dimarts, 16 de maig del 2023

La represión económica franquista, el dolor que ha quedado en un segundo plano.

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Miren y Marixel Lopez-Mendizabal, junto a la placa colocada en su casa en honor a su abuelo Ixaka. (ANCHO de idon | ENFOQUE)

Cuando tu vida está en peligro, es normal que las posesiones materiales pasen a un segundo plano. Pero quizás por eso nunca se ha hablado lo suficiente de la represión económica provocada por el franquismo. Los expertos coinciden: hay documentación para una investigación general seria. ¿Y el testamento real?

Por  Asier Aiesta / Naiz

Mucho se ha escrito e investigado sobre la represión física durante la guerra de 1936 y durante el franquismo. Fusilados, torturados, exiliados… El sufrimiento humano era terrible en aquellos años y, quizás por eso, ha quedado atrás el enorme despojo económico realizado por los golpistas.

En pocos años, miles de personas se quedaron sin nada en el País Vasco. Les robaron su finca, casa, lugar de trabajo, terrenos, bienes muebles, ahorros… Muchos tuvieron que ir a la guerra o al exilio, muchos otros fueron encarcelados. Ese castigo no fue suficiente y las autoridades franquistas también impusieron sanciones económicas a su antojo en aquellos años.

De una forma u otra, hablamos con tres expertos que han investigado esta realidad para entender mejor lo sucedido: Javier Buces Cabello, jefe del Departamento de Memoria Histórica del Departamento de Antropología de la Asociación de Ciencias Aranzadi; Cesar Layana Ilundain, con el responsable de documentación del Instituto de la Memoria de Navarra, y Borja Sarrionandia-Ibarra Fernandez “II. República y Guerra Civil Deustun» con el autor del libro.

Los tres expertos coinciden en el momento de dividir el tema en dos momentos o grupos. Por un lado, podrían estar los robos ocurridos antes o en los primeros días después de que cada pueblo cayera en manos de los franquistas. Se puede decir que estos sucedieron de manera muy improvisada y es muy difícil para los historiadores medir la dimensión de estos robos. Los testimonios son la principal fuente de información, si no la única, y el tema es muy delicado, porque estos robos muchas veces ocurrieron entre conocidos de mucho tiempo.

Por otro lado, puede haber bienes confiscados oficialmente por el franquismo y multas impuestas, y sí, eso está precisamente documentado en los archivos. El proceso de regulación de la represión económica se inició a través del Decreto 108 del 13 de septiembre de 1936, que creó el Comité Provincial de Confiscación de Bienes (OKBP). Y la publicación de la Ley de Responsabilidades Políticas del 9 de febrero de 1939 dejó claro que el fin de la guerra no implicaría ninguna política de amnistía para integrar a los vencidos al nuevo sistema político. Fue una mejora de la estructura legal que se inició con el Decreto 108 y el Decreto Legislativo del 10 de enero de 1937, que no modificó los principios esenciales.

Estas comisiones hacían un expediente de cada persona u organización, para “investigar” si coincidía o no con los postulados de los rebeldes de 1934, y de acuerdo al resultado de esta “investigación” se decidía si era o no sancionada, y el alcance del castigo. Patriotas, socialistas, anarquistas y otros republicanos fueron castigados, por supuesto, pero también muchas otras personas sin una clara implicación política, para sembrar el miedo. Estos castigos están documentados de pueblo en pueblo.

Diferentes realidades

Sin embargo, cada país tiene sus propias peculiaridades. En Navarra, por ejemplo, aún no existía una burguesía destacada vinculada a la industria y los castigos eran económicamente más leves que en otros lugares. “En el caso de Navarra, en este despojo económico cabe mencionar especialmente las multas y el menaje. Las multas económicas fueron mayores en Bizkaia y Gipuzkoa, porque la burguesía tenía más poder en las zonas industriales”, comenta César Layana, autor del libro “Expolio y castigo”.

Cesar Layana Ilundain, jefe de documentación del Instituto de la Memoria de Navarra y autor del libro «Expolio y castigo» (OMITE)

De cualquier manera, Layana destacó la gravedad de la situación: “En la mayoría de los casos, eran personas pobres. Entonces, mirando el valor total de los bienes, tal vez el robo no fue grande, pero también se debe tener en cuenta que esa pobre gente lo perdió todo. Puede que no haya sido mucho, pero lo era todo para ellos». Como ejemplo, se puede mencionar que a algunas personas les confiscaron sus máquinas de coser o sus gallinas de granja.

Tal y como recoge Layana en su libro, en Navarra se abrieron por responsabilidad política 1.086 personas, un total de 824 expedientes, y se condenó a 864 personas, más del 80%. Además del decomiso de bienes, las mayores multas se impusieron a Mariano Anso y Manuel Irujo, dos navarros que ocuparon el cargo de ministro en los gobiernos de la República durante la guerra: multas de veinte millones de pesetas. Además, se impusieron dos sanciones de un millón de pesetas, otras 24 multas de más de 100.000 pesetas y 97 multas de más de 10.000 pesetas.

Sin embargo, en términos de bienes decomisados ​​y multas económicas, Bizkaia recibió las sanciones más altas. Los recibidos por el empresario Ramón de la Sota son los que más se han mencionado, pero muchas otras personas también quedaron en una situación similar.

“En Deustu, por ejemplo, se volvieron contra la burguesía, más que nada porque entre los ricos también había nacionalistas. En su caso las multas fueron bastante elevadas y llamativas. También golpearon con especial dureza a quienes trabajaban en el Gobierno Vasco. Destaqué la multa impuesta a Eliodoro de la Torre en mi trabajo, por ejemplo, pero lo mismo les pasó a otros miembros del Gobierno Vasco. Fueron multados con veinte millones de pesetas por hora; hoy serían más de 8 millones de euros”, explica Borja Sarrionandia-Ibarra, haciendo una comparativa.

Aunque las familias más ricas recibieron las multas más altas, muchos trabajadores de clase baja, que en gran parte vivían de la renta, se quedaron sin nada de la noche a la mañana. “Algunas personas lograron recuperar sus casas, pero muchos las perdieron para siempre, incluso en algunos casos tenían la propiedad. El ejemplo más claro es lo ocurrido en el barrio Buenavista. Buenavista era un barrio pequeño, era una cooperativa de vivienda. La mayoría de la gente allí era del partido socialista, con posiciones de clase media, y el 63% de los vecinos de ese barrio perdieron sus casas”, recordó Sarrionandia-Ibarra.

Borja Sarrionandia-Ibarra Fernández, «II. Autor del libro República y Guerra Civil en Deustun» (Oskar MATXIN EDESA / FOKU)

Javi Buces mencionó otros ejemplos de Gipuzkoa, muy similares: “A los trabajadores de la empresa Brunet en Urnieta les quitaron la casa. Eran casas de empresa y todo el mundo estaba fuera. Llegaba gente nueva a trabajar y entraba en esas casas. Por supuesto, los antecesores no eran los dueños de las casas; eran trabajadores que vivían allí. Fueron expulsados ​​o tuvieron que ir a la guerra, y llegó gente nueva para reemplazarlos. En Donostia, por ejemplo, hace poco hicimos una conferencia en el palacio de Miramar y Maria Puy, una mujer de Trintxerpe, nos contó cómo les arrebataron su casa. Vivían en casas de algunos obreros; por supuesto, la mayoría de las personas que vivían en esas casas eran anarquistas o socialistas, y cuando regresaron las encontraron todas selladas. Y se quedaron sin hogar, en la calle, sin nada”.

No se ordenaron devoluciones

Hay una parte de este tema que es particularmente importante y no ha sido debidamente investigada: la de la restitución de estos bienes decomisados. Los grandes partidos políticos, sindicatos y organizaciones similares de alguna manera lograron devolver lo robado, pero en el caso de los particulares todo es diferente. Las familias conocidas o los empresarios pueden haber tenido más facilidades para reclamar sus propiedades, pero era poco probable que las personas pobres recuperaran algo.

Borja Sarrionandia-Ibarra citó algunos ejemplos de Deusto: “Algunas personas recuperaron sus casas, pero otras no. Es el caso de Aurora Arnaiz Amigo, por ejemplo. Era socialista, jefa de la organización Juventudes Socialistas, hacía mítines… Era una mujer muy significativa. Tuvo que exiliarse y se convirtió en la primera mujer profesora de derecho en México. Aurora vivía en Deustu, en Buenavista, ya sus padres les quitaron la casa y nunca les devolvieron. Según me contó otro testigo, cuando llegó a la casa había un guardia civil viviendo allí y les dijo claramente: ‘Fuera de aquí o os denuncio'».

Es claro que nunca se ha llevado a cabo ningún proceso general serio para devolver esos bienes y cantidades económicas sustraídos. Seguramente, porque es un asunto delicado. «El asunto es muy complejo. Una cosa es realizar una exhumación donde la persona ya está muerta. Restaurar su dignidad, completar su historia… Hay un mínimo consenso en Euskadi para hacerlo. Pero lo que tienen es otra cosa”, dice Buces.

Javier Buces Cabello, jefe del Departamento de Memoria Histórica del Departamento de Antropología de la Asociación de Ciencias Aranzadi (Gorka RUBIO / FOKU)

“De hecho, al final, ¿quién hizo esos robos? Bueno, muchas veces son familias conocidas, todos los conocían. Hoy, quizás, es diferente, porque toda esa gente ya está muerta, pero desde hace muchos años hay una convivencia entre los que sufrieron esos robos y los que cometieron los robos. Y ha habido miedo a hablar de eso”, coincide Borja Sarrionandia-Ibarra.

No habría ningún problema para que los historiadores investigaran, pero ¿estaría preparado el público? Esta es la reflexión de Javi Buces: “Creo que investigar no es muy difícil. Estoy a favor de tal investigación, porque es necesaria: la represión franquista debe investigarse en todos los ámbitos. Hay documentación para una investigación, pero es un tema delicado. Alemania se menciona a menudo, pero necesitamos profundizar un poco más en la cultura democrática. ¿Estamos dispuestos a aceptar que la tienda, finca o bar que heredamos nos la robó nuestro abuelo? Sin dudar de que es un derecho conocer toda la verdad, ¿qué ‘consecuencias sociales’ tendrá, en nuestras relaciones sociales, conocer el origen de este negocio? Tienes que estar preparado para abordar un tema así».

Miren y Marixel López-Mendizábal: «Recordamos que la familia siempre estaba con abogados, en los juzgados»

El tolosano Ixaka López-Mendizábal fue uno de los vascos que sufrió la brutal represión económica de los franquistas. Aunque mucha gente le conocerá por el libro de texto «Xabiertxo», dejó su huella en muchos ámbitos. Suele presentarse en los libros de historia como escritor, agente cultural, vascoparlante y político nacionalista, pero también fue abogado y también es destacable su aportación como editor. Esquí, montaña, viajes… todo lo hizo en su momento. Miembro del Eusko Alderdi Jeltzal, fue también presidente de la Asamblea de Euzkadi Buru en 1935. Empujado al exilio por la guerra, fue primero a Donibane Lohizu y luego a Argentina. Pasó casi 30 años en Buenos Aires y regresó al País Vasco en 1966.

Los nietos de Miren y Marixel conocieron a su abuelo en los últimos años, cuando ya había vuelto al País Vasco y había perdido la vista. “Vivíamos con él, yo tenía 14 años cuando murió y Marixel 11 – cuenta Miren. Tenemos recuerdos: lo recuerdo tocando el piano todos los días, cómo nos contaba historias… Y lo cuidábamos. El padre se fue a trabajar, la madre y la tía también trabajaban en la tienda o hacían tareas domésticas, y las sacábamos. Caminábamos aquí, en Zerkausia, agarrándolo del brazo, porque no podía ver. Ayúdame al baño, a afeitarme…»

 

Miren (izquierda) y Marixel (derecha) antes de la entrevista en Tolosa (Idoia ZABALETA / FOCUS)

No parecía contarles demasiadas historias de la guerra o del exilio, pero gracias a lo que escucharon de uno y otro, así como a lo que les contó el padre de Xabier, ambos tienen una idea bastante clara de sus vivencias. .

“Contó algunas anécdotas, pero todas cosas buenas. No contó las malas experiencias ni las que había sufrido. No sabemos exactamente cómo la abuela (Andone Olano) salió de aquí con sus tres hijos para ir al otro lado, a Donibane Lohizu. Sí, se iban de noche, pero poco más”, aseguran, aunque han completado el puzzle con lo que después escucharon de su padre.

guardar papeles

De hecho, en esa fuga repentina, se esforzaron especialmente por salvar papeles y documentos, que luego fueron de gran utilidad para recuperar los bienes sustraídos. «El abuelo tuvo que irse de inmediato en 1936 y la abuela se fue a Donibane Lohizu unos días después. Pero por ese camino, primero fueron a Urkizu, a la finca de una mujer que tenía una criada. Allí dejaron algunas cosas, gracias a las cuales luego fueron recuperadas. No fue un caso aislado, bastantes personas hacían eso: guardaban cosas en otras casas y las recuperaban cuando volvían.

Cuando los franquistas entraron en Tolosa, por ejemplo, es bien sabido que sacaron los fondos de la biblioteca de López-Mendizábal y los quemaron en la plaza del pueblo, delante de todo el pueblo. “Fue el 11 de agosto, también hay fotos”, recordó Miren, pero agregó que este lamentable hecho también dejó situaciones emocionales: “Llevaron los libros a la plaza y les prendieron fuego. Pero no todos fueron quemados. Y por la noche, algunas personas fueron allí, a recoger los libros restantes, y los guardaron en casa. Y entonces, venían a nuestro padre en la imprenta: ‘Xabier, esto lo teníamos guardado’. Y nos los devolvieron».

Los robos no terminaron ahí. «Papá solía decirnos: ‘Hay una zapatería en la parte trasera del reloj de nuestra casa’. Por supuesto, no sabemos cómo llegó allí ese relojero, no le dirás nada. También desapareció el traje de guerra carlista de nuestro bisabuelo, con espada y todo. También teníamos cuatro figuras femeninas de bronce, dos de las cuales están en la entrada de la Asociación del Casino de Toulouse desde hace muchos años…».

Cuando volvió al País Vasco, la primera tarea fue restaurar la casa, y eso tampoco fue fácil. “La planta baja que antes albergaba la imprenta la ocupó un señor y se instaló una tienda de abarrotes, con un depósito y todo detrás. Y al lado, otro hombre instaló una tienda de lana para su esposa. Cuando nuestra familia regresó a Toulouse se dieron cuenta de que así era. El de la tienda de abarrotes también ocupaba el cuarto piso y allí vivía con su familia. Y la gente de la tienda de lana vivía en el tercer piso. En el primero estaba la ONCE, la asociación de ciegos. Y también había alguien en el quinto piso. Sólo el segundo estaba libre y por eso entramos allí.’

Procesos largos

Arrancaron largos procesos judiciales: “Recuerdo que mi padre siempre estaba con abogados, siempre en los juzgados. Prueba del garaje, de la casa… Al principio vivíamos todos juntos en la misma casa: las dos tías, el abuelo, los padres y nosotros dos. Éramos niños y no nos decían muchas cosas, pero todos hablando allí a la hora de comer, siempre pillábamos algo. En un momento se recuperó el garaje, así como el jardín en la ladera de Izaskun… En la finca, por ejemplo, nadie entraba, es raro. Creo que estaba alquilado cuando mi abuelo tuvo que marcharse.

En estos procesos de recuperación de los bienes, parece que tuvo gran importancia el hecho de que los papeles se mantuvieran en ese momento. “Nuestro abuelo no se llevó mucha ropa cuando se fue, pero sí todos los papeles que pudo. Escrituras, documentos y demás, sí. Y ahí dudamos si esos papeles se los llevaron todos a Buenos Aires o los dejaron escondidos en Donibane Lohizu. De hecho, cuando nuestro padre volvió por primera vez en 1955, fue allí primero».

Seguramente, el ejemplo más claro de estos largos procesos lo podemos encontrar en el edificio que ha sido la sede de EAJ durante varios años. “25 personas de diversas ideologías, incluido nuestro abuelo, crearon una especie de casa cultural, llamada ‘Inmobiliaria Ureta’. Tenían un teatro abajo, representaban obras escritas por Antonio Labaien, la gente iba a verlos… Bailes vascos, mi padre aprendió a silbar y silbar allí, hacían tertulias… Y en una de ellas los miembros de la EAJ estaban estacionados. Pero durante la guerra se decomisó todo el edificio, y el Ministerio de Educación y Deportes lo tomó y montó allí una escuela profesional”, comienza el relato Miren López-Mendizábal.

“Luego sacaron la escuela de allí, porque no estaba debidamente adaptada -continuó-. Y luego la EAJ la ocupó y se convirtió en cuartel. Pero cuando vino la división, unos apoyaron a la EA, incluida nuestra familia, y otros, a la EAJ. Batzokia fue entregada a EAJ, pero nuestro padre mantuvo el libro de accionistas. Cabe mencionar que este libro fue traído a escondidas del Norte por nuestro padre: le quitó la tapa dura al libro y puso los papeles en la parte de atrás de su cuerpo amarrados con el celo. Y uno a uno fue buscando a los accionistas que crearon ‘Immobiliaria Ureta’, los dueños originales.’

«¡Cuántos años estuvo nuestro padre en ese trabajo buscando gente! Cuando murió en 2004, asumí la presidencia y, finalmente, en 2010, recibimos una advertencia de su sucesor que decía: ‘Sí, es tuyo, te lo devolvemos’. EAJ tuvo que irse y se enfadaron. Y ahora, en lugar de los 25 accionistas iniciales, somos más de 200. Al principio no todos pertenecían a la EAJ, y tampoco ahora. Saque las cuentas de cuándo fueron confiscados, cuándo fueron devueltos, y entre cuántos juicios, cuántos recursos, cuántos trámites…”, agregó.

Robo tras robo, el franquismo no consiguió destruir el legado de Jose Manuel Ostolaza

Entre las personas cuyos bienes fueron decomisados, uno de los casos más llamativos fue el del empresario debarra José Manuel Ostolaza. Le llamaremos ‘Debarra’, aunque nació en Valladolid en 1875, porque allí fueron su padre Ascencio y su madre Segunda Zabala huyendo de la guerra carlista. La familia llegó a Deba cuando él era muy joven.

La vida de José Manuel parece el guión de una película. Desde muy joven trabajó en la navegación comercial, tuvo que transportar tropas durante la guerra de Cuba, se encontraba en una situación económica precaria en Cuba… Pero finalmente llegó a México, donde, no sin dificultad, montó una fábrica de sombreros de paja toquilla que tendría un próspero futuro funcionando

La idea fue un gran éxito y, junto a su hermano Francisco, logró hacer una fortuna en Estados Unidos. “Entérate: se jubiló con 42 años y volvió a Deba”, dijo Alex Turrillas, secretario de la Asociación Cultural Deba.

Alex Turrillas, la famosa escuela EBEFO estaba frente al edificio (Jon URBE / FOKU)

Inspirándose en sus experiencias de vida, José Manuel construyó una escuela comercial en Deba en 1928, creyendo que era la mejor manera para que la juventud local tuviera un futuro mejor. La denominó EBEFO (Escuela Biblioteca Emigrante Fundación Ostolaza), la construyó en el solar de la finca de la familia «Barberokua», en el centro de Deba, y le dio un carácter secular.

El carácter laico despertó el enfado de la iglesia desde un principio, y esta elección se pagó muy cara unos años después, cuando los franquistas tomaron el poder. Para entender la importancia de la apuesta que estaba haciendo Ostolaza, basta mirar la foto histórica a continuación: Niceto Alcalá Zamora II de España. El Presidente de la República, Manuel Azaña, que fue también Presidente del Consejo de Ministros, y el jefe del Ejército, Gonzalo Queipo de Llano, visitando el colegio EBEFO de Deba en 1932. El propio Pio Baroja también fue un defensor de la obra de Ostolaza.

Con el estallido de la guerra, sin embargo, tuvo que dejarlo todo y exiliarse a México, junto a la bibliotecaria Pepita Arriola. Sus bienes fueron confiscados y la lista no es aleatoria: “El inmueble que alberga la Fundación Ostolaza, valorado en 70.000 pesetas; la mitad de la casa de Amillaga, valorada en 55.000 pesetas; tres cuentas corrientes con un saldo de 16.000 pesetas…»

Alcalá Zamora, Azaña y Queipo de Llano en 1932, visitando la escuela

José Manuel no volvió a oprimir al País Vasco y murió en México en 1954. Como no tuvo hijos, sus bienes quedaron en manos de su hermano Francisco. Aunque no hemos encontrado muchos detalles del proceso, pudo recuperar el edificio de la Fundación Ostolaza sin mayor problema, y ​​como tampoco tenía herederos, dejó la gestión del mismo a la Fundación Ostolaza.

La labor de la Fundación Ostolaza fue continuada por la Asociación Cultural Deba desde 1960, y hoy en día organizan multitud de iniciativas a lo largo del año. “Somos una asociación privada, pero se puede decir que hacemos una obra completamente pública; Somos la casa cultural de Deba, al fin y al cabo. En tres años hemos pasado de unos 80 socios a más de 200”, destaca Turrillas, recordando otros casos con un final más triste: “El hotel que acababa de construir se lo robaron al empresario Silverio Urqui y nunca se lo devolvieron. Eso también hay que mencionarlo».

«Había diferentes formas de robo dependiendo de la época»

Jon Unanue López (Donostia, 1964) ha realizado un gran trabajo de investigación sobre los hechos del regreso de la guerra de 1936 en Urnieta. Recibió varios testimonios, empezando por el padre Justo, y publicó algunos de ellos en la revista Aiurri. No ha investigado específicamente la represión económica como tal, pero este tipo de represión también fue prominente en la Urnieta de 1936-1939 que Unanue dibuja con gran detalle.

“Primero hay que averiguar cómo era el ambiente en los días previos al levantamiento de Urnieta. Urnieta era un pueblo muy conservador. En el ayuntamiento dominaban dos grupos: los realistas o monárquicos, el voto de derecha, aquí el voto tradicional, y por otro lado Eusko Alderdi Jeltzalea, que era el partido mayoritario en ese momento y que estaba en clara fase de crecimiento, habiéndose fortalecido mucho durante la República. Es cierto que había algunos elementos de izquierda en el pueblo, digamos ‘progresistas’, una minoría pero se estaban moviendo. Fue un movimiento que vino en gran parte de Oria, creado en torno a Brunet y estas empresas. Aunque en su momento pareció raro, al Ayuntamiento le sirvió como referencia de lo que estaba pasando”, describió Unanue la situación antes del estallido de la guerra.

Jon Unanue, que tantos acontecimientos ha vivido en el Ayuntamiento de Urnieta (Jon URBE / FOKU)

“A medida que avanzaba la selección, la gente empezó a preocuparse, porque escuchaban qué tipo de barbarie estaban haciendo en Navarra. Para entonces, algunas personas decidieron celebrar; nuestros abuelos, por ejemplo. Nuestro abuelo era de origen nacionalista, pero nunca fue militante. Sin embargo, después de ver lo que vio, decidió irse. La abuela se quedó en casa con seis o siete niños. Y como nuestro abuelo, muchos otros”, prosiguió.

«Las primeras detenciones se produjeron en ese ambiente tenso. En la mayoría de los casos se trataba de niños o jóvenes del pueblo; Lo sé porque mi tío también era así. La pandilla salió a la calle, aunque la abuela no los dejó, y cuando escucharon que una casa estaba vacía, entraron allí y agarraron algo. En el caso de su tío, se había llevado una bicicleta y cuando volvió el dueño, fue a pedirla. ¡Qué vergüenza pasó nuestra abuela!”.

«Ocurrió otro tipo de robo después, cuando entraron los nacionales. Esas fueron las capturas ganadoras. Habían tomado el control del ayuntamiento y sus familias aprovecharon la situación para apoderarse de las propiedades de los que se habían fugado. No eran niños. Y se ‘limpiaron’ las casas: ropa, alfombras, muebles… En Mikaele, por ejemplo, en la casa de Bartolomé Lasarte y Antonia Barkaiztegi, fue lo que pasó, también les confiscaron sus bienes. Por supuesto, Urnieta era un pueblo muy pequeño en ese entonces y la gente sabía que la ropa que usaba era de otra persona. Cuando la gente comenzó a regresar, se dieron cuenta de que su propiedad era propiedad de otra persona. En algunos casos, uno de ellos fue a devolver el objeto robado por su cuenta, avergonzado de lo que había hecho o consciente de la situación».

“Y otra cosa es cuándo se emitió la ley de decomiso. La excusa era que había que sufragar los gastos de guerra. Allí se puso en marcha un procedimiento muy claro, que tenían que hacer todos los municipios. Primero, había que hacer una lista para averiguar qué personas se habían ido y llamar a esas personas para que rindieran cuentas. Si no explicaban, se decidió que debían responder con su propiedad. Así que fueron a las casas e hicieron un inventario de todo. Las listas están en el archivo.

Los Unanue lo saben muy bien, porque también le enviaron una carta a la abuela, en la que decían que si el abuelo no se presentaba en Urnieta, le confiscarían sus bienes. De una forma u otra, la abuela logró informar al abuelo -que estaba en el Norte- de la situación, y éste recurrió a dos tías que eran monjas en un orfanato militar en Pamplona en busca de ayuda. Se decía que uno de los dos estaba a cargo. Gracias a la influencia de estas tías, el gobernador militar de Navarra envió una carta al gobernador de Gipuzkoa, en la que le preguntaba qué tenían contra él, y luego extendía la pregunta al Ayuntamiento de Urnieta.

“Mirando los documentos encontré la respuesta que dio el Ayuntamiento. La respuesta dice que todo el mundo lo consideraba un patriota, pero no un ‘separatista-marxista’, se limitaba a votar y que volver a las urnas sería ‘desagradable’, pero no pide castigo. Así volvió el abuelo a su casa y al final no perdió ninguna propiedad.’

Desafortunadamente, no todos los casos tuvieron ese final.