dissabte, 22 de febrer del 2025

Cuando España tuvo policía de la moral que multaba por un beso: la represión sexual en el franquismo

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El doctor en Sociología Manuel Espín analiza esta España en la que todo era pecado en su obra 'Sexo en el Franquismo' (Almuzara)

Bando. Por orden gubernativa se pone en conocimiento del público en general, que serán sancionados con prisión menor y multados, todo aquel (sic) que con gestos y palabras, atente contra la moral y el decoro de toda persona decente. El Alcalde”, advertía un bando municipal. Estamos en la España que pedía la documentación a una pareja sentada en un banco. La España que escondía condones y prohibía la píldora. La del beso en las esquinas, la España del tabú de la regla. La de la mujer acusada de ‘puta’ por decir que se masturbaba, la del hombre ‘amariconado’ por expresar sus emociones. La España dogmática, la de misa y querida, la del aborto en Londres, la España hipócrita. Una España gris y reprimida que empezó a ver el sol en los sesenta con los bikinis extranjeros y que arrastró tantos de estos venenos hasta las mentes del siglo XXI. El doctor en Sociología Manuel Espín analiza esta España en la que todo era pecado en su obra Sexo en el Franquismo (Almuzara), en la que aborda el complejo tema de las costumbres sexuales españolas, recorriendo aspectos como la censura, la homosexualidad, las madres solteras o la pederastia encubierta. 

Según apunta en su obra, el sexo en la España del franquismo quedó subordinado a las sotanas. La moral católica se impuso con la máxima de que el sexo era una herramienta para la procreación, aunque como también señala, hubo una gran evolución desde la España que de los cuarenta que copulaba con la vela apagada a la de los setenta que se atrevía a tomar el sol en bikini.  

Con la idea del sexo como camino a la concepción, cualquier otro aspecto de la sexualidad quedó condenado o silenciado. Cualquier práctica fuera del matrimonio, desde la de unos novios a la masturbación, era sancionada moralmente. Un laberinto de represión en el que un hombre y una mujer adultos no podían ni alquilar una habitación de hotel juntos. El hotel exigía la documentación a ella para comprobar que no estuviera casada con otro hombre. El cuerpo era tabú incluso dentro del matrimonio. Pudor ante la situación que el hombre contemplara el cuerpo de su esposa, y coitos con el camisón puesto para desnudar lo mínimo imprescindible.

Policía de la moral

“La dictadura no solo generó un sistema de vida pública regido por la verticalidad jerárquica, sino que tuvo una marcada influencia en la cotidiana, especialmente sobre la moral sexual, bajo una visión que representó una vuelta atrás respecto a los sistemas de contenido liberal aunque no totalmente democrático de la Restauración, y el de acentuado carácter laico de la Segunda República. Con la restitución a partir de 1939 de una sociedad bajo el control de una catolicidad seguidora de la Contrarreforma y los movimientos opuestos al Siglo de las Luces, la Revolución Francesa y las liberales del XVIII y XIX. Bajo un sistema de estrecho maridaje entre Iglesia y Estado mantenido hasta el impacto del Vaticano II, que en España llegó a causar verdadera turbación. El franquismo concedió a la institución religiosa la exclusiva interpretación sobre la moralidad pública y privada, asumida con vocación casi teocrática por ciertos prelados”, destaca el autor.

Como en tantos otros aspectos, la dictadura franquista, atrasó la modernización del país también en el aspecto más íntimo: “En sociedades occidentales de Europa y Estados Unidos esos cambios de sensibilidad tuvieron lugar a partir de la segunda mitad del XX, especialmente en la Francia de los años cincuenta y una década más tarde en Estados Unidos, Alemania o Italia. Sus lejanos ecos llegaron a España a partir de la mitad de los sesenta; sin la posibilidad de debates públicos como los que tuvieron lugar en Occidente ante temas como la «píldora», los informes e investigaciones sobre la sexualidad humana, los movimientos feministas, la nueva masculinidad o las incipientes teorías queer. Si las parejas heterosexuales lo tuvieron difícil para mostrar y expresar su amor, las prácticas homosexuales quedaron tipificadas como delito desde 1954 bajo la Ley de Vagos y Maleantes. 

El autor recorre aspectos de épocas en la vida de una persona que recuerdan a algunos de los países musulmanes actuales. De una forma similar que la policía de la moral de Irán señala, amonesta y castiga a las mujeres que con el velo mal puesto, la generación del baby boom todavía vivió humillaciones como ser amonestados por fuerzas del orden y hasta particulares por el “delito” de dar un beso a tu pareja en público. “Tan solo se besaban, y a escondidas, las parejas de novios, no los matrimonios que no necesitaban ese tipo de efusiones a la vista de los demás. Ir más allá, es decir tener sexo cualquiera que fuera el nivel, hubiera o no coito, representaba traspasar un límite y asomarse al vacío. Empezando por la dificultad de llevarlo a cabo. Hasta finales de los años sesenta los jóvenes carecían de la posibilidad de acceso a un automóvil y por lo tanto a los desplazamientos. Buscar un lugar oscuro dentro de un automóvil no estaba al alcance de cualquiera, y además podía ser motivo de una sanción con el correspondiente escándalo”, concluye Espín.