- El bombardeo de Jaén por orden de Queipo de Llano, que causó 157 muertes, sigue siendo uno de los episodios más desconocidos de la Guerra Civil
- Una exposición rescata los acontecimientos 80 años después
A las 14.10 horas del jueves 1 de abril de 1937, Gonzalo Queipo de Llano, jefe del ejército sublevado del sur, dio la orden de bombardear Jaén. Fue una venganza pura y dura, una represalia por el ataque llevado a cabo en Córdoba unas horas antes por la aviación republicana, causando 37 muertos. La "orden de operaciones 295" lo expone con claridad. "Idea general de la maniobra: represalia por el bombardeo de Córdoba". Las instrucciones de Queipo fueron seguidas al pie de la letra. A las 17.20, hora en que se quedó parado el reloj de la Iglesia de San Ildefonso, dos escuadrillas de bombarderos se desplegaron sobre la ciudad formando un pasillo aéreo de unos 200 metros de ancho, atravesándola de sur a norte. Hubo una sola pasada. Jaén, sin un interés estratégico especial en aquel contexto y sin nada para defenderse, se convirtió en el infierno. Al menos 157 personas murieron, 64 de ellas menores de 18 años. Cientos resultaron heridas. 80 años después, aquel episodio sigue siendo uno de los más desconocidos de la Guerra Civil. La Junta de Andalucía lo ha rescatado ahora con una exposición.
A sus 57 años, Juan Cuevas lleva 32 trabajando como archivero bibliotecario del Ayuntamiento de Jaén. Se empezó a interesar a fondo por la matanza ordenada por Queipo de Llano en 1992, cuando a diario los informativos daban cuenta de bombardeos, asedios y demás horrores en los Balcanes. Comprobar que la memoria de aquel 1 de abril en su ciudad estaba difuminada mientras la opinión pública española se conmovía con otra guerra europea casi 60 años después movió un resorte en el interior del historiador. "El bombardeo de Jaén siempre ha estado en un segundo plano. Hubo un manto de silencio. Se acalló de una forma extraña", afirma. A partir de fuentes archivísticas y hemerográficas, a las que sumó el testimonio de personas que vivieron el ataque, Cuevas compuso su libro El bombardeo de Jaén, publicado en 2013, que se convirtió en un un referente fundamental para desentrañar lo ocurrido.
Hay varios motivos por los que el bombardeo de Jaén no ocupa un lugar no ya destacado, sino al menos singular en el imaginario sobre la Guerra Civil. En primer lugar, el día anterior había habido otro bombardeo por parte de fuerzas aéreas italianas en Durango, con un número de víctimas que según algunas fuentes historiográficas superó las 300. En segundo lugar, el 26 de abril las bombas del fascismo cayeron sobre Gernika, que se convirtió en uno de los símbolos del horror de la guerra, con repercusión en los medios internacionales, consagrándose gracias al cuadro inmortal de Pablo Picasso. "Gernika supuso un cambio en el tratamiento de lo que estaba ocurriendo en España, que se internacionalizó. A partir de ahí hubo una deslegitimación de Franco", explica Cuevas. "En cambio", añade, "el bombardeo de Jaén se había ignorado en la prensa internacional". "No trascendió", concluye.
Queipo, 'ABC' y La Macarena
No sólo Durango y Gernika explican el silenciamiento de Jaén. Para el bando nacional, explica el historiador Cuevas, el bombardeo de Jaén fue "vergonzante". No obedecía a una ofensiva militar estructurada –como en los caso de Durango y Gernika–, sino a una venganza en caliente. Incluso Queipo de Llano, que había hecho del terror una forma de dirigir la guerra desde Sevilla, fue consciente de la excesiva magnitud de la represalia. "Lamento con toda mi alma el efecto desastroso que ha producido ese bombardeo espantoso que según mis noticias ha sufrido la población de Jaén, pero es necesario que se dé cuenta esa canalla que debe guardar respeto a las poblaciones pacíficas. [...] Si quieren destruir, destruiremos; si quieren que muera gente inocente, morirá; pero no es mía la culpa, sino de esos dirigentes marxistas, que proceden de manera tan canallesca [...]. Sépanlo para siempre, ojo por ojo y diente por diente", escribió el general golpista tras la matanza en la edición sevillana de ABC. Queipo de Llano sigue honrosamente enterrado en la Basílica de La Macarena, una de las más emblemáticas de Sevilla. Es dudoso que la reciente aprobación de la Ley de Memoria Democrática de Andalucía permita sacar sus restos si su familia y el Obispado se oponen.
Además, según Cuevas, los defensores de la República también tenían motivos para preferir que el salvajismo de los nacionales se ejemplificara con otras matanzas. No en vano, el bombardeo de Jaén fue respuesta directa a uno anterior en Córdoba. Y además engendró a su vez nuevas represalias. El libro de Cuevas da cuenta de las sacas de presos los días 2, 3, 4, 5 y 7. "El día 6 los presos, que ya habían oído lo que pasaba, se amotinaron y no pudo haber fusilamientos. Volvieron al día siguiente", explica. En total, 128 muertos.
Una conmemoración de perfil bajo
En la exposición abierta estos días en Jaén hay multitud de pistas para acercarse a lo ocurrido: órdenes y partes militares, fotografías de aviones y de la ciudad envuelta en humo y –horas después– destrozada, listados de víctimas, detalle de los refugios construidos en previsión de nuevos bombardeos... Uno de estos refugios, el de la Plaza de Santiago, en el casco histórico de la ciudad, está señalado y reconocido como Lugar de Memoria de Andalucía.
Al margen de la exposición, el perfil de la conmemoración es bajo en Andalucía en comparación con lo que supone para la sociedad y el Gobierno del País Vasco el recuerdo de los bombardeos de Durango o Gernika. El propio lehendakari, Iñigo Urkullu, acaba de reclamar al Gobierno español que "denuncie los ataques aéreos indiscriminados contra la población civil, condene los crímenes cometidos y reconozca a las víctimas".
Pilar Salazar, delegada de la Consejería de Cultura en Jaén, afirma que la exposición inaugurada este viernes en Jaén intenta difundir lo ocurrido, a partir de la certeza de que son hechos escasamente recordados "a pesar de que desde hace diez años hay actos de conmemoración en esta fecha", con impulso tanto público como de asociaciones privadas. Salazar recuerda las impresiones del poeta comunista Miguel Hernández, que los días posteriores a la matanza escribía sobre lo que, según le parecía, era una reacción apagada de la ciudad. "Fue un bombardeo muy repentino. A las 12.20 fue el de Córdoba, y a las 17.20 el de Jaén. La ciudad no estaba preparada para algo así", explica Salazar, que subraya que Jaén estaba "desarmada, no tenía acuartelamientos ni instalaciones militares".
"Jaén yacía indiferente a todo"
El bombardeo deshizo la moral de Jaén, entonces de unos 70.000 habitantes (contando miles de refugiados a causa de la guerra). Así lo veía Miguel Hernández, que conoció la ciudad de aquellos días. "La pedregosa ciudad de Jaén, lunar y solar a un tiempo, vivía de espaldas a la guerra de su pueblo, de su patria [...] Escasos eran quienes daban importancia y crédito a los sucesos que se desarrollaban en Madrid y en los demás frentes de lucha, y eran muchos los que disculpaban, y hasta aplaudían en lo íntimo de su corazón, la criminal introducción del fascismo en España".
A pesar del bombardeo, escribe el poeta, "Jaén yacía indiferente a todo, durmiendo en un sueño blando de aceite local". "Todas sus bocas llaman asesinos, y no se hartan de llamarlos, a los que han cometido en su población un acto más de destrucción inútil. Pero yo veo que muchos de sus hombres se conforman con gritar y se previenen contra otro posible bombardeo, yéndose a vivir debajo de los olivos", concluía. El juicio de Hernández escuece, porque apunta al motivo más profundo y difícil de combatir que puede conducir al olvido: el deseo de olvidar.
Un bombardeo español, no alemán
Este deseo de olvidar conduce al conocimiento superficial de la realidad y, en ocasiones, a la extensión de equívocos que se instalan como verdades. El más significativo con respecto al bombardeo de Jaén, y el que Cuevas está más empeñado en deshacer, es que el bombardeo fue obra de "los alemanes", un comentario muy extendido en la ciudad todavía hoy, que difumina la responsabilidad de Franco y los suyos. "El bombardeo fue cometido por la fuerza aérea franquista, con personal exclusivamente español, aunque utilizando aviones alemanes", subraya. "Fue una orden directa del ejército del sur", añade.
A sus 57 años, Juan Cuevas lleva 32 trabajando como archivero bibliotecario del Ayuntamiento de Jaén. Se empezó a interesar a fondo por la matanza ordenada por Queipo de Llano en 1992, cuando a diario los informativos daban cuenta de bombardeos, asedios y demás horrores en los Balcanes. Comprobar que la memoria de aquel 1 de abril en su ciudad estaba difuminada mientras la opinión pública española se conmovía con otra guerra europea casi 60 años después movió un resorte en el interior del historiador. "El bombardeo de Jaén siempre ha estado en un segundo plano. Hubo un manto de silencio. Se acalló de una forma extraña", afirma. A partir de fuentes archivísticas y hemerográficas, a las que sumó el testimonio de personas que vivieron el ataque, Cuevas compuso su libro El bombardeo de Jaén, publicado en 2013, que se convirtió en un un referente fundamental para desentrañar lo ocurrido.
Hay varios motivos por los que el bombardeo de Jaén no ocupa un lugar no ya destacado, sino al menos singular en el imaginario sobre la Guerra Civil. En primer lugar, el día anterior había habido otro bombardeo por parte de fuerzas aéreas italianas en Durango, con un número de víctimas que según algunas fuentes historiográficas superó las 300. En segundo lugar, el 26 de abril las bombas del fascismo cayeron sobre Gernika, que se convirtió en uno de los símbolos del horror de la guerra, con repercusión en los medios internacionales, consagrándose gracias al cuadro inmortal de Pablo Picasso. "Gernika supuso un cambio en el tratamiento de lo que estaba ocurriendo en España, que se internacionalizó. A partir de ahí hubo una deslegitimación de Franco", explica Cuevas. "En cambio", añade, "el bombardeo de Jaén se había ignorado en la prensa internacional". "No trascendió", concluye.
Queipo, 'ABC' y La Macarena
No sólo Durango y Gernika explican el silenciamiento de Jaén. Para el bando nacional, explica el historiador Cuevas, el bombardeo de Jaén fue "vergonzante". No obedecía a una ofensiva militar estructurada –como en los caso de Durango y Gernika–, sino a una venganza en caliente. Incluso Queipo de Llano, que había hecho del terror una forma de dirigir la guerra desde Sevilla, fue consciente de la excesiva magnitud de la represalia. "Lamento con toda mi alma el efecto desastroso que ha producido ese bombardeo espantoso que según mis noticias ha sufrido la población de Jaén, pero es necesario que se dé cuenta esa canalla que debe guardar respeto a las poblaciones pacíficas. [...] Si quieren destruir, destruiremos; si quieren que muera gente inocente, morirá; pero no es mía la culpa, sino de esos dirigentes marxistas, que proceden de manera tan canallesca [...]. Sépanlo para siempre, ojo por ojo y diente por diente", escribió el general golpista tras la matanza en la edición sevillana de ABC. Queipo de Llano sigue honrosamente enterrado en la Basílica de La Macarena, una de las más emblemáticas de Sevilla. Es dudoso que la reciente aprobación de la Ley de Memoria Democrática de Andalucía permita sacar sus restos si su familia y el Obispado se oponen.
Además, según Cuevas, los defensores de la República también tenían motivos para preferir que el salvajismo de los nacionales se ejemplificara con otras matanzas. No en vano, el bombardeo de Jaén fue respuesta directa a uno anterior en Córdoba. Y además engendró a su vez nuevas represalias. El libro de Cuevas da cuenta de las sacas de presos los días 2, 3, 4, 5 y 7. "El día 6 los presos, que ya habían oído lo que pasaba, se amotinaron y no pudo haber fusilamientos. Volvieron al día siguiente", explica. En total, 128 muertos.
Una conmemoración de perfil bajo
En la exposición abierta estos días en Jaén hay multitud de pistas para acercarse a lo ocurrido: órdenes y partes militares, fotografías de aviones y de la ciudad envuelta en humo y –horas después– destrozada, listados de víctimas, detalle de los refugios construidos en previsión de nuevos bombardeos... Uno de estos refugios, el de la Plaza de Santiago, en el casco histórico de la ciudad, está señalado y reconocido como Lugar de Memoria de Andalucía.
Al margen de la exposición, el perfil de la conmemoración es bajo en Andalucía en comparación con lo que supone para la sociedad y el Gobierno del País Vasco el recuerdo de los bombardeos de Durango o Gernika. El propio lehendakari, Iñigo Urkullu, acaba de reclamar al Gobierno español que "denuncie los ataques aéreos indiscriminados contra la población civil, condene los crímenes cometidos y reconozca a las víctimas".
Pilar Salazar, delegada de la Consejería de Cultura en Jaén, afirma que la exposición inaugurada este viernes en Jaén intenta difundir lo ocurrido, a partir de la certeza de que son hechos escasamente recordados "a pesar de que desde hace diez años hay actos de conmemoración en esta fecha", con impulso tanto público como de asociaciones privadas. Salazar recuerda las impresiones del poeta comunista Miguel Hernández, que los días posteriores a la matanza escribía sobre lo que, según le parecía, era una reacción apagada de la ciudad. "Fue un bombardeo muy repentino. A las 12.20 fue el de Córdoba, y a las 17.20 el de Jaén. La ciudad no estaba preparada para algo así", explica Salazar, que subraya que Jaén estaba "desarmada, no tenía acuartelamientos ni instalaciones militares".
"Jaén yacía indiferente a todo"
El bombardeo deshizo la moral de Jaén, entonces de unos 70.000 habitantes (contando miles de refugiados a causa de la guerra). Así lo veía Miguel Hernández, que conoció la ciudad de aquellos días. "La pedregosa ciudad de Jaén, lunar y solar a un tiempo, vivía de espaldas a la guerra de su pueblo, de su patria [...] Escasos eran quienes daban importancia y crédito a los sucesos que se desarrollaban en Madrid y en los demás frentes de lucha, y eran muchos los que disculpaban, y hasta aplaudían en lo íntimo de su corazón, la criminal introducción del fascismo en España".
A pesar del bombardeo, escribe el poeta, "Jaén yacía indiferente a todo, durmiendo en un sueño blando de aceite local". "Todas sus bocas llaman asesinos, y no se hartan de llamarlos, a los que han cometido en su población un acto más de destrucción inútil. Pero yo veo que muchos de sus hombres se conforman con gritar y se previenen contra otro posible bombardeo, yéndose a vivir debajo de los olivos", concluía. El juicio de Hernández escuece, porque apunta al motivo más profundo y difícil de combatir que puede conducir al olvido: el deseo de olvidar.
Un bombardeo español, no alemán
Este deseo de olvidar conduce al conocimiento superficial de la realidad y, en ocasiones, a la extensión de equívocos que se instalan como verdades. El más significativo con respecto al bombardeo de Jaén, y el que Cuevas está más empeñado en deshacer, es que el bombardeo fue obra de "los alemanes", un comentario muy extendido en la ciudad todavía hoy, que difumina la responsabilidad de Franco y los suyos. "El bombardeo fue cometido por la fuerza aérea franquista, con personal exclusivamente español, aunque utilizando aviones alemanes", subraya. "Fue una orden directa del ejército del sur", añade.
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