dissabte, 6 de maig del 2023

El fusilamiento de Grimau, un crimen de Estado de la dictadura franquista que el PP y la Justicia se niegan a revisar

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Manifestación en París por Grimau

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Había transcurrido un cuarto de siglo desde la Guerra Civil, pero la sed de sangre de la dictadura franquista seguía insaciable y el 20 de abril de 1963 –el mes pasado se cumplieron 60 años– la alimentó con el fusilamiento de Julián Grimau (Madrid, 1911-1963), miembro del Comité Central del PCE y dirigente en el interior desde 1959.

Si la historia de la justicia durante el franquismo es una caricatura, la de su justicia militar es un trágico desfile de gigantes prepotentes y cabezudos rellenos de oquedad. La ejecución de Grimau figura en la Historia Universal de la Infamia.

Para empezar, Franco retrasó la entrada en vigor del Tribunal de Orden Público (TOP), prevista para el 5 de abril, para que lo juzgara un consejo de guerra sumarísimo. La jurisdicción militar exigía, para mantener las apariencias, que al menos un miembro de la sala fuera licenciado en Derecho; en este caso, sólo lo era el comandante Manuel Fernández Martín, fiscal especializado en la ley de Responsabilidades Políticas, famoso en las cantinas cuarteleras por su tétrica orden a los bedeles de la sala: “¡Que pase la viuda del acusado!”, entre las risotadas del tribunal. En realidad, era un impostor: cuando se unió al ejército golpista, dijo ser abogado e ingresó en el Cuerpo Jurídico Militar. Adujo que los “rojos” habían quemado su casa y su título y como era 1936, los mandos no tenían modo de comprobarlo, si es que les interesaba. Pero lo único que había cursado este amador de la muerte habían sido tres asignaturas de primero de Derecho en la universidad de Sevilla; cuando se descubrió la superchería, hacía un año que Grimau había sido asesinado; el farsante fue condenado a un año y seis meses de prisión: el tribunal consideró como atenuante que “no tuvo intención de causar daños importantes”.

No eran sino los aperitivos de una de las mayores, por sonada, farsas jurídicas de la dictadura.

Aunque Grimau tenía abogado civil, Amandino Rodríguez Armada, se le asignó de oficio al capitán Alejandro Rebollo. A pesar de que no le dejaron acceder al sumario hasta tres días antes del juicio, mientras que el fiscal de pega lo tenía tres meses antes, el joven oficial hizo una defensa impecable; tanto que, poco después, 'aconsejado' por la superioridad, abandonó el ejército. Rebollo no tenía dudas de que el juicio era nulo de pleno derecho y así lo expresó en su alegato final.

A Grimau lo acusaban de delitos de torturas y asesinatos durante la guerra y de “rebelión continuada” desde 1936. El tribunal acusador no pudo probar ninguna de las acusaciones ni presentar testimonios de las fechorías de Grimau al frente de la Brigada de Investigación Criminal de Barcelona y de la checa de la plaza de Berenguer el Grande. Los 'testigos' que aportó el tribunal apenas reconocieron que eran rumores o lo habían oído a terceros. En cuanto al delito ad hoc de rebelión continuada era cronológicamente imposible: Grimau se había exilado en 1939 y no volvió a España hasta 1959, sin que se probara su ingreso en el país durante ese periodo.

Daba igual, como todo en apenas cinco horas de juicio: el fiscal interrumpía al acusado y al defensor con la anuencia del tribunal y sus alegatos –“Actué a las órdenes del Gobierno de la República, el único para mí legítimo. Viví en España pobre y salí más pobre todavía. Nunca he matado ni torturado a nadie”, dijo Grimau– ni se mencionaron en una sentencia, que, sin deliberación y seguramente previamente escrita, se hizo pública horas después. Tenía que estar dispuesta para que el Consejo de Ministros del día siguiente emitiera el “enterado” –eufemismo de “fusílenlo”– de la pena de muerte de Grimau.

Grimau fue la última víctima del aparato judicial bélico impuesto por los golpistas para sus propósitos represores. La restricción del 'todopoderismo' de los tribunales militares comenzó con el TOP y culminó con la amnistía general dictada en 1969, pretendiendo dar respuesta a las presiones internacionales. Quizá la actuación de Grimau durante la guerra civil estuviera entre la que se le atribuía y la que declaraba: sus correligionarios Jorge Semprún y Fernando Claudín daban por hecha la represión extrema que ejerció contra la 'quinta columna' barcelonesa y los miembros del POUM trotskista, escindido del PCE, pero, como en el consejo de guerra, sin pruebas ni testimonios directos.

Y esta falta de pruebas como el hedor vengativo que exhalaba todo el proceso fue lo que soliviantó al mundo contra lo que se consideraba un crimen de Estado: Franco desoyó tanto las violentas manifestaciones como la piadosa petición universal de clemencia: desde Kennedy, que aplazó sine die su viaje a España, a la reina de Inglaterra y su primer ministro Wilson; desde el Vaticano de Juan XXIII –que acababa de publicar la Pacem in Terris, encíclica que establecía los derechos humanos y las libertades públicas en un estado de Derecho– a la reina madre belga, decenas de cancillerías y personalidades, incluso la humilde comunidad de monjes suizos de Sankt Gallen... Y la insólita petición de Jruschov, presidente de una URSS que no establecía contacto con las autoridades franquistas desde el golpe de 1936: “(...) Ningún interés de estado puede explicar un hecho tal por el que, al cabo de veinticinco años después de la guerra civil, pueda ser juzgado un hombre en España conforme a las normas de tiempos de guerra. Movido de sentimientos humanitarios me dirijo a usted haciendo un llamamiento urgente para que anule dicha sentencia y salve la vida de Julián Grimau”.

Franco respondió con una sarta de mentiras: “tribunal competente, ”plenos medios de defensa“, ”pruebas abrumadoras“, ”impiden el ejercicio de la gracia del indulto, máxime estando vivas numerosas personas, incluso familiares de las víctimas, que recuerdan con horror las torturas y los asesinatos“... Y, a los demás, lo mismo. Franco está en la última zanja del octavo círculo del Infierno de Dante, con los ”falsificadores de metales, personas, dinero o palabras“.

En esta galería de perpetuos innobles, Manuel Fraga brilla en la cabecilla. No sólo por inventarse ese delito de “rebelión continuada” para soslayar el escollo de los 25 años de prescripción sino por su cinismo cruel. Tras el Consejo de Ministros, Fraga ocultó el “enterado” en la rueda de prensa y acudió a una recepción en la embajada de Colombia donde a unos angustiados Joaquín Ruiz-Giménez –exministro de Educación y fundador de la revista Cuadernos para el Diálogo– y José Jiménez de Parga –abogado laboralista estrecho colaborador del padre Llanos, cura obrero militante del PCE–, que habían hecho innumerables peticiones, visitas y gestiones a favor del indulto, les aseguró que “no había que preocuparse, que no le iban a fusilar”. Era, más o menos, la misma hora en que se avisaba a los abogados de Grimau para que asistieran a su defendido, que sería fusilado a las cinco de la mañana.

Tres tiros en la nuca de Grimau y uno en el pie del dictador

Oficiales de la Guardia Civil y del Ejército se negaron, alegando cuestiones técnicas, a integrar el pelotón de fusilamiento y tuvieron que ejecutarlo soldados de la mili y tres tiros de gracia del oficial que mandaba el pelotón. Pero una bala perdida fue directamente al pie de la dictadura.

El régimen se las prometía felices con el Plan de Estabilización de los tecnócratas del Opus de 1959, pero los años 60 comenzaron muy convulsos con la feroz represión de las huelgas generalizadas estudiantiles y en las cuencas mineras, con su correspondiente estado de excepción, arma que restringía los muy restringidos derechos ciudadanos, y culminaron en el IV Congreso del Movimiento Europeo, en junio de 1962, que unificó las oposiciones al franquismo del exterior y del interior, salvo el PCE. Llamado “el contubernio de Múnich” por la prensa del régimen, toda, supuso nuevos exilios, detenciones, multas, destierros y otro escándalo internacional. El perdón concedido con motivo de la publicación de la Pacem in Terris a los 118 políticos que habían asistido reencauzó favorablemente los objetivos franquistas: ingresar en la OTAN apoyado por Estados Unidos y en la Comunidad Económica Europea de la mano de Francia e Inglaterra. Pero el fusilamiento de Grimau cerró definitivamente todas las puertas y congeló la integración total de España en Europa hasta que la muerte del dictador nos acercase.

Hasta 1968, los despiadados dirigentes franquistas no quisieron revelar a su viuda, Ángela Martínez Lanzaco, dónde habían enterrado en secreto a su marido en el cementerio civil de Madrid. Grimau aún recibiría más balazos: en 1990, la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo rechazó el recurso del fiscal general del Estado, Javier Moscoso, para anular la sentencia por la tramposa composición del consejo de guerra; sólo el presidente de la sala, el eminente jurista José Jiménez Villarejo, votó a favor de la nulidad. Años después, en 2012, Izquierda Unida presentó en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley para rehabilitar la figura de Grimau; sólo el PP, que gobernaba con mayoría absoluta, votó en contra: temía, con razón, que el debate revelara las arteras maniobras de su fundador, Fraga, fallecido tres meses antes; así que se fue no sólo con óleos sino, contradiciendo el dicho popular, también sin los zarandeos democráticos de los que era acreedor.

Este viernes día 5 de mayo se cumplen 78 años de la liberación del campo de concentración de Mauthausen.

 https://www.ondacero.es/emisoras/extremadura/noticias/este-viernes-cumplen-78-anos-liberacion-campo-concentracion-mauthausen-300-extremenos-estuvieron-alli_2023050564545c43f921370001a14324.html


La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura rinde Homenaje y Reconocimiento a todos los republicanos extremeños que estuvieron internados en los campos de exterminio nazis, en especial en los campos de Mauthausen, Ravensbrück y Gussen, muchos de los cuales allí murieron en el olvido.

Redacción

Extremadura|05.05.2023 03:30

Este viernes se cumplen 78 años de la liberación del campo de concentración de Mauthausen, 300 extremeños estuvieron allí
Este viernes se cumplen 78 años de la liberación del campo de concentración de Mauthausen, 300 extremeños estuvieron allí | ARMHEX

LA ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA (ARMHEX), aprovechando este día, un año más, como viene siendo habitual, rinde Homenaje y Reconocimiento a todos los republicanos extremeños que estuvieron internados en los campos de exterminio nazis, en especial en los campos de Mauthausen, Ravensbrück y Gussen, muchos de los cuales allí murieron en el olvido.

Toda actuación por parte de las instituciones será poca por tanto, para visualizar en Extremadura a aquellas víctimas extremeñas (presos y desparecidos algunas) del horror nazi, muchas las cuales fueron asesinadas con la imprescindible colaboración del franquismo y de su representante ante Hitler, Serrano Suñer. Alentamos pues a todas las instituciones extremeñas a perseverar en el camino de la memoria.

Los españoles que estuvieron recluidos en los campos de concentración nazis, de los que hay constancia documental, ascienden casi a unos 10.000. De ellos murieron 5.200, sobrevivieron 3.810 y figuran como desaparecidos 350.

Efectivamente, fueron enviados a los campos de concentración nazis, con el beneplácito del régimen franquista que no protegió a sus conciudadanos. Su drama sigue ajeno a la "historia oficial". Su historia es un patrimonio del antifascismo que ninguna sociedad democrática debería olvidar. De esos republicanos, unos 7.532 republicanos españoles fueron enviados a Mauthausen, de los que sólo sobrevivieron 2.700.

Mauthausen y los subcampos que dependían de él recibieron el mayor número de prisioneros españoles. En total fueron deportados allí 7.532 hombres, mujeres y niños españoles, de los que murieron 4.816. Eso supone una tasa de mortalidad del 64%. La mayoría de estas víctimas perecieron en Gusen, un subcampo situado a 5 kilómetros de Mauthausen. A él fueron a parar 5.266 españoles de los que fueron asesinados 3.959.

En Dachau estuvieron presos, al menos, 756 españoles de los que murieron 204 y fueron dados por desaparecidos 41.

Buchenwald: 636 prisioneros españoles, 133 muertos, 126 desaparecidos y un evadido.

Ravensbrück: 172 prisioneros (la mayoría mujeres), 14 muertos.

También hubo españoles en los campos de Bergen Belsen, Auschwitz, Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Sttuthof, Sachsenhausen, Gross-Rosen, Aurigny, Guernesey y Neu Bremm

De aquella tragedia, no se libraron tampoco los niños. En los primeros días de la ocupación alemana, los nazis deportaron a familias españolas enteras e internaron a los niños adolescentes en el campo de Mauthausen, después de haberlos separado de sus padres. 16 niños fueron asesinados en Ravensbrück. Requerido por las autoridades nazis para determinar el destino de los prisioneros, el Gobierno de Franco negó la condición de españoles de los mismos abandonolos a su trágico final; de ahí que los republicanos de Mauthausen llevaran el triángulo azul de los apátridas, con una S —de Spanier— en el centro.

Los cuarenta años que duró la dictadura franquista hicieron que, en su patria, los deportados españoles fueran simples fantasmas. Su existencia no constaba en los libros ni era mencionada por los medios de comunicación.

Nos sumamos en definitiva al recuerdo del sufrimiento de los republicanos españoles en los campos nazis, haciendo mención especial a los extremeños. En su gran mayoría estos españoles y extremeños eran exiliados que habían abandonado España en 1939 y que contribuyeron a la defensa de Francia contra la Alemania nazi. La derrota francesa llevó a miles de ellos a caer prisioneros del III Reich. Todos estos hombres y mujeres son víctimas tanto del franquismo como del conflicto europeo y sufrieron debido a la dictadura nazi, pero también a la española, que no dio muestras de proteger a quienes no habían dejado de ser españoles.

Desde 2006, gracias al trabajo de investigación realizado por los profesores Benito Bermejo y Sandra Checa, en su "Libro memorial. Españoles deportados a los campos nazis (1940-1945)", conocemos los nombres de todos ellos, investigaciones que se van ajustando y precisando cada vez más.

En nuestro caso, son 300 republicanos extremeños -222 de la provincia de Badajoz y 78 de la provincia de Cáceres- los que por ejemplo, estuvieron internados en el campo de concentración nazi de Mauthausen y sus campos dependientes. De ellos, no sobrevivieron más de un centenar. Es decir dos de cada tres extremeños, allí deportados murieron en aquellos campos del horror.

Efectivamente, sólo unos cien lograron salir vivos si bien con muchas secuelas de aquel horror. Fueron conducidos allí tras ser capturados por las tropas alemanas en Francia, país en el se habían exiliado en 1939 huyendo de la represión franquista tras el fin de la Guerra Civil española, y pasaron a formar parte de la enorme lista de represaliados, muchos los cuales perecieron en aquel lugar. UN RECUERDO EMOCIONADO PARA TODOS ELLOS Y PARA SUS FAMILIAS, y como homenaje publicamos una vez más los listados:

LISTADO DE EXTREMEÑOS DEPORTADOS EN MAUTHAUSEN y OTRO CAMPOS.-

PROVINCIA DE BADAJOZ

Pueblo o ciudad de origen. Nombre y apellidos.

Ahillones: Antonio Martín Pilar, Juan Mateo Hernández y Francisco Romero Guerrero.

Albuera (La): Arturo Romero Martínez.

Alburquerque: Antonio Gemio Sánchez.

Alconchel: Ramón Arboleda Silva y Plácido Vargas González.

Aljucén: José Prieto Barrero.

Almendral: Manuel Álvarez Romero y José Nogales Domínguez.

Almendralejo: Abad Gutiérrez Mije y Diego Muñoz Caro.

Arroyo de San Serván: Manuel Cangas Barro.

Azuaga: Vicente Burgos Prida, José Carrizosa Rodríguez, Juan Chavero Zapata, Fernando Fernández Luján, José Antonio Gallego Hernández, José Grueso Muñoz, Agustín Merino González, Manuel Naranjo Ojeda, José Pulgarín Bermejo, José Ramírez Domínguez, Rafael Rico Gala, Luis Ruiz Sabido, Manuel Sáez Murillo, Roque Saez Murillo, Antonio Vera Expósito y Manuel Vizuete Carrizoza.

Badajoz: Isidoro Barrena Regalado, Federico Lencero Peliz, Luis Medino Montes, Demetrio Morales Morales, Cirilo Moreno Rivera y Francisco Serrano.

Benquerencia de la Serena: Manuel Arena Murillo.

Berlanga: Antonio Hernández Rodríguez y José Antonio Sarabia Vázquez.

Bienvenida: Jesús Pérez Ortiz.

Burguillos del Cerro: Antonio Cerrajero Jiménez.

Cabeza de Buey: Joaquín Calderón Rodríguez, José Domínguez Calvo y Agustín García-Risco Claro.

Castilblanco: Vicente Bermejo Rivero.

Castuera: Gerónimo López Fernández y Francisco Sánchez Custodio.

Coronada (La): Ramón Orejudo Orellana.

Don Álvaro: Ángel Camacho Mateo.

Don Benito: Luis Álvarez Palomero, Ramón Cerrato Ramos, Luis Chaparro Rodríguez, Vicente Díaz Capilla, Felipe Gómez Rodríguez, Manuel Lama Barjola, Juan Nieto Cerrato y José Quirós González.

Esparragosa de la Serena: Cándido Benítez Bastias, Leopoldo Caballero Dávila, Pedro Campos Cáceres y Manuel Rosa Villar.

Fregenal de la Sierra: Antonio Martínez Pérez.

Fuenlabrada de los Montes: Felipe Barbo Ramírez, Vicente Camarero Picatostes y Ginés Higuera Toledo.

Fuente de Cantos: José Aradilla Domínguez, Ricardo Arteaga Yerga, Benito Borrego Berjano, José María Delgado Lebrato, Teófilo Fernández Barriente, José Fernández Saez de Tejada, Casimiro García Becerra, José Jiménez López, Javier González Muñoz, Antonio Goya Diosdado, Casildo Hernández González, Luis Lamilla Sánchez, Manuel Lamilla Sánchez, Celedonio Lobato Yerga, Rafael Lobato Yerga, José Macarro Robles, Bautista Miranda Duarte, Antonio Moreno Cortés, Casimiro Nuñez Giménez, Rafael Real Santos, Santiago Rojas Hernández y Bernardo Roldán Carrasco.

Fuente del Arco: Antonio Rubio Barragán.

Garbayuela: Ciriaco Camacho Rayo.

Granja de Torrehermosa: Manuel Calero Díaz, Juan García Garrido, Manuel Gutiérrez López, José Antonio Ordóñez Cano y Emilio Santiago Hinojosa.

Guareña: José Barrero Román, Santiago Isidoro Rodríguez, Federico López, Mateo Palmarín Moruno, Pedro Pascual Monago, Valentín Pérez Palomares y Antonio Ramos Ortega.

Haba (La): Julián Capilla Manzano.

Helechal: Miguel Calvo Sánchez.

Herrera del Duque: Pedro Bonilla Quilez, Higinio Muga Calderón y Santos Sanandrés Díaz.

Higuera de la Serena: Pedro Merino Romero.

Hornachos: Joaquín González Sánchez, Antonio Muñoz González y Miguel Salguedo Nieto.

Jerez de los Caballeros: Alfonso Fernández Navarro, Sebastián Matamoros Albano y Florentino Vega Delgado.

Llera: Antonio Carrasco Tapias, Alfonso Macía Barrero, Joaquín Macía Barrero y Manuel Piña Barrero.

Llerena: Diego Florido Manzanares.

Magacela: Félix Donoso Donoso.

Maguilla: Lorenzo Bermejo Molina.

Malpartida de la Serena: Domingo Calderón Algaba.

Medina de las Torres: Ceferino Ramírez Rey.

Mérida: Sebastián Barrena Tobal, Antonio Gallardo Sánchez y Alejandro Jiménez Cruz.

Navalvillar de Pela: Francisco Moñino Gallardo, Luis Pastor Juan y Pedro Trenado Serrano.

Oliva de la Frontera: Juan Macarro Delgado, Vicente Márquez Pérez, Antonio Soto Torrado, Antonio Torrado Balcalegro y Miguel Torrado.

Olivenza: Librado Almeida Martínez, Antonio Cayero Vivas, Manuel García Jara, Antonio González Álvarez, Vicente Hurtado Álvarez, José Martínez Rodríguez, Gabriel Méndez Sousa y Aurelio Ramallo Martínez.

San Rafael de Olivenza: Raimundo Escudero Bravo.

Orellana la Vieja: Ramón Carmona Marfil y Emilio Collado Saez.

Palomas: Antonio Espinosa Seguro, Dámaso Pozo Trejo.

Peñalsordo: Feliciano Giménez Donaire.

Peraleda del Zaucejo: Juan Trujillo Trujillo.

Puebla de Alcocer: Emilio Murillo Cerrato.

Quintana de la Serena: Diego Benítez Tejada, Cecilio Hidalgo Martín, Tiburcio Murillo Guisado y Lorenzo Trejo Romero.

Rena: Adolfo Cabeza Fernández.

Retamal de Llerena: Emilio Algaba Naranjo, Antonio Godoy Pinto y Juan Tamallo Pinto.

Ribera del Fresno: Jorge Báez Asensio, Pedro Caballo Vázquez, Juan González Lozano, Severo Megías Vacas, Antonio Pizarro Delgado, José Rodríguez Toro, Luciano Suárez González, Santiago Vital Enríquez e Isidro Zapata Meneses.

Salvatierra de los Barros: Juan Sosa Olivera.

Santa Amalia: Juan Facila Nieto y Juan Gómez Rebollo.

Siruela: Juan Cabello Cabello y José Camacho Recio.

Talarrubias: Agustín Paniagua Peco.

Talavera la Real: José Becerra Domínguez y Manuel García Fernández.

Valencia de las Torres: Lino Agudelo Pilar, José Cabanillas y Juan Cabrera Escuder.

Valencia del Mombuey: Joaquín Díaz Gudiño.

Valencia del Ventoso: Joaquín Delgado Bravo, José de los Reyes Nuñez y Manuel Sánchez López.

Valverde de Leganés: Miguel Aparicio Espejo, Luis Espejo Bravo, Juan Gimeno Olivera, Manuel Gimeno Olivera, Anselmo Hernández Bravo, Justo Sánchez Acebedo, Eugenio Torres Antúnez y Ángel Velázquez Bravo.

Valverde de Llerena: José Bravo y José Vera Llanes.

Valverde de Mérida: Pedro Pajuelo Manzano.

Villafranca de los Barros: José Hernández Suárez, José Hidalgo González y Manuel Torres Martín.

Villagonzalo: Lorenzo Espinosa Casablanca, Alonso García Castanera y Luis Mendoza Fernández.

Villalba de los Barros: Domingo Diosdado Martínez.

Villanueva de la Serena: José Atanasio González, Francisco Carmona Casilla, Juan García Acedo, Pablo González Escobar, Andrés Olivares Barjola y Juan Sánchez Santos.

Villanueva del Fresno: Manuel Fernández López.

Villar del Rey: Dionisio Alvarado Rodríguez, Lázaro Márquez Nevado y Guillermo Moreno García.

Villarta de los Montes: Víctor Ferrera Garrido.

Zafra: Julián Moreno Patarro.

Zalamea de la Serena: Ezequiel Jara Doblado.

Zarza (La): Gerónimo Benítez Dicha, Lucas Benítez Trinidad, Ildefonso Flores Trinidad y José Paredes Monje.

PROVINCIA DE CÁCERES

Aldea del Cano: Graciano Gil Iglesias y Enrique Giménez García.

Alía: Teodoro Laguna Belvís y Plácido Moyano Rodríguez

Arroyomolinos: Francisco Vasco Cortés.

Baños de Montemayor: Máximo Cabezalí Paniagua.

Berrocalejo: Elías Fernández Martín, José Fernández Martín, Agapito Mesa Bravo, Aurelio Pedraza Paniagua.

Cáceres: Juan Montero Ruiz(?), y José Polo Mirón.

Cadalso: Celestino Carbajal Pérez.

Cañamero: Eugenio Bau Rodríguez, Rafael Broncano Barba, Francisco Durán Domínguez, Santiago González Sánchez.

Casar de Cáceres: Manuel Andrada Rey.

Casas de Miravete: Máximo Montes Izquierdo.

Casas del Monte:Tomás Iglesias Iglesias.

Casatejada: Juan Nuevo Vázquez y Félix Sobrino Vaquero.

Casillas de Coria: Teodoro Martín Gutiérrez.

Castañar de Ibor:Teodoro Carretero González.

Coria:Moisés Dorado Rivera.

Garciaz: Simón Carrasco Fernández.

Guadalupe: Víctor Gamino Quiroga y David Sánchez.

Guijo de Coria: José Iglesias.

Jerte:Víctor Blanco Calles.

Madroñera: Ramón Bardo (?), Alfonso Bonilla Díaz, Antonio González Rol e Isidro Sánchez.

Malpartida de Plasencia: Bernabé Tomé Ovejero.

Miajadas: Felipe Díaz Cruz, Miguel Sosa Tostado (?), Vicente Martín Manuel.

Navalmoral: Manuel Sánchez García.

Sierra de Fuentes: José Iglesias Rivera.

Solana-Cabañas: Vicente Pina Seco.

Talavera la Vieja: Fermín Arroyo Morón, Román Gallego Fernández, Saturnino Giménez Fernández, Jacinto Manzano Sánchez y Segundo Tejeda Giménez.

Talaveruela de la Vera: Cecilio Baena.

Talayuela: Bonifacio Blázquez Fernández y Salvador López Giménez.

Tejeda de Tiétar: Wenceslao Muñoz Lobato.

Valdelacasa de Tajo: Andrés Toribio Blázquez.

Valverde del Fresno: Pedro García Margallo.

Villanueva dela Vera: Luis Morén Gómez.

Villar del Pedroso: Sixto Díaz Jarillo y Saturnino Rivera Álvarez.

Villar del Pedroso-Navatrasierra: Celestino Garvín Delgado y Julián Rivero Garvín.