Vicent Gabarda es historiador experto en la represión franquista de la Comunidad Valenciana, su trabajo que fue “por casualidad”, tal y como ha explicado a Comarcal CV él mismo, ha sido esencial para la apertura de las fosas comunes de Paterna, ya que en 1985 publicó por primera vez la lista de fusilados en este municipio.
El historiador Vicent Gabarda, natural de Paterna, es un experto en la represión franquista de la Comunidad Valenciana. Asimismo, fruto de sus investigaciones ha logrado publicar cuatro libros: La represión franquista en el País Valenciano, 1938-1956; La represión en la retaguardia republicana del País Valenciano, 1936-1939; Els afusellaments al País Valencià (1938-1956) y El cost humà de la repressió al País Valencià (1936-1956), este último recientemente.
Su trabajo ha sido esencial para la apertura de las fosas comunes de Paterna, ya que en 1985 publicó un gran dossier en el que aparecía por primera vez la lista de fusilados en este municipio, lo que sirvió para que muchos familiares supieran dónde se encontraban los restos de sus seres queridos. Así, tomó como referencia en su investigación la fecha de diciembre del 1956 que es cuando “se realizó la última ejecución”.
Sin embargo, este hallazgo fue fruto del azar, ya que tal y como Garbarda detalla a Comarcal CV “yo partía de una absoluta ignorancia” pues a pesar de haber hecho la carrera de historia “la represión franquista no era algo que se trabajase en clase ni mucho menos”. El historiador fue desde Vinaroz hasta Orihuela “buscando cada uno de los registros civiles para ver dónde se habían llevado a cabo ejecuciones”.
Tras esto, observó que en Paterna, municipio donde él nació, “se dio el número más importante de ejecuciones”, aunque hace hincapié en que “también hay casos en Llíria, Alzira, Requena y Utiel”, es decir, “en aquellos municipios donde después de la Guerra Civil se estableció un tribunal militar que se encargó de hacer la primera criba en los vecinos de esa comarca, sobre las denuncias que habían elaborado estos”.
El historiador explica que desde pequeño ya había visto tumbas “pero sin ningún tipo de contenido”, es decir, las losas con los nombres “aparecieron con posterioridad cuando ya se permitió a las familias dejar constancia por escrito de lo que había en el interior” y pese a esto, prosigue, “muchas no están ya que aunque las fosas permanezcan, hicieron desaparecer muchas losas en la década de los años 70”. Por todo esto, explica que “no saben a ciencia cierta cuántos hay en cada una de estas fosas”.
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