Por ALEJANDRO RODRÍGUEZ
(Universidade Santiago de Compostela)
(Universidade Santiago de Compostela)
España, uno de los pocos Estados en el mundo que no ha reparado el sufrimiento de sus víctimas del fascismo, se sigue enfrentando todavía a la desidia, el desinterés, los miedos latentes y las amenazas por querer hacerlo.
Alejandro Rodríguez trabaja en el proyecto Vencidxs como asesor histórico. El video está extraído del proyecto.
La conservación del pasado traumático por parte de la sociedad civil en el Estado español ha permanecido intacta durante el transcurso de los más de 70 años desde el comienzo del conflicto. Esta memoria del trauma, que desde las esferas públicas se ha mantenido en el más estricto silencio hasta no hace demasiados años, ha tenido su respuesta desde el ámbito familiar o incluso desde algunos osados representantes de la ciudadanía desde la misma muerte del dictador Franco.
Representaciones de ese pasado traumático comenzaron a vivirse ya en plena transición, que de muy diversas formas fueron abriendo camino para que, de verdad, ese trauma pudiese cerrarse: contar la verdad de lo que había ocurrido, exigir la investigación por parte de la justicia y que fuese esta la que determinase la reparación de ese pasado traumático. Mienten quienes afirman que España fue una balsa de aceite durante el proceso transicional. Mienten cuando aseguran que fue pacífica, ya que estuvo cargada de muertos y de violencia. Mienten cuando afirman que fue la voz de la calle la que promovió los cambios, ya que las élites políticas nunca escucharon a quienes exigían cambios democráticos reales. Y mienten quienes afirman que nada se hizo por conservar el recuerdo y la memoria de aquellos que habían defendido la democracia republicana. Se hicieron exhumaciones de personas fusiladas por los golpistas, se levantaron monumentos, se publicaron miles de libros e incluso se intentó canalizar ese esfuerzo por la vía de los Derechos Humanos, algo que posteriormente se conseguiría en otros lugares con un pasado reciente traumático. Es cierto que no fueron masivas, ni mucho menos, pero la simple negación de su existencia supone faltar a una verdad histórica que lleva demasiados años siendo tapada por quienes disfrutaron de los beneficios de una dictadura que coartó la libertad de las personas e influyó de manera definitiva en el déficit cultural, social, político y económico de todo el Estado.
“MIENTEN QUIENES AFIRMAN QUE EN LA TRANSICIÓN LA VOZ DE LA CALLE PROMOVIÓ LOS CAMBIOS; LAS ÉLITES POLÍTICAS NUNCA LA ESCUCHARON.”
El shock que marcó el final de estas reivindicaciones sobre el pasado es innegable; lo demostró el golpe de Estado del 23 de febrero. El miedo a tensar demasiado la cuerda y que los militares volviesen a controlar por completo el Estado provocó de nuevo el silencio. Al menos, ese discurso se utilizó para tal fin. El pasado traumático, oculto en el silencio de miles de personas que lo habían sufrido en primera persona no preocupó en absoluto a unos poderes públicos que no hicieron nada por quienes defendieron la democracia. Y no sólo no se preocuparon de ello, sino que las trabas que durante muchos años han sufrido quienes pretendían investigar o acceder a la verdad reflejada en cientos de miles de papeles repartidos por todo el Estado fueron algo habitual.
Sin embargo, la tercera generación, la que desde el año 2000 lleva peleando por recuperar y por superar ese trauma exigiendo verdad, justicia y reparación, ha conseguido, cuanto menos, atención. Atención por parte de los medios de comunicación de masa. Atención de algunos estamentos públicos, aunque siguió siendo escasa y ahora de nuevo inexistente. Atención incluso de la justicia, que intentó solucionar y reparar el trauma de miles de personas todavía vivas –que nadie olvide esto– pero que no lo consiguió. La cuarta generación, la nuestra, sigue y seguirá con la lucha y la reivindicación de este pasado tal y como lo han hecho las generaciones anteriores, con el trabajo y la dignidad que demostraron quienes lucharon contra el fascismo por una sociedad más justa y democrática. Para muestra, Vencidxs.
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