dijous, 17 d’octubre del 2024

Alfredo González Ruibal, Premio Nacional de Ensayo: "Los huesos nos cuentan las brutalidades de la guerra"

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Su libro 'Tierra arrasada' eleva "la categoría de la arqueología de ciencia a ética", según el Ministerio de Cultura.


Alfredo González Ruibal, autor de 'Tierra arrasada', Premio Nacional de Ensayo 2024.
Alfredo González Ruibal, autor de 'Tierra arrasada', Premio Nacional de Ensayo 2024.  Álvaro Minguito

El arqueólogo y científico del CSIC Alfredo González Ruibal ha recibido el Premio Nacional de Ensayo 2024 por Tierra arrasada (Crítica), "una necesaria respuesta al porqué de la guerra y de la violencia" que eleva "la categoría de la arqueología de ciencia a ética", según el Ministerio de Cultura.

¿Qué nos cuentan los huesos?

En los huesos está buena parte de nuestra historia colectiva y social, como miembros de una sociedad, y también de nuestra historia personal, con las vicisitudes que hemos sufrido. En el caso de los conflictos de la violencia, nos cuentan las brutalidades y los abusos que han sufrido determinadas personas en la guerra, bien como combatientes, bien como como civiles que han sido asesinados.

¿Los restos arqueológicos tienen ideología?

Los restos arqueológicos son en muchas ocasiones la materialización de ideologías del pasado, y luego está la ideología de quienes los interpretamos. Pero, por encima de ambas ideologías, los investigadores tratamos de documentarlos lo más objetivamente posible. Es decir, tratamos de sacar a la luz las historias que nos están contando.

A través de los vestigios, ¿ha conectado más con unas personas que con otras en función del bando al que pertenecían o siempre se establece un vínculo?

En el caso de la guerra civil, he exhumado a soldados caídos de un lado y del otro. El propio trabajo de exhumación hace que inevitablemente empatices con las personas que han muerto. Es una relación muy íntima, debido al tiempo que pasas rescatando esos huesos. Resulta difícil no ver detrás de los restos algo más, o sea, historias humanas.

De hecho, cuando encontró restos de soldados rebeldes en una excavación en Guadalajara, defendió que debían ser enterrados, entre comillas, con honores.

Los caídos en la guerra tienen derecho a ser enterrados dignamente, sean de uno u otro bando, independientemente de cuál sea nuestro posicionamiento político. Nadie merece ser olvidado y destruido, ni que sus restos sean tratados como si fueran los de un animal. Aunque pueda resultar un poco polémico, creo que es distinto en el caso de los perpetradores.

Antes me refería a los soldados que cayeron en combate, en muchos casos reclutas que combatían en el bando que les había tocado. Sin embargo, cuando hablamos de perpetradores, como los guardianes de los campos nazis, tengo serias dudas respecto a que esos individuos merezcan ningún tipo de respeto.

La arqueología explica la historia a través del hallazgo, pero también de la ausencia. Así, un poblado sin restos de mujeres podría indicar que fueron secuestradas, esclavizadas o sometidas a matrimonios forzosos.

Las ausencias pueden ser tremendamente elocuentes. Otro ejemplo: en una zona donde trabajamos en la frontera entre Etiopía y Sudán, a principios del siglo XIX desaparecen los yacimientos arqueológicos. De repente, no hay nada y durante 150 años ese lugar está vacío completamente, pese a que hasta aquel momento había muchísimos poblados.

¿Qué pasó? Un genocidio olvidado: las tropas otomanas arrasaron la región hacia 1820 y esclavizaron a todos sus habitantes. ¿Cuáles son las huellas que tenemos hoy? Pues, efectivamente, la ausencia, es decir, que desaparezca la presencia humana de ese lugar. Eso también ha sucedido en la Patagonia y en Tierra del Fuego, por citar otros casos.

Europa ha exportado esa deshumanización: del Holocausto al genocidio de Ruanda.

Habría que matizarlo. En la violencia extrema se engloban multitud de culturas, no es algo exclusivo de Europa. Lo que caracteriza a la modernidad europea —no a la civilización o a la cultura europeas, sino al hecho específico de la modernidad, a partir de finales del siglo XV y de forma ya muy clara del XVIII— es una forma específica de practicar la violencia que deshumaniza al otro, hasta el punto, ya en el siglo XIX, de deshumanizarlo completamente.

Alfredo González Ruibal, autor de 'Tierra arrasada', Premio Nacional de Ensayo 2024.
Alfredo González Ruibal, autor de 'Tierra arrasada', Premio Nacional de Ensayo 2024.  Álvaro Minguito

O sea, de considerar que no es un auténtico ser humano y que, como ser humano incompleto o no humano, puede ser extirpado de la faz de la tierra y aniquilado. Ese tipo de violencia es característico de la modernidad y tiene mucho que ver con la forma en que la modernidad entiende el mundo, cómo lo clasifica y ordena, etcétera.

Aplicamos esa perspectiva del orden y de la clasificación a las culturas humanas. Entonces, lo que hace la modernidad europea es considerar que hay grupos que están fuera del tiempo, que no son humanos y que la ordenación del mundo requiere que desaparezcan. Es el caso de los aborígenes de Tasmania, que son aniquilados por completo, o los citados indígenas de Tierra del Fuego.

Lo que pasa es que después ese tipo de violencia aniquiladora, que busca el exterminio total de otro grupo humano y que es algo excepcional a lo largo de la historia, porque solo lo vemos de forma tan clara en la contemporaneidad, es utilizado por culturas no europeas, caso de los hutus con los tutsis en Ruanda o de los Jemeres Rojos en Camboya.

Habría que matizar los conceptos de pueblos primitivos y civilizados, porque a veces vemos otros territorios con condescendencia, pero en su día África fue más pacífica que Europa. Basta pensar ten el desarrollo que alcanzó Alemania a principios del siglo XX…

Habría que ver qué entendemos por civilización. Si es una cuestión puramente material y tecnológica, entonces la Alemania de principios del siglo XX era el culmen de la civilización. Si pensamos en términos morales, probablemente cualquier tribu del África subsahariana o de Australia estaba mucho más desarrollada que Alemania. Y no me refiero solo a la propia idea del exterminio, sino en general a la forma de entender la sociedad y a las relaciones entre seres humanos.

Las fosas comunes deshumanizan al contrario, aunque ya existían en el neolítico. Una prueba irrefutable del horror, a veces negado, tergiversado o silenciado.

Cuando encontramos restos de varones, mujeres, niños o ancianos, las fosas comunes son la prueba más indiscutible de que lo que ha ocurrido ahí es una forma de violencia completamente excesiva y fuera de toda norma.

¿La arqueología es uno de los alegatos contra la guerra más poderosos?

La arqueología sirve para desublimar la guerra. Sobre todo en períodos más remotos, porque en el siglo XX tenemos imágenes poderosísimas de crímenes de guerra que han sacudido nuestras conciencias y han configurado una nueva forma de ver la violencia y los crímenes de lesa humanidad.

'Tierra arrasada', de Alfredo González Ruibal, Premio Nacional de Ensayo 2024.
'Tierra arrasada', de Alfredo González Ruibal, Premio Nacional de Ensayo 2024.  Crítica

En cambio, cuando vamos atrás en el tiempo, esa violencia nos parece un poco aséptica, porque la recibimos a través de los textos y de las imágenes que crean esas sociedades. Y esas sociedades tienden a sublimar la violencia, sean los frisos de los templos egipcios, las esculturas de los romanos o los poemas homéricos.

Frente a eso, la arqueología nos ofrece una visión mucho más cruda y material de lo que es en realidad la guerra: aldeas destruidas, cuerpos destrozados, mujeres violadas, niños asesinados... Es decir, la parte más fea de la guerra que el poder nunca quiere mostrar.

En esas tierras arrasadas, ¿hay hallazgos esperanzadores, vitalistas o que infundan optimismo?

Estas explosiones de violencia excesiva son relativamente limitadas en el tiempo. Los seres humanos hemos pasado más tiempo negociando y aprendiendo a convivir unos con otros que masacrándonos de formas abyectas. Pensemos en el caso de España: si nos describiéramos a nosotros mismos como una sociedad salvaje y encarnizada que no para de masacrarse, nos parecería raro. Porque desde 1876 realmente nos hemos masacrado de forma horrible una sola vez.

Desde que acabó la última guerra carlista hasta la actualidad, nuestra experiencia de la masacre internamente ha sido una guerra civil horrorosa, pero hablamos de tres años de guerra en 150. Sin embargo, el problema es que ponemos tanto énfasis en esos tres años que nos olvidamos de los otros 147, en los que hemos aprendido a no matarnos y a convivir. Una experiencia extrapolable a cualquier país o territorio del mundo.

Quizás no deberíamos preguntarnos tanto por qué nos matamos, sino cómo hacemos para no matarnos, porque ahí está la clave para la paz: cómo logramos ponernos de acuerdo, cómo logramos dirimir nuestras disputas dentro de un orden e —incluso en el peor de los casos, cuando recurrimos a la violencia— cómo hacemos para que esa violencia no se desborde y no acabe como el conflicto en Gaza o las masacres en el Sahel.

¿Justificaría alguna guerra?

Hay guerras defensivas que son inevitables. Una vez que está en marcha la Segunda Guerra Mundial, la violencia era la única forma de poner final al nazismo. Ahora bien, las guerras que son absolutamente inevitables suponen una excepción.

Hay un resto no arqueológico de la guerra que hemos podido percibir en nuestros abuelos: el miedo. O, si lo prefiere, el silencio.

El silencio y la autorrepresión que produce el miedo son difíciles de identificar arqueológicamente, pero podemos elucubrar sobre ellos. Por ejemplo, cuando descubrimos un asentamiento arrasado por completo al que nunca ha vuelto nadie, podemos pensar cómo se mantuvo la memoria de ese lugar y hasta qué punto aquello dejó traumatizada a una sociedad para que decidiera no volver a ese lugar que le traía unas memorias tan horrorosas. De nuevo estamos hablando de ausencias... De unas ausencias que son elocuentes.

Y luego está el silencio impuesto por los victimarios, quienes se niegan a excavar en su memoria.

Claro. Hay casos también muy elocuentes donde se ve cómo se ha sepultado conscientemente un paisaje de violencia. Por ejemplo, la de los asirios en Canaán: arrasan poblados enteros y después construyen sobre ellos nuevos asentamientos, a veces sobre las propias cosas comunes. Resulta escalofriante, porque así están sellando ese pasado de violencia extrema.

El Gobierno declara nula la sentencia franquista que condenó a muerte a Salvador Puig Antich

 https://www.infolibre.es/politica/gobierno-declara-nula-sentencia-franquista-condeno-muerte-salvador-puig-antich_1_1881175.html


Una fotografía de Salvador Puig Antich y flores en el lugar donde se instaló el garrote vil para ejecutarlo.

El Gobierno ha celebrado este miércoles un acto de homenaje al activista Salvador Puig Antich, último ajusticiado a garrote vil en el franquismo en marzo de 1974, hace cincuenta años, y ha entregado a su familia un documento con la declaración de "reconocimiento y reparación".

"Hace 50 años estamos luchando por la dignidad de nuestro hermano Salvador. Estamos emocionados, no tenemos palabras", ha dicho Inmaculada Puig, hermana de Salvador Puig, que ha hablado en el acto en representación de su familia.

El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, ha entregado la declaración a Inmaculada y las otras tres hermanas del activista presentes en el homenaje, celebrado en la sede en la Ministerio y al que han acudido también el secretario de Estado de memoria democrática, Fernando Martínez, y el diputado de ERC Francesc-Marc Álvaro.

"Salvador Puig Antich fue una víctima, sus familiares también, lo perdieron muy joven. Desde el Ministerio decirles que sé que es un día agridulce, llevaban esperando para esto 50 años, demasiado tiempo, pero es un gesto que saben apreciar porque supone colocar las coas en su sitio", ha dicho el ministro.

Torres ha asegurado que una democracia "no es completa si no se repara" a las víctimas y no se da difusión pública, y ha señalado que el propio Salvador Puig Antich sabrá "desde el lugar en el que esté" que "hoy de cierta manera se hace justicia".

El Gobierno reparará este mes la memoria del poeta Miguel Hernández y anulará los sumarios

El Gobierno reparará este mes la memoria del poeta Miguel Hernández y anulará los sumarios

Salvador Puig Antich, militante anarquista y antifascista, fue ejecutado en el centro penitenciario de la Modelo de Barcelona el 2 de marzo de 1974 a los 25 años tras ser condenado a muerte por un Consejo de Guerra por el homicidio de un subinspector de policía en Barcelona en el tiroteo que se registró durante su detención.

Con la declaración entregada este miércoles a su familia y firmada por el ministro, el Gobierno certifica la reparación de Salvador Puig Antich "por la persecución y violencia padecidas por razones políticas, ideológicas y de conciencia durante la dictadura, y el reconocimiento a su condición de víctima por haber sido condenado a pena de muerte".

La Ley de Memoria Democrática de 2022 defiende la reparación de las víctimas del franquismo y, además, declara nulas las sentencias y resoluciones que se dictaron durante el franquismo, algo que este miércoles se ha oficializado en el caso concreto de Salvador Puig Antich.

Sumario 21001: Franco contra Miguel Hernández

https://www.eldiario.es/sociedad/sumario-21001-franco-miguel-hernandez_1_11722411.html 

Miguel Hernández y Josefina Manresa.

Marta Borraz

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“Josefina, la fiebre se va poco a poco y estoy mejor. Manda hoy mismo otra caja de inyecciones BISEPTISEN. No eches nada a la sustancia. El primer día me gustó, solo que estaba muy espesa. Da besos a Manolillo. Miguel”. En un trozo de papel higiénico al que le falta una esquina, en lápiz y sin fecha, escribió Miguel Hernández por última vez a su mujer Josefina Manresa y su hijo, que entonces tenía tres años y había nacido estando él encerrado en la cárcel de Alicante. Había sido condenado a prisión por defender ideas republicanas y allí moriría en la madrugada del 28 de marzo de 1942 de una tuberculosis. En su tumba, donde sus restos reposan con los de su esposa y su hijo, la piedra reza: Miguel Hernández. Poeta.

Dos fueron los procedimientos sumarísimos de urgencia que se instruyeron de forma simultánea contra él tras ser detenido en abril de 1939, recién finalizada la Guerra Civil. El primero, el 21001, seguido en Madrid, fue el que acabó en condena: “Fallamos que debemos condenar y condenamos al procesado Miguel Hernández Gilabert, como autor de un delito de adhesión a la rebelión, a la pena de muerte”, dictó el consejo de guerra. El castigo sería conmutado después por 30 años de cárcel que nunca llegaría a cumplir. El segundo sumario, el 4407, fue abierto en Orihuela, su ciudad natal, pero no se cerró hasta que un funcionario avisó de que el encausado ya había fallecido hacía meses.

La figura del poeta ocupa desde hace semanas la actualidad a cuenta de las peticiones de anulación de sus condenas. Varios ayuntamientos de la Comunitat Valenciana han tramitado mociones en este sentido con votos dispares del Partido Popular dependiendo de sus alianzas con Vox, y la Generalitat valenciana ha impulsado una declaración institucional sin mencionar ni el golpe de Estado ni la dictadura. Según el president Carlos Mazón (PP), su objetivo es “sumar su voz” a la reclamación de la familia del poeta oriolano para que el Gobierno apruebe una declaración de reparación para Hernández e invalide sus sumarios.

“No se puede dar de lado que, si lo dejan morir, no es porque haga un soneto perfecto, sino por sus ideales, sus valores a favor de la libertad y la República. Eso no se puede separar de su obra”, afirma el investigador hernandiano Joan Pamiés, que fue portavoz de la familia hasta 1997 a instancias de Josefina Manresa y ha impulsado la petición, apoyado por los descendientes del poeta. Estos llevan años intentando que se declare la nulidad de su condena, para lo que iniciaron un proceso judicial en 2010 que frenaron los tribunales.

Desde el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática explican que todas las condenas de los represaliados del franquismo ya están anuladas en virtud de la Ley de Memoria de 2022. Esta declara “la ilegalidad e ilegitimidad” de los tribunales franquistas y las condenas y sanciones que de ellos emanaron “por motivos políticos o ideológicos” contra quienes “defendieron” la democracia. “Se declaran ilegítimas y nulas por vicios de forma y fondo”, mantiene la norma, que apunta a que esto puede dar lugar al derecho a obtener una declaración de reconocimiento y reparación personal.

"Son sumarios incorrectos e irregulares contra personas que no habían cometido ningún delito, solo defender el orden legal establecido. La razón de por qué lo dejan morir en lo que llamamos un asesinato por omisión es su antifascismo"

Joan Pamiés, exportavoz de la familia

Esta es la que recibirá la familia de Miguel Hernández el próximo 31 de octubre, día de recuerdo y homenaje a las víctimas de la dictadura, en un acto en el que se reparará a una veintena de represaliados. Será un reconocimiento oficial y público de que los procesos que los condenaron fueron injustos y antidemocráticos. “Son sumarios incorrectos e irregulares contra personas que no habían cometido ningún delito, solo defender el orden legal establecido”, añade Pamiés, que apunta a que los relatos que hablan de Hernández solo como “un excelente poeta” se quedan “cortos”: “La razón de por qué lo dejan morir en lo que llamamos un asesinato por omisión es su antifascismo”.

“Uno de los intelectualoides”

La Guerra Civil estalló cuando un precoz Miguel Hernández ya había publicado sus dos primeros libros de poemas –Perito en lunas y el Rayo que no cesa– y se movía en el ambiente intelectual y literario madrileño. En la contienda, militó en el Partido Comunista, se alistó como voluntario en el 5º Regimiento del Ejército Republicano, intervino en actividades propagandísticas en diferentes frentes y colaboró muy activamente en distintas publicaciones comprometidas con la causa republicana como El Mono AzulAyudaLa Voz del CombatienteFrente Sur...

Una vez terminada la guerra y consciente de que sería represaliado, el oriolano intentó huir hacia Chile haciendo escala en Lisboa, pero fue detenido el 30 de abril de 1939 en la localidad portuguesa de Moura y puesto a disposición de los guardias fronterizos españoles. “Los mismos supieron pronto que no era un republicano más, sino una destacada figura del mundo literario”, explica Juan A. Ríos Carratalá, catedrático de la Universidad de Alicante que ha estudiado a fondo los sumarios y ha publicado Los consejos de guerra de Miguel Hernández. Comenzaría así el duro y gravoso periplo del poeta, que pasaría en total por 12 prisiones en condiciones penosas de hambre, frío y falta de higiene.

El poeta fue sometido a un duro interrogatorio para que confesara que mató a Primo de Rivera, según recordaría después Josefina, y sería trasladado después a Rosal de la Frontera (Huelva), donde aplicó una táctica exculpatoria, al menos para evitar la muerte inmediata: se autoidentificó como “apolítico” y al mismo tiempo intentó hacer ver a sus captores su relevancia en la cultura republicana. “No por vanidad, sino para intentar que no se excedieran y evitaran algo similar a lo ocurrido con Lorca”, señala Ríos. Los agentes captaron “la contradicción” y concluyeron que el poeta había sido “uno de los intelectualoides de la que fue zona roja que exaltadamente llevaron a las masas a cometer toda clase de desafueros, si es que él mismo no se ha entregado a ellos”.

Ya en la cárcel de Torrijos, en Madrid, donde compartiría penurias con otros 3.000 presos en un momento de intensísima represión franquista, comenzó a instruirse el “juicio sumarísimo de urgencia” nº 21001. El caso pasó al Juzgado Especial de Prensa, cuya sede estaba entonces en el Palacio de la Prensa de Callao, en la capital, y que cerraría tras un año de actividad “porque ya no quedaban periodistas que procesar”, ilustra Ríos, que en su estudio se ve obligado a no citar con nombre y apellidos al alférez que participó en el proceso debido a que su hijo está batallando en los tribunales por el supuesto derecho al honor de su padre fallecido. De hecho, este lunes ha dado comienzo en Cádiz el juicio contra 107 personas.

“Hacer feliz a España”

Hernández continuaría con su abundante creación poética en la cárcel, desde donde escribiría para su hijo –su segundo hijo, el primero había fallecido a los pocos meses de nacer– las famosas Nanas de la cebolla, compuestas después de que Josefina le dijera que solo tenían pan y cebolla para alimentarse. Tu risa me hace libre, / me pone alas / soledades me quita, / cárcel me arranca, escribe. Sus poemas son, junto a las numerosas cartas que escribió, un retrato detallado de las condiciones en las que vivió en prisión. “Hace varias noches que han dado en pasear las ratas por mi cuerpo mientras duermo”, le contó a Josefina.

En los interrogatorios frente al juez que instruye el sumario, Manuel Martínez Gargallo, el poeta oriolano reiteró su condición de escritor antifascista, aunque “ajeno a la militancia en cualquier partido o sindicato”. Intentó defenderse apuntando a que no había “asesinado ni denunciado a persona alguna” o que sus actividades siempre fueron propagandísticas y ajenas a lo militar y al mismo tiempo reconoció “sus ideales de antifascista y revolucionario, no estando identificando con la Causa Nacional, creyendo que el Movimiento Nacional no puede hacer feliz a España”, se puede leer en la declaración indagatoria del 6 de julio de 1939.

El juzgado comienza entonces a pedir ejemplares “editados en la época de dominio rojo” en los que el poeta hubiera colaborado. “Fue parco en resultados, los informes que se hacían no eran rigurosos, pero no importaba a efectos penales o de la acusación”, explica Ríos, que expone en su investigación que el único ejemplar remitido fue un folleto titulado Teatro de guerra, con el que intentaron que el encausado reconociera su condición de “comisario político” y su participación en el cerco al santuario de la Santísima Virgen de la Cabeza (Jaén), al que Hernández asistió solo como cronista.

Poco importó eso al juzgado que “sin pruebas y sin rebatir mediante argumentos” lo expresado por el poeta, consideró probada su intervención en actividades bélicas. El juez también pediría informes a la empresa Espasa Calpe como extrabajador de la misma y a la alcaldía de Orihuela, donde viviría hasta los 25 años. La primera habló de Hernández como “una persona correcta en todo momento”, pero el alcalde del municipio, recién nombrado, respondió que “su actuación en esta ciudad desde la proclamación de la República ha sido francamente izquierdista, más aún marxista”.

Las irregularidades del proceso

Si hay algo que revela el exhaustivo trabajo de Ríos Carratalá son “las numerosas irregularidades” de las que está plagado el sumario, que incluye errores que van desde fechas equivocadas a datos incompletos. “Ni siquiera el encausado sabía de qué le acusaban, la instrucción era secreta y muy precaria, no investigaban nada y con cuatro informaciones recopiladas de mala manera podían condenar a alguien a la pena de muerte”, explica el investigador, que incide en que “la maquinaria judicial estaba desbordada” y sumida en el “caos” en un contexto de represión masiva.

Miguel Hernández llegó a ser excarcelado por error durante unos días debido a una descoordinación entre el juzgado y la cárcel. El poeta aprovechó para ir a Orihuela en busca de ayuda, pero fue nuevamente detenido y allí mismo se abrió un segundo proceso judicial: el sumario 4407

Tanto es así que incluso Miguel Hernández llegó a ser en septiembre de 1939 excarcelado por error durante unos días debido a una descoordinación entre el juzgado y la cárcel. Aprovechó entonces el poeta para ir a Orihuela en busca de ayuda, pero fue nuevamente detenido y allí mismo se abrió un segundo proceso judicial: el sumario 4407, que “estuvo dando tumbos” entre Orihuela, Elche y Alicante a pesar de que Martínez Gargallo había pedido su inhibición. “Era completamente ilegal mantener dos procedimientos paralelos por los mismos hechos incluso en el marco jurídico de la posguerra”, afirma Ríos.

Pero, además, tampoco hay rastro en la documentación de los procedimientos de ningún testimonio en defensa de Hernández, algo que no era tan habitual. “No hubo por parte del juzgado ninguna actuación encaminada a conseguir estas declaraciones. Mucha gente después dijo haber intervenido para ayudarle, tenía amigos cercanos al régimen, pero en el sumario no queda reflejado ningún aval. En el de Orihuela había uno de un falangista llamado Juan Bellod, pero el documento nunca llegó a Madrid. Tampoco habría valido, porque había que presentarse en persona en el juzgado militar. Eso era difícil y nadie lo hizo”.

El “poeta de la revolución”

Finalmente, Martínez Gargallo consideró cerrada la instrucción del sumario 21001 con la incorporación de un manifiesto titulado “A los intelectuales antifascistas de todo el mundo”, publicado en El Sol y suscrito por Miguel Hernández, entre otros importantes escritores. Así, el 18 de enero de 1940 el Consejo de Guerra Permanente nº 5 dictó sentencia, en la que, además de considerar probadas las actividades que el juez instructor concluyó, apunta a que el escritor es “de antecedentes izquierdistas” y se dedicó a la publicación de “numerosas poesías, crónicas y folletos, de propaganda revolucionaria y de excitación contra las personas de orden y contra el Movimiento Nacional, haciéndose pasar por 'el poeta de la revolución'”.

Unos meses más tarde, en junio, la condena a pena de muerte fue conmutada. Con este fin hubo peticiones como la del poeta falangista Dionisio Ridruejo al ministro José Ibáñez Martín, pero no es posible saber a día de hoy qué influencia tuvieron. Lo que sí sabemos es que la dictadura no podía permitirse una repercusión internacional similar a la del fusilamiento de Federico García Lorca. Al franquismo le importaba su imagen exterior y al mismo tiempo la condena a Hernández “debía ser ejemplar a tenor de su relevancia pública”, así que finamente se le impondría una pena de 30 años de cárcel.

No llegaría ni siquiera a cumplir dos años más. Ya en el Reformatorio de Adultos de Alicante, su frágil estado de salud fue empeorando con el tiempo y en sus últimas cartas a Josefina ya casi todo se reduce a la enfermedad, a la necesidad de medicamentos o alimentos. Eso sí, nunca faltan las referencias a su hijo Manolillo, pero su voz se va apagando a la espera de un tratamiento hospitalario que nunca llega. “Lo dejaron morir”, afirma tajante Joan Pamiés, que recuerda “la coherencia” con la que Hernández afrontó lo que vivió. “Le ofrecieron varias veces que se arrepintiera y se expresara a favor de Franco, pero nunca lo hizo”.

A pocas semanas de que el poeta reciba la declaración de reconocimiento y reparación, el investigador hernandiano recuerda a Josefina Manresa, fallecida en 1987, para la que sería “una alegría extraordinaria” ver escrito en un documento oficial que su Miguel era inocente y su condena es nula. “Porque para ella así lo era, sabía que era inocente y que lo que estaba era defendiendo la libertad”. Pamiés se imagina que hoy lo estarían celebrando. “Yo con mi gin tonic y ella, estoy seguro, con su poleo menta”, ríe.