Blog d'en Jordi Grau i Gatell d'informació sobre les atrocitats del Franquisme.....
"Las voces y las imágenes del pasado se unen con las del presente para impedir el olvido. Pero estas voces e imágenes también sirven para recordar la cobardía de los que nada hicieron cuando se cometieron crímenes atroces, los que permitieron la impunidad de los culpables y los que, ahora, continúan indiferentes ante el desamparo de las víctimas" (Baltasar Garzón).
dilluns, 17 d’abril del 2017
Muere Carlos Slepoy, un abogado contra el franquismo. Recopilatorio.
Acabamos de recibir la noticia del fallecimiento de Carlos Slepoy. Este jurista siempre dedicó su profesión para defender a las víctimas del franquismo, de la dictadura argentina, de Chile y de Guatemala.
Carlos Slepoy era un jurista cuyo trabajo siempre ha estado ligado a la defensa de los Derechos Humanos. Ha defendido a las víctimas del franquismo, de la dictadura argentina, de Pinochet y de Guatemala.
Nacido en Argentina viajó a España en 1979 para escapar de la terrible dictadura de Videla. Varios de sus compañeros fueron asesinados y él mismo fue torturado por esta terrible dictadura. Tras defender los terribles asesinatos cometidos en su tierra, se embarcó en la difícil tarea de devolver la memoria a España. Tras producirse la Querella Argentina en 2010, Slepoy no pudo quedarse como un mero espectador y ha estado hasta su último día a la defendiendo a miles de víctimas del franquismo.
A día de hoy esta causa pide la captura de 17 altos cargos del franquismo y de la Transición que han cometido crímenes de lesa humanidad. Entre ellos podemos encontrar a Billy el Niño, Celso Galván, Martín Villa o Utrera Molina (suegro de Gallardón). Por desgracia la justicia española y el mismo Gobierno han puesto todos los obstaculos posibles para que esto no pasará, aún habiendo sido pedido por órganos internacionales.
Este gran luchador ha muerto hoy a sus 67 años, debido a varios problemas de salud que acarreaba desde 1982. Todo viene cuando por aquellas fechas se acercó a un grupo de jóvenes que estaban siendo maltratados por un policía, este apresó a Slepoy y cuando lo tuvo a solas le disparó por la espalda. A Slepoy, que entonces trabajaba como abogado laboralista en UGT, le quedaron secuelas muy graves. Con los años, terminó sentado en una silla de ruedas.
Aunque las víctimas del franquismo hayamos perdido a una persona clave, no le olvidaremos y haremos que toda su lucha no haya sido en vano. Desde Recuperando Memoria mandamos nuestro más sincero pésame a este gran luchador.
Autor: Fernando Aguilar Rigaud
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'Público' suspende el homenaje que tenía previsto al jurista, fallecido a los 67 años hace escasas horas por un fallo multiorgánico, el próximo jueves 20 de abril con el estreno del galardón Derechos Humanos de este periódico
“España ha permitido el olvido, la desmemoria y, lo que es más grave, la legitimación de los dirigentes franquistas”. Carlos Slepoy Prada nunca dudó, durante su ejercicio como abogado en España desde 1979, de que en la España del 36 se había cometido un verdadero genocidio. "Una limpieza sistemática", recordaba en una reciente entrevista el abogado argentino, defensor de los Derechos Humanos e impulsor de la querella argentina para la investigación de los crímenes del franquismo.
Slepoy tenía la mirada limpia. No albergaba ninguna duda de que había existido el asesinato, la tortura, el terror más absoluto por parte de un grupo de paramilitares, como ocurrió en su Buenos Aires natal casi cuarenta años más tarde. No era capaz de ocultar su sensibilidad ante tantas victimas, vencidas por la extraña memoria que había tenido con ellos su propio país. No quiso ser espectador de aquella injusticia y se convirtió en abogado activo de miles de víctimas del régimen de Franco, impulsando la querella en el año 2010. Con la apertura de este proceso, ponía en evidencia la impunidad de la Justicia española con los crímenes de su pasado más reciente. Carlos también había aprendido a vivir con el odio de otra dictadura que le había tocado muy de cerca.
Los "chanchos" de la U9 de La Plata
Carlos Slepoy viviría en Argentina las palizas de la represión en el año 1977. Dos semanas antes de que estallara el golpe de Estado de Jorge Videla, el joven Carlos fue encarcelado en varias prisiones y centros de tortura. Entre ellas, la Unidad Carcelaria número 9 de la Plata.
Una placa reza hoy junto a la prisión bonaerense en recuerdo de aquellos presos. "La dictadura militar asesinó e hizo desaparecer a luchadores y familiares que soñaron un país más justo y que comprometieron su vida en la defensa de los derechos humanos". Este jurista argentino luchó por la reparación de sus compañeros, de los desaparecidos y asesinados y de los que aún siguen vivos. Participó como testigo en el juicio de sus propios carceleros, donde contaría las vivencias en las celdas de castigo conocidas en la U9 de la Plata como "chanchos". Los presos políticos tenían calabozos de tres metros de anchura, ingerían guisos hirviendo sobre sus platos. Slepoy, al igual que sus compañeros, tenía que arrojar al suelo de cemento este alimento para no desfallecer de hambre. Los carceleros retiraban los platos en pocos minutos. Llegaban a beber agua de las letrinas para tomar algo de líquido con lo que subsistir.
Su duelo carcelario terminaría a finales del 77, cuando fue trasladado por una orden hasta España, donde fijaría su residencia. El miedo de aquellos días nunca lo borró de su memoria. "Me llevaron a La Plata esposado y en tren. La gente pasaba al lado mío y ni siquiera miraba", recordaba el abogado.
Slepoy sabía que en Argentina sí se juzgaba a los verdugos. Con más de mil seiscientos represores procesados en su país, Carlos siempre recordaría que en España la Justicia miraba para otro lado. No entendía la impunidad de los jueces. Así lo trasladaba a los lectores de Público en una reciente columna escrita el pasado 18 de julio, en el ochenta aniversario de la Guerra Civil. “¿Serán capaces los jueces españoles de cumplir con los elementales principios que adoptó la comunidad internacional hace ya setenta años? Expresamos nuestro convencimiento de que muchos sí lo harán y abrirán el camino a la reconciliación de las víctimas, no con los criminales, sino con la administración de justicia de este país".
La causa contra el franquismo y la querella
En el año 2007, actúo como abogado de la acusación popular en los juicios que instruyó el juez Baltasar Garzón contra el dictador Videla y otros miembros de la dictadura argentina. Su batalla daría frutos. La Justicia española condenó al exmilitar argentino Adolfo Scilingo a 1.084 años de prisión. También participaría en las causas contra el exteniente argentino Ricardo Cavallo, el exdictador chileno Augusto Pinochet y el ex dictador de Guatemala Ríos Montt.
Ya en el año 2010 pone en marcha el proceso clave para la recuperación de la memoria en España, la apertura de la querella argentina. La iniciativa sería anunciada tras conocer que el juez Baltasar Garzón se sentaría en el banquillo por investigar los crímenes del franquismo. "El objetivo es evitar que esos crímenes queden impunes", explicaba entonces Slepoy. Carlos haría entonces un llamamiento a los familiares de los 113.000 desaparecidos para que denunciaran los crímenes en la querella.
El proceso se iniciaba con dos querellas el 14 de abril de 2010, y en enero de 2013 habían aumentado hasta 150. La lista no paraba de sumar nombres de víctimas que se acogían al doloroso y esperanzador proceso en todo el país.
Las primeras resoluciones de la jueza argentina María Servini de Cubría ordenaban la captura de cuatro exmiembros de seguridad del franquismo acusados de torturas. Contra los acusados -Jesús Muñecas Aguilar (ex guardia civil ), Celso Galván Abascal (exescolta de Francisco Franco y de la Casa Real), José Ignacio Giralte González (exmiembro de la Brigada Político Social) y José Antonio González Pacheco, alias Billy El Niño (exinspector)- pesaba una orden de captura internacional para que fueran extraditados a Argentina.
La lista seguía sumando culpables. En 2015, 17 altos cargos del franquismo y de la Transición, entre ellos Martín Villa y Utrera Molina (el suegro del exministro Gallardón), afrontaban órdenes de captura por crímenes de lesa humanidad y genocidio.
El pasotismo de la Justicia española
Sin embargo, la Justicia en España ponía resistencia a la extradición basándose en los principios de prescripción. No se declinaría a juzgar a los responsables. Slepoy volvía a contemplar como se vivía en España "un bochornoso espectáculo de impunidad con la causa del franquismo".
Sin hacer caso a las peticiones de la Justicia argentina, Slepoy lucharía hasta sus últimos días para hacer efectivo el proceso en la búsqueda de la verdad y el convencimiento de que esta importante querella conseguiría tramitar condenas efectivas. Sin embargo, el abogado recordaría que "esa realidad por ahora estaba un poco lejana".
La querella continúa sumando testimonios de familiares de desaparecidos, asesinados o torturados por el régimen de Franco y su anterior guerra. La causa de Slepoy sigue su curso con una trayectoria marcada, que podría lograr el fin de este complejo proceso.
Alejandro Torrús Redactor de Memoria Histórica de ‘Público’
Hace ya cinco años que me obligaste a sentarme frente a ti. A relajarme. A dejar de hacer preguntas y a reflexionar sobre una. “¿Crees que todo esto que hacemos es para reparar la historia y estar bien con nuestra memoria?”. Me lo preguntaste así. A bocajarro. Tímido y cortado, no sabía qué responder. Los periodistas siempre tenemos miedo a quedar como los inútiles que somos delante de nuestras fuentes. Balbuceé algo que no recuerdo muy bien y entonces vino la explicación.
Soy incapaz de entrecomillar aquellas palabras (nunca llegaría a la altura de lo que dijiste) pero viniste a transmitirme la idea de que esto no era Memoria Histórica o, al menos, no sólo era eso. Me hablaste de que la lucha por la Justicia de las víctimas del franquismo es presente y futuro, nunca pasado. Por nuestro presente y por el futuro de las nuevas generaciones. De que se haga Justicia con nuestros mayores depende que nosotros podamos vivir en un país mejor, que garantice mejor nuestros derechos y que nos asegure que nunca más volverá a pasar lo que pasó. Y que nunca más quedará impune. Además, añadiste a la ecuación el componente internacional. “Si hoy violan los derechos de los argentinos, mañana podrán ser los tuyos. La justicia universal no es más que aplicar la solidaridad entre los pueblos”. De esa frase sí que me acuerdo. Cómo olvidarla.
Hoy te has ido. Pero con nosotros queda todo lo que nos has enseñado. Nos queda tu ilusión, tus ganas de luchar y tu convencimiento de que la lucha por los Derechos Humanos siempre se gana. Recuerdo uno de tus excelentes discursos sobre la pronta victoria de las víctimas del franquismo. Levantaste al público, que te aplaudía con fervor. Te pregunté que por qué decías que todo iría bien si casi nunca sucede con las víctimas más humilladas de este país. Me dijiste entonces que la lucha por los Derechos Humanos siempre se ganan, pero que las batallas son largas y hay que mantener a las tropas con ilusión y con ganas de luchar.
Y aquí seguimos, Carlos. En la lucha. Tú nos enseñaste que aquellos que cierran hoy las puertas de la justicia universal en España, que aquellos que niegan la justicia para las víctimas de la dictadura, que protegen al torturador Billy el Niño, que nos impiden buscar a los bebés robados… no son más que cómplices de un genocidio. Que podrán acumular todos los cargos, insignias, poder y medallas, pero que nunca tendrán nuestro respeto.
Dice el famoso tango, ese que tanto nos gustaba, que el siglo XX fue y será una porquería. Y vaya si lo fue. Que los que hoy se llaman señores bien pueden ser ladrones. Y eso que cuando se compuso Cambalache la inmensa mayoría de tragedias del siglo XX todavía no habían tenido lugar. El siglo XX aún tendría que ver aún, entre otras barbaridades, la Guerra de España y la feroz represión franquista que se extendió durante 40 años, el asalto al Palacio de la Moneda, la dictadura militar argentina y sus viajes de la muerte y tantas y tantas invasiones.
Por eso tú fuiste tan importante, Carlos. Porque si en el siglo XX, como dice la canción, nos hemos revolcado en el lodo de los cochinos… tú, Carlos, tú nos ayudaste a limpiarnos, a ponernos ropa limpia y a salir ahí fuera a pelear por nuestra dignidad y por la de los nuestros. Y tu batalla fue infatigable. Ni una maldita silla de ruedas pudo frenarte. Afrontaste con una sonrisa cada uno de los reveses de la vida y para colmo tenías una broma que gastar a cada uno de los que te rodeábamos. “Che, Alejandro, ¿que nos hizo el Elche hoy? ¿Ganamos la Liga o nos están robando?”, me decías a menudo.
Hoy solo se me ocurre despedirme de ti lanzándote el mensaje que tantas veces me mandaste tú a mí. Que la lucha sigue. Que nunca termina. Y así será, Carli. Tienes todo mi compromiso de que no vamos a parar ni un segundo. Que vamos a seguir denunciando injusticias, tejiendo redes, construyendo solidaridad y siguiendo tu ejemplo. La lucha sigue, Carlos, y vamos a ganar.
Jorge Fonseca Profesor en la Universidad Complutense de Madrid
Ha fallecido Carlos Slepoy. Resulta muy difícil y duro escribir sobre una persona muy querida cuando se está partido por el dolor de su pérdida. Si esa persona es además alguien que ha hecho honor a la humanidad el dolor es más fuerte. Esa es la situación en la que escribo (escribimos, debería decir, todas las personas que le lloramos) estas líneas sobre nuestro amadísimo Carli, Carlos Slepoy, el grandísimo ser humano, el grandísimo defensor de derechos humanos. Carli es uno de los abogados que junto al juez Baltasar Garzón impulsó la Justicia Universal. Inició las causas contra los genocidas de la dictadura cívico-militar argentina dirigida por Videla, que dieron lugar a que se detuvieran en España a varios torturadores argentinos que fueron parte del aparato represivo que implantó el terrorismo de Estado causante de la muerte de decenas de miles de personas, de las cuales más de 30.000 están “desaparecidas”, es decir asesinadas y arrojadas al mar o a fosas comunes. Carli es también unos de los principales impulsores de la querella argentina contra los crímenes del franquismo, iniciada el 14 de abril de 2010 –la coincidencia con el día de la República no es casualidad-, también uno de los abogados que promovió el juicio contra el régimen terrorista de Pinochet, juicio que provocó que el genocida dictador Pinochet estuviera detenido dieciséis meses en Londres. También promovió el juicio contra el genocida guatemalteco Ríos Montt.
La historia de Carli es una historia de amor a la vida y a la humanidad. Desde que se graduara de abogado en Argentina, ejerció como laboralista y creó una red de defensores de activistas sindicales y políticos junto a otros once colegas. Cinco de ellos fueron posteriormente asesinados “desaparecidos”. Carli, militante político revolucionario, de la izquierda que entiende que en el capitalismo son imposibles la justicia y la democracia verdadera, pero que luchar por ellas es luchar contra el capitalismo y por una sociedad humanizada, fue detenido en marzo de 1976 unos días antes del golpe de Videla, cuando el gobierno de Isabel Perón y su brazo derecho López Rega había desplegado los terribles escuadrones de la muerte. Fue llevado a la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), que ya empezaba a funcionar como centro clandestino de torturas de secuestrados, y que después del golpe cívico-militar se convertiría en el mayor centro de tortura y exterminio del régimen terrorista, donde fue sometido a tortura incluyendo un simulacro de fusilamiento. Posteriormente su detención fue “legalizada” y enviado oficialmente a un penal estatal, donde igual que el resto de detenidos políticos sufrió otras diversas formas de maltrato. Su compañera Andrea- madre de sus hijos- y una de sus hermanas también fueron secuestradas y liberadas al cabo de unos días. La presión familiar y de organismos defensores de detenidos políticos consiguió que la dictadura lo deportara a España a fines de 1977. Desde entonces Carli fiel a su ética siguió defendiendo trabajadores y con el resto de exiliados argentinos denunciando los crímenes de la dictadura y trabajando por el retorno a la democracia en Argentina. En ello estaba cuando a principios de 1982 un guardia civil español borracho y fuera de servicio, le dejó inválido de la cintura para abajo con un tiro por la espalda, cuando Carli intervino para pedirle que dejara de intimidar con su arma a unos adolescentes en una plaza de Madrid. Desde entonces los problemas de salud derivados de esa situación fueron frecuentes, pero Carli siempre los llevó con fortaleza y sin perder su eterna sonrisa que no olvidaremos jamás. En los últimos años, las secuelas de aquel atentado se agravaron hasta llevarlo a la muerte. Muerte que le llega después de un largo periodo de recaídas en su salud, quebrada hace treinta y cinco años por aquel impune disparo a traición.
A pesar de su dura vida cotidiana debida a las secuelas físicas de aquélla criminal agresión, Carli no descansó hasta el último momento en su trabajo por los derechos humanos universales, no dejó de luchar ni de sonreír. Por ese trabajo, recibió numerosos reconocimientos. Precisamente para este jueves 20 estaba prevista la entrega del Premio Internacional de Derechos Humanos concedido por el Diario Público, en el que todos los que le amamos esperamos estar. Sin embargo Carli, ante cada reconocimiento, con sincera humildad, decía que el mérito era de los movimientos sociales y organismos de derechos humanos, especialmente de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, símbolo universal de la de denuncia de las violaciones y de la lucha por la verdad, la memoria y la justicia. Estos días Estela Carloto, referente de Abuelas de Plaza de Mayo, decía a la familia de Carli que éste era el más maravilloso ser humano. Nos adherimos todos los que le conocemos.
Carli dedicó su vida a defender derechos y a dar amor, por eso somos inmensa legión las/los amigas y amigos, familiares, que hoy nos sentimos huérfanos, junto a sus amados Natalia, Paula y Óscar, y lloramos su muerte. Pero no olvidaremos que Carli no dejó nunca de luchar. No dejaremos de reclamar memoria, verdad y justicia. No dejaremos de creer que una humanidad socializada es posible y necesaria. Recordaremos a Carli con su sonrisa eterna, su voz y su guitarra. Buen guitarrista y mejor cantante, con voz de tenor con marcado acento porteño –cordobés yo, le decía en broma que “le operaríamos” ese acento, pues a los no porteños les suena como altanero, muy lejos de la personalidad de él-. Ni olvidaremos las guitarreadas con asado que reunía a argentinos, latinoamericanos y españoles que sin renunciar a nuestros orígenes y patrias creemos que la única patria grande es la Humanidad. Nos resonará para siempre su voz cantando entre todos Hasta Siempre, canción que nos une a todos los que no queremos dejar de sentir “en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo” como escribió el Che en la despedida a sus hijos. Los hijos de Carli, y todos los que le queremos, no nos olvidaremos de ello y asociaremos siempre con Carli aquéllos versos del revolucionario Julius Fucik que como recuerdan sus hermanas Silvia y Norma, Carli leía en su adolescencia junto a ellas: “Amaba la vida y por su belleza marché al campo de batalla. Humanidad os he amado. Que la tristeza jamás sea unida a mi nombre. Llorad un momento, si creéis que las lágrimas borrarán el triste torbellino de la pena, pero no os lamentéis. He vivido para la alegría…. Agravio e injusticia sería colocar sobre mi tumba una tristeza”. Te lloramos Carli, pero con pena que es semilla de vida y alegría por haber compartido vida y luchas con vos querido amigo, querido hermano, querido padre, querido abuelo, querido suegro, querido tío, querido compañero. Porque estas sencillas palabras las escribe todo un inmenso amor colectivo.
El abogado Carlos Slepoy atiende a los medios en mayo de 2014 en Madrid.PABLO BLÁZQUEZGETTY
Este lunes, en Madrid, ha muerto un hombre que será llorado en dos continentes, en muchos países. Se llamaba Carlos Slepoy y asistió, como abogado, a víctimas de la dictadura argentina, la chilena, la guatemalteca y la española a lo largo de cuatro décadas dedicadas a la defensa de los derechos humanos y la justicia universal. Nacido en Buenos Aires, cruzó el océano en 1979 por la única razón ineludible: seguir vivo. Antes de abandonar el régimen de terror de Jorge Rafael Videla y exiliarse en España, había perdido varios compañeros y él mismo había sido detenido, torturado y encarcelado durante 20 meses.
Ha muerto a los 68 años por una acumulación de dolencias y problemas de salud que arrancaron en 1982, cuando se acercó a defender a unos chicos que estaban siendo agredidos por un policía nacional en la madrileña Plaza de Olavide. El agente dijo que se lo llevaba detenido y cuando lo tuvo delante, le disparó un tiro por la espalda. Estaba borracho y fue condenado a seis años de prisión por asesinato frustrado. A Slepoy, que entonces trabajaba como abogado laboralista en UGT, le quedaron secuelas muy graves. Con los años, terminó sentado en una silla de ruedas.
Carlos Slepoy, en un congreso sobre justicia universal celebrado en Madrid en 2014.
Su nombre se repite una y otra vez en las hemerotecas, en ocasiones celebrando éxitos, y las más de las veces, avisando, tras un revés judicial, de que no iban a resignarse. Porque de todas las batallas jurídicas, escogió las más largas, las de la jurisdicción universal, las que luego se estudiarían en las facultades de Derecho. "Carlos Slepoy, nuestro Cholo Simeone, me enseñó que en esta lucha hay que ir partido a partido", explicaba Manuel Ollé, abogado en las causas de Guatemala, Sahara o Tíbet, en un congreso sobre justicia universal celebrado en Madrid en 2014.
Decía esta crónica de José Yoldi del 31 de octubre de 1998: “El abogado Carlos Slepoy, uno de los que más ha luchado en el proceso por las desapariciones y asesinatos en Argentina, se echó a llorar al oír la decisión del tribunal y no pudo parar hasta más de una hora después”. Lloraba Slepoy aquel día porque la sala de lo penal de la Audiencia Nacional acababa de declararse competente para juzgar a Augusto Pinochet por genocidio. El dictador chileno llegó a permanecer más de 500 días detenido en Londres por orden de Baltasar Garzón, pero finalmente Reino Unido le dejó marchar por razones humanitarias.
“Durante mucho tiempo Argentina se opuso a juzgar los crímenes de su dictadura. Finalmente, el presidente Néstor Kirchner decidió que o se juzgaban o se extraditaba a España a los responsables. El muro de impunidad se fue resquebrajando y muchos jueces argentinos se replantearon la situación. Estoy convencido de que en España habrá jueces que, pese a lo que le ocurrió a Garzón, se atrevan a investigar estos crímenes”, declaraba Slepoy, una vez más sin resignarse, después de que el magistrado de la Audiencia Nacional fuera apartado de la causa del franquismo y acusado de prevaricación.
Recurso a recurso, a ambos lados del océano, este abogado universal consiguió que un juez escuchara por primera vez a las víctimas de dos dictaduras que habían practicado los mismos métodos de terror: ejecuciones extrajudiciales, robo de bebés... Slepoy ayudó a conseguir que la justicia les oyera y por eso hoy le llorarán en dos continentes los hijos y nietos de los desaparecidos.
MUERE CARLOS SLEPOY, ABOGADO DE LAS VÍCTIMAS DEL FRANQUISMO
MUERE CARLOS SLEPOY, ABOGADO DE LAS VÍCTIMAS DEL FRANQUISMO.
RECONOCIDO COMO ABOGADO UNIVERSAL, FUE IMPULSOR DE LA QUERELLA ARGENTINA CONTRA LOS CRÍMENES DEL FRANQUISMO Y DE LA ACUSACIÓN POPULAR CONTRA EL DICTADOR VIDELA.
Los teléfonos de los familiares de víctimas de la dictadura argentina, chilena o española echan humo con mensajes de condolencia. Se ha ido Carlos Slepoy -Carli para los amigos- un abogado valiente y perseverante, impulsor de la querella argentina contra los crímenes del franquismo, abogado de la acusación popular en el juicio contra Pinochet o contra el exmilitar argentino Adolfo Scilingo, participante también en los juicios contra los dictadores Ríos Montt o Videla.
Anoten bien su nombre. Quizá no sea objeto de homenajes oficiales ni de luto institucional, pero Carlos Slepoy trabajó por la justicia universal, por la memoria y por las víctimas de las dictaduras mucho más que algunos Estados democráticos incapaces de escarbar en su pasado. Puede que alguno de ustedes le viera alguna vez en una protesta contra la impunidad del franquismo, o a las puertas de la Audiencia Nacional, celebrando con las víctimas de la dictadura chilena o argentina.
Anoten bien su nombre, porque se trata de un hombre valiente. Un hombre que supo de la naturaleza de los regímenes represores, no solo porque ejerció como abogado especializado en estos asuntos, sino porque él mismo sufrió la dictadura argentina. Fue encarcelado dos semanas antes del golpe de Estado argentino, en marzo de 1976, y pasó por varias prisiones antes de ser condenado al exilio.
Este lunes, en Madrid, ha muerto un hombre que será llorado en dos continentes, en muchos países. Se llamaba Carlos Slepoy y asistió, como abogado, a víctimas de la dictadura argentina, la chilena, la guatemalteca y la española a lo largo de cuatro décadas dedicadas a la defensa de los derechos humanos y la justicia universal. Nacido en Buenos Aires, cruzó el océano en 1979 por la única razón ineludible: seguir vivo. Antes de abandonar el régimen de terror de Jorge Rafael Videla y exiliarse en España, había perdido varios compañeros y él mismo había sido detenido, torturado y encarcelado durante 20 meses.
Carlos Slepoy, en un congreso sobre justicia universal celebrado en Madrid en 2014.
Su nombre se repite una y otra vez en las hemerotecas, en ocasiones celebrando éxitos, y las más de las veces, avisando, tras un revés judicial, de que no iban a resignarse. Porque de todas las batallas jurídicas, escogió las más largas, las de la jurisdicción universal, las que luego se estudiarían en las facultades de Derecho. "Carlos Slepoy, nuestro Cholo Simeone, me enseñó que en esta lucha hay que ir partido a partido", explicaba Manuel Ollé, abogado en las causas de Guatemala, Sahara o Tíbet, en un congreso sobre justicia universal celebrado en Madrid en 2014.
Decía esta crónica de José Yoldi del 31 de octubre de 1998: “El abogado Carlos Slepoy, uno de los que más ha luchado en el proceso por las desapariciones y asesinatos en Argentina, se echó a llorar al oír la decisión del tribunal y no pudo parar hasta más de una hora después”. Lloraba Slepoy aquel día porque la sala de lo penal de la Audiencia Nacional acababa de declararse competente para juzgar a Augusto Pinochet por genocidio. El dictador chileno llegó a permanecer más de 500 días detenido en Londres por orden de Baltasar Garzón, pero finalmente Reino Unido le dejó marchar por razones humanitarias.
“Durante mucho tiempo Argentina se opuso a juzgar los crímenes de su dictadura. Finalmente, el presidente Néstor Kirchner decidió que o se juzgaban o se extraditaba a España a los responsables. El muro de impunidad se fue resquebrajando y muchos jueces argentinos se replantearon la situación. Estoy convencido de que en España habrá jueces que, pese a lo que le ocurrió a Garzón, se atrevan a investigar estos crímenes”, declaraba Slepoy, una vez más sin resignarse, después de que el magistrado de la Audiencia Nacional fuera apartado de la causa del franquismo y acusado de prevaricación.
Había asistido a las víctimas argentinas que llamaron a la puerta del juez español en los noventa por los vuelos de la muerte, los niños robados de la dictadura de Videla… y casi dos décadas después acompañó hasta Buenos Aires, junto a la letrada Ana Messuti, a las víctimas del franquismo que hicieron el camino inverso para pedir justicia a 10.000 kilómetros de casa. Ascensión Mendieta, hija de Timoteo, fusilado en 1939, cumplió los 88 años en aquel avión.
Recurso a recurso, a ambos lados del océano, este abogado universal consiguió que un juez escuchara por primera vez a las víctimas de dos dictaduras que habían practicado los mismos métodos de terror: ejecuciones extrajudiciales, robo de bebés... Slepoy ayudó a conseguir que la justicia les oyera y por eso hoy le llorarán en dos continentes los hijos y nietos de los desaparecidos.
Recorte ABC Madrid. 17 junio 1986
Ha muerto a los 68 años por una acumulación de dolencias y problemas de salud que arrancaron en 1982, ya como abogado en España, cuando se acercó a defender a unos chicos que estaban siendo agredidos por un policía nacional (Francisco Vivas Castellanos) en la madrileña Plaza de Olavide. El agente dijo que se lo llevaba detenido y cuando lo tuvo delante, le disparó un tiro por la espalda, hiriéndole gravemente. El agente, que argumentó estar "embriagado" cuando le disparó, fue condenado a seis años de prisión por asesinato frustrado. A Slepoy, que entonces trabajaba como abogado laboralista en UGT, le quedaron secuelas muy graves. Con los años, terminó sentado en una silla de ruedas. Las secuelas de aquellas heridas le persiguieron de por vida y le condenaron a pasar parte de su tiempo en silla de ruedas. Pero ni eso, ni los compañeros desaparecidos en Argentina, ni los obstáculos encontrados en su empeño por defender los derechos humanos le hicieron desistir:
“La vida de una persona, su memoria, [sonreía haciendo hincapié en la palabra memoria] influye mucho en lo que hace”, decía.
Los ojos de Carli, llenos de verde y de vida, chispeaban con fuerza cuando hablaba de los derechos humanos y de la necesidad de la justicia universal. Sus trabajos en los juicios contra Pinochet, contra el exdictador de Guatemala o contra el exmilitar argentino Adolfo Scilingo, al que la justicia española condenó a 1.084 años de prisión por crímenes contra la humanidad, le valieron reconocimiento internacional.
Las paradojas de la vida le llevaron hace unos años a recorrer el camino inverso a su exilio: de Madrid a Buenos Aires, para interponer allí una querella contra los crímenes del franquismo que sigue viva a día de hoy y que ha devuelto dignidad y esperanza a muchos familiares de las víctimas.
“Presentamos esta querella como consecuencia de la escandalosa paralización de los procedimientos judiciales en España”, explicaba entonces. Entre los acusados en la misma se encuentran el torturador “Billy el Niño”, Martín Villa o el suegro de Gallardón.
El abogado Carlos Slepoy en su casa de Madrid
Los últimos años de Slepoy se centraron en recoger testimonios, documentar y trabajar con y para las víctimas del franquismo y sus familiares. En su casa madrileña acumulaba archivos, informes, datos. Tenía el optimismo no del ingenuo, sino del militante que sabe que para recorrer el camino es preciso creer en la posibilidad de un final productivo. Una vez le pregunté por ello en su casa:
“Como todo el mundo, tengo sinsabores en estas historias. Aún así, en la medida en que uno siente que aporta no necesita una especial cuota de energía”, respondió con evidente humildad, porque es mucha la fuerza precisa para hacer lo que él hacía. Hace un tiempo me pidió que le ayudara a crear una cuenta en Twitter. Cuando le pregunté qué foto poner, me dijo: "Escoge una en la que esté sonriente, que está bien que a uno le vean contento".
Denunció siempre que el obstáculo para juzgar el franquismo en España no es judicial, sino político, y mantuvo la esperanza en que algún juez español anulara algún día la ley de amnistía para juzgar los crímenes de la dictadura: "Yo creo que en algún momento eso va a ocurrir, empezará a haber jueces que se atrevan, porque la ley de amnistía no puede amparar crímenes contra la humanidad. En España hubo una planificación para perseguir a determinados grupos de la sociedad, para dar origen a un país diferente. Y lo consiguieron en gran medida. Eso es un genocidio”.
El historiador estadounidense Howard Zinn escribió que las incontables pequeñas acciones de la gente desconocida son las que llevan a grandes momentos de cambio histórico. No cabe duda de que las incontables acciones de Carlos Slepoy han contribuido a un futuro con espacio para los derechos humanos y la justicia.
La última vez que lo vi, hace unos meses, ya enfermo, mientras le preguntaba por cuestiones de salud en su casa, él me respondía con nuevas ideas que tenía para dar fuelle a la querella argentina.
Carli nos deja muy huérfanos, pero con la certeza de que son muchos los que recogerán su testigo y proseguirán el trabajo en defensa de los derechos humanos, para que la historia no repita sus capítulos más siniestros. Como él mismo diría, con ese brillo suyo en los ojos, quizá mañana podamos preparar una nueva acción que nos lleve a un nuevo camino para terminar con la impunidad, porque el reloj continúa.
“España ha permitido el olvido, la desmemoria y, lo que es más grave, la legitimación de los dirigentes franquistas”. Carlos Slepoy Prada nunca dudó, durante su ejercicio como abogado en España desde 1979, de que en la España del 36 se había cometido un verdadero genocidio. "Una limpieza sistemática", recordaba en una reciente entrevista el abogado argentino, defensor de los Derechos Humanos e impulsor de la querella argentina para la investigación de los crímenes del franquismo.
Carlos Slepoy durante un acto homenaje a Salvador Puig Antich.
Slepoy tenía la mirada limpia. No albergaba ninguna duda de que había existido el asesinato, la tortura, el terror más absoluto por parte de un grupo de paramilitares, como ocurrió en su Buenos Aires natal casi cuarenta años más tarde. No era capaz de ocultar su sensibilidad ante tantas victimas, vencidas por la extraña memoria que había tenido con ellos su propio país. No quiso ser espectador de aquella injusticia y se convirtió en abogado activo de miles de víctimas del régimen de Franco, impulsando la querella en el año 2010. Con la apertura de este proceso, ponía en evidencia la impunidad de la Justicia española con los crímenes de su pasado más reciente. Carlos también había aprendido a vivir con el odio de otra dictadura que le había tocado muy de cerca.
Los "chanchos" de la U9 de La Plata
Carlos Slepoy viviría en Argentina las palizas de la represión en el año 1977. Dos semanas antes de que estallara el golpe de Estado de Jorge Videla, el joven Carlos fue encarcelado en varias prisiones y centros de tortura. Entre ellas, la Unidad Carcelaria número 9 de la Plata.
Una placa reza hoy junto a la prisión bonaerense en recuerdo de aquellos presos. "La dictadura militar asesinó e hizo desaparecer a luchadores y familiares que soñaron un país más justo y que comprometieron su vida en la defensa de los derechos humanos". Este jurista argentino luchó por la reparación de sus compañeros, de los desaparecidos y asesinados y de los que aún siguen vivos. Participó como testigo en el juicio de sus propios carceleros, donde contaría las vivencias en las celdas de castigo conocidas en la U9 de la Plata como "chanchos". Los presos políticos tenían calabozos de tres metros de anchura, ingerían guisos hirviendo sobre sus platos. Slepoy, al igual que sus compañeros, tenía que arrojar al suelo de cemento este alimento para no desfallecer de hambre. Los carceleros retiraban los platos en pocos minutos. Llegaban a beber agua de las letrinas para tomar algo de líquido con lo que subsistir.
Su duelo carcelario terminaría a finales del 77, cuando fue trasladado por una orden hasta España, donde fijaría su residencia. El miedo de aquellos días nunca lo borró de su memoria. "Me llevaron a La Plata esposado y en tren. La gente pasaba al lado mío y ni siquiera miraba", recordaba el abogado.
Slepoy sabía que en Argentina sí se juzgaba a los verdugos. Con más de mil seiscientos represores procesados en su país, Carlos siempre recordaría que en España la Justicia miraba para otro lado. No entendía la impunidad de los jueces. Así lo trasladaba en una reciente columna escrita el pasado 18 de julio, en el ochenta aniversario de la Guerra Civil. “¿Serán capaces los jueces españoles de cumplir con los elementales principios que adoptó la comunidad internacional hace ya setenta años? Expresamos nuestro convencimiento de que muchos sí lo harán y abrirán el camino a la reconciliación de las víctimas, no con los criminales, sino con la administración de justicia de este país".
La causa contra el franquismo y la querella
En el año 2007, actúo como abogado de la acusación popular en los juicios que instruyó el juez Baltasar Garzón contra el dictador Videla y otros miembros de la dictadura argentina. Su batalla daría frutos. La Justicia española condenó al exmilitar argentino Adolfo Scilingo a 1.084 años de prisión. También participaría en las causas contra el exteniente argentino Ricardo Cavallo, el exdictador chileno Augusto Pinochet y el ex dictador de Guatemala Ríos Montt.
Ya en el año 2010 pone en marcha el proceso clave para la recuperación de la memoria en España, la apertura de la querella argentina. La iniciativa sería anunciada tras conocer que el juez Baltasar Garzón se sentaría en el banquillo por investigar los crímenes del franquismo. "El objetivo es evitar que esos crímenes queden impunes", explicaba entonces Slepoy. Carlos haría entonces un llamamiento a los familiares de los 113.000 desaparecidos para que denunciaran los crímenes en la querella.
El proceso se iniciaba con dos querellas el 14 de abril de 2010, y en enero de 2013 habían aumentado hasta 150. La lista no paraba de sumar nombres de víctimas que se acogían al doloroso y esperanzador proceso en todo el país.
Los exministros franquistas José Utrera Molina, Rodolfo Martín Villa y Fernando Suárez.
Las primeras resoluciones de la jueza argentina María Servini de Cubría ordenaban la captura de cuatro exmiembros de seguridad del franquismo acusados de torturas. Contra los acusados -Jesús Muñecas Aguilar (ex guardia civil ), Celso Galván Abascal (exescolta de Francisco Franco y de la Casa Real), José Ignacio Giralte González (exmiembro de la Brigada Político Social) y José Antonio González Pacheco, alias Billy El Niño (exinspector)- pesaba una orden de captura internacional para que fueran extraditados a Argentina.
La lista seguía sumando culpables. En 2015, 17 altos cargos del franquismo y de la Transición, entre ellos Martín Villa y Utrera Molina (el suegro del exministro Gallardón), afrontaban órdenes de captura por crímenes de lesa humanidad y genocidio.
El pasotismo de la Justicia española
Sin embargo, la Justicia en España ponía resistencia a la extradición basándose en los principios deprescripción. No se declinaría a juzgar a los responsables. Slepoy volvía a contemplar como se vivía en España "un bochornoso espectáculo de impunidad con la causa del franquismo".
Sin hacer caso a las peticiones de la Justicia argentina, Slepoy lucharía hasta sus últimos días para hacer efectivo el proceso en la búsqueda de la verdad y el convencimiento de que esta importante querella conseguiría tramitar condenas efectivas. Sin embargo, el abogado recordaría que "esa realidad por ahora estaba un poco lejana".
La jueza Servini afirma que es "deber de todos los Estados" castigar a los criminales franquistas.
La querella continúa sumando testimonios de familiares de desaparecidos, asesinados o torturados por el régimen de Franco y su anterior guerra. La causa de Slepoy sigue su curso con una trayectoria marcada, que podría lograr el fin de este complejo proceso.
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