dissabte, 30 de març del 2019

El saqueo de Franco (y los Franco).

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Franco pronuncia un discurso durante la ceremonia de inauguración del Valle de los Caídos en 1959.

La propaganda oficial cultivó el mito de un Generalísimo austero y alejado del dinero. La realidad es muy diferente. El dictador multiplicó su fortuna gracias a la victoria del bando nacional y a cuarenta años de operaciones financieras más bien turbias
JONATHAN MARTÍNEZ
29 MARZO, 2019
El 30 de agosto de 2017, 19 activistas del BNG franquearon los muros del pazo coruñés de Meirás, accedieron a la Torre da Quimera y desplegaron una pancarta en la que se podía leer “Franquismo nunca máis”. Un año más tarde, el juzgado de Betanzos los llamó a declarar. La Fundación Francisco Franco y la propia familia del dictador reclamaban 13 años de prisión por supuestos delitos de violación de morada con intimidación, atentado contra el honor, daños y odio. Lo cierto es que la ocupación del pazo y el proceso judicial pusieron en el centro del debate el dudoso patrimonio de los Franco. De hecho, aquella protesta sirvió para recordar que el Pazo de Meirás había sido adquirido en 1938 mediante recaudaciones forzosas y sustracciones de los salarios. En plena guerra civil, en un clima de represalia contra cualquier forma de disidencia, la Junta Provincial pro Pazo del Caudillo se paseó casa por casa en busca de “aportaciones voluntarias”.
Se cumplen 80 años del fin de la Guerra Civil y ninguno de los sucesivos gobiernos que han pasado por La Moncloa han sido capaces de poner en cuestión el origen de la fortuna de los Franco. El litigio de Meirás es un caso más dentro de una larga nómina de empresas y posesiones inmuebles que solo pudieron ser adquiridas mediante la extorsión y la fuerza. La Transición, que acaba de cumplir cuarenta años, no solo extendió un manto de impunidad sobre los crímenes franquistas. También blindó las fortunas de su clase dirigente. Mientras tanto, Chile ha emprendido un movimiento para recuperar el patrimonio expoliado durante el régimen militar. En junio de 2018, la Corte Suprema mandó decomisar bienes y propiedades de Augusto Pinochet por un valor de 1,6 millones de dólares. El escándalo estaba servido desde que en 2004 se conoció que el dictador había mantenido al menos 127 cuentas bancarias en el extranjero. Se calcula que el patrimonio oculto en el Banco Riggs ascendía a 27 millones de dólares.
El rápido enriquecimiento de Francisco Franco comienza con un salario que se fijó en 50.000 pesetas mensuales al finalizar la guerra y que fue ascendiendo con el paso de los años. Los últimos documentos revelan que en 1975 el dictador ingresaba 600.000 pesetas como Jefe de Estado y un sobresueldo de 154.710 pesetas como Capitán General y Generalísimo de los Ejércitos. Su nómina era unas veinte veces superior a la de un funcionario. En cualquier caso, Franco ya disponía de un generoso estipendio durante la Segunda República. En 1935, el joven oficial cobraba 2.430 pesetas mensuales como jefe del Estado Mayor Central del Ejército. El salario equivaldría a 5.262 euros de nuestros días. Sin embargo, la mayoría de las riquezas de la familia Franco no tienen que ver con ingresos regulares sino con apropiaciones, donaciones y maniobras que en un sistema democrático hubieran terminado en los tribunales.
Es difícil cuantificar el patrimonio de la familia Franco. El periodista Mariano Sánchez Soler, autor de Los Franco S.A., recuerda que las estimaciones rondan los 120 millones de euros. Sin embargo, otras hipótesis más atrevidas apuntan a 600 millones. Hablamos de un extensa red de fincas y sociedades mercantiles. Buena parte de sus ganancias tienen que ver con la explotación de su patrimonio inmobiliario. Fincas que fueron arrebatadas durante la dictadura terminaron adquiriendo con los años un valor disparatado. Gracias a la venta de sus propiedades, la familia ha ido disponiendo de liquidez cada vez que lo ha necesitado. El año pasado, los Franco sacaron al mercado el Pazo de Meirás por 8 millones de euros. En A Coruña aún mantienen en propiedad la Casa Cornide, un lujoso palacete que fue de titularidad pública y que pasó a las manos del Caudillo gracias a una red de corrupción urdida durante la dictadura. Así lo demuestran los investigadores Carlos Babío y Manuel Pérez Lorenzo en su obra Meirás. Un pazo. Un caudillo. Un expolio.
Poco después de que una inmobiliaria de lujo ofertara el Pazo de Meirás, la finca asturiana de La Piniella salió a la venta por cinco millones de euros. Aún es posible consultar en la web de Idealista el anuncio del palacete donde el dictador se retiraba a pescar salmones. Entre todas las operaciones especulativas protagonizadas por el clan Franco, hay una especialmente significativa. En 1951, el Caudillo adquirió por 13 millones de pesetas una finca de 9,8 millones de metros cuadrados en Arroyomolinos, Madrid. En julio de 2000, lo herederos firmaron un acuerdo con el alcalde del municipio, el popular Juan Verlarde, que permitió recalificar 3,3 millones de metros cuadrados para la construcción de 2.700 viviendas, un centro comercial y dos polígonos industriales. La maniobra podría haber reportado a la familia alrededor de 35 millones de euros. Para entonces, los Franco ya habían amortizado muchas otras propiedades. En 1988, por ejemplo, se embolsaron 320 millones de pesetas por el Palacio del Canto del Pico de Torrelodones, una finca que el conde de las Almenas había donado al dictador en 1937.
La propaganda oficial cultivó el mito de un Generalísimo austero y alejado del dinero. La realidad es muy diferente. Francisco Franco multiplicó su fortuna gracias a la victoria del bando nacional y a cuarenta años de operaciones financieras más bien turbias. En 1940, una vez acabada la guerra, el Caudillo ingresó 7,5 millones de pesetas por la venta de 600 toneladas de café donadas por el dictador brasileño Getúlio Vargas. El historiador Ángel Viñas, autor de La otra cara del Caudillo, entiende la operación como una maniobra de lucro privado a partir de un producto que había sido destinado a la población civil. La cantidad ingresada es elevadísima en una época de carestía como la posguerra, cuando el café era un valioso material de contrabando. En las cuentas de Franco aparece otro ingreso llamativo. Durante un tiempo indeterminado, la Compañía Telefónica Nacional entregó al Generalísimo un donativo mensual de 10.000 pesetas. El equivalente a unos 11.000 euros. La fortuna del tirano sumaba en 1940 una cifra equiparable a 400 millones de euros de nuestros días. Entre otras corruptelas, una porción de los donativos destinados al bando sublevado habían terminado en sus bolsillos.
El 29 de diciembre de 2017, moría en su casa del barrio de Salamanca de Madrid la hija única del dictador. Carmen Franco, viuda del marqués de Villaverde, dejaba siete hijos y veinticinco entradas en el Registro de la Propiedad. Hasta antes de morir, había sido la administradora única de Fiolasa, que por entonces contaba con un activo superior a los 20 millones de euros. Los siete nietos de Franco han sabido sacar partido de su ventaja. “He vivido toda mi vida sin trabajar”, decía en Telecinco Carmen Martínez-Bordiú. Francis Franco, por su parte, participa en una veintena de sociedades. Por ahí están otras empresas como Caspe, Promociones del Suroeste o Arroyo de La Moraleja. El año pasado, la sociedad Cauce fue condenada a pagar dos millones de euros Hacienda. También el año pasado se conoció que la mercantil Montecopel se había acogido a la amnistía fiscal de Montoro para regularizar 7,5 millones. En los órganos de dirección de Sargo Consulting se repiten hasta siete veces los apellidos Franco y Martínez Bordiú. Una por cada hermano. Existe un inmenso holding familiar que nació en el palacio de El Pardo y que engorda todavía hoy gracias a las rentas de una guerra ganada.
El pasado mes de febrero, la justicia avaló que la familia Franco siga reteniendo dos estatuas del Pórtico de Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Las dos figuras del Mestre Mateo habían desaparecido de la casa consistorial durante una visita del Generalísimo a la ciudad en 1954. A pesar del contratiempo, el Ayuntamiento de Santiago no quiere darse por vencido. La batalla continúa también en Meirás, donde el historiador Carlos Babío se expone a un juicio por calumnias contra los herederos del dictador. El expolio de la familia Franco sigue siendo, todavía hoy, una de las heridas mal cerradas de una Transición tejida a medida de los vencedores. Al margen del combate legal, han existido en los últimos años algunos hallazgos documentales que al menos ha permitido desmontar algunos mitos. Ni Franco fue un gobernante austero ni su familia se enriqueció de forma lícita.