogos en el Valle de los Caídos le da "esperanza" aunque prefiere mantener la "cautela". Por eso toma la jornada "como un día cualquiera", porque está "en la misma situación", dice: esperando permiso para rescatar a sus muertos.
La "cuestión" principal reside en que "todo esto tiene una dificultad técnica y que necesita voluntad", señala. Los técnicos del Instituto Torroja "tendrán que ver la viabilidad de acceso y la seguridad de poder actuar", un extremo que Canales no ve del todo claro "porque en virtud del informe, si entienden que no se puede pues… El inicio es esperanzador, pero tenemos que tener cautela".
"Tenemos los mismos derechos que todo el mundo y esperamos que estas actuaciones tengan continuidad", reclama. Él mismo lleva "investigando desde el año 2000" y con peticiones oficiales desde hace casi una década. Incluso a través de la querella argentina, como adelantó este periódico, cuando la jueza María Servini envió en 2016 un exhorto "al juzgado de lo penal correspondiente de El Escorial" que fue devuelto "sin siquiera admitir el informe que justificaba la actuación".
El padre de Fausto está entre las siete víctimas de Pajares de Adaja (Ávila) asesinadas en una cuneta del vecino pueblo de Aldeaseca. Eran una mujer, Flora Labajos, y Celestino Puebla, Emilio Caro, Román González, Pedro Ángel Sanz y Víctor Blázquez, además de Valerico Canales. Fueron sacados de sus casas en la madrugada del 20 de agosto del 36, ejecutados y sus restos trasladados a Cuelgamuros el 23 de marzo del 59.
Ahí siguen, "dentro de la caja 198". En el primer nivel de la cripta derecha, detrás de la capilla del Sepulcro. Su tío, Victorino, murió en el frente de Brunete. Había ido a Salamanca para estar más seguro y acabó alistado forzosamente a las tropas franquistas. "Me voy, no me voy a dejar coger como un corderito", dijo a su familia. Inhumado en un cementerio militar de los golpistas, pasó al Valle de los Caídos el 30 de diciembre de 1968. Está en la caja 10.672 de la cripta África, identificado con nombres y apellidos.
"Esto no ha hecho más que empezar"
"Soy sobrina nieta de José Antonio Marco, que fue secuestrado de su casa y asesinado en las tapias del cementerio" de Calatayud (Zaragoza), expone Silvia Navarro. El cuerpo fue sepultado en la fosa común del camposanto local el 2 de septiembre del 36. "Hasta que en abril del año 59 llegan unos camiones, proceden a exhumar la fosa y trasladan los restos al Valle de los Caídos", apunta.
Ahora la Asociación de Familiares Pro Exhumación de los Republicanos enterrados en el Valle de los Caídos queda "a la espera del informe preliminar de Patrimonio Nacional". Y continuarán trabajando para activar nuevas exhumaciones. "Esto no ha hecho más que empezar y ahora más esperanzados que nunca después de años de espera y gestiones infructuosas que no llegaban a ningún sitio", señala Navarro.
"Estoy esperanzado; tarde o temprano se conseguirá, aunque sabemos que no va a ser tan rápido, que es un camino difícil y político, y más si ponen obstáculos", resume Francisco Cansado, que también ha asistido junto a varias familias al inicio de los trabajos de prospección arqueológica.
"Trato de rescatar los cadáveres de mi abuelo y de su hermano, José y Antonio Cansado Lamata", apunta. Creen que están en el mismo columbario que otra decena de personas asesinadas y enterradas en una fosa de Morata de Jalón. Sonlos 12 de Ateca. Y cuentan que fueron obligados por los fascistas a cavar su propia tumba. La familia Cansado también participó en el escrito de denuncia que interpuso ante Naciones Unidas el abogado Eduardo Ranz, que también ha impulsado la exhumación de los Lapeña.
Los restos óseos de los hermanos Cansado y el resto de víctimas de Ateca acabaron en el Valle de los Caídos en el año 59. "La esperanza es que este proceso termine, y cuanto antes, mejor", señala, "aunque para llegar hasta aquí hayan hecho falta seis años de vericuetos judiciales". Y "se conseguirá porque no existe odio ni rencor, sólo ganas de tener a los nuestros en sus sitios de origen".
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