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Miles de personas pasaron por el campo de concentración de Portaceli, en Valencia. Muchas no salieron de allí, otras fueron castigadas con el hambre y la violencia. Una marcha ha recordado el empeño de estas víctimas del franquismo y reclamado que no se extinga su recuerdo.
Finales de octubre de 1939. Miles de prisioneros republicanos, procedentes principalmente del Campo de Concentración de Albatera (Alicante), enfermos, cansados y famélicos, llegaban a la estación de tren de Bétera (Valencia), amontonados en vagones de ganado. Una vez allí los hicieron formar y comenzaron a caminar, por un estrecho camino que, después de nueve kilómetros de forzada marcha, los llevaría al edificio de un hospital a mitad construir donde les esperaba lo que fue durante cuatro años el Campo de Concentración de Portaceli. Allí, miles de republicanos fueron prisioneros al acabar la guerra en condiciones de tortura, hambre y muerte.
Ochenta y tres años después, el pasado 23 de octubre, alrededor de 200 personas recorrieron los nueve kilómetros que distan de la estación de Bétera al lugar donde se ubicó el campo de concentración de Portaceli, el actual hospital público para enfermos de larga duración Doctor Moliner, en plena Sierra Calderona, muy cerca del municipio de Serra.
Desde primera hora se podían ver en la estación numerosos grupos de activistas con banderas republicanas. Entre ellas algunos familiares de represaliados por el franquismo, como Vicenta Torres Gil, hija de José Torres, quien fue telegrafista y responsable de Acción Republicana. “Yo no me enteré de que mi padre estuvo preso hasta que tuve 14 años y hacía cinco que él había muerto”, relata, “no ha sido hasta ya adulta que me he podido interesar en saber la historia. No ha habido reparación, por eso está bien que se hagan estos actos”.
Juan y Carmen Catalá Mascarell son hijos de Bautista Catalá Penalva, quien también estuvo en este campo de concentración. Ellos tienen muchas lagunas en la historia de su padre y por eso han venido hoy. “No lo supimos por él, sino por su hermano José que estuvo con él en Portaceli. Ellos estuvieron juntos con el rector de la Universidad de Valencia, el doctor Peset Aleixandre en el campo de concentración cuando se lo llevaron a fusilar a Paterna, “se lo llevaron y ya no volvió, decía mi tío José”.
Los Catalá Mascarell también inciden en las dificultades que han tenido para poder acceder a la información sobre su padre y su tío. “Era el año noventa y tantos”, nos dice Carmen, ”y fui al ayuntamiento de Serra para ver si existía algún listado o archivo y no me quisieron enseñar nada, como si le hablara en chino. Hace cuatro o cinco años comenzamos a buscar información y conseguimos en el Ministerio de Defensa el sumario de la causa general de 1956, pero tenemos muchas lagunas”.
A eso de las 10h un grupo de dolçaina i tabalet animaba la marcha que salía del pueblo tras una pancarta. A pesar de contar con la autorización de Delegación de Gobierno, únicamente en el núcleo urbano de Bétera la policía municipal dio asistencia a la marcha, que tuvo que discurrir por los márgenes de la carretera con muchos problemas por culpa de los coches. Fue únicamente a su paso por el Cuartel Militar de la OTAN cuando apareció la Guardia Civil, sin preocuparse aquí tampoco de garantizar el derecho manifestación que había sido autorizado previamente. Cuando la marcha llegó al antiguo campo de concentración, únicamente tres personas tenían derecho a acceder al pequeño monolito que hay en el jardín del Hospital Público Doctor Moliner para poder hacer una ofrenda floral.
El propio jefe de Portaceli, el capitán de la Guardia Civil Emilio Tavera Domínguez, escribió una carta a Franco, denunciando las irregularidades que se cometían en el campo con la entrada de grupos falangistas
“Mi tío abuelo Germán Guillén Benages, capitán médico militar y director del hospital de sangre de Caudiel fue recluido en Portaceli al acabar la guerra”, explica Ernesto Rodríguez que llegó desde Castellón para asistir a esta marcha. “Solo estuvo seis meses en el campo de concentración de Portaceli, porque entonces hacía falta muchos médicos y por eso lo liberaron. En Portaceli los trataban fatal por haber salvado a los republicanos: les daban la comida en el suelo y les hacían dormir en los nichos”. Para Rodríguez “es imperdonable que el Estado no actúe por iniciativa propia y tengamos que ser familiares y asociaciones las que tengamos que suplir lo que se tendría que normalizar tanto en los actos como en los libros de texto“. El pariente de Germán Guillén Benages denuncia el hecho de que Delegación de Gobierno ”no haya hablado con la dirección del hospital para que podamos entrar; me parece un despropósito y es ofensivo para esta marcha, que se hace por primera vez. Esta es una de las deudas pendientes y ha sido posible gracias a personas y grupos memorialistas y no a la Administración pública.”
20.000 presos
El campo de Portaceli fue creado por los republicanos en 1937 como espacio de identificación a los sublevados durante la guerra. Cuando las fuerzas fascistas llegaron a los últimos reductos de Valencia comenzó su actividad como campo de concentración franquista con unos 1.500 presos, soldados y detenidos durante los últimos días del conflicto y la primera etapa de la represión.
Poco después, las autoridades golpistas decidieron ampliar el campo y meter a prisioneros de campos de Soneja, reclusos de la plaza de Toros de Valencia y de Bétera. Apenas tres días después de acabada la guerra, miles de personas huyeron hasta el puerto de Alicante esperando poder alcanzar el exilio en algún barco. 3.000 personas zarparon en el buque británico Stanbruck con dirección Orán. Miles más esperaban un segundo barco que no llegó. En su lugar fueron enviados al campo de detención de los Almendros en la ciudad de Alicante y de allí al campo de concentración de Albatera. Meses después Albatera tuvo que ser cerrado por cuestiones de salubridad y los presos trasladados hacinados en vagones de ganado hasta Portaceli que ya estaba saturado con alrededor de 5.000 presos.
Las condiciones del campo eran durísimas. Entre 15.000 y 20.000 personas se hacinaban de manera completamente insalubre. Cada tres meses se realizaban ruedas de identificación, ya que este era el único propósito del campo: identificar a los prisioneros para después decidir si eran fusilados, enviados a prisión o, rara vez, puestos en libertad. Mientras, morían a cientos por enfermedades o hambre.
Las labores de “catalogación” les llevaron tres años. Según indica el registro civil de la localidad de Serra, donde se ubica el antiguo campo de concentración, fueron fusiladas 2.238 personas. El propio jefe de Portaceli, el capitán de la Guardia Civil Emilio Tavera Domínguez, escribió una carta a Franco, denunciando las irregularidades que se cometían en el campo con la entrada de grupos falangistas, quienes fusilaban saltándose la legalidad y la autoridad militar del campo. En esta acción Tavera fue apoyado por otros oficiales del campo, que denominaban la situación como un “estado de animalización” del sistema.
El periodista Carlos Hernández de Miguel identificó en su libro Los campos de concentración de Franco cerca de 300 campos confirmados, calculando que habrían pasado por los mismos entre 700.000 y un millón de personas. Es uno de los episodios más oscuros y silenciados de la represión franquista y Portaceli es uno de los más desconocidos. Rafa Arnal, coautor de El Camp de Concentració de Portaceli (1939-1942) publicado por L'Eixam Edicions S.L, tuvo unas palabras al acabar el acto: “En el campo de Albatera llegó a haber 20.000 presos, pero no duró más de unos meses por las condiciones de insalubridad. Los historiadores conocían la existencia de Albatera, pero 20.000 presos no se volatilizan, y así, investigando dónde fueron a parar todos estos prisioneros, es cómo llegamos a descubrir la existencia del campo de Portaceli, ya que fue aquí donde trajeron a 12.000 prisioneros del campo de Albatera.
Hace ochenta años que cerraron el campo de Portaceli, en octubre de 1942 comenzó el desalojo y a principios del siguiente año ya estaba cerrado. Como explicó Arnal, "aquí ni entró ni salió nadie que no estuviera documentado, pero hoy en día seguimos sin tener acceso a esta documentación y en esas condiciones tenemos que trabajar los historiadores. El director del hospital es del PSOE ¿cómo puede ser que no nos hayan dejado entrar a rendir homenaje en el monumento que pusimos en 2017?” se preguntaba el escritor quien finalizó su intervención diciendo: ”Franco se dio cuenta que tras acabar la Guerra Mundial los nazis fueron juzgados por sus campos de concentración y no por haber bombardeado ciudades, es por eso que el dictador se dio prisa por cerrar los campos de concentración españoles y no dejar rastro de ninguno de ellos. El único vestigio que queda aquí es esa garita junto a la que pusimos el monolito”.
Además de Arnal tomaron la palabra varios familiares, el cronista de Serra, Policarp Garay, quien remarcó la importancia de acabar con la desinformación existente sobre el campo de concentración de Portaceli. Varias personas que leyeron poemas y Carmen Collado, jefa de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, cerró el acto.
Entre las voces de los familiares, intervino de Fredy Pertegaz, hijo de Eugenio Pertegaz, capitán del ejército de la República y preso en Portaceli. En un emotivo discurso, Pertegaz compartió con los asistentes los recuerdos de cuando su padre le contaba las enfermedades y el hambre que pasaban y la violencia extrema que allí padecían. Cómo los identificaban y según la clasificación los llevaban a la Prisión de Valencia o los enviaban a fusilar. También habló del carro con muertos que llevaban al barranco de detrás del campo.
“Es muy grave que olvidemos de lo que ocurrió aquí, es una barbaridad que hayan pasado tantos años”. Se lamentaba a El Salto Pertegaz, quien ya tiene 80 años. “Entre los que no saben y los que sabían y no quieren que se sepa nos abocan al olvido. Mi padre murió en el 2009 con 96 años, mi familia aún está esperando una justicia y una reparación verdaderas. A nosotros aún nos faltan cosas ya que además de represaliados también somos una familia de incautados por el franquismo y en ninguna ley se contempla devolvernos lo robado y una verdadera reparación”.
Para los organizadores la asistencia de más de doscientas personas de diferentes puntos del País Valencià ha sido un éxito. Como señala Manel Arrufat, miembro de República, Sí y uno de los impulsores de la marcha: “Nuestra intención es repetir la Marcha el próximo año y contar con más organizaciones. Impedir este tipo de actos es impedir que se llegue a la verdad y la reparación. Hablamos de al menos 20.000 presos y más de 2.000 fusilados, más los que murieron de inanición y enfermedades y todavía falta indagar sobre las fosas comunes que hay en este lugar.” A lo que concluye “El campo de concentración de Serra o Portaceli es el gran desconocido del Estado español”.
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