Pablo Morterero (@pabloMorterero)
Cuando las tropas norteamericanas llegaron a los campos de concentración nazi, mientras a los presos judíos, gitanos, discapacitados y militantes de izquierda fueron liberados, los homosexuales fueron llevados de inmediato a prisiones donde continuaron encarcelados. Es decir, sufrieron en los campos de exterminios con el régimen nazi, y siguieron sufriendo en las prisiones de los regímenes de las Repúblicas Federal Alemana (capitalista) y Democrática Alemana (comunista).
Seguro que muchas personas en nuestro país se sentirán conmovidas por la película y escandalizadas por ese ignominioso trato dispensado por los liberadores del nazismo a gais, lesbianas y trans. ¿Imaginarán que en España se vivió una situación similar durante los larguísimos años oscuros del franquismo?
Y es que, en nuestro país, el triunfo del ejército franquista en 1939, y tras la sistemática eliminación de la oposición política de socialistas, anarquistas y comunistas, supuso que el régimen totalitario fijara su mirada en la otra disidencia, la sexual.
El hecho diferencial del franquismo hacia la homosexualidad respecto a tiempos anteriores, fue su conversión de un pecado en una amenaza política al régimen. Esta transformación alcanza su máxima explicitación en Mauricio Karl, un prolífico escritor e instructor de la academia donde se formaron generaciones de policía de la Dictadura, quien afirmó: “la sodomía tiene una función comunista a través de los siglos pues ambas aberraciones, aun siendo de distinto tipo son contrarias a la familia, a la propiedad privada y al orden tradicional”.
Es decir, la homosexualidad ya no era un vicio que afectaba a la religión, si no un elemento corrosivo en el seno de la nueva España nacida del 18 de julio, que era necesario eliminar.
Este hecho es el que convierte la persecución del régimen franquista de gais, lesbianas y trans en represión política, similar a la sufrida por militantes de partidos y sindicatos, como recoge la Ley 2/2017, de 28 de marzo, de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía.
Pero esta realidad, que a nuestros ojos de 2021 está meridianamente clara, no lo estuvo en 1977 para las fuerzas políticas de la Transición y en muchos casos, ni siquiera para las propias personas homosexuales y trans. Por eso, mientras las otras víctimas de la represión política del franquismo fueron liberadas por la Ley de Amnistía, y posteriormente reparadas, homosexuales y trans tuvieron que esperar hasta después de aprobada la Constitución, para ser “liberadas” en 1979, tras la aprobación del Real Decreto que excluyó la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social en diciembre de 1978, y apenas reparadas durante el gobierno de Rodríguez Zapatero.
A todo ello hay que unir dos hechos terribles, insuficientemente investigados.
Por un lado, las víctimas directas de la Ley de Vagos y Maleantes primero y de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social después (leyes que por otra parte se aplicaban de forma clasista, afectando principalmente a jóvenes de extracción obrera, de baja cualificación y en muchas ocasiones analfabetas) eran obligadas al destierro. Cualquiera se puede imaginar como podía afectar a una persona joven, de baja cualificación y sin red social ni familiar en una ciudad extraña. En muchos casos terminaban en la prostitución, que en los años 70 venía acompañada con el consumo de heroína y en los 80, del VIH-Sida. Es decir, en muchas ocasiones, ser víctima de las leyes represivas de la homosexualidad suponía una condena a muerte en diferido. Además, el SIDA afectó sobre todo a la población homosexual, lo que hace que, por desgracia, sean pocos los supervivientes que han podido dejar constancia pública de la persecución política que sufrieron.
Pero es que, además (y a diferencia de las víctimas de la persecución por la militancia política, sindical o de derechos humanos), gais, lesbianas y trans no tienen descendientes que se sientan orgullos de sus padres, tíos o abuelos, y que reivindiquen su memoria.
Gais, lesbianas y trans, víctimas políticas del régimen franquista por su orientación sexual y/o su identidad de género, esperan una reparación que apenas llega a cuenta gotas. Y debemos ser las entidades LGTBI las depositarias de esta memoria la que reivindiquemos su sufrimiento y opresión, en estudios, propuestas políticas, y jornadas como la que este 17 y 18 de noviembre de 2021 se celebrarán en el Palacio Marqueses de la Algaba de Sevilla, organizadas por la Oficina de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Sevilla, en colaboración con la asociación Adriano Antinoo.
Por Pablo Morterero, presidente de Adriano Antinoo y coautor de “Lo personal es político. Historia del Movimiento Homosexual en Andalucía”.
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