Algunos ancianos de Alcañiz han tardado más de media vida en descubrir que ni el recuerdo de muerte y destrucción que les había acompañado desde la niñez, ni tampoco el desasosiego de otros ante cualquier ruido fuerte, tenían su origen en una pesadilla: habían sobrevivido, aunque no lo recordaban, a la ‘razzia’ más atroz y sanguinaria de la guerra civil, perpetrada por tres escuadrillas de la aviación legionaria italiana que la tarde del 3 de marzo de 1938 se cobraron cientos de vidas al descargar diez toneladas de bombas sobre la pequeña ciudad turolense.
“Duró un minuto y medio, no más, aunque a la gente le pareció una eternidad”, explica el historiador José María Maldonado, que en 2003 rescató del olvido este terrible episodio de la guerra civil en El bombardeo olvidado y que estos días publica El dolor del silencio, su primera novela histórica, ambientada en aquellos días.
El bombardeo de Alcañiz permaneció oculto por el silencio doloroso de los supervivientes y por la propaganda de los bandos en guerra. No pasó de una nota breve sin apenas datos en los periódicos del día 5 en la zona republicana, tampoco en el de la vecina Caspe, capital del Aragón leal al Gobierno, y ni siquiera llegó a salir en la que controlaban los sublevados, que cuando estos tomaron la ciudad once días más tarde, la madrugada del 14, propagó la especie de que la ciudad había sido arrasada por “los rojos” antes de replegarse.
La realidad, sin embargo, era muy distinta de la versión oficial: catorce bombarderos repartidos en tres escuadrillas en forma de uve salidos de la base de Logroño, a la que uno tuvo que regresar por un problema mecánico, y escoltados por cazas descargaron sobre Alcañiz 160 bombas de 50 y de 100 kilos de peso en un ataque iniciado a las 16.09 horas que no se prolongó más de un minuto y medio. Las órdenes eran claras: el objetivo era el “Paese” (pueblo, en italiano) de Alcañiz, según indica la orden entregada a la una de ese mediodía al jefe de la expedición, rescatada por Maldonado de un archivo militar en Roma; y debían soltar los explosivos en cuanto comenzaran a sobrevolar el casco urbano.
“Nunca sabremos el número de víctimas”
¿Cuántos muertos provocó el ataque? “Nunca sabremos el número de víctimas”, explica el historiador. Algunos supervivientes hablaban de entre 800 y mil. Un oficial del juzgado aseguraba que dejó de contar los cadáveres que llegaban a la iglesia de San Francisco cuando superaron el medio millar, aunque ese dato no ha podido ser documentado. “Mis cálculos sitúan la cifra por encima de 300”, explica. Muchos heridos fueron dados por desaparecidos tras ser evacuados a otras poblaciones. Otros fallecieron después, conforme el frente de Aragón retrocedía hacia el norte.
No discriminaron objetivos: el hospital fue uno de los blancos del ataque
El bombardeo destruyó 188 casas, más de una por bomba, y los daños fueron mayores en las zonas norte y oeste del casco urbano, como consecuencia de la orden de dejar caer las bombas en cuanto sobrevolaran el pueblo. No discriminaron objetivos: el hospital fue uno de los blancos del ataque, en el que las explosiones en una de las alas provocó numerosos heridos.
Sobre Alcañiz cayeron más bombas de las que las aviaciones italiana y alemana descargarían 54 días después sobre Gernika, donde morirían alrededor de 300 personas. “La diferencia con Gernika fue que aquí no lanzaron bombas incendiarias”, explica el historiador.
En Alcañiz había el 3 de marzo de 1938 alrededor de 11.000 personas, unos 9.000 vecinos y más de 2.000 refugiados, la mayoría procedentes de las batallas de Belchite y de Teruel, y personal de retaguardia del ejército republicano. En la ciudad, considerada la capital del Teruel republicano y que había sido la sede de la columna Macià-Companys desde el inicio de la guerra hasta que poco antes, se encontraba la jefatura del XII Cuerpo del Ejército leal, que caería el día 14 al tomar los sublevados la ciudad.
Objetivo: “amedrentar a la población”
Sin embargo, el motivo del ataque no tenía que ver con esas ubicaciones militares. “Las órdenes estaban dadas desde los primeros días del octubre de 1937, entre el 7 y el 13, cuando el ejército de Franco decidió una serie de bombardeos para romper el frente de Aragón”, explica Maldonado.
Más de doscientas personas murieron el 3 de noviembre de ese año en Barbastro (Huesca) bajo las bombas de los aviones italianos, que también atacaron Alcañiz veinte días después y que la víspera habían segado otras 250 vidas, más de 60 de ellas de niños en un colegio, en Lleida, la principal ciudad de la retaguardia del frente aragonés.
La finalidad principal de esos ataques era el terror: “amedrentar a la población”, señala como primer objetivo un parte firmado por el general Juan Kindelán, el Jefe del Aire que coordinó durante la guerra civil las acciones de la aviación sublevada y de sus aliados alemanes e italianos, que añadía a la lista de prioridades cortar vías de comunicación y dificultar el trasiego de víveres.
Los bombardeos quedaron suspendidos. Primero, por el cambio de estrategia de Franco, que situó el cerco de Madrid como operación prioritaria frente a la entrada en Catalunya, y después, por la concentración de fuerzas en la encarnizada batalla de Teruel, ese mismo invierno. Tras ellas, Alcañiz y Caspe, en cuyas inmediaciones el frente llevaba meses parado y sin acciones militares, se convirtieron en el primer objetivo de los sublevados.
El bombardeo olvidado
“Yo destacaría el silencio, el hecho de que una matanza de semejante entidad permaneciera durante tanto tiempo oculta”, anota José María Maldonado, que destaca la intensa actividad de la aviación legionaria italiana en la guerra civil en apoyo de los golpistas.
“Desplazaron más aviones que los alemanes de la Legión Cóndor y tuvieron más intervenciones”, explica, entre las que llegó a incluirse el hostigamiento en el Mediterráneo de barcos soviéticos que trasladaban material de guerra hacia ciudades republicanas del litoral e, incluso, ataques a Barcelona con aviones que despegaban de Italia.
Dentro de esa sanguinaria actividad bélica destaca el bombardeo de Alcañiz: movilizar quince aviones era algo que, por ejemplo, solo hicieron en dos ocasiones para atacar ciudades como la capital catalana, lo que sitúa la ‘razzia’ del Bajo Aragón como uno de los episodios más sangrientos de la guerra civil, tanto por el número de víctimas como por los medios movilizados para perpetrarla.
El proyecto de la ley memorialista de Aragón, todavía en trámite parlamentario, señala el 3 de marzo como Día de la Memoria Democrática de la comunidad. La capital del Bajo Aragón acogerá a lo largo de este sábado varios actos entre los que se incluye un homenaje a las víctimas del bombardeo.
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