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miércoles, 6 de septiembre de 2017
Tanto Rui Gomes como yo, Xurxo Ayán, venimos del fin del mundo antiguo, él del país del Alentejo y yo de Galicia. Estos dos territorios de la Península Ibérica han sido emblemáticos espacios de resistencia a lo largo de la historia. Más concretamente, en mi caso, yo vengo de un pequeño pueblo gallego llamado Cereixa. En los años 30 esta aldea era conocida por la militancia izquierdista de sus habitantes. Uno de ellos, O’Reino, era concejal socialista y fue represaliado tras el golpe de estado de 1936. En la década de 1940 esta familia apoyó a la guerrilla antifranquista que luchaba en la zona contra la dictadura. La derrota de la guerrilla fue la causa de la emigración a Cuba de los dos hijos adolescentes de O’Reino. En esos años 50, ambos chavales acabaron por integrarse en la resistencia armada contra Batista en Sierra Maestra, luchando al lado de Camilo Cien Fuegos, Fidel Castro y el Che Guevara. En la fotografía de arriba tenemos a uno de ellos, Manuel, de chófer del Che en su entrada triunfal en La Habana tras el triunfo de la revolución. La guerra que perdieron en España la ganaron en Cuba pocos años después. De la derrota a la victoria, con el Atlántico por medio. A escasos kilómetros de Cereixa se encuentra el ayuntamiento de Láncara. De allí emigró para Cuba el padre de los hermanos Castro a comienzos del siglo XX.
Tanto a Rui como a mí nos fascinan estas historias trasatlánticas que rompen las falsas dicotomías global/local, cultura popular/cultura de élites, gran historia/microhistoria. Cualquier aldea rural de Europa en el siglo XX está conectada con procesos históricos a gran escala, ya sea la emigración, el totalitarismo o la resistencia al poder establecido.
Sesión Arqueología de las guerrillas europeas en el
23th Annual Meeting de la EAA en Maastricht.
Como le gustaba decir en sus clases en la Universidad de Santiago de Compostela al actual presidente de la European Association of Archaeologists (EAA), Felipe Criado, parafraseando a Michel Foucault: donde hay poder hay resistencia. En la sesión que organizamos sobre Arqueología de las guerrillas europeas en el 23 Encuentro Anual de la EAA colegas de toda Europa nos hablaron de pequeños sitios como la aldea de Cereixa: un callejón oscuro de Dublín, una isla en el Canal de La Mancha, una aldea portuguesa oculta entre cumbres de granito, una cabaña en la tundra ártica, una cueva en las montañas griegas o un claro en la selva de las islas Molucas… espacios al margen del discurso dominante, auténticos no-lugares o paisajes ausentes. Sitios arqueológicos, todos ellos, traumáticos, con los que muchas veces no se sabe qué hacer en el presente. Cuando la resistencia vence, se convierten casi automáticamente en lugares de memoria o monumentos. Cuando la resistencia es derrotada, son destruidos u olvidados, normalmente para siempre.
Ejemplos de refugios de la guerrilla antiestalinista lituana (1944-1953), mostrados
en la comunicación de Gintautas Velius (Universidad de Vilnius).
Hemos planteado nuestra sesión como un espacio abierto para dar a conocer la microhistoria de algunos de estos lugares, para debatir sobre los procesos de patrimonialización que están sufriendo en el presente. Pero también lo hacemos para recordar, en los tiempos que corren, la importancia de reactivar la resistencia contra el totalitarismo que vuelve a planear sobre Europa. Porque como clamaba el último presidente de la II República Española, Juan Negrín, resistir es vencer.
Fotografía aérea de las ruinas de la casa-refugio
de la guerrilla antifranquista de Repil, excavada por nosotros en 2016.
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