El joven historiador asturiano presentó en Pamplona su libro ‘La secreta de Franco’, sobre la violencia policial durante la dictadura, que no se extinguió a la muerte del dictador
Doctor en Historia, Pablo Alcántara (Avilés, 1992) pasó esta semana por Iruña y Vitoria-Gasteiz para presentar su libro sobre la Brigada Político-Social, editado por Espasa. Lo hizo inaugurando unas jornadas organizadas por Sanfermines 78: Gogoan! sobre vulneraciones de derechos humanos durante la Transición por parte del Estado. Alcántara forma parte, como él mismo dice, de la generación de los nietos y bisnietos de los represaliados en el franquismo. Este historiador vio que “había muchos episodios” sobre violencia política y policial que no habían sido contados, ni en las familias ni en las escuelas. Defiende que “para entender muchos problemas del presente hay que ir al pasado”, así que se lanzó a la tarea de intentar localizar en los archivos material relacionado con la policía política franquista. Una tarea nada, sencilla, según explica. Para rastrear su funcionamiento, sus métodos de tortura, sus relaciones “con la Gestapo, la CIA y el FBI”, o el paso a una incipiente democracia.
El régimen franquista, impuesto sobre la violencia, se iba a intentar sostener hasta el último momento sobre la represión.
–Muchos historiadores compartimos que un objetivo del franquismo era reprimir salvajemente a todos aquellos que luchaban contra la dictadura, o que habían estado en organizaciones políticas en la Segunda República. Hay una historiografía revisionista, neofranquista, que intenta dulcificar los últimos años del franquismo, como una época más de dictablanda, y eso es una falacia. Realmente la dictadura fue represiva de principio a fin. De hecho, los últimos fusilamientos del franquismo fueron dos meses antes de que muriera el dictador. Todo aquel obrero, estudiante, intelectual, artista, abogado que se oponía a la dictadura, caía en las garras, no solo de la Brigada Político-Social, sino también de la Policía Armada y la Guardia Civil. La represión jugó un papel central en mantener el régimen durante cuarenta años. Es una de las razones de por qué el franquismo se mantuvo durante tantas décadas.
En esa desmemoria edulcorada, quizás los años sesenta se lleven la palma. Usted se fija en la protesta estudiantil que fue in crescendo.
–Frente a lo que nos ha vendido cierta historiografía o ciertas organizaciones políticas, en los años sesenta y setenta nació un nuevo movimiento obrero y estudiantil de gente que no había vivido la Guerra Civil, o que le había tocado siendo muy niños. Personas que perdieron un poco el miedo a enfrentarse a la dictadura. Pudo más su ansia de libertades, de democracia y de transformar las cosas, que el miedo a la represión, que obviamente lo había. Pero las ganas de luchar eran mucho más fuertes, y ese nuevo movimiento, que crea las Comisiones Obreras, potencia las asambleas universitarias, las huelgas en centros de trabajo o de estudio, a la Brigada Político-Social le chocó. En los años cuarenta y cincuenta conocía a la mayoría de los militantes que participaban en la oposición antifranquista, pero a partir de los años sesenta aparecieron los llamados hijos del régimen, de los vencedores, que se enfrentaron a la dictadura. Y los jóvenes obreros.
“He entrevistado a bastantes militantes antifranquistas, todos sabían que les podían torturar, pero querían libertades y derechos”
¿Hubo en los calabozos un tratamiento distinto a unos que a otros, o no siempre?
–Sí, sobre todo con estos estudiantes hijos de vencedores hubo un trato diferencial. También con los dirigentes de formaciones políticas. Pero no por ser más benevolentes o blandos, sino porque tenían miedo de que el daño que podían infligirles las torturas o los malos tratos, pudiera tener una repercusión internacional o nacional. De hecho, sobre todo a partir de los años sesenta, hubo una crítica internacional a la represión del franquismo, y movilizaciones. Incluso críticas dentro de España.
Pero denuncia una práctica de la tortura sistemática, llegando al sadismo, bajo una apariencia de estabilidad del régimen.
–Sí, de hecho, hubo estudiantes a los que mataron.
Por ejemplo, a Enrique Ruano.
–No solo. O también a Rafael Guijarro, que le tiraron por la ventana en su casa. Supuestamente, según la versión policial se suicidó. Y no es un caso tan conocido. O a José Luis Cancho en el año 74 en Valladolid. Cuando las universidades se llenaron de estudiantes de clases medias, o de hijos de trabajadores, la Brigada Político-Social actuó de forma salvaje contra ellos, porque ya no les importaba tanto la repercusión.
De ahí, el riesgo que corrían los militantes antifranquistas, que se jugaban la piel.
–He entrevistado a bastantes, y todos sabían que si caían en las garras de esta gente les iban a torturar. Pero querían libertades, derechos sociales, bienestar, y eso era más importante que la propia represión.
“Fraga firmó sentencias de muerte, fue fundamental para vender la propaganda a favor del régimen y fue un represor”
Y mientras algunos se jugaban el tipo, por ejemplo, Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, se dedicaba a la propaganda manipulada de los '25 años de paz'.
–Fraga firmó sentencias de muerte, como cuando ejecutaron a Julián Grimau, vendiendo que era un comunista que estaba rompiendo España. En el caso de Enrique Ruano orquestó toda la propaganda, para decir que no estaba bien psicológicamente y que se suicidó. Fraga fue fundamental para vender la propaganda a favor del régimen. Luego, en la Transición, fue ministro de la Gobernación, como titular de la cartera en la matanza de Vitoria del 3 de marzo del 76. Fraga fue un hombre importante del franquismo y un represor.
Muerto el dictador comenzó la Transición y la desmemoria campó en gran medida. A su juicio, se acentuó a partir del 23-F.
–Hasta el año 81 hubo un cierto intento de recuperar la memoria de las víctimas del franquismo, incluso hubo exhumaciones de fosas comunes de una forma muy precaria, y en el tema policial hubo denuncias de torturas de militantes antifranquistas ante sede judicial, pero la Ley de Amnistía al final ha sido de punto y final, y la mayoría de juicios en esos años dejaron una total impunidad. Los miembros de la Brigada Política-Social pasaron de la policía de la dictadura a la democracia, sin ser depurados, sin ser juzgados y sin ningún tipo de responsabilidad por lo que habían cometido. Pasaron de ser agentes del franquismo a superagentes demócratas. El caso más palmario del que hablo en el libro es el de Roberto Conesa, que estuvo en la detención de las Trece Rosas en el 39, y luego en el 79 con Martín Villa participando en brigadas antiterroristas con la Constitución vigente.
Martín Villa, otro hombre que venía de la dictadura, de ser gobernador civil de Barcelona y jefe provincial del Movimiento.
–Otro personaje, como Fraga. Un hombre del franquismo, que primero fue jefe del SEU, el sindicato estudiantil de la dictadura. Y luego en la Transición tuvo un papel central como ministro de la Gobernación o de Interior en los años centrales de la Transición, y estuvo metido en todos los casos de violencia policial, como en Pamplona, en los Sanfermines del 78. Ahora se ha descubierto la quema de documentación, siempre se había hablado, pero el libro que ha sacado Óscar Alzaga se ha demostrado la orden decretada.
Entrevistamos a Alzaga a raíz de ese libro.
–Por suerte, a diferencia de Fraga, que murió siendo considerado un gran demócrata, Martín Villa no sé si finalmente será juzgado en Argentina, ojalá que sí, pero por lo menos cuando muera no creo que vaya a ser valorado como un gran demócrata por la mayoría de la sociedad, sino que se van a recordar sus periodos oscuros durante el franquismo y la Transición, y su papel dentro de la represión policial.
Cuestión clave: la dificultad de bucear entre archivos por las restricciones existentes.
–Es una de las grandes vergüenzas cuando se habla de la Memoria Histórica, que se olvida muchas veces de la investigación en los archivos, que es fundamental para saber la verdad. Y aquí los investigadores tenemos muchas dificultades. Hay mucha documentación que no es secreto oficial que por la Ley de Patrimonio Histórico si una persona a la que quieres investigar, por ejemplo un policía, no ha muerto hace más de 25 años, mucha de su documentación personal y policial no se puede consultar.
Por ejemplo, en el caso de ‘Billy el Niño’, habría que esperar hasta mayo de 2045. ¿Esto no lo va a cambiar, aunque sea muy restrictiva, la nueva Ley de Secretos Oficiales?
–Para nada, de hecho, la reforma de la Ley de Secretos Oficiales que se plantea al final pone tantos límites a qué se puede desclasificar, quién puede hacerlo, que muchos secretos se van a seguir manteniendo, justificados por la seguridad nacional y demás. Otro de los grandes problemas es que no hay un registro público de secretos oficiales en los archivos. Por ejemplo, de los Sanfermines del 78 no sabemos si hay documentación secreta. Aunque desclasifiquen, si no sabemos qué hay secreto, ¿qué se va a desclasificar realmente?
“Por suerte, a diferencia de Fraga, no creo que cuando muera Martín Villa vaya a ser considerado como un gran demócrata por la mayoría”
Hace días falleció sin saber la verdad Laura Martín, viuda de la última víctima de los GAL, Juan Carlos García Goena. Con estas dificultades, las víctimas del Estado lo seguirán teniendo muy difícil.
–En este país, por desgracia, hay víctimas de primera y de segunda. Las víctimas del franquismo, de la represión policial en la Transición o de los GAL por lo menos se les debe igualar a las víctimas del terrorismo y que se les den los mismos derechos. Primero, a saber la verdad, que se pueda consultar la documentación que hay en los archivos sobre estas víctimas, luego, que haya una justicia, a los responsables que quedan vivos se les juzgue en nuestro país. Que no haya que ir a Argentina para que se les pueda juzgar, y que haya una reparación moral. Que el Estado reconozca lo que sufrieron como luchadores por nuestras libertades, y con compensaciones económicas. Mucha de esta gente sufrió cárcel, no pudo ir a la universidad fruto de la represión, ni acceder a trabajos dignos, y tiene que haber una reparación económica. También deben crearse lugares de memoria. Comento en el libro el caso de Portugal, que da envidia, hay un museo sobre lo que fue la dictadura de Salazar y la represión de su policía política. Y aquí seguimos esperando a que por lo menos, por ejemplo, pongan una placa en la Puerta del Sol, o que se reconozca la antigua comisaría de Pamplona como lugar de memoria. Hay países, en Argentina también, que nos llevan años de ventaja. Aquí estamos reaccionando. Sobre todo, la sociedad civil: asociaciones de memoria, víctimas, historiadores, investigadores, periodistas... Del Estado, de momento, esperamos muy pocas cosas, pero seguiremos peleando y movilizándose. Lo conseguido en estos veinte últimos años es mucho, pero hay que seguir.
“El secreto de los Sanfermines del 78 será muy difícil saberlo”
Cuenta que la Brigada Político-Social recibió apoyo de la Gestapo y de la CIA y el FBI. Radiografía del Estado en cuatro décadas.
–El franquismo trató de sobrevivir y a nivel internacional jugaba a muchas barajas. Al principio, con Hitler y Mussolini, con la Alemania nazi y la Italia fascista. Hay una imagen de la historiografía neofranquista de que Franco nos salvó de caer en las garras de los nazis en la Segunda Guerra mundial, pero es totalmente falsa. Los apoyos de la Gestapo, la policía política nazi, a la Brigada Político-Social en su nacimiento, en el año 41, fueron palmarios. De hecho, Himmler, jefe de la Gestapo, viajó a España para entrevistarse con autoridades en el año 40, y al año siguiente se creó la Brigada Político-Social. La Gestapo ayudó a remodelar esa nueva policía. Más tarde, en el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos convirtió la dictadura franquista en una aliada frente a la Unión Soviética. y en esa alianza, además de los pactos militares y económicos que hubo, se enmarcó el apoyo de la CIA y del FBI a la Brigada Político-Social, en un momento en el que ante un nuevo cambio entre la oposición antifranquista se modulan las formas de actuar de la BPS. Se intentó, entre muchas comillas, modernizarla en nuevos métodos de tortura y técnicas policiales. Muchos policías de la BPS viajaron a Estados Unidos para aprender del FBI y de la CIA. Fue una relación bastante fructífera.
¿Qué se lleva de Pamplona tras su charla y su visita?
–Una sensación muy agradable y positiva, de cómo Fermín Rodríguez, el hermano de Germán, Sabino Cuadra y toda la gente de Sanfermines 78 Gogoan! se han movilizado para que se reconozca lo que pasó en el año 78 y se lleve al banquillo a los culpables de aquella represión y de aquel asesinato. Veo un gran impulso de la sociedad civil, y gracias a él se ha reconocido lo que pasó.
¿Hay alguna vía concreta, dentro las dificultades, para seguir investigando sobre aquello?
–Me contaba Fermín y otros compañeros de la asociación que habían intentado buscar información en archivos militares. Incluso tenían referencias de que en uno de ellos había documentación y no se la facilitaban. Tiene que haberla. Dentro de los Secretos Oficiales, por ejemplo, porque tuvo que existir una investigación policial y política, pero va a ser muy difícil saberlo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada