dissabte, 21 de gener del 2023

El trabajo forzado de los 'rojos' en campos de concentración que Franco usó para erigir “la Nueva España”

https://www.eldiario.es/sociedad/trabajo-forzado-rojos-campos-concentracion-franco-erigir-nueva-espana_1_9880154.html

Prisioneros trabajando para dejar la carretera limpia en Pola de Gordón (León), en septiembre de 1937.

Marta Borraz


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Los pasajeros que salieron de Barcelona en dirección a Madrid y de Madrid hacia Barcelona nunca llegaron a su destino. A las 4.03 de la mañana del 3 de diciembre de 1940 ambos trenes colisionaron a 51 kilómetros de Zaragoza dejando 50 muertos y 90 heridos. Fue al accidente ferroviario más grande de Aragón. El choque movilizó a las poblaciones cercanas en auxilio de las víctimas, pero también fueron enviados los trabajadores forzados que el sistema franquista mantenía en una localidad a menos de 10 kilómetros de la catástrofe. Se da la circunstancia de que tuvieron que socorrer a jefes y escoltas de otros compañeros prisioneros debido a que numerosos viajeros de uno de los trenes eran militares de permiso.

El trabajo forzado con el que el franquismo construyó parte de las vías de tren de España

El trabajo forzado con el que el franquismo construyó parte de las vías de tren de España

La anécdota la contó La Vanguardia al día siguiente, que destacó “la eficacia y entusiasmo” con el que los trabajadores realizaron las tareas de auxilio. No es fácil encontrar en prensa de la época referencias a la mano de obra forzada que el régimen franquista empleó durante la guerra y la dictadura ni tampoco existe un censo oficial, pero en enero de 1939 más de 95.000 prisioneros de guerra integraban los llamados batallones de trabajadores y 4.500 presos en las cárceles eran usados como mano de obra. Un año más tarde fueron 92.000 y 18.700 presos.



Son datos recopilados en el libro Desafectos. Batallones de trabajo forzado en el franquismo, que el historiador Juan Carlos García Funes acaba de publicar con la editorial Comares Historia. La obra es una ambiciosa radiografía, el compendio más completo hasta el momento sobre el tema, centrado en los llamados batallones de trabajadores, una de las tipologías que existió. Porque el régimen puso en marcha dos sistemas de mano de obra forzada: uno el de redención de penas, realizado por presos encarcelados y otro, el que analiza Funes, llevado a cabo por prisioneros de campos de concentración.

Esta última “es la mayor forma de trabajo en cautividad de la España contemporánea, no se ha conocido antes el uso de una mano de obra de tal magnitud”, apunta el historiador. Si los campos de concentración distribuidos por toda la geografía ha sido una forma de represión desconocida hasta ahora, lo mismo ocurre con el trabajo forzado a ellos vinculado. Eso a pesar de que fue un modo de explotación de quienes eran considerados enemigos de España: el número de prisioneros derivados al trabajo forzado superó prácticamente de forma constante la mitad del total de encerrados en los campos. En abril de 1938 eran el 56%, el 59% en julio del 39 y el 68% a principios del 40.



Prácticamente desde el inicio de la sublevación militar contra la II República, los franquistas comenzaron a disponer de este sistema, que fue en aumento a medida que conquistaban territorios. La forma de organización fueron los batallones de trabajadores, de los que hubo distintos tipos. El rastreo que Funes ha hecho de publicaciones de otros autores, fondos, archivos, centros documentales y todo tipo de fuentes le han llevado a identificar 290 batallones, aunque calcula que fueron más, que funcionaron desde 1937 hasta 1942, cuando el sistema comenzó a adelgazar. Son incalculables las millones de horas de trabajo que invirtieron.

Nunca lo llamaron “trabajo forzado”

“El franquismo nunca usó la palabra trabajo forzado, pero no se puede hablar de voluntariedad por ningún lado, además de que se daba en condiciones extremas y de explotación”, cuenta el historiador. No solo los prisioneros sufrían la privación de libertad, también hambre y sed, enfermedades, frío y maltratos físicos. “El horizonte era incierto porque eran prisioneros de guerra, no tenían una condena, así que no sabían cuánto tiempo iban a estar allí ni podían imaginar cuánto iba a durar la guerra. Era un trabajo muy militarizado, bajo el sometimiento y la disciplina”, añade el experto.

Las Fuerzas Armadas, de hecho, fue el gran protagonista del sistema. Aunque el régimen creó la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros (ICCP) como organismo fundamental para gestionar la red, los militares eran quienes capturaban a los prisioneros, se encargaban de clasificarlos, organizar los batallones, distribuirlos por todo el territorio y cederlos a administraciones públicas o empresas. La última palabra, explica Funes, “era directamente de Franco”, que “decidía en todo momento a dónde iban a trabajar. Todo el uso que se hace de los batallones pasaba por él”.

Los batallones estaban formados fundamentalmente por prisioneros de guerra capturados directamente en los frentes, es decir, soldados del Ejército Republicano. Una vez llegaban a los campos de concentración, se discernía quienes pasarían a trabajo forzado a partir de su clasificación en afectos, desafectos y afectos dudosos al “Glorioso Movimiento Nacional”. Los afectos pasaban a formar parte del Ejército franquista, los dos últimos grupos constituían los batallones. Una vez los sublevados ganaron la guerra, pasaron a engrosarlos jóvenes llamados a filas a los que también se les hacía la misma selección.

De ello se encargaban las comisiones de clasificación, que realizaban las indagaciones recopilando información de las poblaciones de origen de los prisioneros, a los que además interrogaban. “Pedían informes a las autoridades, al alcalde, al cura, a la Guardia Civil, a la Falange local... para que dieran cuenta de la ideología que habían profesado antes del Golpe de Estado”, cuenta Funes. Por otro lado, a los cargos importantes dentro del Ejército Republicano “se les enviaba a consejos de guerra y acababan o ejecutados o sometidos a penas de prisión muy altas”, añade.

Además de la clasificación ideológica, se llevaba a cabo una selección en función de aptitudes y habilidades para el trabajo, lo que acabaría inclinando la balanza hacia un tipo de batallón u otro. Era habitual que las unidades, que se distribuyeron por prácticamente todo el territorio nacional, fueran cambiando de ubicación en función de las solicitudes. “Recorrí media España gratis invitado por el caudillo”, llegó a ironizar en un homenaje en 2004 Félix Padín, militante de la CNT que formó parte de varios batallones.

Trabajos realizados por los prisioneros de guerra

en diciembre de 1938

Fortificación y trinchera

Fábricas militares

Obras en edificios militares

Trabajos militares desconocidos

Construcción de prisioneros

Intendencia y otras labores militares

Recuperación vehículos/

material de guerra

Minería

Trabajos forestales

Aeropuertos

Industria

Líneas eléctricas

Trabajos agrícolas

 

 

Puentes

Carreteras y pistas

Infraestructura ferroviaria

Obras en edificios religiosos

Obras/Reconstrucción urbana

Infraestructura hidráulica

 

Desconocidos

GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: ‘DESAFECTOS. BATALLONES DE TRABAJO FORZADO EN EL FRANQUISMO’.

JUAN CARLOS GARCÍA FUNES. PUBLICADO POR COMARES HISTORIA.

Los tipos de trabajo fueron muy variados y estuvieron muy vinculados a las necesidades del momento. Algunos se llevaron a cabo en los mismos campos o en fábricas o talleres con vigilancia, otros en grandes emplazamientos abiertos. Durante la guerra, hacen más tareas de retaguardia y en el frente. Cavan trincheras, construyen fortificaciones, carreteras y puentes, desactivan bombas o desarrollan tareas de higiene y limpieza o de extracción de minas. Además llevaron a cabo la pavimentación de ciudades y pueblos, recuperación de automóviles y tendidos eléctricos, mejora de suministros, levantamiento de vías de tren... “Se utilizó para ganar la guerra y después para reconstruir el país”, apostilla Funes.



El investigador ha podido analizar también casi 200 solicitudes de prisioneros hechas por distintos organismos y empresas entre 1937 y 1939. La inmensa mayoría trabajaron para el propio Ejército, pero también otras instituciones se dirigieron a las autoridades militares para reclamar trabajadores. Entre las administraciones había diputaciones, ayuntamientos, gobiernos civiles y algún ministerio. Las empresas no fueron el grupo de peticionarios más destacado porque se sirvieron más en la posguerra del otro sistema de trabajo forzado franquista, el de la redención de penas, pero también hay constancia de algunas.

Muchas relacionadas con la minería, entre ellas Basconia C.A, la Sociedad Minas de Aralar S.A o la Sociedad Española de Talcos de León S.A. Además destacaron también los trabajos relacionados con las infraestructuras ferroviarias e hidráulicas. Hay varias peticiones de MZA, la compañía de ferrocarriles que luego formaría parte de Renfe o Entrecanales y Távora S.A. “Hay que tener en cuenta que en ese momento la industria estaba intervenida militarmente, por lo que pedía mano de obra para objetivos y trabajos exigidos por el Ejército”, remacha Funes.



En el siguiente gráfico se puede ver la cantidad de trabajadores reclamados por los tres principales peticionarios en función del tipo de trabajo.

Prisioneros solicitados y trabajos para los que eran requeridos

Prisioneros

solicitados

para tareas

Ejército

Administración Civil

Empresa

10.000

8.000

6.000

4.000

2.000

0

Fortificación y trinchera

Fábricas militares

Obras en edificios militares

Trabajos militares desconocidos

Construcción de prisioneros

Intendencia y otras labores militares

Recuperación vehículos/

material de guerra

Minería

Trabajos forestales

Aeropuertos

Industria

Líneas eléctricas

Trabajos agrícolas

 

 

Puentes

Carreteras y pistas

Infraestructura ferroviaria

Obras en edificios religiosos

Obras/Reconstrucción urbana

Infraestructura hidráulica

 

Desconocidos

GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: ‘DESAFECTOS. BATALLONES DE TRABAJO FORZADO EN EL FRANQUISMO’.

JUAN CARLOS GARCÍA FUNES. PUBLICADO POR COMARES HISTORIA.

“Rehabilitación moral, patriótica y social”

Los batallones de trabajadores se pusieron en marcha como vía de gestión de un cada vez más creciente número de prisioneros, pero Funes apunta en su investigación a que “estableció las bases de la reconstrucción y construcción de 'la Nueva España'. ”Hay que tener en cuenta que hasta ese momento la clase trabajadora venía de un momento en el que se había sindicado y había desafiado los esquemas clásicos, pero el golpe de Estado manda un nuevo mensaje. Viene a decir que hay que agachar la cabeza, acatar la disciplina y no discutir. El Ejército justifica, además, el uso de prisioneros aduciendo que ellos y su ideología son quienes han destruido España, por lo que tienen que repararla“, esgrime.

Así dejó constancia el régimen franquista en los principios generales del reglamento de los batallones de trabajadores aprobado en diciembre de 1939, en el que “además de la utilidad material” del trabajo forzado, se destacaban otras “importantes” finalidades como la “reparación de los daños y destrozos perpetrados por las hordas marxistas” y lograr “la corrección del prisionero” dándole “medio y ocasión” de mostrar “su grado de rehabilitación moral, patriótica y social, adquiriendo el hábito de la profunda disciplina, pronta obediencia y acatamiento al principio de autoridad especialmente en el trabajo, como base previa e indispensable de su adaptación al medio de la Nueva España”.

Salir del sistema no era fácil. De hecho, la mayor parte de prisioneros estuvieron en él entre dos y cuatro años, cifra Funes. Hubo ejecuciones, muertes debido a las extremas condiciones en las que estaban en los campos o por accidentes de trabajo y suicidios.

El trabajo forzado vinculado a los campos de concentración es, según el investigador, una parte de la represión franquista “poco reconocida”. Por eso la investigación le ha llevado años y un rastreo exhaustivo y ambicioso. “La historiografía lo ha subestimado, muy poca gente escribió después de ello y no ha quedado tanta constancia. Hemos puesto el foco en las ejecuciones, los fusilamientos y las cárceles, que es normal, pero esto ha quedado un poco en tierra de nadie y fue de una magnitud tremenda en cifras y horas de trabajo. Hay decenas de carreteras, puentes o vías de tren por los que pasamos día a día y nadie sabe que fueron construidos por mano de obra forzada”.

Gráficos elaborados por Victòria Oliveres.

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dijous, 19 de gener del 2023

La cómoda vida en España de Otto Skorzeny, el jefe de los comandos de Hitler protegido por el franquismo.

 https://www.publico.es/culturas/comoda-vida-espana-otto-skorzeny.html


El periodista Francisco Rodríguez de Gaspar publica 'Otto Skorzeny. El nazi más peligroso de la España de Franco', un ensayo que reconstruye la acomodada existencia del conocido nazi y sus planes para crear la 'Legión Carlos V', un ejército de retaguardia contra el comunismo.


Otto Skorzeny en un acto del Partido Nazi en Berlín el 3 de octubre de 1943.
Otto Skorzeny en un acto del Partido Nazi en Berlín el 3 de octubre de 1943.  Creative Commons

La agenda del 27 y del 28 de septiembre de 1951 invitaba a llevar la esvástica puesta y casi uniforme de gala, pero había demasiados ojos puestos en estas dos citas secretas de exmilitares, excombatientes de la antigua Legión Cóndor, y políticos nazis para dar más pistas. El grandullón austríaco movía los hilos empeñado en sacar su plan adelante junto a nombres importantes de fascismo europeo. Llevaba meses de viajes y reuniones para perfilar un potente ejército de retaguardia preparado para luchar contra el comunismo. Incluso tenía nombre, La Legión Carlos V, y las cosas claras. Se formaría en España y el Ejército podría colaborar en su instrucción. También el guion de la segunda cita prometía desescombrar el Tercer Reich y apuntalar los cimientos de una nueva Europa fuerte que arrinconara al comunismo. A esta reunión tampoco faltó el austríaco, encumbrado desde hace años como libertador de Mussolini.


Otto Skorzeny en un acto del Partido Nazi en Berlín el 3 de octubre de 1943.  Creative Commons

La agenda del 27 y del 28 de septiembre de 1951 invitaba a llevar la esvástica puesta y casi uniforme de gala, pero había demasiados ojos puestos en estas dos citas secretas de exmilitares, excombatientes de la antigua Legión Cóndor, y políticos nazis para dar más pistas. El grandullón austríaco movía los hilos empeñado en sacar su plan adelante junto a nombres importantes de fascismo europeo. Llevaba meses de viajes y reuniones para perfilar un potente ejército de retaguardia preparado para luchar contra el comunismo. Incluso tenía nombre, La Legión Carlos V, y las cosas claras. Se formaría en España y el Ejército podría colaborar en su instrucción. También el guion de la segunda cita prometía desescombrar el Tercer Reich y apuntalar los cimientos de una nueva Europa fuerte que arrinconara al comunismo. A esta reunión tampoco faltó el austríaco, encumbrado desde hace años como libertador de Mussolini.

Hasta ahí, Otto Skorzeny, el antiguo jefe de comandos de Hitler, militar experimentado, fanático del Führer y del nacionalsocialismo, pensaba en poner sus mimbres sin mucho problema. El hombre más peligroso de Europa, como se le define desde hace años, lo tenía de cara: influyentes amigos nazis, contactos políticos, crédito en el régimen franquista, un espíritu conspirador irrefrenable y un don de gentes con el que serpentear en todos los brezales.
La misma agenda escogió dos días señalados para celebrar el XV aniversario de la liberación del Alcázar de Toledo. Un buen escenario para jugar al despiste, o no tanto, entre la misa, la procesión y la imposición de la Medalla de Oro al general Moscardó en el patio semiderruido del Alcázar, un edificio venerado por la Alemania nazi desde hacía años. El único que faltaba era Franco, que pese a la importancia de la fecha se entretuvo vendiendo su imagen de abuelo como maniobra de despiste para seguir aparentando neutralidad y no irritar a los norteamericanos, pero infiltró a personal de confianza.

El régimen no fue el único que miraba de cerca el conciliábulo. La Agencia de Inteligencia Americana (CIA) pisaba los talones a Skorzeny desde hacía tiempo y se convirtió en la sombra diaria de todos sus movimientos. El austríaco no pasaba desapercibido con sus casi dos metros de altura, sus hechuras anchas y curtidas, y sus dos cicatrices en la cara como recuerdo de un mal lance de sus años de juventud en una hermandad de esgrima en Viena. Los americanos no querían perder de vista a un hombre tan posicionado y valioso para el terreno militar, los negocios y cualquier acuerdo que se pusiera al alcance. La CIA tampoco se fiaba de un personaje con tanta arista.

Otto Skorzeny junto a un grupo de personas junto a la escultura de Carlos V en el patio del Alcázar de Toledo el  28 de septiembre de 1951.
Otto Skorzeny junto a un grupo de personas junto a la escultura de Carlos V en el patio del Alcázar de Toledo el 28 de septiembre de 1951.  Colección Rodríguez.

"Era el faro perfecto para aglutinar a los supervivientes y amantes del Tercer Reich", explica el periodista Francisco Rodríguez de Gaspar, autor del libro Otto Skorzeny. El nazi más peligroso en la España de Franco, que la editorial Almuzara acaba de sacar a la venta. El punto de partida de este completo ensayo que desgrana la vida del exmilitar austríaco en la España de Franco, sus conspiraciones, negocios, su relación con gobiernos de distintos países, sus sabotajes, su vinculación con el Mosad israelí, su implicación en la venta de armas, el control de su imagen pública y su vida acomodada como nacionalsocialista acérrimo en Madrid, sin purgas hasta su muerte en 1975, meses antes que la de Franco.

El autor ha tardado más de tres años en completar una investigación que partió del hallazgo de unos documentos de la CIA desclasificados en los que figuraba Toledo y Skorzeny al mismo tiempo. Lo mismo pasó en El enigma de la espada de San Pablo, su primer libro que partió del titular de una noticia en un antiguo diario que anunciaba su búsqueda.

Los memorándums fueron ofreciendo mucha información sobre los constantes viajes del austríaco recién llegado a España con una identidad falsa que no necesitaba porque su verdadero nombre le abría puertas, algo reconocido por una buena parte de los historiadores que han estudiado al personaje, aunque haya algunos que lo consideren un charlatán fracasado. El protagonista de este libro eligió España y fijó su residencia en Madrid porque tenía claro que el régimen de Franco sería cómodo y desde una oficina de la capital comenzó a tramar sus planes y a dejar atrás su paso por un campo de desnazificación del que se escapó, al igual que de la purga a medias tintas sobre los nazis en Núremberg tras la Segunda Guerra Mundial. El hombre más peligroso de Europa era un tipo escurridizo que no paró de pregonar su afinidad y veneración a Hitler. No se arrepintió nunca, ni siquiera trató de disimularlo.

En 1951, la CIA no paró de elaborar informes sobre Skorzeny. Incluso un agente bien entrenado tuvo un encuentro con él dos noches antes de su viaje a Toledo. No hay fotografías que inmortalicen las reuniones ni su presencia en el Alcázar aquellos días, aunque en una de ellas aparece al fondo de la procesión un hombre alto y corpulento fumando. Su calidad no permite corroborar su identidad. Aun así, el periodista Francisco Rodríguez ha encontrado y clasificado suficiente información que vincula al austríaco y acredita que fue el maestro de ceremonias de esas fechas.

También localizó hace tiempo una llamativa foto de grupo a los pies de la escultura de Carlos V en el patio del Alcázar. Una imagen muy significativa de la Colección Rodríguez, de un conocido antiguo estudio de la ciudad, que pone rostro y nombres y apellidos a los invitados nazis al aniversario, entre ellos, Per Engdahl, político sueco destacado de extrema derecha; Maurice Bardéche, crítico de arte, periodista francés y significado exponente del neofascismo; Karl-Heinz Priester, jefe de propaganda de las Juventudes Hitlerianas; Paul van Tienen, oficial de las Waffen-SS que combatió en el frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial; y fray Branko Marić, fraile franciscano vinculado al movimiento del nacionalsocialista del croata Ante Pavelić.

En otra de las fotos aparecen los mismos personajes, junto a más personas y una que destaca en el centro, el general Moscardó. La lista de invitados la completó León Degrelle, líder belga de las SS; Jean Bauverd, periodista suizo que trabajó para el Ministerio de Propaganda nazi, y organizador de la cita política; y Vasilei Iassinki, uno de los líderes del movimiento fascista rumano conocido como Guardia de Hierro.

Mussolini con la unidad de paracaidistas de Student dirigidos por Otto Skorzeny (a la derecha del Duce).
Mussolini con la unidad de paracaidistas de Student dirigidos por Otto Skorzeny (a la derecha del Duce).  WIKIPEDIA

"Me sorprendió al encontrar los memorándums de la CIA que nadie hubiera tratado el tema en profundidad", subraya el autor, por la importancia de los planes conspiratorios, por la abundante documentación y por el doble juego de EEUU y de España con sus atentas miradas puestas en peligrosas confabulaciones, simulando también al mismo tiempo cierta miopía por intereses políticos y, sobre todo, económicos de ambas potencias.

Se desconoce cuánto duró la reunión política de Toledo, si se entonaron cánticos o sellaron juramentos. El autor no ha encontrado pruebas documentales, pero sí hasta cuatro fuentes que la acreditan y la más completa la aporta la CIA con un detallado informe de 24 páginas. Además, el propio Engdahl, el político sueco, dejó constancia con una breve referencia en sus memorias, algo que repite también el hijo de Bauverd, organizador de la cita, en el libro que escribió tras la muerte de su padre. No faltó tampoco la aportación de la revista alemana Der Spiegel, de la mano del periodista Hans Hermman Mans, vinculado también a la causa.

De la conspiración a los negocios. Ni la Legión Carlos V ni la Internacional Fascista terminaron de cuajar, quizá por el hecho de que no se produjo esa esperada Tercera Guerra Mundial y el comunismo de la URSS no fue tan beligerante como parecía. Skorzeny "supo jugar bien sus cartas", explica el autor, ya que su interés político, que "no pareció interesarle mucho", se desdibujó al perderse la posibilidad de un gran conflicto, pero al nazi austríaco no pareció afectarle demasiado porque pudo beneficiarle para sus constantes negocios en España y en medio mundo.

"Aquí en España por fin me siento libre, puedo quitarme la máscara. Ya no tengo motivos para vivir en secreto"

"Aquí en España por fin me siento libre, puedo quitarme la máscara. Ya no tengo motivos para vivir en secreto". Así de claro se lo dijo Skorzeny, Caracortada, en multitud de alusiones, a un periodista en una entrevista publicada por el Daily Press seis meses y medio del contubernio en Toledo. El nazi se había vivía acomodado en Madrid con Ilse Lüthje, su tercera esposa, emparentada con el antiguo banquero de Hitler, Hjalmar Schacht. Lo cierto es que nunca fue discreto ni necesitó esconderse.

A medida que las intrigas políticas perdieron fuelle, el protagonista fue labrando una importante fortuna con acuerdos comerciales, sin descuidar sus trabajos ligados a la industria militar, que más tarde lo llevaron a meterse en la venta de armas. Según avanzaba la década de los 50 fue firmando jugosos contratos, como el de la Red de Ferrocarriles Españoles en 1952 por seis millones de dólares para la compra de acero. Y su papel de intermediario en negocios con empresas alemanas del metal le facilitó uno de los mejores clientes, el norteamericano.

Otto Skorzeny como comandante de la unidad SS Friedenthal.
Otto Skorzeny como comandante de la unidad SS Friedenthal.  WIKIPEDIA

"Sus relaciones comerciales con los yankis evidenciaron la buena sintonía entre ambos, pero la CIA nunca le quitó el ojo de encima porque no se fiaba completamente de él". El servicio de inteligencia conocía sus dotes militares y su escurridiza manera de moverse en los negocios traspasando una y otra vez sus límites ideológicos, como prueban sus trabajos para el Mosad israelí.
Además, el periodista incluye en su libro la existencia de un memorándum de la CIA que acredita que, de 1954 a 1958, Skorzeny manejó dos millones de euros en contratos y un millón más a través de subcontratas. Pero el negocio redondo llegó con un grupo de contratistas americanos, una especie de unión temporal de empresas, que se encargó de levantar en España las bases norteamericanas de Torrejón de Ardoz, Zaragoza, Rota y Morón. La buena sintonía con los yankis la remató con la creación del Grupo Paladín, junto al excoronel americano James Sanders en 1970, dedicada a la seguridad privada para zonas en conflicto en distintos países.

A Skorzeny lo perseguía su pasado militar, o quizá él mismo era incapaz de desligarse del campo de batalla, fuera real o imaginario, ya que en su ajetreada agenda figuraron labores de asesoramiento al gobierno de Nasser, en Egipto, trabajos con ingenieros alemanes para impulsar la industria aeronáutica española y sus intrigas le condujeron a un sorprendente fuego cruzado de sus negocios e intereses, porque participó en labores de sabotaje a Egipto encargadas por el Mosad orientadas a la destrucción de misiles cuyo programa había activado él mismo con la ayuda de científicos alemanes. Lo que demuestra, sin ahondar en el conflicto, "que le gustaba ser el perejil de todas las salsas", comenta el autor.

Skorzeny presumía de su sombra alargada, gigantesca más bien, y siempre se movió de cara a la opinión pública como héroe y villano al mismo tiempo, según conviniera. La fama del nazi austríaco tampoco saltó por azar, estaba orquestada por su influencia en los medios, a los que recurría a menudo para desmentir bulos, medias verdades y realidades difíciles de publicitar en una España silenciosa y tapada que seguía haciendo guiños al fascismo más abominable. Quizá las tres palabras que mejor resumen al personaje fueron las que anotó en su diario su buen amigo Walter Shellenberg, jefe de la inteligencia de las SS, su superior, en 1951. "Toledo con Otto". Aunque el mensaje se quedó corto porque el austríaco dio de sí para borrar una palabra y dejar escrito: "Todos con Otto".


https://www.rtve.es/play/videos/somos-documentales/el-hombre-mas-peligroso-de-europa-otto-skorzeny/6067498/

El hombre más peligroso de Europa, Otto Skorzeny01:07:0813/01/2023

Disponible hasta: 28-01-2023 00:03:00

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SINOPSIS

Otto Skorzeny, el soldado de acción favorito de Hitler considerado en su momento 'el hombre más peligroso de Europa'. El fugitivo refugiado en España tras la II Guerra Mundial ¿Quién fue realmente Otto Skorzeny y a qué se dedicó en los casi 30 años que vivió entre nosotros?