Manolita del Arco representa una figura emblemática y profundamente conmovedora en la historia de la resistencia antifranquista en España. Su vida, marcada por la lucha, el encarcelamiento y el compromiso político, ofrece un testimonio crucial para entender las dinámicas de represión y resistencia durante uno de los periodos más oscuros de la historia española.
Su afiliación con organizaciones como la Federación Universitaria Escolar (FUE), el Socorro Rojo Internacional y Mujeres Antifascistas, y más tarde con el Partido Comunista de España (PCE), no solo ilustra su activismo político, sino también su valentía y determinación
Nacida en Bilbao y criada en Madrid, Manuela del Arco Palacios, más conocida como Manolita del Arco y con los apodos Dolores García y Lolichu, se involucró desde joven en movimientos antifascistas, lo que demuestra su temprano compromiso con los ideales de justicia y libertad. Su afiliación con organizaciones como la Federación Universitaria Escolar (FUE), el Socorro Rojo Internacional y Mujeres Antifascistas, y más tarde con el Partido Comunista de España (PCE), no solo ilustra su activismo político, sino también su valentía y determinación.
La detención de Manolita en marzo de 1939, justo al final de la Guerra Civil Española, marcó el inicio de una larga y penosa etapa de su vida. Su condena inicial a muerte, posteriormente conmutada por treinta años de reclusión, es un claro ejemplo de la severidad y la arbitrariedad de la justicia franquista, especialmente hacia los opositores políticos. La espera de su ejecución en el sótano de penadas de Ventas, donde cada noche podría haber sido su última, pinta una imagen escalofriante de la psicología de terror empleada por el régimen.
La lucha y la supervivencia en la Guerra Civil Española: el papel de una mujer en la resistencia
La Guerra Civil Española, que estalló tras el golpe de Estado de 1936, no solo fue un campo de batalla para los combatientes, sino también un escenario de intensa participación política y social de diversos grupos, incluidas las mujeres que jugaron roles cruciales en la resistencia contra los sublevados. Manuela, una de estas mujeres destacadas permaneció en Madrid, ciudad que sufrió un prolongado asedio, y su historia refleja tanto el coraje como la complejidad de aquellos tiempos turbulentos.
Se sumó a la Asociación de Mujeres Antifascistas, un grupo que se destacó por su activismo en defensa de los derechos y la participación de las mujeres en la lucha contra el fascismo
Durante el asedio, esta mujer no solo enfrentó los desafíos de la guerra, sino que también se involucró activamente en la política al acceder al Comité Central del Partido Comunista de España (PCE). Su compromiso no se limitó a la militancia política, pues también colaboró con el Socorro Rojo Internacional, una organización dedicada a proporcionar ayuda a los combatientes y civiles afectados por el conflicto. Además, se sumó a la Asociación de Mujeres Antifascistas, un grupo que se destacó por su activismo en defensa de los derechos y la participación de las mujeres en la lucha contra el fascismo.
La implicación de esta mujer en la guerra no se detuvo ahí. Se integró en las oficinas del Estado Mayor del batallón Unión de Hermanos Proletarios (UHP), aunque su tiempo en esta posición fue breve. Su experiencia en el batallón fue significativa, ya que, según sus propias palabras, fue allí donde empezó a adquirir una "conciencia distinta". Este cambio se vio precipitado por una directiva del Gobierno que ordenaba que las mujeres no debían estar presentes ni siquiera en las oficinas de las milicias, un claro reflejo de las tensiones y contradicciones que también se vivían dentro de las fuerzas republicanas en cuanto al rol de las mujeres en la guerra.
El final de la guerra y el inicio de una nueva etapa de represión marcaron otro capítulo en su vida
El final de la guerra y el inicio de una nueva etapa de represión marcaron otro capítulo en su vida. El 9 de marzo de 1939, en medio de los preparativos del golpe de Estado de Casado contra la República, en el Madrid asediado por los franquistas, fue detenida. Encarcelada inicialmente en el convento de Los Salesianos y posteriormente en la cárcel de Ventas, su libertad llegó solo al final del mes, cuando Madrid ya estaba bajo control de los sublevados. Curiosamente, fue liberada el mismo día que oficialmente terminó la guerra, el 1 de abril, aunque su liberación fue solo provisional. Tras su liberación, se trasladó a Bilbao, donde no tardó en involucrarse en la reorganización del Partido Comunista. Este movimiento hacia el norte de España simboliza no solo su resiliencia personal, sino también la persistencia de la resistencia antifascista en el país, incluso después de la derrota militar.
Durante su encarcelamiento, Manolita no solo sufrió la represión física, sino que también se enfrentó a desafíos psicológicos y emocionales enormes
Durante su encarcelamiento, Manolita no solo sufrió la represión física, sino que también se enfrentó a desafíos psicológicos y emocionales enormes. No obstante, su espíritu indomable se manifestó en acciones como la organización de huelgas de hambre, tanto en Ventas como en Segovia, demostrando su liderazgo y su capacidad para inspirar y movilizar a otras prisioneras en condiciones extremadamente adversas.
La correspondencia de Manolita con Ángel Blanco, otro preso político que más tarde se convertiría en su esposo, revela otra dimensión de su resistencia: la lucha por mantener vivos el amor y la esperanza en medio de la desesperación. Esta relación no solo proporcionó apoyo emocional a ambos, sino que también fortaleció su compromiso común con la causa antifranquista.
Su participación en la vida política y social, incluso en sus últimos años a pesar de su salud deteriorada, muestra su inquebrantable compromiso con los ideales de justicia y libertad
Tras su liberación en 1960, Manolita continuó su activismo, dedicándose a la atención de su esposo encarcelado y trabajando en comités pro-presos y pro-amnistía. Su participación en la vida política y social, incluso en sus últimos años a pesar de su salud deteriorada, muestra su inquebrantable compromiso con los ideales de justicia y libertad.
La contribución de Manolita a obras literarias como "Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas" y "La voz dormida" no solo preserva su legado, sino que también enriquece la memoria colectiva de España, ofreciendo perspectivas vitales sobre la resistencia femenina en un periodo dominado por la represión.
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