- El 22 de mayo de 1938, 795 presos escaparon de la prisión. Fue la fuga de presos más numerosa registrada en España y también en Europa
- ¿Cómo aprendieron esperanto los presos fugados de Ezkaba?
PAMPLONA.- La humedad cala los huesos, el agua aún se cuela entre los habitáculos. A pesar de estar hundida entre la tierra del Monte de Ezkaba, el aire que sopla y silba a casi 900 metros se cuela entre las rendijas y barrotes que aún se mantienen. Una pintada saluda a quienes ahora lo visitan como lugar donde rendir homenaje a los cientos de socialistas, nacionalistas, comunistas, anarquistas y republicanas que acabaron encerradas aquí entre 1934 y 1945. “El mejor homenaje, continuar la lucha”, reza el graffiti que da la bienvenida al fuerte.
El 22 de mayo de 1938, 795 presos escaparon de la prisión. Fue la fuga de presos más numerosa registrada en España y también en Europa. Casi ochocientas personas lo urdieron en un lenguaje ininteligible para los demás presos: fue la fuga planificada en esperanto, la que había de ser la lengua de lenguas.
El plan llegaba hasta atravesar las puertas. A partir de ahí, el monte se abría y cada preso huyó por un lado diferente. Lo difícil del terreno, sumado al desconocimiento del monte y a las condiciones de frío, humedad y viento hicieron que los militares franquistas pudieran matar a 221 fugados. Los demás murieron de hambre y frío en el monte. Tan solo queda rastro de cuatro presos que lograron cruzar la frontera hacia Francia: Jovino Fernández, Valentín Lorenzo, José Marinero y un cuarto, de identidad desconocida, del que sólo se sabe que era un vecino de Azagra.
Esa ruta que fue la salvación para los presos huidos es hoy transitable: son 53 kilómetros que unen Ezkaba con Urepel y se utiliza por senderistas también para rendir homenaje a aquellos que consiguieron escapar.
El fuerte de San Cristóbal lleva ahí desde la época carlista, desde 1878. Se construyó como método de defensa, una defensa obsoleta con la aparición de la aviación. Los que se escondían ahí estaban tan desprotegidos como debajo de uno de los cientos de árboles que están en el camino, ahora utilizado como ruta de paseantes, runner o incluso para la idea de crear un trail promovido por el ejército español y finalmente no celebrado por lo polémico de la situación, bajo el nombre de ‘La fuga de Ezkaba’. Hoy es un edificio que depende del Ministerio de Defensa, pero se encuentra en situación de abandono casi completo. Casi, porque puede verse a visitantes, pocos, entrando y saliendo de la instalación, intentando reconstruir lo que vivieron los presos de Ezkaba.
Un documental y la labor de asociaciones por la recuperación de la Memoria Histórica han ido creando relato de este monte y lo que allí aconteció. Un monte que, incluso vislumbrándose desde casi toda la ciudad de Pamplona, era desconocido para los pamploneses hasta hace pocos años.
“Los civiles me entregaron al jefe del Penal del fuerte de San Cristóbal, como si se tratase de un fardo. Sin ropa, sin colchoneta, sin nada, con mis pobres harapos de prisionero me metieron en la brigada del patio. La comida horrible. Un día en la ración de potaje para cuarenta hombres, pudimos contar hasta sesenta garbanzos”.
El fuerte de Ezkaba albergó a casi 2.500 presos. Por las dimensiones del lugar cuesta imaginar que tantas personas cupieran en un espacio así. Las condiciones de hambruna, hacinamiento, maltratos y vejaciones fueron la tónica de este fuerte, utilizado como cárcel franquista. Las condiciones inhumanas fueron denunciadas en numerosas ocasiones por los presos y también por los trabajadores de la prisión, con nulo efecto. Esas eran las condiciones que permitía el recinto.
“Los civiles me entregaron al jefe del Penal del fuerte de San Cristóbal, como si se tratase de un fardo. Sin ropa, sin colchoneta, sin nada, con mis pobres harapos de prisionero me metieron en la brigada del patio. La comida horrible. Un día en la ración de potaje para cuarenta hombres, pudimos contar hasta sesenta garbanzos”. Es el relato de Jovino Fernández, uno de los fugados que logró cruzar la frontera y sobrevivir.
A las condiciones de vida infrahumanas se sumaban las irregularidades de los franquistas en el registro y en los juicios a los presos. Un caos de registros solo puede explicar que aún hoy no haya rastro de la identidad del cuarto fugado y que solo se sepa que existió por misivas que envió posteriormente y el relato de su familia. Su identidad no aparece en las listas de los casi 2.500 presos que estuvieron hacinados en el penal. Entre estos 2.500 presos los documentos de la época recogen la figura de los “gubernativos”: presos que no habían sido juzgados pero que se encontraban encerrados en el fuerte como medida represiva por sus ideas libertarias, socialistas, comunistas o republicanas.
Una fuga en esperanto
"Existía la figura del ‘gubernativo’, gente que no había sido juzgada pero allí estaba. Había cerca de 500 gubernativos en la cárcel cuando nosotros llegamos. Cuando los fueron a sacar para juzgarlos en Pamplona solo quedaban 80”, reza un testimonio de uno de los supervivientes del fuerte.
Por ello casi 800 presos decidieron huir. Y lo hicieron hablando en esperanto.
A pesar del fracaso del esperanto como lengua universal, que habría de hablarse en todos los lugares y crear así la Torre de Babel, el esperanto era una lengua que, según recogen diversos estudios de la época, se hablaba y se enseñaba con bastante frecuencia en los entornos anarquistas. Lo cuenta Fermín Ezkieta en su libro ‘La fuga de los presos de Ezkaba’, que recoge a través de testimonios orales y documentales lo que ocurrió en aquellos años en el fuerte de San Cristóbal.
A la cárcel de Ezkaba llegaron presos anarquistas desde Burgos, Alcalá, Ocaña o Valencia y deciden volver a poner en marcha ateneos en los que aprendían idiomas. Allí llegaron anarquistas pertenecientes a la CNT de Barakaldo. La localidad vizcaína contaba con cenetistas que habían creado un Grupo de Esperanto y algunos de sus miembros fueron presos en Ezkaba. Ellos fueron los encargados de poner las bases idiomáticas para urdir la fuga. Antaŭen! (expresión en esperanto similar a ‘Adelante’). Entre los muros del fuerte de Ezkaba se aprendía euskera, gramática, taquigrafía… y esperanto. Hasta que las fuerzas franquistas encargadas del penal descubren sus clases y las prohíben.
La fuga
La fuga llega casi dos años después del golpe del 18 de julio. El ejército republicano estaba agotado, pero quería lanzar su último ataque en la zona del Ebro, esperando que la guerra calase en otros países europeos para que enviaran refuerzos desde democracias europeas a luchar contra el fascismo: una ayuda que no llegaría.
Sin embargo, dentro de la prisión sí se creyó que aún había posibilidad de recuperar el territorio perdido en favor del bando nacional e hicieron efectivo un plan que se había iniciado un año atrás. Algunos huidos llegaron incluso a Pamplona, a la estación de tren, y pensando que la situación había tornado positiva para el bando antifascista, intentaron comprar billetes de tren con los vales de la prisión. Fueron capturados por las fuerzas que se encontraban cerca de la estación.
“Incluso algunos se fueron con el equipaje, con su maleta”, relata uno de los supervivientes en uno de los documentales que mejor aborda la fuga de Ezkaba. Cuando las puertas se abrieron, entre ellos se preguntaban “¿nos vamos o nos quedamos?, pero ya teníamos las fuerzas encima, así que nos quedamos”, relata Agapito Galindo, uno de los presos que reconoce que antes de entrar en la cárcel no era ni comunista: “Yo me hice comunista en la cárcel”.
“Había una desorientación tremenda, todos salimos por una puerta muy pequeña, en quince minutos el penal se vació”, relata Ernesto Carratalá. “A casi todos nos volvieron a capturar en la puerta de la cárcel” y la represión volvió al penal. Quienes presenciaron y sobrevivieron recuerdan que tras el intento fallido de huida, los “sacaron al patio de la cárcel, como Dios nos trajo al mundo, para comprobar si había armas”, y llegaron “guardias civiles que nos pusieron contra la pared y nos apuntaban con ametralladoras”.
El 22 de mayo de 2004, mientras la televisión pública española retransmitía con todo lujo de detalles la boda entre el Rey Felipe y la Reina Letizia, en Ezkaba los familiares de los presos de la cárcel se reunían para rendir homenaje a los suyos. Venidos de otras zonas del País Vasco, Galicia, Castilla… se dieron cita en el monte Ezkaba, donde comenzaría entonces una lucha por recordar a los 795 presos que, aunque con escaso éxito, hicieron Historia (con mayúscula) escapando del franquismo en medio de un plan ininteligible.
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