A Millán-Astray le gustaba gritar “Viva la Muerte”, aunque sobrevivió a varias heridas casi mortales que le desfiguraron y le convirtieron en el emblema de los Caballeros Mutilados. También se le atribuye un célebre “Muera la Inteligencia”, que habría proferido en su diatriba contra Unamuno, cuya muerte no debió lamentar.
Las extrañas circunstancias que rodearon los últimos momentos de D. Miguel suscitan muchas reflexiones. El excelente documental titulado “Palabras para un fin del mundo” las explora y deja en manos del espectador emitir su propio dictamen tras examinar nuevos datos allegados por una rigurosa investigación sobre los escasos documentos disponibles. Hay que felicitarse por contar con una película de no ficción tan bien elaborada, que permite al espectador meditar sobre la suerte corrida por una figura tan relevante de nuestro pensamiento.
A Unamuno le caracteriza mantener su propio criterio contra viento y marea. Su tesis doctoral versó nada menos que sobre los orígenes del pueblo vasco, el suyo al haber nacido en Bilbao. En ese trabajo enfatiza el papel nuclear jugado por el euskera en una cultura de tradición oral. Pese a publicar algunas cosas en euskera, Sabino Arana lo consideró como un vasco españolista.
Un joven Unamuno aboga por el ideario socialista, pero matizará su entusiasmo a causa de una crisis existencial y religiosa. Junto a Baroja y Azorín conforma la denominada Generación del 98. Viajará a Las Hurdes en busca de la España real antes que lo hiciese Alfonso II acompañado por Gregorio Marañón. Tomará partido por los rífeños contra la explotación minera de sus compatriotas españoles. Polemizará con Maeztu y Ortega. Siempre mantendrá sus propios puntos de vista para entablar duelos dialécticos.
En 1935 queda desierto el Premio Nobel de Literatura que le iban a conceder. La Fundación Nobel recibe una carta del Ministerio de Propaganda nazi, donde no se apoya que se otorgue a Unamuno el Nobel
Académicamente gozó de un prestigio indiscutible y en tres ocasiones ofició como Rector de la Universidad salmantina, siendo destituido cada vez del cargo por motivos políticos y mandatarios de signo muy diferente: Monarquía, República y Dictadura franquista. Sus ataques al Dictador Primo de Rivera le procuran verse desterrado en Fuerteventura.
Una vez indultado se marchó a Francia, residiendo primero en Paris y luego en Hendaya. Se presenta como concejal por la Conjunción Republicano-Socialista en las elecciones del 12 de abril de 1931 y es quien proclama la República en Salamanca, como si fuera el inicio de una nueva era. Le restituyen como Rector y es diputado en las Cortes hasta 1933. Su desencanto con la causa republicana le hace criticar al gobierno de Azaña y recibir en su domicilio al fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera.
En 1935 queda desierto el Premio Nobel de Literatura que le iban a conceder. La Fundación Nobel recibe una carta del Ministerio de Propaganda nazi, donde no se apoya que se otorgue a Unamuno el Nobel, al considerarlo un portavoz espiritual de la lucha contra Alemania. Pese a ello en 1936 decide respaldar al bando nacional, haciendo un llamamiento a los intelectuales europeos, al creer que los golpistas pueden corregir algunos desaciertos del régimen republicano y propiciar una regeneración política que no protagonicen ellos.
Este momentáneo entusiasmo no tarda mucho en dar paso a una profunda decepción. Le llegan innumerables cartas denunciando torturas y fusilamientos, hasta que le toca el turno a sus amigos más próximos. Esto le hace describir al franquismo como un entupido régimen del terror, fruto del maridaje de dos mentalidades reaccionarias: el cuartel y la sacristía. En El sentimiento trágico de la vida escribirá que “los motejados como intelectuales estiban tanto a los hunos como a los hotros. Si no les fusilan los fascistas, lo harán los marxistas”.
El féretro de Unamuno fue incautado a los familiares y portado por conocidos falangistas. Lo enterraron a las pocas horas de morir y se descartó hacer el examen de autopsia
Era complicado fusilar a una figura de tanto relieve internacional, aunque la idea debió tentarle mucho a Millán-Astray tras el famoso incidente de 1936 en el Paraninfo salmantino, tan asociado al aserto unamuniano de “Venceréis pero no convenceréis”. La fuerza bruta puede conseguir lo primero, mas nunca logra persuadir. Conquistarán, pero no convertirán, escribe Unamuno.
Aquel Doce de Octubre, Día de la Raza y comienzo del curso académico, Unamuno enfurece a quien fue primer Jefe de la Legión y tuvo como segundo a un joven comandante Francisco Franco. Convertido en Caudillo, este designó a Millán-Astray como Jefe de la Oficina de Prensa y Propaganda del Gobierno de Burgos, el equivalente funcional del Goebbels de Hitler. Unamuno reivindica en su breve discurso la figura del filipino José Rizal, con quien había coincidido en la Universidad madrileña y que fue fusilado en Filipinas por las huestes de Millán-Astray. Todo esto en el Día de la Raza. En el Paraninfo había muchas armas y Unamuno estuvo a punto de no salir vivo de trance.
Recluido en su casa llegó a expresar su temor de que pudieran asesinarlo. El día de su muerte lo visitó el falangista Bartolomé Aragón, único testigo presencial de su fallecimiento y que justificaría la quema de libros citando al Quijote. No es cosa de arruinar con un spoiler la visión de documental citado al principio: “Palabras para un fin del mundo”. Es preferible que lo vean, como se lee una novela de misterios, y se formen su propia opinión. En todo caso el féretro de Unamuno fue incautado a los familiares y portado por conocidos falangistas. Lo enterraron a las pocas horas de morir y se descartó hacer el examen de autopsia que legalmente demandaba la causa del fallecimiento.
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