Blog d'en Jordi Grau i Gatell d'informació sobre les atrocitats del Franquisme.....
"Las voces y las imágenes del pasado se unen con las del presente para impedir el olvido. Pero estas voces e imágenes también sirven para recordar la cobardía de los que nada hicieron cuando se cometieron crímenes atroces, los que permitieron la impunidad de los culpables y los que, ahora, continúan indiferentes ante el desamparo de las víctimas" (Baltasar Garzón).
El proceso se deriva de la denuncia que Blanca Serra presentó ante la Fiscalía por las torturas que sufrió durante sus detenciones entre 1977 y 1982 en la comisaría de la Via Laietana de Barcelona.
La activista de la izquierda independentista Blanca Serra a su llegada esta mañana a la Fiscalía de Barcelona.EFE
Blanca Serra, la primera víctima de torturas de la policía franquista que declara ante la Fiscalía, se ha mostrado esperanzada en que esta investigación sirva para "recuperar un pasado que no ha acabado" y para que "la juventud sepa" qué sucedió: "Hoy es un gran día para la memoria".
Serra comparece este lunes ante la fiscal delegada de Memoria Democrática de Barcelona, Sara Expósito, a raíz de la denuncia que presentó ante el Ministerio Público para pedir que se investiguen las torturas que sufrió en 1977 en la comisaría de la Via Laietana de Barcelona, cuando fue detenida por la policía franquista.
La Fiscalía abrió diligencias a raíz de la denuncia presentada por Blanca Serra, en su primera investigación para indagar las torturas perpetradas durante el franquismo. Esto se lleva a cabo en base a la ley de Memoria Democrática de 2022, que insta a abrir procesos que permitan satisfacer "el derecho de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición".
La investigación se deriva de la denuncia que Serra (Barcelona, 1943) presentó ante la Fiscalía por los tratos vejatorios y torturas que mantiene que sufrió durante sus detenciones entre 1977 y 1982 en la comisaría de la Via Laietana de Barcelona junto a su hermana Eva, ya fallecida y con la que compartía militancia en la izquierda independentista catalana.
"Hay que seguir hablando de lo que pasó"
El Ministerio Público anunció que abría por primera vez diligencias penales para indagar las torturas sufridas por Blanca Serra -ceñidas a lo sucedido en 1977, antes de la aprobación de la Constitución- después de que la justicia haya rechazado reiteradamente investigar los crímenes contra la humanidad del franquismo, escudándose en que la ley de amnistía lo impide.
Blanca Serra ha acudido a la Fiscalía de Barcelona arropada por decenas de compañeros de militancia, así como por los líderes de la asociación proderechos humanos Iridia y Òmnium Cultural. Estos la representan con sus servicios jurídicos, además de la ANC y el Consell per la República.
Para la activista, que ha entrado en la Ciudad de la Justicia apoyada en un caminador por sus problemas de movilidad, hoy supone "un gran día para la memoria y para recuperar el pasado", así como para "visibilizar" la violencia infligida por el franquismo a sus disidentes políticos, en especial "la persecución por género".
"He hecho esta denuncia en mi nombre y el de mi hermana, ya fallecida, y de toda la gente que ha pasado por Laietana 43", ha proclamado Serra, que cree que aunque el asunto no tenga consecuencias penales servirá para "abrir el tema, para que se continúe hablando".
Un debate que entiende imprescindible, especialmente para que la juventud conozca la violencia del régimen franquista: "Vivimos el 50 aniversario de la muerte del dictador y hay muchas cosas que no han cambiado".
"Crímenes de lesa humanidad que no prescriben"
Serra espera que, si el caso no tiene "continuidad judicial", sirva al menos para "cambiar" el proyecto de reconvertir la comisaría de Via Laietana de Barcelona en un espacio de memoria que mantenga el uso policial actual. "Es intolerable que torturadores y torturados compartamos el mismo espacio", sostiene.
Por su parte, Anaïs Franquesa, directora de Iridia, ha lamentado que el proceso abierto con la denuncia de Blanca Serra "llega muy tarde", por lo que muchas víctimas han muerto sin tener oportunidad de declarar, y ha advertido de que "queda mucho trabajo por hacer".
"Vendremos las veces que haga falta", ha añadido Franquesa, tras subrayar que la violencia contra represaliados durante el franquismo constituye "un crimen de lesa humanidad, que no prescribe, porque fue una tortura sistemática de un régimen dictatorial contra sus opositores políticos".
Para la directora de Iridia, las torturas de la dictadura "se tienen que investigar, juzgar y condenar, si queremos vivir en una democracia plena".
Del exilio al exterminio por ser republicanos, devorados por el silencio de Europa: 4.761 españoles murieron en Mauthausen de hambre, enfermedad y por el trabajo esclavo
El régimen franquista, con la siniestra figura de Ramón Serrano Suñer al frente, no organizó directamente la deportación de españoles a los campos de exterminio, pero su complicidad fue sanguinariamente efectiva. Franco y su gobierno cerraron las puertas del regreso y señalaron a los republicanos como 'rojos' ante las autoridades nazis. Entre julio y agosto de 1940, más de 100.000 españoles fueron registrados en suelo francés. Miles de ellos acabarían siendo marcados con el estigma de 'Rotspanier' —los de la España Roja— y empujados hacia las alambradas de Mauthausen, donde les aguardaba el horror.
El 5 de mayo de 1945, un trozo de tela improvisado colgaba sobre la entrada del campo de concentración de Mauthausen. En letras grandes, escritas a mano, decía: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras". No era un gesto de esperanza. Era un grito. Un último acto de orgullo de quienes lo habían perdido todo, salvo la dignidad.
Ochenta años después, esa pancarta sigue hablando. Habla por los más de 7.500 republicanos españoles que pasaron por Mauthausen, el campo de concentración al que los nazis llamaban, con macabra precisión, “el de los españoles”. De ellos, al menos 4.761 murieron, devorados por el hambre, la enfermedad, el trabajo esclavo… y el olvido.
La traición de Francia
Todo comenzó tras la derrota de la Segunda República. Medio millón de personas huyeron a pie, entre disparos, por la frontera con Francia. Pero la acogida no fue un refugio, sino otra trampa. Los llamaron "indeseables", los encerraron tras alambradas en la arena helada de Argelès o Gurs. El país que debía ofrecerles asilo, los empujó a elegir: o morir de miseria, o servir como carne de cañón en sus batallones.
Mauthausen, un campo destinado a destruir
Y así fue como miles de españoles acabaron luchando contra el nazismo en tierras ajenas, sin bandera y sin futuro. Cuando Francia cayó, ellos no tenían embajada que los salvara. Capturados por la Wehrmacht, fueron etiquetados como “rojos españoles”, enemigos del fascismo, basura sin Estado. Alemania los mandó directamente al infierno: Mauthausen, un campo destinado a destruir.
Allí llegaron marcados con un triángulo azul invertido. Apátridas. Como si dejaran claro que ni vivos ni muertos tendrían lugar en el mundo.
El primer convoy partió desde Angulema en 1940. Iban familias enteras: hombres, mujeres, niños. Al llegar a Mauthausen, los nazis separaron a los hombres, los obligaron a formar filas y los deportaron. A sus mujeres y a sus hijos no se les volvió a ver. Solo 146 de esos primeros 927 hombres sobrevivieron.
Los españoles fueron destinados al trabajo más brutal: la cantera de Wiener Graben, donde se extraía granito para los delirios arquitectónicos del Reich. Cargaban piedras de hasta 50 kilos subiendo una escalera de 186 peldaños, la temida escalera de la muerte. Allí caían los más débiles. Si no morías por agotamiento, te empujaban. O te disparaban.
Muchos fueron trasladados a Gusen, el campo hermano de Mauthausen. Pero si Mauthausen era el infierno, Gusen era su sótano. Allí no había selección. Solo condena. La esperanza de vida de un deportado era de semanas. A veces, días.
También los llevaron a Hartheim, un castillo reconvertido en centro de exterminio. Allí no había hornos. Solo duchas. Pero del agua no salía nada. Los gaseaban. Muchos murieron sin juicio, sin nombre, sin historia. Pese a todo, resistieron. Organizados, se ayudaban unos a otros, compartían un trozo de pan, un susurro en español. Entre el barro y el miedo, mantenían viva la memoria de una República vencida pero no rendida.
Del campo al exilio
Cuando las SS huyeron en mayo de 1945, los españoles se encargaron de organizar la entrada de los aliados. No fue una liberación. Fue una conquista de los supervivientes. Pero España no los esperaba. Franco seguía en el poder. Volver era imposible. Así que muchos se quedaron en Francia. Sin medallas. Sin homenajes. Sin reconocimiento. Solo con la memoria. Esa que hoy, ochenta años después, seguimos desenterrando.
En 1962, los antiguos deportados españoles lograron levantar un monumento en Mauthausen. No fue un regalo institucional. Fue una suscripción popular. Lo pagaron ellos. Con lo que tenían. Cinco columnas de granito honran a los Rotspaniers —los “rojos españoles”— que nunca se rindieron, aunque el mundo les diera la espalda.
François Godicheau Université Toulouse Jean-Jaurès, FRAMESPA
Jorge Marco University of Bath/Grupo de investigación Espacio, Sociedad y Cultura en la edad contemporánea
Aunque cueste creerlo (y a nosotros mismos nos cuesta), este libro representa la primera síntesis colectiva de la historiografía española sobre la historia del régimen franquista en el siglo XXI. Reúne 29 contribuciones de 34 historiadoras e historiadores de casi tantas universidades españolas repartidas en todo el territorio nacional, más dos francesas, una inglesa y una canadiense. Ha sido concebido desde el principio como una herramienta para hacer llegar al gran público y a los docentes los conocimientos más recientes y consensuados sobre el franquismo producidos por la investigación científica.
La idea de este libro nació de un gran congreso celebrado en el extranjero, en marzo del pasado año 2024, en la ciudad francesa de Toulouse, considerada por muchos como la capital del exilio español iniciado en 1938-19391. Allí, en la sala de deliberaciones cedida por el Consejo departamental de la Haute Garonne (la provincia de la que Toulouse es capital), la historiografía española especialista de la dictadura encontró a un amplio público de centenares de personas: estudiantes, docentes, descendientes del exilio, curiosos, todos muy atentos y exigentes2. Se trataba, a través de este evento, de organizar un verdadero desembarco de la historiografía española en Francia, aunque solo pudo estar una parte de la comunidad de las y los que hacen la historia del franquismo. Estuvieron representadas tres generaciones, demostrando la vitalidad de este campo del conocimiento del pasado, por otra parte, no siempre bien conocido en la historiografía internacional. Esta ignorancia fue el punto de partida de la iniciativa, sencillamente porque resulta problemático que en Europa se desconozca hasta este punto una de las dictaduras más duraderas y sangrientas del siglo xx, especialmente en las circunstancias de nuestro presente.
En efecto, en el contexto de progreso espectacular de las extremas derechas en Europa y en el mundo, las conexiones internacionales entre partidos de extrema derecha, neo-fascistas, neo-franquistas y neo-nazis se refuerzan con la internacionalización de una ofensiva ideológica que abarca igualmente a la alt-right estadounidense, hoy triunfante. Entre los materiales de esta ofensiva, los relatos tradicionales de ese mundo político sobre el pasado de España constituyen un recurso notable. Ello ha dado lugar a la traducción al francés de un producto importante de la fábrica de relatos neo-franquista en una editorial de extrema derecha especializada en todos los temas favoritos de la propaganda de ese sector3. La conversión de este producto nacional, conformado para un público español impregnado o preparado por las políticas de memoria franquistas, en objeto de exportación, descansa en lo que comparte con las retóricas de la extrema derecha internacional.
Sin embargo, el hecho de que se pueda vender fuera de España un reciclaje de la propaganda de guerra franquista destinado inicialmente a rearmar las derechas del país recalca también el carácter internacional que tuvo esta propaganda. En este sentido, la ignorancia supina hacia el régimen franquista en Francia nunca ha sido sinónima de vacío, de ausencia de imágenes e ideas. Al contrario, la idea falaz de que el franquista fue un régimen poco más que autoritario, cierto que aliado de los fascismos en sus primeros años, pero evolucionando luego hacia una dictadura paternal conservadora, un decorado de pandereta, en fin, algo bastante inocuo, esa idea no solo es el reflejo de cierta mirada condescendiente heredada de la masificación del turismo a partir de los sesenta. Es también el resultado de la exitosa propaganda del régimen para presentarse a nivel internacional como socio aceptable en el marco de la guerra fría; es el resultado del maquillaje y de la ocultación sistemática de la violencia criminal fundadora del régimen, el único régimen entre los fascismos de los años treinta que tuvo la posibilidad de organizar el olvido de sus crímenes porque no fue vencido en la guerra mundial.
Franco y Hitler, en Hendaya, el 23 de octubre de 1940. / picture-alliance/Judaica-Samml/Newscom/Efe
El conocimiento del régimen dictatorial español es tanto más necesario hoy en Europa cuanto que presenta esta particularidad y la de conectar la época de los fascismos con nuestra época, que empieza con el cuestionamiento neo-liberal del consenso keynesiano de postguerra en los años 1970 y parece desembocar en un auge de la extrema derecha. Por esta razón era deseable el «desembarco» en Francia de historiadores e historiadoras que han abierto sus investigaciones a cuestiones internacionales, conectando el franquismo con la historia de Europa en el siglo xx: temas como el fascismo y sus regímenes afines, las instituciones, las culturas de la guerra y de exterminio, las resistencias políticas e individuales, las actitudes políticas, la complicidad y el control social, entre otros. Durante este congreso de Toulouse, la historiografía española del franquismo se ha visto, a través del muestrario que representaron los presentes, como en un espejo. Las y los colegas participantes, que se leen unos a otros desde hace años, pero que no todos se conocían en persona, compartieron la experiencia y la conciencia de la solidez de los consensos historio- gráficos que han ido produciendo, de la riqueza de sus debates y de la fineza de los análisis más recientes.
Ahora bien, ¿qué es una historiografía? Vale la pena formular la pregunta por- que la respuesta nos remite inmediatamente a la distinción esencial entre ciencia y cuentos. Una historiografía no es una lista de referencias académicas a libros y artículos en revistas profesionales: es una comunidad científica animada por intercambios intensos y consensos, fundamentados unos y otros en la crítica a la metodología de los trabajos que se ofrecen para el debate. Las historiadoras y los historiadores no son solo gente que van al archivo y escriben libros sobre el pasado fundados en evidencias sacadas de los rastros que nos ha legado ese pasado. Son profesionales que elaboran colectivamente preguntas e interpretaciones a través de un sistema de intercambios y convalidaciones cuya apertura y reglas garantizan la solidez y el carácter científico de los resultados. El conocimiento científico se construye colectivamente y la imagen de un hombre o un grupito de hombres poseedores de la verdad enfrentándose a toda la comunidad científica es una ridiculez que provocaría risa y vergüenza ajena si la viéramos en el campo de las ciencias del universo. De hecho, Francia ha conocido semejante pretensión en la persona de los hermanos Bogdanoff, dos pretendidos astrofísicos objetos de mofa por la monstruosidad que la cirugía estética había producido en ellos, pero sin embargo capaces de promover sus teorías fantasiosas, apoyadas en la obtención de dos doctorados, uno en física teórica y el otro en matemáticas4. La obtención de títulos universitarios no bastaba para hacer de ellos unos científicos: la ciencia descansa en un sistema de validación colectiva que pasa por el debate abierto y la crítica a las interpretaciones y teorías.
Esta actividad crítica es lo que ha facultado a los y las profesionales de la historia en España para producir un conocimiento sólido de cómo funcionaba el régimen franquista; les ha permitido salir de las preguntas y de las categorías tradicionales de abordaje del franquismo, las que se habían heredado de las luchas políticas entre la propaganda franquista -con su enorme capacidad para orientar los debates durante varios decenios- y el antifranquismo. En sus reflexiones sobre las ciencias sociales, el fundador de la sociología Émile Durkheim situaba la crítica a las categorías del sentido común en el centro de la actividad científica: el trabajo crítico de los científicos sociales debía orientarse a cuestionar los prejuicios sociales e ir más allá del sentido común. 5 Esto empezaba por criticar las categorías usuales en los debates del hombre de a pie, que incorporan sus creencias, valores y conectan con sus emociones, y llegar a categorías que sirvan como herramientas de análisis: comunes, claras, desembarazadas de las cargas valorativas de los debates de la calle. Este trabajo crítico de los colectivos científicos es básico, esencial y es lo que permite construir objetos de conocimiento científico a partir del material bruto que les presenta la realidad social presente y pasada. Esto les permite saber de qué está hecha esa realidad más allá de los puntos de vista muy diversos y del reino de la opinión.
En historia, este esfuerzo consiste en salir de los mitos propagados por las políticas de memoria y en particular por los mitos de la «novela nacional», que usan categorías que identifican moralmente a los colectivos y transmiten valoraciones morales y políticas, categorías, términos y palabras de las guerras de ayer que prefiguran el sentido general de lo que se está contando. Los mitos no son solo relatos falsos o no científicos, son narraciones que, como los cuentos, permiten transmitir valores, que fundamentan o reaseguran identidades colectivas. Esas suelen ser nacionales, religiosas o de determinada corriente política que identifican una comunidad de referencia, naturalizada gracias al anclaje en el pasado. Asimismo, el sentido común es el material con el que juegan hoy los populismos que buscan movilizar el pasado, hacerlo hablar como el ventrílocuo con su marioneta: hacen surgir esa voz que viene de nadie sabe dónde y nos dice quiénes somos y de dónde venimos. Esa magia en realidad tiene un truco que consiste en presentar como revelaciones, verdades ocultas por gente malintencionada, unas cosas en realidad trilladas: la religión patriótica también es una religión revelada. Pero lo más importante es que esos relatos despiertan entre el público la sensación de reconocer su carácter verdadero porque conectan con saberes previos, cosas aprendidas y luego olvidadas, porque confirman opiniones profunda- mente arraigadas y sintonizan con valores identificados como propios.
Prisioneros del campo de concentración de Miranda de Ebro (foto: mirandamemoria.es)
Las historiadoras y los historiadores lo tienen más difícil porque lo que transmiten es contraintuitivo, siempre más complejo de lo que se pensaba, porque muchas veces no corresponde bien a lo que unos quieren escuchar y resulta incómodo. Y lo hacen porque entre ellos y ellas, ya han recibido las críticas incómodas que han obligado a avanzar hacia conocimientos nuevos, imprevistos.
En este sentido, la historiografía española sobre el franquismo ha recorrido un largo camino porque el sentido común más difundido en el país, a pesar de la profundidad del cuestionamiento de la dictadura desde el antifranquismo y durante la transición, es el resultado del enorme poder de control, manipulación y difusión de la información que estaba en la base misma del régimen y sirvió desde los primeros momentos para tergiversar la realidad y en particular sus propias prácticas. A esa capa espesa se añaden los debates internacionales que enmarcaron la visión de los regímenes de los años treinta y se desarrollaron en el marco de la guerra fría. Podemos tomar tres ejemplos de debates heredados que han sido superados y han dado lugar a agendas de investigación mucho más refinadas que nos permiten ahora describir y analizar la anatomía de esa dictadura que llamamos «el franquismo»6.
El primero tiene que ver con la orientación únicamente cuantitativa de la historia de la violencia franquista y viene de los grandes y continuos esfuerzos para desenterrar realidades que la dictadura se había preocupado de hacer desaparecer y proporcionar estimaciones sólidas al público. Se trataba de revertir no solo la propaganda del régimen al respecto sino también el postulado del equilibrio de las faltas y los crímenes que estuvo en la base moral de la transición, pero carecía de fundamento científico y había sido preparado con fines exculpatorios por la propia dictadura.
El segundo debate giró en torno a la categoría de totalitarismo, concepto nacido en los años veinte en Italia, utilizado por un grupo de intelectuales críticos con el fascismo, pero reivindicado luego por el propio Mussolini; durante los primeros años de la Segunda República, y los de la guerra mundial, fue reivindicado también por la extrema derecha española y los prohombres de la dictadura, Franco inclusive. Sin embargo, la categoría sufrió varias mutaciones en las décadas siguientes. En los años cuarenta y cincuenta fue empleado por varios intelectuales de izquierda y liberales críticos con el comunismo estalinista como Arthur Koestler, George Orwell o Hannah Arendt para abarcar los modelos de la URSS y la Alemania nazi en un marco comparativo común. En los años sesenta este concepto fue resignificado por académicos conservadores en EEUU e Italia bajo la influencia de las pugnas ideológicas de la guerra fría.
Firma de los Pactos de Madrid 26 de septiembre de 1953 en el Salón de Embajadores del Ministerio de Asuntos Exteriores (foto: Manuel Sanz Bermejo/ABC)
En este contexto, el sociólogo hispano-alemán con residencia en EEUU Juan José Linz desarrolló la teoría a comienzos de los años 60 de que la dictadura de Franco no era totalitaria sino simplemente autoritaria, al haber permitido cierto nivel —aunque limitado— de «pluralismo» ideológico interno. El franquismo no era, afirmaba, una ideología en sí misma sino una mentalidad, por la falta de una intensa movilización política de la sociedad. Esta interpretación, basada en un modelo teórico de escasa raíz empírica, resultaba además muy conveniente en términos políticos para justificar los acuerdos del gobierno de EEUU con el régimen franquista a partir de 1953 o la admisión de España en las Naciones Unidas en 1955. Esta conveniencia no tiene por qué extrañar si se sabe que su autor había iniciado su carrera como docente en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid, cuya labor consistía en justificar el régimen, que la publicación de esa tesis correspondió con la campaña del régimen para reivindicar los «25 años de paz» aportados a España y que su primera publicación se hizo de la mano del ministro de Franco, Manuel Fraga.
El tercer tema se sitúa dentro de este marco conceptual: en los años ochenta el debate derivó hacia la discusión en torno a si la dictadura de Franco fue en realidad un régimen fascista. El historiador norteamericano Stanley Payne señaló en 1987 que tan sólo se podía hablar de un régimen fascista o semifascista hasta 1942, cuando en el contexto de las primeras derrotas de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, la dictadura inició un proceso de desfascistización. En este argumento, Payne se apoyaba en Linz. Los aportes de los historiadores españoles a esta cuestión dependieron mucho de enmarque internacional del debate y del hecho de que las definiciones académicas del fascismo se habían elaborado después de excluir al régimen franquista de la ecuación. El debate, que tendía a ahogarse en la oposición de visiones más o menos formales o funcionales del fascismo derivó, gracias a la propuesta de un historiador catalán que estudió al mismo tiempo el fascismo italiano y el nazismo, Ferran Gallego, hacia la visión de un proceso, el de la fascistización, cuyo estudio abre la discusión en vez de estancarlas en la preocupación por etiquetar. Otras visiones tradicionales del régimen franquista aparecen hoy en desuso, como bien lo representan las lecciones de Nicolas Sesma Landrin en su reciente ensayo de síntesis, Ni una, ni grande, ni libre. En esta obra la figura del dictador, otrora considerada como central para la comprensión del régimen, aparece ahora en una especie de caleidoscopio en relación con las diversas maneras de historiar el sistema político que lleva su nombre. Por otra parte, el tópico de la diferencia excepcional de la historia española ya no se sostiene. A ello han contribuido los progresos de la historiografía en sus miradas comparativas y transnacionales, o las importaciones al terreno español de problemáticas que han revelado su carácter fructuoso en otros contextos. Para terminar, el desarrollo de la historia del franquismo en la mayoría de las universidades públicas españolas y la dedicación de nuevas generaciones de historiadoras e historiadores han permitido que ya no se pueda abordar la historia de la dictadura sin hacerlo en todo el territorio nacional y contando con todos los sujetos del pasado, hombres y mujeres.
Fue a finales de los años noventa y, sobre todo, a partir del comienzo del siglo xxi, cuando las historiadoras y los historiadores lograron escapar de estos marcos tradicionales de debate y establecer una agenda de investigación que respondía a preguntas sobre las políticas, prácticas y culturas del franquismo más que a otros elementos exógenos. Esto permitió dar un giro cualitativo en los estudios, realizando análisis más complejos sobre las violencias y formas de control social implementadas por la dictadura. En cualquier caso, esto no significó que no se continuara con la identificación de víctimas del franquismo. Al contrario, varios proyectos universitarios abordaron la inmensa tarea de cartografiar diferentes formas de violencia y control social a nivel provincial y regional, identificando a miles de víctimas con nombres y apellidos. Sin embargo, estos estudios lograron trascender los marcos cuantitativos y de las «dos represiones», dedicándose a un estudio analítico y conceptual sobre la especificidad de estas violencias y modos de control franquistas, entendidas como un sistema complejo y dinámico.
Todo esto fue posible, junto al aprovechamiento de las corrientes de investigación internacional sobre las zonas grises, las resistencias y, últimamente, los perpetradores, porque por fin se ha podido abrir la caja negra de la participación social en la violencia franquista, de todas las actitudes tanto de perpetradores como de denunciantes, encubridores, cómplices activos y pasivos, y de los que se aprovecharon de los puestos laborales arrebatados a las víctimas. Este campo resulta fundamental para entender la consolidación del régimen y su prolongación durante cuarenta años. Al mismo tiempo, el ocultamiento y su negación tras la muerte de Franco es uno de los principales legados de la dictadura en la España actual7. La apertura de esta caja negra sin duda tiene que ver, por fin, con el desarrollo del movimiento de la memoria desde principios de este siglo y con las políticas de memoria de los gobiernos comprometidos, a nivel estatal y autonómico, con la memoria democrática.
Milicianos falangistas de la comarca de Sarria (Lugo) (Foto: Archivo Nomes e voces/cedida por José Luis Díaz Gómez)
Siendo así las cosas, el presente libro parte de la estructuración que se dio al congreso de Toulouse y a las grandes preguntas, también sencillas, que lo abrieron, ya que el esfuerzo didáctico para suplir la ignorancia del público francés bien puede servir para ofrecer materiales al público español, y en particular a los jóvenes, cuya ignorancia de la dictadura no para de denunciarse.
Más allá de las razones de su aparición y de su naturaleza, la primera pregunta fue entonces: ¿Por qué la dictadura de Franco duró cuarenta años? Como todo en historia, esta pregunta no tiene una respuesta fácil. Por eso el libro aborda tres procesos clave que permitieron la supervivencia de la dictadura durante cuatro décadas: la violencia, el control social y el consenso. Los tres procesos fueron paralelos, interactuaron y en modo alguno fueron excluyentes. La violencia se dirigió fundamentalmente contra aquellos que eran considerados enemigos de la dictadura. Su uso se moduló a lo largo de las décadas, aplicándose según las necesidades del régimen. El control social estaba dirigido al conjunto de la sociedad y, de forma permanente, regulaba la vida cotidiana, social, emocional, laboral y política de los españoles. Pero, si la violencia y el control social fueron importantes, no lo fue menos la capacidad de la dictadura de construir consensos y apoyos sociales. A lo largo de las décadas el régimen de Franco logró crear un sentido de comunidad y memoria, relatos de victoria y rituales colectivos con los que miles de españoles se sintieron identificados. Estos tres tipos de políticas punitivas, vigilantes y consensuales constituyeron las bases de una sociedad que mantuvo un amplio abanico de actitudes sociales hacia la dictadura: desde la oposición frontal al apoyo más ferviente, pasando por actitudes más ambiguas y grises.
El volumen comienza con un panorama ofrecido por Carme Molinero Ruiz sobre el conjunto de la dictadura y se articula luego en tres partes cronológicas, la primera desde su principio en 1936 hasta 1951, la segunda hasta 1965 y la tercera hasta el final en 1977. Después, una cuarta parte cronológicamente transversal ofrece primero un texto de Jorge Marco donde se aborda el tema de las cifras de la violencia franquista, ya que a pesar de haberse superado la perspectiva preferentemente cuantativista de la historia de la represión, no deja de ser un aspecto fundamental. Luego, dos textos de Antonio Míguez y Laura Muñoz-Encinar sobre el papel de los perpetradores y las fosas comunes en la construcción de la dictadura franquista y sus memorias. Le siguen los textos de Teresa María Ortega López, Gregorio Santiago Díaz y Enrique Tudela Vázquez sobre los procesos migratorios internos y el papel de las mujeres que se quedaron en su lugar de origen, y el capítulo de Miguel Ángel Ruiz Carnicer sobre la dependencia del exterior y los discursos en torno al aislamiento de la dictadura. A continuación, le siguen otros dos capítulos, uno de Mercedes Yusta Rodrigo y otro de Xosé Manoel Núñez Seixas, centrados en la capacidad de acción de las mujeres y la pluralidad nacional respectivamente. El libro se cierra con un texto de Antonio Cazorla donde aborda uno de esos «sentidos comunes» más persistentes en relación con los pasados autoritarios —la idea de que las dictaduras «también hicieron cosas buenas»— para mostrar, a propósito de la política del agua, el contraste entre la realidad histórica y la propaganda del régimen, todavía ampliamente recibida entre la población, como lo han demostrado varios bulos con la ocasión de la catástrofe del otoño 2024 en Levante.
La primera parte ofrece dos caras distintas del franquismo. La primera se centra en analizar las distintas prácticas, instituciones y procesos de violencia y control social desplegados por la dictadura de Franco desde 1936 hasta 1952. Desde de este amplio espectro, se analizan diferentes lógicas de violencia contrainsurgente y punitiva; espacios de violencia y reclusión como las cunetas, las cárceles, los campos de concentración o los campos de trabajo forzado; políticas de segregación, exclusión y estigmatización dentro de la comunidad nacional. La segunda analiza cómo desde su nacimiento, la dictadura franquista contó con el apoyo de determinados grupos sociales. Durante la posguerra, el régimen fue capaz de poner en marcha una serie de políticas en lo económico, social y cultural que le garantizarían especialmente el apoyo de las heterogéneas clases medias y las clases altas, tanto del mundo rural como urbano. El franquismo se construyó sobre una «cultura de la victoria» que rememoraba la guerra civil concebida como una «Cruzada» contra la «anti-España». Fue la guerra la que unió a las diversas sensibilidades políticas que coparon las instituciones del «Nuevo Estado». A través de la religión católica y de la educación se irradió la moral nacionalcatólica tradicional que consagraba una visión del mundo. Y, mientras que la situación socioeconómica marcaba la posguerra, las autoridades del régimen se beneficiaban impunemente del mercado negro y de la corrupción, consolidando su apoyo al franquismo.
Cacería en Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real) el 23 de octubre de 1959. Posan con Franco, entre otros, José Utrera Molina, Aurelio Segovia Mora-Figueroa, José Ramón Mora Figueroa, José María Sanchiz Sancho, Fernando Final marqués de las Almenas, Dolores Sáinz Aguirre, Sra. de Aznar, Cristóbal Martínez Bordiú y Carmen Franco, marqueses de Villaverde, Carmen Polo, Franco, Mateo Sánchez, Conde de Caralt, Fernando Terry, Cirino Cánovas, ministro de Agricultura, y Sra. de Cánovas, Conde de Teba, Fernando Fuertes de Villavicencio y Vicente Gil, médico de Franco (foto: Eduardo Matos)
A partir de la segunda parte, vemos cómo los cambios producidos por las nuevas alianzas internacionales fruto de la guerra fría y por la puesta en marcha de políticas económicas aperturistas coincidieron en el tiempo con la madurez de una nueva generación no partícipe de la guerra civil. Aunque el franquismo seguía reivindicando el carácter fundacional de aquel conflicto, necesitaba de nuevas estrategias que, sin abandonar la habitual respuesta represiva, incorporase vías de legitimación diferentes y renovase la captación de élites y apoyos sociales para garantizar un cierto consenso. Tensado por las transformaciones internas y las influencias externas, el franquismo se debatía entre el reflejo autoritario (sobre todo contra las reivindicaciones de derechos y libertades) y la necesaria apertura (especialmente económica). A continuación, la obra continua con el análisis de los cambios y modulaciones en las prácticas y procesos de violencia y control social desplegados por la dictadura de Franco entre 1951 y 1965. Los cambios económicos, políticos y sociales que se produjeron durante estos años fomentaron una adaptación de los mecanismos y las instituciones dedicadas a la represión de la sociedad civil. Entre los aspectos que se abordan, destaca el desarrollo de nuevas instituciones represivas dirigidas a controlar los medios de comunicación y los espacios públicos, los comportamientos de orden moral y social, además de perseguir y destruir cualquier forma de oposición.
El final del franquismo sigue siendo un tema de estudio en renovación constante. Su dimensión exterior y su indudable peso en el comienzo y evolución de la propia transición han seguido marcando el interés por un periodo en el que los testimonios de los protagonistas han ido cediendo terreno a la documentación de archivo. Esta parte del libro trata de centrarse en esta última dimensión y en su progresiva desclasificación, ligado al enfoque de la violencia política, el control social, la conflictividad social y su impacto internacional, con especialistas de varias generaciones que han desarrollado y siguen trabajando esta línea de investigación conjunta. El franquismo terminó sus días tal y como los comenzó: impregnado de violencia. En el contexto de una sociedad cambiante y cada vez más convencida de la necesidad de una transformación política que trajese de vuelta las libertades y la democracia, la dictadura se empleó a fondo para frenar cualquier reforma. La coacción, la represión, el castigo y la violencia fueron empleadas sin dudarlo para frenar la caída del régimen y propiciar su permanencia en el tiempo. A pesar de ello, y de que el dictador muriese en su cama, el régimen murió en la calle, en esa larga agonía de los setenta en la que no dejó de matar hasta el final.
Siendo este un libro de divulgación, hemos elegido pedir a las y los autores unos textos lo menos cargados posibles de referencias eruditas, por lo cual este volumen cuenta con muy pocas notas y solamente, al final de cada texto, con una serie de títulos de libros, películas, cómics, etc., bajo el rótulo de «materiales para el estudio», para facilitar una profundización al gran público y a los jóvenes. Sólo el texto final sobre las cifras de la violencia franquista ofrece muchas referencias, por razones obvias.
En conclusión, este libro es producto de décadas de investigación. Más de treinta historiadoras e historiadores presentan de forma accesible para el gran público los grandes avances que se han realizado en la historiografía sobre el franquismo desde la muerte del dictador. Desafortunadamente, los historiadores e historiadoras no siempre hemos sido capaces de trasladar este conocimiento a la sociedad, quedando los debates encerrados en el mundo académico. Como consecuencia, observamos con incredulidad relatos y discusiones en el parlamento, en los medios y en la calle llenos de lugares comunes, mitos y falsedades. En el propio congreso de los diputados, a finales de 2024, se ha llegado a hacer apología del franquismo diciendo que «gracias a las redes sociales muchos jóvenes están descubriendo que la etapa posterior de la Guerra Civil no fue oscura, como nos vende este Gobierno, sino una etapa de reconstrucción, de progreso y de reconciliación para lograr la unidad nacional». La ignorancia no sólo es atrevida sino que, en este caso, también es peligrosa para la democracia. En este libro, más de treinta historiadoras e historiadores respondemos a este peligro como mejor sabemos hacerlo: divulgando el conocimiento sobre la dictadura de Franco construido por la historiografía a partir de investigaciones, del uso crítico de marcos teóricos, y debates abiertos que ofrecen, como resultado, un sistema de validación colectiva.
La noticia de los últimos fusilamientos del franquismo en la primera página del diario Informaciones del 27 de septiembre de 1975
Notas
1 Este congreso organizado por François Godicheau, catedrático de historia contemporánea de la Universidad de Toulouse Jean-Jaurès, fue financiado por el Consejo Científico de esta universidad, por el centro de investigación FRAMESPA, cotutelado por el CNRS, por la Secretaría de Estado de Memoria Democrática del gobierno español, por el Instituto de la Memoria del gobierno navarro y por el Memorial Democràtic de la Generalitat de Catalunya. El congreso fue estructurado gracias al trabajo de un comité científico integrado por Miguel Ángel del Arco Blanco, Jaume Claret Miranda, Diego Gaspar Celaya, Gutmaro Gómez Bravo, Jorge Marco, Carme Molinero Ruiz y Mercedes Yusta Rodrigo.
3 Nostalgia napoleónica, nostalgia colonial, negacionismo, anticomunismo, islamofobia, anti- feminismo y otros complotismos relacionados con el cambio climático, la UE, el COVID, etc., o sea, todos los miedos cuya manipulación puede servir al repliegue nacionalista. El libro publicado: Pío Moa, Les mythes de la guerre d’Espagne, Paris, l’Artilleur, 2022. La tribuna de protesta de más de cien historiadores franceses por la promoción del libro por un video de Le Figaro de glorificación de la dictadura franquista se puede leer aquí (con únicamente las firmas de los iniciadores): https://conver- sacionsobrehistoria.info/2022/09/22/contra-la-operacion-reconquista-de-le-figaro/
5 Claude Gautier y Michelle Zancarini-Fournel, En défense des savoirs critiques. Quand le pouvoir s’en prend à l’autonomie de la recherche, Paris, La Découverte, 2022
6 El título del presente volumen, como el del congreso de Toulouse y de la exposición que siguió en el Musée de la Résistance et de la Déportation de la Haute Garonne entre marzo y septiembre tiene una fuente de inspiración precisa: el libro coescrito por Carme Molinero y Pere Ysàs, La anatomía del franquismo. De la supervivencia a la agonía, 1945-1977, Barcelona, Crítica, 2008.
7 Míguez Macho, Antonio, «Nada nuevo que ocultar y algo viejo (aún) que contar: El cambio de relato sobre 1936, el Franquismo y la Transición», Revista Rey Desnudo: Revista de Libros, 6-11, 2017, p. 157177.
Concentración de apoyo a Franco en la Plaza de Oriente de Madrid, el 1 de octubre de 1975. En el balcón del Palacio Real acompañan a Franco, entre otros, los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía y el presidente del gobierno Carlos Arias Navarro (foto: Efe)
Índice de la obra
Introducción [François Godicheau, Jorge Marco]
El régimen franquista: supervivencia, adaptación y crisis [Carme Molinero]
PARTE 1. LA FORJA DE UNA DICTADURA (1936-1951)
Lógicas de la violencia franquista [Jorge Marco] El hambre de la posguerra franquista: Instrumento de control social y oportunidad de desobediencia (1939-1952) [Gloria Román Ruiz] Régimen de ocupación, régimen de control. sobre los orígenes violentos de la construcción del orden franquista [Alejandro Pérez-Olivares] La Europa de los campos. Españoles en la encrucijada de los campos de concentración durante la segunda guerra mundial (1939-1946) [Gutmaro Gómez Bravo, Diego Martínez López] En el exilio: caminos, compromisos y experiencias [Diego Gaspar Celaya, Rocío Negrete Peña] Legitimación simbólica y cultural de la victoria. mitos, símbolos y ritos franquistas [Zira Box] Medrar a la sombra del franquismo: Estraperlo, corrupción y consentimiento [Ana Cabana Iglesia, Henrique Hervés Sayar] El partido único y los «selectorados» de la dictadura franquista [Nicolás Sesma] Las políticas sociales del franquismo: discursos y prácticas [Ángela Cenarro]
PARTE 2. LA CONSOLIDACIÓN DE LA DICTADURA FRANQUISTA (1951-1965)
Guerra fría e integración del franquismo en el bloque occidental [Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla] Turismo de masas durante el segundo franquismo [Saida Palou Rubio] ¿Hubo reconciliación bajo el franquismo? [Javier Muñoz Soro] Mujeres caídas, golfos y homosexuales: proteger, reformar y reeducarla marginalidad bajo el franquismo [Amélie Nuq] Censura, poder coercitivo y generación de sentido en la dictadura franquista [César Rina Simón] Cambio y continuidad en los instrumentos represivos de la dictadura ante las nuevas formas de desafío obrero (1959-1969) [Javier Tébar Hurtado y Claudio Llanos Reyes]
PARTE 3. LA DICTADURA EN CRISIS (1965-1977)
El dictador en su laberinto. Inserción y aislamiento internacional del último franquismo [Carlos Sanz Díaz] El poder en movimiento: los movimientos sociales en los setenta [Xavier Domènech Sampere] Murió matando: pena de muerte y represión al final del franquismo [Pedro Oliver Olmo] Una violencia (parcialmente) estéril: control y represión en la crisis del franquismo [Pau Casanellas] Disentimiento, reformismo y continuidad. Hacia el final de la dictadura [Pere Ysàs]
MIRADAS TRANSVERSALES
La violencia franquista en cifras [Jorge Marco] Jerarquía, agencia y responsabilidad de los perpetradores de la violencia masiva (España, 1936-1978) [Antonio Míguez Macho] Las fosas del franquismo: 1936-1977 [Laura Muñoz-Encinar] «Paz, pan y trabajo». hombres y mujeres en los procesos migratorios de la España franquIsta [Teresa María Ortega López, Gregorio Santiago Díaz y Enrique Tudela Vázquez] Franco y el mundo: dependencia del exterior y discurso aislacionista durante la dIctadura franquista [Miguel Ángel Ruiz Carnicer] Las mujeres en el franquismo: de ángeles del hogar a chicas ye-yé [Mercedes Yusta Rodrigo] Franquismo y nacionalismo Español, 1936-1975: una visión general [Xosé M. Núñez Seixas] Franco o el agua para lavar la sangre y el hambre [Antonio Cazorla Sánchez]
Fuente: páginas IX a XIX del libro El franquismo: anatomía de una dictadura (1936-1977), Granada, Comares, 2025.
Portada: Franco durante la inauguración del Valle de los Caídos el 1 de abril de 1959
Toulouse, capital de la historiografía sobre el franquismo Toulouse, capital del exilio republicano español, se convierte desde hoy en el centro de los estudios sobre la dictadura franquista. A lo largo de tres días, más de treinta historiadores de tres generaciones intervendrán en las diferentes sesiones que conforman la programación de “Anatomía del franquismo”. … Sigue leyendo
Noticia de libros Asunción Esteban Recio, Dunia Etura y Matteo Tomasoni Introducción Igualmente una sociedad recuerda lo que le conviene, que es generalmente lo que conviene a sus élites, al poder. El sistema social juega estratégicamente con la memoria para constituir la tradición que la legitima, para seleccionar las tradiciones que la … Sigue leyendo
Se reproducen a continuación las páginas iniciales de los capítulos 2 y 11 junto con el epílogo e índice. Presentación de Ricardo Robledo «No ha llegado la paz, Luisito: ha llegado la Victoria» recordaba don Luis a su hijo en Las bicicletas son para el verano. Sin voluntad reconciliadora alguna por parte de las … Sigue leyendo
Javier Tébar Hurtado y Rosa Toran Belver Historiadores Pasado y presente: las huellas del Franquismo “Nosotros hemos visto caer lágrimas de Franco sobre el cuerpo de esta madre, de esta mujer, de esta hija suya que es España, mientras en las manos le corría la sangre y el dolor del sacro … Sigue leyendo
Julián Casanova Muerto Sanjurjo, Franco, desde su privilegiada posición de mando de la guarnición de Marruecos, comenzó a labrar su carrera hacia el poder absoluto. Tenía a sus órdenes el mejor cuerpo del ejército, el de África, con unos 1.600 jefes y oficiales y cuarenta mil hombres, incluida su tropa más afamada y … Sigue leyendo