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La polémica por la presencia de retratos de alcaldes franquistas en la planta noble del Ayuntamiento de Bilbao reaviva los rescoldos sobre qué hacer con los símbolos de la dictadura.
Eduardo Azumendi - Vitoria-Gasteiz
EH Bildu ha vuelto a despertar un fantasma que nunca ha terminado de marcharse, el del franquismo y sus vestigios en Euskadi. Su demanda de retirar los retratos de los alcaldes de la época de la dictadura colocados en el Ayuntamiento de Bilbao se ha convertido ya en una cuestión que ha trascendido la política municipal. Porque cuando se habla de franquismo en cualquier rincón de la comunidad autónoma siempre termina en un encendido debate sobre qué hacer con el pasado y con los símbolos que aún perviven de aquella época.
En el caso de los cuadros de los alcaldes, el actual regidor de Bilbao, Iñaki Azkuna, lo ha tenido muy claro desde el primer momento: "No quitaré ni un cuadro porque hay que respetar la historia". Y con su habitual contundencia añadió que no va a permitir que EH Bildu, que "llevan 40 años enseñando cuadros en manifestaciones, muchas veces de asesinos", le dé clases de democracia. "Me parece muy atinada la respuesta de Azkuna de negarse a retirar los cuadros", resalta José María Ortiz de Orruño, profesor de Historia Contemporánea de la UPV y director de Instituto de Historia Social Valentín de Foronda. Al final, se habilitará un espacio en la casa consistorial para exponer de forma contextualizada todos los cuadros de los alcaldes de la villa
"La clave reside en la exaltación. ¿Unos cuadros colgados en una pared que llevan años ahí y que pueden pasar desapercibidos deben quitarse? ¿Es que acaso se agolpan multitudes para contemplarlos? No se busca ningún tipo de exaltación con ellos. La historia les juzgará. Y vaya por delante que el franquismo es un régimen que vulneró los derechos humanos y merece un rechazo moral absoluto".
"Pero el pasado es el que es", continúa, "y aunque algunos sostienen que la historia puede cambiar el pasado, no es así. Lo único que se puede hacer es estudiarlo y explicarlo para que pueda ser entendido y para que no se cometan los mismos errores. Recuerdo la frase de Fernando VII de quitar del medio del tiempo la Constitución que se aprobó en 1812, como si no hubiese ocurrido jamás. Imposible, se trata de una imbecilidad. Una cosa es que queden algunos vestigios del pasado que pasan desapercibidos y que pueden servir como testimonio y otra cosa es la exaltación".
La retirada de los símbolos franquistas de Euskadi ya estuvo encima de la mesa del anterior Gobierno vasco, que incluso diseñó un plan junto a la Asociación de Municipios de Euskadi-Eudel. El objetivo era determinar qué símbolos deben ser retirados y cuáles deben preservarse por motivos históricos o artísticos. En la actualidad, alrededor de un centenar de calles, escudos y monumentos ensalzan la dictadura.
El estudio ha revelado que las localidades vascas conservan cerca de 70 nombres de calles, una treintena de escudos y monumentos singulares y un millar largo de placas en viviendas. La dictadura pobló los espacios públicos de símbolos de exaltación del régimen, lugares de culto y recuerdo a los “mártires” y muchos de ellos todavía perviven.
Placas en viviendas
Las placas de vivienda son el vestigio franquista más numeroso y extendido en Euskadi. El estudio ha localizado y catalogado un total de 1.128 placas en 35 municipios diferentes, destacando las 300 placas contabilizadas en Vitoria, las 137 placas de Bilbao, las 64 placas de Basauri (Bizkaia) o las 41 placas de Irún (Gipuzkoa).
El catálogo no menciona en ningún momento los cuadros de los alcaldes de la época franquista que adornan la planta noble del Ayuntamiento de Bilbao. Para José Antonio Pérez, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco y miembro del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, los cuadros de los alcaldes deben seguir donde están porque “no representan una exaltación del régimen franquista”. Este especialista en memoria del franquismo y la transición sí reconoce una solución intermedia entre retirarlos totalmente y que se mantengan como ahora. “Tal vez la relación de cuados con esos alcaldes se podía documentar con unos paneles explicativos que reflejasen quienes fueron, cómo se eligieron…Otros símbolos sí que merecen ser retirados, pero estos cuadros ni están imbuidos ni transpiran ni hacen apología del franquismo”.
Entre los símbolos que sí merecen ser retirados, Pérez cita el escudo con el águila imperial que preside el edificio de Hacienda en Bilbao o la cruz de Lemoa (Bizkaia), donde una inscripción recuerda a los caídos en defensa de “España y de Dios”, en clara referencia al bando de los franquistas. “En el caso de estas dos huellas del franquismo sí es criticable que sigan manteniéndose, pero los cuadros no ofrecen ningún problema”.
A la hora de decidir retirar o conservar algunos de los vestigios que figuran en el estudio del Gobierno vasco, los autores del trabajo mantienen algunas dudas. Por ejemplo, el franquismo asumió como símbolos propios personajes o lugares que en su origen pudieron no tener una relación directa con la dictadura como el caso del exalcalde de Bilbao Gregorio Balparda, que da el nombre a una calle en la capital vizcaína o varias calles que llevan el nombre de sacerdotes.
La segunda advertencia es que algunos de los vestigios “pueden resultar valiosos para la investigación histórica”. En el caso de que finalmente se opte por retirarlos, los expertos indican que nunca deberían ser destruidos. Al fin y al cabo, apunta Pérez, “representan una herramienta de trabajo para investigadores e historiadores, que son los que tienen que mostrar lo que sucedió en aquel momento”.
“Lo importante”, prosigue el especialista, “es no provocar un problema donde no existe, como es el caso de los cuadros de los alcaldes. Se trata de una tormenta en un vaso de agua. El peligro es sacar las cosas de quicio y no dejarse guiar por el sentido común”.
En este punto, Iñaki Azkuna parece coincidir con las reflexiones de los historiadores. Cuando se suscitó la polémica se mostró tajante en “no quitar nada porque hay que respetar la historia y, aunque nos moleste y no tenga las mimas convicciones que los alcaldes franquistas que están pintados en el Ayuntamiento, no soy nadie para quitarlos”.
La tormenta del Ayuntamiento de Bilbao pasará, pero los fantasmas franquistas siempre permanecerán cerca porque nunca han terminado de marcharse de Euskadi.
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