Juan Martínez Leal, hoy en el Diario Información.
El 19 de noviembre de 1939 -se cumplen ahora 85 años- el carguero británico S.S. Stanbrook fue torpedeado por el submarino alemán U-57 y hundido en las frías aguas del Mar del Norte, muriendo sus 20 tripulantes con su capitán, el galés Archibald Dickson. Sus nombres se recuerdan esculpidos en el Tower Hill Memorial de Londres, dedicado a los marinos mercantes británicos muertos en la Segunda Guerra Mundial. El comandante del U-57 Claus Korth era un destacado oficial nazi, a quien el propio Hitler condecoró por su participación en misiones secretas en aguas del Estrecho de Gibraltar, en junio de ese mismo año, en la Guerra Civil española.
No se sabe exactamente cuándo ni cómo llegó la triste noticia a un campo de concentración en la Argelia profunda, en la cercanía del desierto sahariano. Allí los exiliados españoles internados le dedicaron un minuto de silencio, porque “aquel navío se lo merecía”, así lo expresan algunos testimonios. Incluso uno de los barracones de aquel campo de Boghari, que concentraba a 2.500 españoles del destierro, llevaba su nombre en homenaje: “STANBROOK”.
Ese pequeño homenaje estaba más que justificado y con el tiempo el Stanbrook se ha convertido en el mayor símbolo del exilio del final de la guerra civil. Cuando ya la derrota de la República era más que una certeza, y sólo era posible embarcar al exilio desde algunos puertos del Mediterráneo, Alicante, su puerto, se convirtió en esos días dramáticos, de la segunda mitad de marzo de 1939, en la gran esperanza del exilio para miles de combatientes y militantes de la causa republicana.
Desde entonces, la hazaña humanitaria del Stanbrook y de su capitán Archibald Dickson, ha quedado para siempre ligada a la historia de Alicante, al acoger en su viejo mercante entre 2.638 y 3.028 refugiados embarcados atropelladamente y sin filtros hasta abarrotar todas sus dependencias, sentinas, bodegas, camarotes de la tripulación y las cubiertas en todos sus rincones, con hombres, mujeres y niños de toda edad expuestos a la intemperie durante la larga travesía nocturna. Todos con la herida de la derrota a cuestas y la pena de dejar país, casa y familia. Toda una vida. Entre las 10 y las 11 horas de la noche del 28 de marzo de 1939 iniciaba el viejo vapor el incierto y peligroso periplo hasta el puerto de Orán en la Argelia francesa, adonde llegó sobre las 18 horas del día 29 de marzo, quedando en la rada hasta la entrada a puerto, autorizada en la tarde del día siguiente. Cansados, con hambre de días, hacinados, faltos de higiene, ansiosos, esperaban la decisión de las autoridades francesas. No faltaba quien creía que Francia, la “tierra de la libertad” los acogería como héroes.
Por fortuna, tenemos las extraordinarias e impactantes fotografías del Stanbrook en el puerto de Orán y el no menos extraordinario documento original de la carta que el capitán Dickson envió al periódico londinense Sunday Distpach, el 3 de abril de 1939 (publicada por primera vez en el diario Información de Alicante, con motivo del 70 aniversario del final del guerra). En ella, el capitán informaba a la opinión pública internacional de la calamitosa situación de su atestado y singular pasaje, advirtiendo de la catástrofe humanitaria que se avecinaba si las autoridades francesas de Argelia no autorizaban su desembarco y acogida. Durante mucho tiempo se desconoció la identidad del capitán hasta que logramos saber algunos de sus datos biográficos gracias al contacto con sus hijos, que participaron en Alicante en marzo de 2009 en un gran homenaje a su labor humanitaria, a iniciativa de la Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria Histórica de la ciudad. Fue también esta Comisión la que ha batallado constantemente para colocar su busto con la leyenda del Stanbrook en un lugar central del puerto de Alicante. Allí continúa el capitán Archibald Dickson desafiando el vandalismo de mentes obtusas e intolerantes.
Y, por supuesto, disponemos también de los emocionantes testimonios de quienes padecieron esta dramática experiencia, entre ellos de centenares de exiliados alicantinos. Todo ello –fotografías, carta y testimonios- puede el lector interesado consultarlo en la página web del Archivo de la Democracia de la Universidad de Alicante.
La dura realidad fue que las autoridades francesas impidieron el desembarco de la inmensa mayoría, convirtiendo durante prácticamente un mes el Stanbrook y otros barcos mercantes, como el African Trader y el Lézardrieux), en inmundas cárceles flotantes. Como atestiguan los informes del propio prefecto del puerto oranés, a fecha 12 de abril, quedaban unos 2.815 refugiados (1.115 en el Stanbrook) padeciendo calamidades en los barcos amarrados en el muelle Ravín Blanc. “Razonaban”: eran cargueros con bandera inglesa y debían redirigir su viaje hasta un puerto británico; argüían también la dificultad de encontrar albergue y alojamiento para tal avalancha de refugiados; y, sobre todo, querían asegurarse el pago de los costes de aprovisionamiento y mantenimiento de los refugiados españoles, apelando al Derecho marítimo, a la responsabilidad económica de los armadores. Algunas de estas autoridades estaban también bajo la presión de importantes sectores conservadores de la sociedad oranesa (caso del abad Lambert, alcalde de la ciudad) hacia aquellos rojos españoles asociados poco menos que a delincuentes. Pero también, se desarrolló un intenso movimiento de solidaridad y la resistencia de las tripulaciones, que rechazaron de plano la catastrófica opción de una nueva navegación con aquella carga humana hambrienta y dolorida; fue la presión de los sectores de la población antifascista de Orán, junto a la acción de las organizaciones internacionales de Coordinación y Ayuda a la España Republicana, incluido el S.E.R.E. y los diputados del Frente Popular en Argelia, que conseguirían que las autoridades, aun con cuentagotas, fueran desembarcando y trasladando a los españoles a lo que un tanto eufemísticamente llamaban Centres d´Hebergements, en los primeros días, a mujeres, niños, heridos y muy enfermos.
Tras muchas negociaciones y gestiones se consiguió la liberación del barco, previo pago de los gastos ocasionados a la administración francesa (a destacar el protagonismo de Rodolfo Llopis y del diputado socialista Marius Dubois) y la manifestación de un brote epidémico de tifus, que alarmó a las autoridades, facilitando el desalojo del Stanbrook de sus últimos pasajeros.
Terminaba un periplo que ya es historia, pasado y deber de memoria. El viejo carguero partió de Orán para cumplir otros destinos. Cuatro meses después comenzó la Segunda Guerra Mundial y el Stanbrook, como el resto de la marina mercante, fue militarizada por el gobierno británico, realizando viajes en la peligrosa ruta del Mar del Norte entre Inglaterra y el continente, hasta el fatídico día 19 de noviembre de 1939, hace 85 años, en que se cumplió su fatal destino. Desde entonces sus restos descansan en las aguas frías y poco profundas del Mar del Norte, posiblemente semienterrados entre extensos bancos de arena y el vaivén de las corrientes marinas, que a buen seguro habrán deteriorado profundamente su estado original. De hecho, su pecio tiene la consideración de tumba de guerra, pero a día de hoy y con la disponibilidad de medios tecnológicos disponibles es posible localizar, visualizar y documentar los restos del Stanbrook. Sería un buen homenaje a su memoria, a su labor humanitaria, un acto de agradecimiento de nuestra generación.
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