http://blogs.publico.es/memoria-publica/2014/03/17/cautivos-y-desarmados/
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“Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombre. De paso, también a las mujeres de los rojos, que ahora por fin han conocido hombres de verdad, y no castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará.“
Queipo del Llano, ese militar que instigó la brutal represión y el exterminio en Andalucía durante la guerra civil, pronunció esta frase nunca condenada por esa España que tanto nos une. Puro aborto cuartelario. Son palabras ladradas que envilecen a todo hombre de bien. Son palabras que sino se fumigan se transmiten como la sarna. Y así ha sido, desde hace tiempo que tenemos la piel dura, cubierta de esta sarna, pues nadie hubo que las condenara de entre esos hombres a los que dijo proteger este carnicero. Si escarbamos en los entresijos de nuestra sociedad encontraremos ejemplos, principalmente entre la basura televisiva, donde Queipo marco estilo. Y ni muerto el enano Dictador hubo de entre todos esos hombres justos, católicos y de bien quien abominara de este engendro humano. La Transición enmudeció, la Transición olvidó, la Transición consintió,.
Sembradas están las cunetas por la represión de Queipo del Llano, sobre ellas arrojó semillas de silencio y olvido. De sus actos ni esa Iglesia del amor momificado lo ha juzgado. Al contrario, en vez de arrastrar su cadáver hasta el Guadalquivir encontramos su tumba en una de las capillas de la iglesia de la Macarena en Sevilla. Así pues esa Iglesia en mayúsculas premió, consintió y perdonó al genocida. Un confesionario monta guardia cual garita ante su tumba, y el cura es el Cerbero perpetuo de su losa. Está claro de quélado ha estado siempre la Iglesia por mucho que se le llene la boca de falso amor cristiano. Ya vemos quien ha puesto siempre la mejilla. La Transición enmudeció, la Transición olvido, la Transición consintió.
Y solo en España los aspirantes a genocidas tienen un lugar para peregrinar y admirar. Para ellos Queipo del Llano, junto con Franco y su Valle, son ejemplo de que en la marca España, la que nos une, el crimen tiene premio y gana el cielo si se escoge el lado adecuado. España es diferente: España nos une, y España nos descerraja en la nuca, y todo queda perdonado y santificado siempre y cuando el genocida lo haga en su nombre. Y la Transición enmudeció, la transición olvidó, la Transición consintió.
Y solo en España los aspirantes a genocidas tienen un lugar para peregrinar y admirar. Para ellos Queipo del Llano, junto con Franco y su Valle, son ejemplo de que en la marca España, la que nos une, el crimen tiene premio y gana el cielo si se escoge el lado adecuado. España es diferente: España nos une, y España nos descerraja en la nuca, y todo queda perdonado y santificado siempre y cuando el genocida lo haga en su nombre. Y la Transición enmudeció, la transición olvidó, la Transición consintió.
¿Y donde estas tú, García Lorca? ¿Dónde han de ir los poetas a llorar tu muerte? Eres el ejemplo insepulto de lo que nos diferencia. Querías llevar la cultura por los pueblos, querías que la gente comprendiera, razonara, y con el arte de las palabras se emocionara. Querías que las amargas horas del jornalero se aliviaran con un primer verso, con un acto de teatro, un ensayo o una novela. Eres ya solo un desaparecido, ni siquiera una sombra, humo o cenizas. Eres quien no ha muerto, quien no esta vivo. Nadie sabe donde llorarte, donde guardarte silencio y respeto. Eres la España a quien helaron el corazón junto alguna cuneta de alguna carretera, sendero o camino. Eres la España que nos diferencia, que nos separa cada día que pasa. La Transición enmudeció, la Transición olvidó, la Transición consintió.
La extenuación, Antonio Machado, te llevó a la muerte en aquellos días azules que eran como los de tu infancia. Seguiste la senda de tu madre, mientras con mirada perdida contemplabas el horizonte en el que se dibujaban tus pasos perdidos por los campos de Castilla. Sabías que la España que nos une jamás te dejaría volverla a pisar, y que nunca más recorrerías las calles sevillanas de tu infancia. Afortunadamente te enterraron en algún lugar donde llorarte, donde tratar de beber en el aire la esencia que queda de tus versos. Pero hoy tu tumba se encuentra en un pequeño cementerio de una ciudad mediterránea que nunca fue de la España que nos une. Esa España que te utilizó todo lo que pudo ya no te quiso ver y te condeno al ostracismo en muerte. ¿Y que premio te dio esa España que tanto nos une? Cualquier otro escritor, cualquier otro poeta siempre de cualquier otro país, teniendo tu obra, habría merecido ser llevado en procesión desde tu sepultura al lugar de más honor de las letras. Pero no, la España que nos une ni olvida ni perdona aunque seas un poeta. Eso sí, el cadáver del abuelo de este rey que nos une regresó y fue enterrado en multitudinaria ceremonia. Pero tú no eras hijo de rey, Antonio, tan solo eras eso, poeta. No eras genocida tampoco, Antonio, únicamente poeta. Ya ves Antonio, la diferencia. Y la Transición olvidó, la Transición enmudeció, la Transición consintió.
Pero nuestra es la culpa pues aceptamos el pacto con el diablo por un futuro sin recuerdos, por un futuro sin pasado. Vendimos el alma al demonio por un plato de cemento y ladrillos, y evidentemente, como no podía ser de otra manera, Lucifer nos la ha jugado. Y hemos llevado y llevaremos ese estigma de Abel en nuestras almas como cáncer, lepra y sarna latentes y eternas apoderándose lentamente de nosotros. Y viviremos la condena al Infierno que ya se abre ante nuestros pies, sabiendo que hemos olvidado, hemos enmudecido y hemos consentido. Y Caronte ya nos aguarda, y en el sonido hueco entre brumas de la laguna de Estigia se oyen los ladridos de Cerbero. En el día de hoy,definitivamente cautivos y desarmados, el Fiestuki ha terminado.
Autor: Ignacio Fiz
Publicado en : http://www.tercerainformacion.es
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