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Bob miró su reloj al entrar en Albacete. Apenas eran las 6:30 de la mañana de un gélido domingo, 17 de enero, día de San Antonio Abad, de 1937. Aunque era muy temprano, tras bajar de un desvencijado y atestado tren procedente de Valencia, hasta donde llegó desde Barcelona, no tuvo problemas para encontrar las oficinas de las Brigadas Internacionales.
Allí, con la eficiencia de una maquinaria bien engrasada, le facilitaron los documentos que garantizaban su alojamiento y manutención. Movido por una curiosidad innata, decidió dar un paseo por las calles albaceteñas, que encontró enlodadas. Aquella jornada la pasó realizando gestiones, orientándose en aquella ciudad que, desde octubre de 1936, se había convertido en el epicentro vibrante de los voluntarios de la libertad.
Al caer la noche, Albacete se transformó ante su mirada, que no podía ocultar el cansancio de acumular intensas jornadas de viaje, de su periplo hasta llegar a este poblachón manchego. Las calles, antes silenciosas, cobraron vida con el bullicio de la gente.
Numerosos soldados de aquí para allá, mujeres ataviadas con la ropa dominical, risas, murmullos y conversaciones. En ese escenario, Bob sintió el latido de una ciudad que, a pesar de la guerra, se negaba a perder su esencia, mostrando una mezcla de resistencia y vitalidad que le arropó. Albacete, que cayó en manos de los golpistas durante una semana tras el levantamiento franquista, aparece en un sinfín de libros históricos de medio mundo por el papel que jugó como cuartel general de las Brigadas Internacionales, de las que fue uno de sus grandes y épicos protagonistas Bob, es decir, Robert Hale Merriman.
El joven americano, un declarado antifascista
Bob Merriman no tenía ni 30 años cuando llegó a Albacete. Nacido el 17 de noviembre de 1908 en el condado de Humboldt, California, era hijo de Henry y Faye, una familia humilde. De hecho, su padre trabajaba en un taller de neumáticos, pero su sacrificio le permitió mandar al chico a la Universidad de Nevada, en la que se graduó el 9 de mayo de 1932. Además, ese mismo día se casó con su gran amor, Marion Stone.
Posteriormente, se incorporó a la Universidad de Berkeley, en California, como estudiante de posgrado, labor que compatibilizó con las funciones de profesor asistente del Departamento de Economía. Desde ahí, y gracias a una beca, puso rumbo a Moscú, acompañado de su esposa. Era enero 1935 y Bob estaba a punto de concluir su doctorado en Economía.
En la capital rusa, y según confesó, asistió a la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas para preparar su tesis doctoral. Fue un periodo en el que Merriman, declarado antifascista, fue reforzando sus ideales en pro de la libertad. En un viaje por Europa Central en el verano de 1936, percibió el riesgo que suponía el ascenso de los fascismos, con Hitler como principal protagonista. Y como miles de estadounidenses, pensó que si se plantaba cara a Franco, se podría evitar la Segunda Guerra Mundial. Una quimera.
La sublevación franquista
Así, cuando el dictador español se sublevó contra el Gobierno republicano, Bob consideró que era el momento de sumarse a la causa, y de ahí, a Albacete, convirtiéndose con el tiempo en el norteamericano de mayor graduación de los que tomaron parte en la Guerra Civil. De hecho, fue comandante del Batallón Lincoln, de la XV Brigada Internacional, en la que llegó a ejercer como jefe de Estado Mayor. Y todo ello, a pesar de que su formación militar antes de llegar a España se limitó a su paso por el programa ROTC -o Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales en la Reserva- en la Universidad de Berkeley. Merriman destacó en la Batalla del Jarama y en la Ofensiva de Brunete. Herido en Belchite, se desconoce a ciencia cierta cómo falleció, aunque todo apunta a que fue en la retirada hacia Gandesa en los primeros días de abril de 1938.
De sus andanzas por España y, por ende, por Albacete, han dado cuenta numerosos historiadores y se han escrito diversos libros. Uno de los más notables y con mayor reconocimiento ha sido Un comandante americano en España. Robert Hale Merriman y la Brigada Abraham Lincoln, aparecido en 1986 y escrito por su esposa Marion, junto a Warren Lerude, excatedrático de Periodismo de la Universidad de Nevada en Reno y ganador de un Premio Pulitzer. Lerude recuerda que por su “heroísmo, valentía” y defensa “de la democracia”, tanto Merriman como las propias Brigadas Internacionales han alcanzado el reconocimiento merecido.
A pesar del tiempo transcurrido, el papel de Merriman sigue siendo reivindicado, y no solo por los cronistas de la contienda española; también por quienes se preocupan por la conversación y difusión del legado de quienes vinieron a España jugándose la vida. En estos momentos, y como ejemplo, cabe destacar que la Universidad de Berkeley tiene en marcha un proyecto de financiación colectiva o crowdfunding para reunir 47.000 dólares, más de 43.000 euros, cuyo destino será el de elaborar y colocar en el campus californiano una placa en memoria del brigadista.
Uno de los impulsores del proyecto es Peter Glazer, profesor emérito de Berkeley, en concreto, de su Departamento de Teatro, Danza y Estudios de Performance, quien explica que la iniciativa surgió en torno a 2018, cuando el Grupo de Investigación de Didáctica y Patrimonio (Didpatri) de la Universidad de Barcelona se puso en contacto con la rectora de su campus, Carol Christ, para donar un molde de la placa que, en honor a Robert Hale Merriman, se había instalado en Corbera de Ebro. Y es que fue en esa localidad catalana donde se perdió la pista al norteamericano durante la retirada del frente de Aragón en abril de 1938.
A pesar del tiempo transcurrido y de los esfuerzos de Didpatri, que coordinó un equipo de investigadores, arqueólogos y estudiosos locales, los restos del comandante no han sido localizados, por lo que se barajan dos posibles finales: o que muriera en combate o que se rindiera y fuera ejecutado por las tropas franquistas.
De Barcelona a Berkeley
La oferta de la Universidad de Barcelona pasó en Berkeley de departamento en departamento, hasta que cayó en manos del periodista e historiador Adam Hochschild, autor de un libro sobre la Guerra Civil Española, Spain in Our Hearts: Americans in the Spanish Civil War, 1936–1939 (España en el corazón: Americanos en la Guerra Civil Española, 1936-1939). Publicado en 2016, el libro se centra en las experiencias de numerosos estadounidenses que participaron en la guerra, desde periodistas y escritores hasta soldados y médicos, y que incluía un capítulo sobre Merriman.
La figura de Merriman y la labor de la Brigada Abraham Lincoln sí están reconocidas hoy en día, “pero fueron necesarias décadas para que eso ocurriera”, asegura este escritor neoyorkino, muy aclamado por sus libros y artículos en medios de comunicación norteamericanos como New York Times y New Yorker, y por su activismo.
Además, ha impartido su maestría periodística en Berkeley. Y atribuye buena parte del logro a los Archivos de la Brigada Abraham Lincoln (ALBA), “creo que hace un excelente trabajo, preservando documentos, recuerdos y organizando seminarios para profesores. Ofrece una inmensa cantidad de material en su sitio web, y también han supervisado la transferencia de registros militares, archivos, cartas... de cientos de voluntarios a la Biblioteca Tamiment en la Universidad de Nueva York, donde los consulté mientras trabajaba en mi libro”.
Pues con ese objetivo, Hochschild compartió la propuesta de la Universidad de Barcelona con Peter Glazer. “También con el bibliotecario Claude Potts y con la profesora de español Donna Southard; los cuatro habíamos participado en actividades en el campus de Berkeley en reconocimiento del 80 aniversario de la Guerra Civil en 2016, reuniéndose varios departamentos para conmemorar ese aniversario, todo ello en torno a una producción de mi musical teatral Heart of Spain: A Musical of the Spanish Civil War (Corazón de España: Un musical de la Guerra Civil Española), que dirigí a través de mi departamento”, afirma el profesor Glazer, quien ha estado involucrado en conmemoraciones de la guerra civil española desde mediados de la década de 1990, y lo ha hecho como director de escena, dramaturgo, académico y miembro de la Junta de Gobernadores de los Archivos de la Brigada Abraham Lincoln.
Tras recibir la propuesta, “a todos nos encantó la idea de tener la placa en el campus, pero teníamos que conseguir que se aprobara el proyecto”, y una vez conseguido, se inició el proceso de financiación colectiva. “No habría sido posible sin el esfuerzo y la iniciativa de Didpatri y la Universidad de Barcelona.
La revista de ALBA, The Volunteer, publicó un artículo sobre la placa original en 2018, por lo que ya sabíamos de ella, pero la iniciativa no se puso en marcha hasta que llegó la propuesta de Didpatri“, asevera Glazer. Esa placa, obra de la escultora catalana Mar H. Pongiluppi, se colocó en abril de 2018 en la localidad tarraconense, coincidiendo con el 80 aniversario de la desaparición del comandante americano.
“Pocos estudiantes de Berkeley saben de la guerra civil española”
Peter Glazer indica que tanto Merriman como los voluntarios de la Guerra Civil Española son un ejemplo indiscutible de heroísmo “al decidir arriesgar su vida en defensa de la República en España”. Por este motivo, confía en alcanzar el presupuesto necesario para la placa. El plazo marcado para ello es el 31 de diciembre de 2024.
“El papel de Merriman ha sido valorado, según mi propia experiencia y las fuentes a las que he tenido acceso, pero uno de los aspectos más importantes de este esperado monumento en Berkeley es dar a conocer su historia a muchas más personas, ya que pocos estudiantes de Berkeley saben siquiera que la guerra civil española existió, y mucho menos la contribución de Merriman. Si el monumento se completa como está diseñado, miles de alumnos se encontrarán con la placa cada semana y conocerán esta figura singular su historia”.
Este profesor emérito destaca el papel que ejerció Albacete como cuartel general de las Brigadas Internacionales, y que acogió a tantos compatriotas norteamericanos durante meses, no menos de 3.000. Y uno de ellos fue precisamente Merriman, quien se preocupó de que su participación en la guerra civil quedara recogida para la historia, para la posteridad, y se ocupó de escribir dos detallados diarios de su presencia en España, desde enero de 1937 hasta abril de 1938.
Esos diarios no solo han sido publicados, sino también interpretados con el respaldo de la Universidad de Nueva York. Tras varios años de trabajo, y bajo la coordinación de Ray Hoff, hijo del brigadista estadounidense Harold Hoff, se han identificado a las más de 400 personas que aparecen en los documentos manuscritos por el héroe americano de la guerra civil.
Su esposa le acompañó durante meses en Albacete, hasta donde se desplazó después de que Merriman cayera herido. Marion hizo de traductora y se ocupó de que las familias de los soldados abatidos pudieran cobrar el seguro de vida
Su paso por el Gran Hotel y el Hotel Regina en la ciudad albaceteña; sus desplazamientos a los cuarteles situados en La Roda, Tarazona de la Mancha, Villanueva de la Jara y Madrigueras; sus relaciones y conversaciones con otros mandos militares y con los políticos albacetenses; sus participaciones en el frente… Todos los capítulos de su estancia en España en ese momento tan convulso aparecen relatados en esos dietarios perpetuos de bolsillo. Y, por supuesto, la llegada de su esposa a Albacete y sus encuentros con Ernest Hemingway, quien convirtió la contienda nacional en una novela, tanto en sus crónicas periodísticas cargadas de épica, como en su mítica obra Por quién doblan las campanas, y en la que su protagonista, Robert Jordan, está inspirado en la figura del propio Merriman.
El Hotel Regina
Buena parte de los diarios fueron escritos por Merriman en el entonces Hotel Regina, al que se trasladó en los primeros días de abril de 1937, cuando llevaba casi dos meses en tierras albaceteñas. Este hotel, gestionado hasta que estallara la Guerra Civil por Tomás García Martínez, tenía, como el resto de los alojamientos y bares, sus tarifas intervenidas: la cama, peseta y media; 50 céntimos el desayuno y 3,25 pesetas la comida. Por cierto, que García Martínez recuperó la titularidad de su establecimiento tras finalizar la guerra civil. Durante los años bélicos, fueron los empleados quienes llevaron el negocio, instalado en un bello edificio construido por el comerciante José Dalmau en los primeros años 20 en la esquina del por entonces paseo de Alfonso XII -en la actualidad, Paseo de la Libertad- y la calle Ricardo Castro.
A ese hotel, convertido hoy en un banco y edificio de viviendas, llegó el matrimonio Merriman. Sí, porque Marion logró reunirse con su esposo después de que este cayera herido durante una de sus intervenciones en el frente; unos disparos le destrozaron parte de un hombro. La noticia hizo que Marion se movilizara y, de forma extrañamente ágil, solventó todas las trabas burocráticas, tanto para salir de Moscú como para entrar en España procedente de Francia.
Fue precisamente que Bob resultara lesionado en combate el argumento que le abrió las puertas a Marion, según recordó ella misma en las páginas de Los Angeles Times con motivo de la presentación, en 1986, del libro que escribió junto a Walter Lerude. Si las paredes de ese hotel, de la habitación que compartió la pareja pudieran hablar, sería materia suficiente para otro libro, aunque buena parte de lo vivido y sufrido por Marion quedó reflejado en los diarios que ella también escribió. Esas páginas escoden incluso capítulos de la vida de esta mujer que nunca conoció Bob, como cuando fue agredida sexualmente, cuestión que nunca desveló más allá de las líneas que se afanaba en redactar cuando el tiempo y el cansancio se lo permitían.
Punto de reunión de otros compatriotas, esa habitación también era destino de peregrinaje de otros compañeros de su esposo y, además, ella guardaba cuando era posible, víveres para aquellas personas que, por la carestía de la guerra, se veían apuradas.
Pero Marion, además, cumplía otra labor en España, en Albacete. Durante los nueve meses que permaneció en nuestro país antes de regresar a Estados Unidos, atendiendo una propuesta de Bob Merriman -un ciclo de conferencias para exponer la situación española-, copiaba manuales militares estadounidenses para que su esposo los usara en el entrenamiento de sus soldados; enviaba boletines a los voluntarios de habla inglesa y mantenía registros personales de los voluntarios. Por cierto, que con el tiempo, Marion volvió a casarse. “Muchos de ellos usaban alias”, reconocía en las páginas de Los Angeles Times, lo que complicaba las cosas. También era enviada al frente para hablar con testigos de la muerte de soldados como prueba para que sus familias pudieran cobrar las pólizas de seguro.
El encuentro con Hemingway
Uno de los momentos más apasionantes e inolvidables de cuantos vivió el matrimonio Merriman en España llegó el 24 de abril de 1937. Esa jornada, Bob y Marion se trasladaron a Madrid, sitiada por los nacionales, para encontrarse con Ernest Hemingway y otros escritores, corresponsales y fotógrafos extranjeros que contaban la guerra desde sus habitaciones en el céntrico Hotel Florida de Callao. Apenas habían pasado unas horas desde que los obuses franquistas quisieron hacer de este establecimiento hotelero su diana, lo que puso al descubierto los excesos de este nutrido grupo de contadores de historia, sus líos amorosos y sus relaciones desconocidas.
Su figura es recordada a través de libros e investigaciones y su historia fue inmortalizada en la obra de Ernest Hemingway, ‘Por quién doblan las campanas’, convertida en película por Sam Wood en 1943, prohibida en España hasta la Transición
Pero esos bombardeos de madrugada no habían cambiado un ápice los planes que llevaron a Bob a Madrid. La idea era que participara en una emisión radiofónica para los Estados Unidos, episodio que se relata tanto en sus diarios como en el libro de su esposa con el Lerude.
Ese encuentro entre Merriman y Hemingway fue prolongado, una conversación sumergida en whisky escocés que ayudó a preparar los discursos, las intervenciones de quienes iban a contar a los americanos la situación española y la necesidad de ayuda exterior. El programa se emitió pasadas las dos de la mañana, y junto a Bob, lanzaron sus voces y, con ello, sus mensajes a las ondas, el doctor neoyorkino William Winston Pike, miembro del Partido Comunista de Estados Unidos, quien estaba enrolado en los Servicios Médicos Republicanos, o el novelista John Dos Passos, de reconocida ideología izquierdista, y hasta Josephine Herbst, escritora y periodista. El locutor fue Sid Franklin, el apodado torero yanqui, amigo de Hemingway, con el que se corrió más de una borrachera. Y la música corrió por cuenta del cantautor exiliado alemán Ernst Busch.
Esas horas fueron caldo de cultivo para la novela Por quién doblan las campanas, publicada por Ernest Hemingway en 1940, y que terminó en la película de 1943, en la que Bob Merriman aparece reflejado en el personaje de Robert Jordan encarnado por Gary Cooper. Esas conversaciones se enriquecieron con la labor reporteril del autor norteamericano, que supo imprimir a sus cuartillas la fuerza emocional precisa. Por cierto, que tanto la novela, que no apareció oficialmente en España hasta finales de los años sesenta, como la película, estrenada en plena Transición, molestó sobremanera al régimen.
Los 16 meses que vivió Merriman en nuestro país dieron para mucho. Para construir una historia que todavía hoy permanece en el imaginario de quienes buscan la épica de la guerra civil, de las Brigadas Internacionales, de la lucha por la libertad y la democracia.
Y si en Estados Unidos quieren que la figura de este mando norteamericano no sea solo conocida para los que bucean en los libros de historia, en Albacete su nombre debería ser reivindicado con mayor ahínco. Porque en la ciudad manchega, nació una leyenda y se generaron argumentos para un personaje que protagonizó una de las novelas -y películas- que hizo del conflicto español un referente de los peligros de los extremismos ideológicos.
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