Los presos antifranquistas denunciaron a través de numerosas cartas a la opinión pública mundial las durísimas condiciones a las que tuvieron que enfrentarse en las cárceles de la dictadura.
Uno de los momentos clave de ese impresionante movimiento epistolar se produjo en los meses previos al vigésimo aniversario del final de la guerra civil
A partir de 1939, miles de defensores de la legalidad republicana y activistas antifranquistas en el interior sufrieron la dureza del régimen carcelario instaurado por la dictadura, víctimas del horror de las sacas, las inhumanas condiciones de alimentación e higiene. del despotismo y la crueldad de los funcionarios... Comunistas, socialistas y anarquistas, que habían perdido la guerra y se habían salvado de la pena de muerte, fueron castigados a cumplir penas larguísimas. En prisión se convirtieron en presos políticos, y no cesaron de combatir a la dictadura, mediante acciones colectivas de todo tipo en el interior de las cárceles... o mediante la palabra. Se unieron a ellos los antifranquistas detenidos y encarcelados en los años 40 y 50, y escribieron cientos de cartas a instituciones políticas, religiosas y sindicales y medios de comunicación de todo el mundo entero para denunciar su situación, promover la idea de reconciliación y reclamar la amnistía. Escriben, por ejemplo: "Nuestra experiencia española, que ha llegado a herir la sensibilidad y el alma, tanto de los que luchamos en un bando como en otro, ha cristalizado en una aurora de esperanza (...) España entera repudia oir hablar de guerra civil. El espíritu maldito de la discordia nacional ha sido ausentado de los corazones españoles".
A pesar de sus intentos de lavado de cara, la dictadura siempre despreció sus demandas, expresadas en decenas cartas cuyos originales -escritos a máquina o en forma de pasquín- se encuentran en el Archivo Histórico del PCE. Imposible resumir en un artículo el inmenso daño sufrido por miles de españoles, así como su capacidad de resistencia y su infatigable voluntad de lucha por sus derechos más elementales, violentados por la arbitrariedad genocida de Franco y sus brazos ejecutores: los responsables y los funcionarios de las prisiones de la dictadura.
Reclamando amnistía, 20 después del final de la guerra
Uno de los momentos clave de ese impresionante movimiento epistolar se produjo en los meses previos al vigésimo aniversario del final de la guerra civil. Había quedado atrás la llamada "posguerra inmediata", vengativa y autárquica, y Franco había firmado el Concordato con la Santa Sede en 1953. Desde 1956 habían empezado a articularse los movimientos sociales, principalmente estudiantiles. Los reclusos aprovechan la efeméride del XX aniversario y ya en 1958 envían numerosas misivas, cuyos destinatarios son, por ejemplo, el presidente norteamerricano Dwight Eisenhower, la prensa italiana, periodistas y presidentes de los Parlamentos de las naciones latinoamericanas, organizaciones de periodistas, Federación Mundial de Mujeres Demócratas, etc., además de innumerables instancias y escritos de súplica en los que solicitan a las autoridades penitenciarias la mejora de su penosa situación.
Coincidiendo con el ascenso de Juan XXIII al papado, Franco decreta un indulto que abre cierta esperanza de libertad a los presos. Nada más lejos de la realidad, como demuestra esta carta manuscrita firmada por "mil presos políticos españoles", en la que se califica el gesto del dictador como "burla rufianesca y cruel" por las excepciones y condicionantes que incluía:
(Todas las imágenes proceden del Archivo Histórico del PCE)
A primeros de 1959 apelan al pueblo español y a la opinión pública mundial con este manifiesto suscrito por presos y presas de siete cárceles:
Una vez cumplido el XX aniversario del final de la guerra, y dado que el régimen ha hecho oídos sordos a sus demandas, siguen enviando misivas. En muchas señalan a Enrique Eymar -juez del juzgado Militar Especial para los Delitos del Espionaje, Masonería y Comunismo, responsable de las sentencias a muerte de muchos antifranquistas- y denuncian tanto la exclusión de los presos con pena de muerte conmutada del sistema los beneficios penitenciarios, como la continua conculcación de derechos básicos:
En otra carta señalan que "a pena de muerte han sido condenados hombres acusados de intento de organización, de propaganda, de ayuda económica a los presos o simplemente por su calificación democrática y progresiva. A centenares de encausados por la guerra civil española se les ha encallejonado en una reincidencia arbitraria, absolutamente ilegal, que les condena a una prisión interminable.
Además de amnistía para los presos políticos, solicitan garantías de retorno para los exiliados políticos. A pesar del injusto sufrimiento padecido, seguían diciendo: "Nosotros estamos por la liquidación de los odios y de los rencores. Queremos restañar la sangre de las heridas y contribuir a borrar las huellas que ha dejado el pasado".
En las cartas -ideadas y escritas principalmente por los presos comunistas del penal de Burgos, entre los que estaban Marcos Ana o Miguel Núñez- denuncian constantemente los severos cacheos y registros, censura de la correspondencia, restricción de las comunicaciones, desfiles humillantes... Privados de lecturas y obligados a asistir a oficios religiosos. Alzan la voz sobre las terribles condiciones cotidianas, como en esta carta en la que desmontan la propaganda del régimen sobre supuestas mejoras de la vida carcelaria:
En suma, la aplicación de un "código de vencidos" fuera de toda norma del Derecho de gentes, padeciendo un trato "peor que el de los comunes".
Veinticinco años de paz... con las cárceles llenas
Cuando, en 1964, el régimen "conmemora" los veinticinco años de paz, los presos políticos prosiguen su lucha. Algunos llevan quince o veinte años entre rejas, y no cesan de denunciar mediante cartas y escritos la represión y el abuso de autoridad dispensado por los funcionarios -en forma de castigos corporales y encierro en celdas-, así como las arbitrariedades jurídicas ("rehenes secuestrados ilegalmente en las cárceles", señalan en una misiva), y clamando por la revisión y anulación de las sentencias condenatorias -como las de Julián Vázquez, Ramon Ormazábal y otros muchos- y la creación de un "estatuto de preso político", como se refleja en este párrafo de una carta de ese año, firmada por los presos del penal de Burgos:
No cejaron en el empeño. Con fortaleza y valentía, a pesar de las adversidades, siguieron clamando por el respeto a su condición. Luchando por la libertad y la democracia hasta la muerte de Franco en 1975.
Bibliografía:
Además de los numerosos libros de testimonio escritos y firmados de manera individual o colectiva por presos políticos antifranquistas, ofrecemos estos otros volúmenes aproximativos:
"Los años del terror: la estrategia de dominio y represión del general Franco", de Mirta Núñez
"Toda España era una cárcel", de Rodolfo Serrano y Daniel Serrano
"Las cárceles de Franco", de Domingo Rodríguez Teijeiro
"En las cárceles de Franco", de Clemente Sánchez
"Irredentas" y "El daño y la memoria", de Ricard Vinyes
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