Santiago Vega Sombría |
La Revolución de Octubre estableció el primer Estado obrero de la Historia. Su promotor, Lenin, lideraba el sector revolucionario y mayoritario (bolchevique) del Partido Obrero Social Demócrata Ruso. En 1919 convocó en Petrogrado, actual San Petersburgo, a todos los partidos marxistas representados en la Internacional Socialista (SPD alemán, PSOE, PSI,...) para explicar cómo habían alcanzado el poder y persuadirlos de la vía revolucionaria para alcanzar el socialismo. No convencieron a todos los invitados, por lo que los partidos socialistas mantuvieron sus posiciones socialdemócratas o reformistas. Pero entre las organizaciones nacionales hubo quienes simpatizaron con las nuevas directrices planteadas por Lenin que derivarían en escisiones en cada país. De este modo en los años siguientes nacieron los partidos comunistas en Francia, Italia, China,... En España se constituyó el PCE en noviembre de 1921.
“Comunistas contra Franco” no es un libro de historia del PCE sino del reflejo de esa historia entre sus militantes. Si bien aparecen citados dirigentes y personajes muy conocidos por el gran público, como Dolores Ibárruri, Marcos Ana o Julio Anguita, el protagonismo especial es para las bases, la “gente de abajo” como defendía Juana Doña. A lo largo de sus doscientas páginas se hace un recorrido de las vicisitudes vividas, entre las que destacan -por repetidas y dolorosas- las derrotas, pero siempre con un mismo objetivo ilusionante: la lucha contra la explotación de todo ser humano por otro ser humano. El PCE no pasó de ser un partido minoritario durante la dictadura de Primo de Rivera, cuando fue perseguido. Tampoco creció apenas en los albores de la II República, a la que inicialmente combatió acusándola de burguesa. El cambio de rumbo liderado por José Díaz sacó a los comunistas del ostracismo y les acercó a las otras organizaciones obreras. El peligro del fascismo -con Mussolini al mando de Italia desde 1922- y la llegada al poder de Hitler en 1933, animó aún más la colaboración de la izquierda y la creación del Frente Popular. Las elecciones de febrero de 1936 representaron el primer éxito del PCE, con la obtención de 17 diputados. Desde entonces, su crecimiento fue rápido y se multiplicó con el golpe del 18 de julio, por su apuesta prioritaria de lucha por la victoria en la guerra para después organizar la revolución. Gracias a la ayuda militar soviética a la República disputó al PSOE el protagonismo en la defensa de las instituciones democráticas.
El título del libro corresponde con el periodo más duro para la militancia, los cuarenta años de dictadura, en los que el comportamiento heroico de las y los militantes convirtió al PCE en el Partido del antifranquismo. Su lucha contra Franco se desarrollaba en la calle y en el interior de las cárceles. En ambos espacios de clandestinidad mantenían las estructuras partidarias, los debates políticos y la elaboración de materiales como Mundo Obrero. Para la dictadura, el PCE era el mayor enemigo, no solo en su propaganda anticomunista, esencia y justificación para la ayuda a Hitler con la División Azul frente a la URSS. Lo sería también desde el inicio de la Guerra Fría para garantizar su supervivencia tras la derrota de los fascismos que le habían ayudado durante nuestra guerra. Perseguían especialmente a los comunistas leyes de excepción como la Ley de represión de la masonería y el comunismo de 1940. En los boletines informativos de la Brigada Político Social, destacaba el 50% que ocupaban las “actividades comunistas”, frente al resto de páginas que se repartían las otras organizaciones políticas y sindicales de oposición (nacionalistas, republicanos, socialistas y anarquistas), tanto en el interior como en el exilio.
Las y los comunistas arriesgaron y perdieron -en gran número- la vida en una lucha por la libertad frente a una represión brutal que detenía, torturaba hasta la muerte (con fallecidos en comisarías y cuarteles de la Guardia Civil de todo el país) o para dejar secuelas el resto de sus vidas. También condenaba a largas condenas o incluso a muerte por reorganizar el Partido en cada territorio. A cada “caída” que suponía la desarticulación de las estructuras le seguía una nueva reorganización. Son estremecedores los relatos de los años de mayor violencia franquista. Pero, ¿qué les movía? ¿por qué esa minoría de valientes asumían esos riesgos? Esa es una de las claves que se recoge en “Comunistas contra Franco”. Los testimonios acreditan el sentimiento de pertenencia al partido que consideraban de la “emancipación de los trabajadores”, la idealización de esa organización, la obediencia y devoción respecto a los dirigentes: Lenin, Stalin, José Díaz y Dolores Ibárruri. En los momentos más duros, en la calle o en la cárcel ese sentimiento de pertenencia era vital, en el sentido emocional, pero también con la solidaridad económica, pues el socorro pro-presos procuraba ayudar a quienes padecían prisión. En las cárceles se organizaban en comunas para compartir las ayudas externas que recibían. En el exterior el Partido trataba de ayudar a las familias de presas y presos.
El crecimiento del PCE se produce en los años sesenta, gracias a la apuesta por la política de reconciliación nacional (lanzada en 1956), en un intento de aglutinar a todas las fuerzas antifranquistas, desde los católicos a los comunistas. La creación de las “comisiones obreras” en el inicio del desarrollismo, la emigración económica, interior y exterior, así como la llegada del turismo hacen crecer al Partido. Esto provoca el incremento de la represión franquista que fusila en 1963 a Julián Grimau, la última víctima de un consejo de guerra fundamentado en la guerra civil. Unos meses después, con el Tribunal de Orden Público los jueces civiles toman el relevo en la persecución y castigo de las actividades políticas y sindicales. Además del movimiento obrero, en los años sesenta el PCE se extiende en los ámbitos culturales (Juan Antonio Bardem, Paco Rabal, Buero Vallejo, Gabriel Celaya,....) y universitarios (Ramón Tamames, Manuel Sacristán, Francisco Fernańdez Buey,...). Como ya había ocurrido durante la guerra, el pragmatismo del PCE le convierte en el referente de la oposición antifranquista. No todos los militantes son comunistas, pero sí se organizan en el PCE. El Movimiento Democrático de Mujeres aglutina al movimiento feminista cercano al PCE. En él coincidirán las mujeres veteranas de tradición obrera con las jóvenes universitarias que incorporan la reivindicación de derechos como el divorcio y el aborto. Las asociaciones de vecinos en los barrios de las ciudades que crecen desmesuradamente con el desarrollismo, son un foco de reivindicación de servicios públicos: centros de salud, colegios, transporte público,... En todos estos ámbitos destaca la participación comprometida de las bases comunistas.
Pero cuando se conquistó la democracia y se celebraron las primeras elecciones en 1977, llegó la desilusión a la militancia que esperaba recoger los frutos de la lucha contra Franco. Aunque se convirtió en la tercera fuerza política, los resultados apenas superaron los apoyos obtenidos en 1936. Las elecciones generales de 1979 no ofrecieron mejores resultados, aunque sí las primeras elecciones municipales que dieron al PCE numerosos gobiernos locales, entre los que destacó Córdoba con Julio Anguita como alcalde. Las elecciones de 1982 representaron el desplome del PCE que en apenas cinco años había dilapidado electoralmente el capital construido por la labor de las bases. Como causas del descalabro, al “voto útil” al PSOE que prometía “el cambio” se añadieron las escisiones por la derecha (“eurorrenovadores”) y por la izquierda (“prosoviéticos”). Las masivas movilizaciones contra la OTAN, con una participación entusiasta de la militancia comunista junto a otras organizaciones, darían lugar a la creación de Izquierda Unida, que continuaba la estela de las iniciativas unitarias anteriores: Frente Popular, la reconciliación nacional y la Junta Democrática de 1974. A finales de los ochenta, con el liderazgo de Anguita se produjo la reunificación comunista y cierta recuperación del PCE al tiempo que el crecimiento de IU.
Los años vividos del siglo XXI están marcados por la brutal crisis mundial de 2008 y las políticas de austericidio dirigidas por los partidos conservadores neoliberales y secundadas por los partidos socialdemócratas. La respuesta social fueron multitudinarias manifestaciones que en España tuvieron su reflejo en las plazas de todo el país, de las que surgiría el movimiento 15M. Gran parte de la ciudadanía desencantada de las instituciones que se quejaba de la situación económica y social, descubrió la necesidad de dar una respuesta política. Así se materializó la creación de Podemos que cosechó unos brillantes resultados en las elecciones europeas de 2014 y las generales de 2015. De nuevo la unidad de acción de la izquierda llegaría con Unidas Podemos en 2016, coalición integrada, entre otros, por Podemos, IU y Equo. El actual gobierno de coalición supone un punto álgido en la historia del PCE, pues por primera vez en tiempo de paz, hay dos ministros comunistas en España, Yolanda Díaz y Alberto Garzón.
Pero el trabajo institucional nunca ha sido la única vía del trabajo militante. En “Comunistas contra Franco” se recoge la lucha de las y los comunistas en todos los movimientos sociales: las asociaciones de vecinos, la movilización feminista, por los derechos LGTBI, contra los desahucios, por la memoria histórica, contra el cambio climático, por la solidaridad con Cuba, Palestina, el Sahara, el pueblo kurdo,... “Allí donde está un comunista allí está el partido”, este ha sido el lema del PCE y la militancia comprometida lo mantiene. En todo conflicto, en toda lucha por mejorar las condiciones de vida de las trabajadoras y trabajadores, ahí están las y los comunistas. Este libro quiere rendirles un merecido homenaje con motivo del centenario de su Partido.
"Comunistas contra Franco. Cien años de luchas" de los autores Carlos Fernández, Mauricio Valiente y Santiago Vega.
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