divendres, 29 de març del 2019

Salamanca contó con dos campos de concentración franquistas

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CAMPOS DE CONCENTRACIÓN FRANQUISTAS

 Foto de portada: CEIP Francisco de Vitoria, antiguo campo de concentración | Fotos interiores: inscripciones del monasterio de la Caridad (cortesía de Ángel de Miguel), graffiti de Santa María de la Oya (cortesía de Carlos Hernández)
Así se atestigua en el libro Los campos de concentración de Franco, obra del periodista Carlos Hernández, que ha tardado tres años en investigar todo. Uno es el colegio Francisco de Vitoria, en la capital; el otro, el monasterio de la Caridad de Ciudad Rodrigo. Eso sí, no descarta que en el futuro se puedan encontrar más en la provincia. 
El pasado jueves, 14 de marzo, el periodista Carlos Hernández de Miguel publicaba el libro Los campos de concentración de Franco. Un trabajo de investigación que reflejaba que, durante la Guerra Civil y durante el Franquismo, España contó con cerca de 300 centros de este tipo reconocidos por las propias autoridades franquistas y que eran parte de su sistema concentracionario.
Un capítulo de la historia de España olvidado (como tantos otros acaecidos durante el Franquismo) que permanecía oculto al conocimiento público hasta que Carlos Hernández reflejó en un libro que ya está en librerías y páginas web toda su investigación. De ella, se puede extraer toda la barbarie que se cometía durante todos esos años.
Salamanca no fue ajeno y, de hecho, contó con dos centros de concentración: uno en Salamanca capital y otro en Ciudad Rodrigo. Se da la circunstancia, además, que se trata de dos edificios que no se han derruido y que siguen en pie: el CEIP Francisco de Vitoria (en la capital) y el monasterio de la Caridad (en la localidad mirobrigense).
De hecho, al periodista le ha sorprendido la poca documentación que existe sobre ambos campos de concentración, algo que le ha pasado en otras provincias. Esto es porque ha existido una “destrucción masiva y específica” de los papeles de estos campos. Sin embargo, Carlos Hernández llega a afirmar que “Salamanca ha sido la provincia que más me ha costado investigar”.
Así lo explica el autor de Campos de concentración de Franco en una extensa entrevista a SALAMANCA24HORAS. El periodista relata que han sido tres años de dedicación “full time y exclusiva” para realizar una investigación que se extendió “más de lo que esperaba” y que, de haber compaginado con su trabajo de periodista (durante este tiempo ‘sólo’ ha colaborado como columnista en eldiario.es) le podría haber llevado “10 o 12 años, porque ha sido de una magnitud tremenda”.
“No puedo descartar que en el futuro encuentren algún otro campo en la provincia”
Esta investigación no ha terminado, prosigue Carlos Hernández, por lo que no puede descartar “que en el futuro encuentren algún otro campo (de concentración) en la provincia”, algo que podría ocurrir cuando se descubra nueva información todavía oculta o sin investigar.
Eso sí, el periodista sí ha podido documentar en Salamanca, a diferencia de lo ocurrido en otras provincias, la ubicación exacta de los campos de concentración. Mientras en otras regiones la localización es “dudosa”, en Salamanca y Ciudad Rodrigo no sólo están ubicados, sino que se sabe la capacidad de prisioneros que tenían estos recintos.
El motivo no es otro que el que aparecían en la documentación del Ejército, concretamente de la Cúpula Militar de Inspección de Campos de Concentración, donde se especificaba la capacidad oficial que tenían. También las fechas concretas en las que hubo prisioneros, “no un listado nominal pero sí la cantidad”, prosigue el autor de Los campos de concentración de Franco.
Así, Carlos Hernández ha podido documentar que el 15 de abril de 1939, tanto del monasterio de la Caridad como el Francisco de Vitoria aparecen en un mapa elaborado por la Inspección de Campos de Concentración (ICCP) que se conserva en el Archivo Militar de Ávila, y donde se establece su capacidad.
No se puede saber cuánto tiempo estuvieron abiertos, aunque sí que recibieron prisioneros desde el inicio de la Guerra Civil
Se da un problema respecto a los dos campos de concentración de la provincia de Salamanca, y es que la investigación sí certifica un período en el que estuvieron abiertos, pero Carlos Hernández no puede tampoco descartar que se abrieran con anterioridad y que su apertura se prolongase durante más tiempo debido a la falta de documentación existente (ya sea porque hay papeles en cajas que todavía no se han abierto por problemas archivísticos o, directamente, porque se han destruido).
El de Ciudad Rodrigo estaba abierto, con total seguridad, en marzo de 1939 y seguía hasta finales de ese año. “Eso está 100% garantizado, si bien todo me indica que estaba abierto con anterioridad”, asegura el periodista, quien no ha podido documentar cuándo se abrió pero sí ha tenido acceso a documentos donde ya se daba por hecho que estaba abierto. De hecho, cree que es “complicado” que se abriese en esas fechas.
Lo mismo ocurre con el de Salamanca capital, que en abril de 1939 estaba abierto y en septiembre continuaba operativo. “No tengo orden de apertura ni de cierre, pero casi con total seguridad estaba abierto con anterioridad y, con mucha probabilidad, cerraron más tarde”, opina Carlos Hernández.
La fecha de cierre tiene menos margen de maniobra que el de apertura, ya que en noviembre de 1939 se cerraron la gran mayoría de todo el estado español, entre ellos “probablemente” los de Salamanca “por sus características”. Pero en la fecha de apertura sí que hay un terreno muy importante por investigar, ya que es casi seguro que se creasen con anterioridad.
Es más, en ambos casos se da una circunstancia, según ha podido averiguar el autor de Los campos de concentración de Franco, y es que los dos recibieron prisioneros desde muy temprano. Especialmente el de Ciudad Rodrigo, que en agosto de 1936 ya documenta el ingreso de prisioneros.
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Pero el que no aparezca reflejado como tal en el libro es porque Carlos Hernández ha querido ser “muy escrupuloso a la hora de acotar lo que era un campo de concentración oficial”, y hasta la fecha sólo ha podido constatar que en marzo de 1939 sí recibía dicha denominación por las autoridades franquistas. “Es probable que lo fuera desde antes, pero yo no lo he encontrado”, lamenta.
Así, y pese a que cree que “no es nada aventurado decir con tranquilidad que en agosto de 1936 ya fuera considerado campo de concentración”, el periodista prefiere certificar que era un centro de reclusión con las mismas características, porque su investigación oficial data la denominación como tal en marzo de 1939.
Puede que fuesen de los primeros campos de concentración en crearse porque Salamanca fue una de las primeras provincias en manos franquistas
Por todo ello, y pese a que no puede documentarlo, Carlos Hernández cree que los de Salamanca fueran de los primeros campos de concentración franquistas en abrirse, ya que la provincia fue una de las primeras en caer en manos franquistas.
En todas ellas se aplicaron numerosas medidas que hacinaban a presos y prisioneros en diferentes recintos y, de hecho, Salamanca fue una de las ubicaciones donde eran enviados los prisioneros del frente para ser encerrados.
Eso sí, el periodista insiste en ser “escrupulosos” porque la documentación es “escasa” y no se puede confirmar casi nada, como tampoco todos los traslados que hubo desde las líneas del frente, ya que todo esto está bastante difuso.
Lo que sí está documentado es que en agosto de 1937 Salamanca tenía una prisión provisional “incluso con extranjeros”, ya fuesen brigadistas (internacionales) o de otra nacionalidad vinculada a la República. Eso no viene en Los campos de concentración de Franco porque, precisamente, se centra en los casi 300 recintos que ha podido documentar y, además, no le consta que esa cárcel fuese un campo de concentración, aunque la crueldad no cambia.
Así, es en 1939 cuando tiene confirmado que Salamanca ya tiene campos de concentración, puesto que se documenta el envío de prisioneros desde Irún hacia ambos campos de la provincia. Estos eran, más que combatientes, todos los huidos a Francia tras la caída de Cataluña y que volvieron pensando que la promesa de Franco de que sólo pagarían los que tuvieran las manos manchadas de sangre era verdad. Fue falso, por supuesto, y todos fueron enviados a los campos de concentración con los mismos criterios, fuera cual fuese su vinculación con la República.
De hecho, también ha recogido, a través del Boletín Oficial del Estado, quiénes eran los que ‘mandaban’ en los campos de concentración de Salamanca:
- El 8 de mayo del 39, el BOE publica el destino de Lorenzo Alonso Rueda como capellán segundo al campo de concentración de Salamanca; y, en septiembre del mismo año, se sabe que Luis Martín de Eugenio y Salazar era el jefe del campo de concentración.
- También el 8 de mayo del 39, el BOE publica el destino de Manuel Montes Hernández como capellán con consideración de alférez al campo de concentración de Ciudad Rodrigo; el 28 de junio del mismo año, el BOE publica una orden con el destino de capellanes. Destina al campo de concentración de Ciudad Rodrigo a Manuel Marcos García
Unos 1.500 prisioneros en el de Salamanca y unos 2.000 en Ciudad Rodrigo, aunque esa cantidad se duplicó, como poco, en numerosas ocasiones
Otro de las de las curiosidades es que el de Salamanca aparece en el mapa global de campos de concentración franquistas al acabar la Guerra Civil (citado anteriormente), mientras que muchos otros ya no figuran. Es entonces cuando también se certifica la capacidad oficial que tenía el Centro Escolar Francisco de Vitoria, de 1.500 prisioneros.
Eso sí, Carlos Hernández explica que la capacidad máxima de los documentos internos “como poco se duplicó en numerosas ocasiones”, llegando en otras a multiplicarse por cuatro, cinco o diez veces. Una estimación que hace pero que no puede confirmar porque no hay ningún documento fiable, si bien sí afirma que “con seguridad” la capacidad se vio sobre pasada en numerosas ocasiones.
De hecho, tiene la hipótesis, obtenida a través de diferentes indicios, de que la Plaza de Toros de Salamanca se utilizó como ‘refuerzo’ al Centro Escolar Francisco de Vitoria, ya que este campo de concentración se habría saturado en más de una ocasión. Pero tampoco ha habido documentos que lo confirmen oficialmente, por lo que queda en eso, una hipótesis.
Igualmente, en mayo de 1939 hay un documento contable de la ICCP que constata que, durante ese mes, el campo de concentración de Salamanca ahorró 2.114 pesetas ya que, a pesar del hambre que pasaban los prisioneros, “era muy habitual que los comandantes de los campos presumieran ante sus superiores de ahorrar dinero”, explicaba el periodista, para así “no gastar todo el presupuesto asignado, ya de por sí exiguo”.
Respecto al monasterio de la Caridad de Ciudad Rodrigo, con una capacidad para 2.000 prisioneros, Carlos Hernández destaca que todavía quedan inscripciones realizadas por estos presos que “están totalmente deterioradas, pero tienen un valor importantísimo, muy especial”, puesto que apenas hay otro campo en el que queden inscripciones de los reclusos: el de Santa María de la Oya (Pontevedra).
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Para realizar la investigación del campo de concentración mirobrigense contó con la ayuda de otro investigador, Ángel de Miguel. “Por eso digo que Los campos de concentración del Franquismo es una investigación coral, porque me han ayudado multitud de investigadores locales, archiveros…”, prosigue el periodista, quien resalta la colaboración con Ángel de Miguel, que además le envió fotografías del recinto.
Igualmente, Carlos Hernández considera que es muy interesante ver cómo, aunque desde el principio hay prisioneros en el Convento de la Caridad, un diario de Salamanca (diario Miróbriga) publica el 25 de abril de 1937 un artículo de un funcionario de prisiones destacando las ventajas que La Caridad sea convertido en campo de concentración. Su deseo es crear una Colonia Agrícola Penitenciaria.
El 16 de mayo publica otro artículo aún más explícito en el que llega a decir: “es indispensable atraer a nuestro seno un campo de concentración por las ventajas que proporciona y para garantizar la permanencia de un batallón en nuestra ciudad”.
“Es muy triste ver cómo se ha ido destruyendo de forma intencionada esa parte de la historia”
Que el monasterio de la Caridad actualmente sea un edificio abandonado (anteriormente tuvo un proyecto para ser un parador de lujo, pero finalmente no se llevó a cabo) es algo “muy triste” para Carlos Hernández, puesto que así se ve “cómo se ha ido destruyendo esa parte de la historia”.
El de Ciudad Rodrigo no es el único, ya que hay varios ejemplos, como el de Camposancos (también en Pontevedra), que contaba con inscripciones de los prisioneros “y que se destruyó de forma intencionada para borrar los vestigios del campo de concentración”.
Algo parecido pasó en Logroño, en la antigua plaza de toros (La Manzanera). Allí existía un mapa, una especie de mural, que, hecho por los prisioneros. Y, cuando se fue a demoler la plaza, un investigador local hizo ver al Ayuntamiento la importancia histórica que tenía. Sin embargo, el equipo de Gobierno (del PP por aquel entonces) se negó y no lo protegió.
Así, este historiador local, Carlos Muntión, pagó de su bolsillo a unos operarios para que ‘rescatasen’ la pared antes de que fuese derruida en un plazo de 24 horas que se les otorgó. Al final, sí consiguieron rescatar ese mural pero, cuando iban a llevárselo, aparecieron funcionarios municipales que lo confiscaron y se lo llevaron.
“Estuvo secuestrado durante más de 10 años en un almacén municipal”, cuenta Carlos Hernández, hasta que un reciente cambio del equipo de Gobierno permitió rescatar la pared, que ahora se exhibe en el memorial de La Barranca. Pero de no hubiera sido por la iniciativa de un particular, se habría perdido entre escombros.
En Ciudad Rodrigo “estamos a tiempo”, recuerda Carlos Hernández, y aunque esté deteriorado “sería una lástima y un crimen histórico que no se pongan medidas para salvaguardar esas pintadas”. De hecho, que se convirtiese en un gran museo “sería lo ideal”, además de que se colocasen placas explicativas para detallar lo que fue ese recinto.
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Y es que España “es el único país de Europa donde no se hacen estas cosas”, lamenta el periodista, recordando que la Europa ocupada por Hitler se ha musealizado o se ha creado un recuerdo a las víctimas. “La gente sabe lo que era aquello, y nosotros vamos a plazas de toros, centros escolares o campos de fútbol y no sabemos lo que ocurrió”, termina Carlos Hernández, pidiendo recordar a los miles y hombres de mujeres que sufrieron “y aprendamos para que no se repita esta barbaridad”.
Testimonio de un preso sobre el campo de concentración de Ciudad Rodrigo
Carlos Hernández facilita a este medio un testimonio de un preso que permaneció prisionero en el campo de concentración de Ciudad Rodrigo, en el que narra cómo los guardias obligaron a bañarse a un preso anciano que murió de frío:
Una de las mañanas, un anciano, de unos 70 años, de pelo blanco, medio encorvado y casi esquelético, se dirigió a uno de los guardias y le dijo: “Guardia, por favor, ¿podría no desnudarme hoy?, es que he tenido mucha fiebre esta noche y no me encuentro bien”.
El guardia le miró de arriba a abajo, notándose en dicha mirada el desprecio y el odio que desprendía hacia aquél anciano. Llamó a otros dos guardias y comentó: “Oíd bien, este tío no se quiere bañar, ¿qué hacemos con él?”
No hubo más palabras. Entre los tres le desnudaron completamente y, asiéndolo por los brazos y piernas lo lanzaron al agua helada de la alberca, entre risas y frases como “Lávate ya, rojo del demonio”; “Ese cuento se lo cuentas a otro.”
Cuando sus compañeros lo sacaron, aquél pobre hombre estaba más muerto que vivo. Lo trasladaron a su “habitación” donde aquella noche, ayudado por el frío reinante, falleció. Cuando, al día siguiente los funcionarios descubrieron el cadáver, se lo comunicaron al director. Este hizo su presentación oficial ante los recién llegados diciendo: “No quiso un caldo, y se tomó tres tazas. Ya me iréis conociendo. Mi nombre es Pedro Morales Fraile. Procurad andar bien, si no queréis seguir sus pasos.”