Un libro publicado esta semana relata la historia de Los Leones de Rota que mataron a decenas de personas en los primeros meses de la Guerra Civil: “fue lo más sádico que se pueda imaginar”, dice el autor, Antonio Fuentes.
Una centuria falangista, a la que se conoció como Los Leones de Rota, aterrorizó a los pueblos de las sierras de Cádiz, Málaga y Córdoba, sobre todo durante los primeros meses de la Guerra Civil, espoleada por el general Queipo de Llano, responsable de la muerte de miles de personas en Andalucía. Eso es lo que cuenta el libro que acaba de publicar el periodista roteño Antonio Fuentes, quien ha vuelto a recuperar una parte de la memoria histórica de nuestro país tras la novela que escribió sobre el último alcalde republicano de Sevilla.
Los Leones de Rota, escrito en formato novela y publicado esta semana por la editorial Plaza y Janés, es el primer libro que reconstruye todo el recorrido de una centuria falangista sanguinaria formada con el objetivo de acompañar al ejército golpista, abriendo caminos y depurando a elementos “marxistas, rojos, republicanos” en los pueblos serranos durante su avance por el frente sur. “Actuaron con total impunidad en los primeros momentos de terror caliente, como lo denominan los historiadores. Luego ya pusieron un poco de orden para que no hubiera tanto descontrol”, explica a Público Antonio Fuentes.
La idea de escribir el libro surgió de lo que le contó su abuelo, que se llama igual que él y que en enero cumplió 100 años. El abuelo Antonio Fuentes era un adolescente cuando se formó la centuria de Los Leones de Rota y recuerda cómo los recibían en las calles con una charanga cuando volvían a casa y los camiones en los que traían las cosas que habían robado en los pueblos por los que habían pasado. “Mi abuelo me ha dado lo más interesante: el contexto, cómo se vivió aquello”, dice el escritor, que ha recurrido a archivos militares, de la Falange, históricos, hemerotecas y otros documentos para reconstruir la trayectoria de la centuria entre los años 1936 y 1940, que aún es un “tabú” en Rota y en los pueblos serranos en los que sembró el terror a su paso.
La “cédula terrorista falangista” de Rota, como la define el autor del libro, se puso en marcha en la cárcel de El Puerto de Santa María. Allí cumplía condena por varios atracos el que se convirtió en líder de la centuria, Fernando Zamacola, al que Queipo de Llano acabó laureando como un héroe militar. El entonces teniente de navío y falangista Manuel Mora-Figueroa, que había arrebatado el control de Cádiz a la república en el primer día del alzamiento militar junto a su hermano Pepe, marqués de Tamarón, fue quien lo liberó junto a otros delincuentes presos para formar en Rota la centuria. Al grupo se sumaron luego hacendados de la zona, cazadores, gente de derechas e incluso alguna de izquierdas, la considerada por los golpistas como “recuperable”.
Su primera misión fue controlar la estación eléctrica que estaba situada entre las aldeas de El Bosque y Benamahoma para facilitar la conquista del municipio de Grazalema, en el corazón de la sierra de Cádiz. Solo en Benamahoma, un pueblo de 200 habitantes, mataron al menos a 70, según Antonio Fuentes. A esas víctimas hay que sumar las de El Bosque, Villamartín, Olvera y otras muchas localidades de la sierra por las que se movían Los Leones en un camión “buscando gente, ejecutándola, por chivatazos, por crueldad, por un ejercicio gratuito de violencia en muchos casos”, explica el escritor.
El asesinato de un cartero y su hijo adolescente
La labor principal de la centuria, dice Fuentes, era ayudar a controlar la zona y depurarla de “elementos marxistas” en unos momentos en los que no había ningún tipo de procedimiento judicial. Se ajusticiaba y punto. Uno de los casos más terribles que se cuentan en el libro es el del asesinato del cartero de Benamahoma y su hijo adolescente, a quienes Los Leones de Rota mataron porque uno del pueblo, que quería quedarse con el puesto de cartero, se chivó de su militancia política izquierdista republicana. “Lo que pasó fue brutal. Lo más sádico que te puedas imaginar pasó en esa zona”, asegura el autor del libro.
En el colegio público Félix Rodríguez de la Fuente de Benamahoma, construido en la finca que el régimen franquista había expropiado a Manuel Salguero, luce hoy una placa puesta por el ayuntamiento de Grazalema en la que se recuerda también al hijo y al nieto de ese hombre, de mismo nombre, el cartero y el adolescente fusilados por los Leones de Rota en 1936.
De aquellas escabechinas de la centuria falangista no quedaba mucho rastro, porque los jefes se ocupaban también de borrarlo. “Los Leones escuchaban el ruido del motor cuando el camión partía, porque Domingo (Zamacola) o los subjefes nunca ajusticiaban a los detenidos en el mismo pueblo para dificultar la búsqueda de los restos”, se detalla en el libro.
Pero a Queipo de Llano, el general que dirigió la sublevación en Sevilla y el bando militar golpista en el frente sur, sí le llegaban las noticias de las andanzas de Fernando Zamacola y su centuria falangista, de la limpieza en la sierra y de su supuesta heroicidad al hacer llegar unas mulas cargadas de armas a un batallón que se había quedado aislado en Grazalema. Y Queipo decidió construir un héroe popular de enorme bravura, católico, fiel a la patria, al que no frenaban las balas de los rojos, un prototipo de la nueva España, una figura que se llegó a glosar de esta guisa: “como Fernando Zamacola hemos de ser todos. Ni vacilación ni desesperanza, acción, acción, acción”.
“Queipo era un monstruo, uno de los grandes monstruos de la historia reciente de España, sin ningún escrúpulo. En lo que se hacía en el sur, en Sevilla, Cádiz, Málaga, él siempre estaba detrás. Y a Zamacola lo utilizó para sus arengas, porque, además, en ese momento de la guerra estaban necesitados de efectivos”, explica Antonio Fuentes.
“Un fascismo local, salvaje, bárbaro”
El héroe Zamacola, falangista que cumplía condena por varios atracos en la provincia de A Coruña antes de unirse a Los Leones, llegó así a ser condecorado en marzo de 1937 en Jerez con la Medalla Militar que le impuso Queipo de Llano, pese a que no era militar, algo inaudito hasta entonces en el estamento castrense. “Es un despropósito más de lo que fueron los inicios de la guerra, de este primer fascismo local, tan salvaje, tan bárbaro”, resume el periodista roteño.
La centuria falangista, que empezó con 25 miembros y llegó a estar formada por unos 180, no limitó su radio de acción a la sierra de Cádiz. Posteriormente se desplazó a la de Ronda, antes de la conquista de la ciudad de Málaga, y luego a la de Córdoba, en la zona de Pozoblanco. En el libro se detalla todo su recorrido hasta el final de la guerra, hasta la muerte de su líder y su disolución, una vez que ya su concurso no le interesaba al régimen franquista triunfante. “La suerte de Los Leones fue de la mano de Queipo y cuando Queipo cayó en desgracia para el régimen, ellos también”, explica el autor.
Fuentes incluye en la novela el artículo que la Revista Portuense dedicó a Zamacola el Día del Corpus Christi de 1938, que comienza así: “anoche se supo en esta redacción que había muerto gloriosamente en el campo de batalla por Dios y por España el alférez de Regulares que tantas veces dio pruebas de su heroísmo, Fernando Zamacola Abrisqueta, gran luchador por la causa de España. En los momentos difíciles no le amedrentaron las persecuciones sufridas, sino, por el contrario, le sirvieron de estímulo para luchar con más brío por el triunfo de la Santa Cruzada”.
Antonio Fuentes lamenta, sin embargo, que muchos de los restos de las víctimas de Zamacola y sus Leones no han sido encontrados todavía: siguen desaparecidos, sin haber recibido el homenaje que merecerían. Por eso, a su juicio, es necesario impulsar la investigación, el trabajo de los historiadores que ayude a desenterrar lo que ocurrió en aquellos años para comprender la dimensión de esa tragedia histórica.
“En Andalucía no llegó a haber dos bandos. Aquí hubo un bando que arrasó y mató a mucha gente. Aquí solo hubo represión, no hubo guerra. Tan solo por ser de un partido de izquierda te mataban. Incluso noventa años después de aquello, hoy hay miedo. Y en los pueblos donde sucedió eso, a algunos investigadores les han amenazado o te preguntan que tú de quién eres. Noventa años después”, subraya el autor del libro.
Lo primero que va a hacer Antonio Fuentes es presentar el libro en el instituto de Rota donde él estudió para contarles a los chavales una parte de la historia de su localidad que es aún un tabú entre la gente mayor, pese a que Los Leones tuvieron una calle con su nombre en ese municipio gaditano hasta el comienzo de la democracia. “Una sociedad democrática no puede permitir que no se hable, que no se rasque sobre lo que pasó”, dice el periodista.
El papel de la base militar de EEUU en Rota
El libro termina con la construcción de la base naval militar de EEUU en Rota, la base de mayor dimensión de Europa, en unos terrenos por los que Zamacola y otros expresos se movían cuando llegaron a esa localidad para montar la centuria sanguinaria. “Los marineros comentaban jocosos que los norteamericanos frenaron su extensión donde comenzaba una finca de Carranza, amigo de Franco, porque ezo ya ze zabe que e intocable. Y menos má, porque lo americano hubieran llegao con la baze hasta el pueblo”, relata Fuentes, haciendo alusión a la familia Carranza, que sitúa como una de las principales financiadoras del golpe militar contra la república en Cádiz.
“Las élites, como los Mora-Figueroa o los Carranza, participaron en el golpe militar porque habían perdido mucho poder con la república, con la reforma agraria y otras medidas, y consiguieron que saliera adelante”, afirma el escritor.
“Las élites, como los Mora-Figueroa o los Carranza, participaron en el golpe militar porque habían perdido mucho poder con la república"
Antonio Fuentes cree que, por todo ello, Rota es una de las grandes víctimas de la guerra civil: primero, porque se hizo famosa por las matanzas de la centuria falangista que llevaba su nombre, después, porque el régimen franquista levantó en su término municipal el mayor campo de concentración de España y tercero, porque le impusieron, como contraprestación, la Base naval estadounidense.
No obstante, el autor de la novela sostiene que a lo largo de todo el relato hay latente un dilema, una pregunta que ya se formulaba en el libro Memoria Rota, de Mercedes Rodríguez y Pedro Pablo Santamaría que ha sido uno de sus pilares para la elaboración de la historia de Los Leones: “¿qué hubieras hecho tú?”. En el caso del protagonista Antonio el Gaseosa, izquierdista y autor de satíricas letras del carnaval, podía haberse pegado un tiro o resignarse a que lo fusilaran por rojo y dejar huérfano a su hijo o irse con los falangistas que lo habían reclutado para la centuria de Los Leones. Él eligió esto último y se vio involucrado en una sucesión de matanzas que le salvaron la vida, pero la transformaron radicalmente, sin que eso evitase, tampoco, que su mujer sufriese los escarnios y las vejaciones del bando golpista mientras esperaba su vuelta en el pueblo.