dimarts, 4 de febrer del 2025

La mecánica del exterminio en los campos nazis de concentración: "Asesinaban a 12.000 personas al día"

 https://www.infolibre.es/cultura/los-diablos-azules/nazis-asesinaban-12-000-personas-terrible-mecanica-exterminio-campos-concentracion_1_1936606.html


Fotografía de zapatos usados por los prisioneros en el antiguo campo de Auschwitz II-Birkenau en Brzezinka, durante el 80 aniversario de la liberación del antiguo campo de concentración y exterminio nazi

"Dentro de la cabina del conductor había un aparato con varios botones y dos tubos que se extendían hasta la parte posterior del furgón. El conductor presionó uno de esos botones y el gas comenzó a filtrarse hacia la cámara en la que se hallaban los judíos. En ese momento, una cacofonía de gritos, voces y golpes contra los lados del furgón perforó el aire, una ensordecedora sinfonía de desesperación que persistió durante unos quince minutos. Poco después, el conductor inspeccionó el interior de la cámara con una linterna eléctrica para comprobar si los ocupantes habían muerto".

Así de cruelmente se las gastaban los nazis en su empeño por asesinar cada vez más y cada vez con más efectividad. Furgonetas para gasear, fosas gimientes, frío extremo, hambruna implacable, golpes hasta la muerte, epidemias ignoradas, trabajos forzados hasta el último estertor, letales inyecciones de cloroformo en el corazón, tiros de gracia en la parte posterior de la cabeza, granadas de fósforo, hogueras con lanzallamas. Y el círculo se cierra, claro, con las cámaras de gas.

"Es terrible el nivel de eficacia y optimización del sistema nazi de exterminio", remarca a infoLibre Xabier Irujo, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada (Estados Unidos), donde es catedrático de Estudios de Genocidio, y a su vez autor de La mecánica del exterminio (Editorial Crítica, 2025), un escalofriante y meticuloso análisis de los procedimientos para destruir vidas humanas en los campos de concentración nazis. Porque, tras la decisión de asesinar a millones de personas, era necesario encontrar el 'mejor' sistema para llevarlo a cabo. Y a base de ensayo y error, perfeccionando a cada paso, trágicamente lo encontraron.

Con precisión quirúrgica, Irujo desnuda la maquinaria del Holocausto revelando cómo se llegó a crear un protocolo sistemático de genocidio con varias fases bien establecidas: desde el desplazamiento forzado y la concentración masiva, hasta el transporte y la ejecución. Claro que también nos falta otra penúltima etapa que tuvieron que padecer no pocas mujeres, seleccionadas por los auxiliares a cargo de los gaseamientos, a menudo borrachos, que eran violadas antes de ser conducidas hasta las cámaras de gas. La impiedad, el salvajismo, la inhumanidad y el sadismo final.

"Entre enero de 1933 y abril de 1945 son asesinadas más de 17 millones de personas. Esto supone, si lo valoramos quirúrgicamente, 1,4 millones de personas al año, es decir, 3,800 personas al día", detalla Irujo, quien puntualiza aún un poco más para dejar constancia del incremento progresivo de la brutalidad: "Hay que tener en cuenta que en abril de 1942 el 85% de las víctimas mortales del Holocausto aún estaban vivas, lo cual quiere decir que en tres años, desde abril de 1942 hasta abril de 1945, la tasa de exterminio se eleva a 12.000 personas asesinadas al día. Las propias cifras dan un saldo escalofriante".

El ejército nazi empezó su campaña de exterminio empleando técnicas, digamos, menos colectivas. Después, en el momento en el que se dan cuenta de que "en una guerra como esa es mucho más fácil matar que en tiempos de paz", las unidades móviles de acción de las SS empiezan a llevar a cabo "las ejecuciones masivas por arma de fuego" de judíos, comunistas, gitanos y todo tipo de prisioneros de guerra. El punto de inflexión tuvo lugar en la primavera de 1941, con el inicio de la Operación Barbarroja, la apertura del frente del este de Europa y la ocupación de la Unión Soviética, cuando irrumpe Herbert Backe, secretario de Estado del Ministerio de Alimentación, básicamente defendiendo que "el hambre y el frío son mucho mejores armas de ejecución que las pistolas o las ametralladoras".

De esta manera, se va desarrollando toda la maquinaria, incluyendo las llamadas fosas gimientes, enormes excavaciones estructuradas de manera escalonada en forma de pirámide invertida, con niveles más anchos en la parte superior y una rampa que conducía a los diferentes pisos. Tratando de hacerlo siempre con el mayor secreto posible, aparecen entonces las primeras cámaras de gas en furgones que habían sido construidas en Alemania siguiendo las órdenes de Heinrich Himmler. Se hacía así evidente que el gas iba a ser un ingrediente esencial en la llamada 'solución final'.

En las cámaras de gas el deceso no era instantáneo, pero en cuestión de pocos minutos las víctimas comenzaban a experimentar irritación extremadamente dolorosa de la garganta, dolores de cabeza, mareos, debilidad, desorientación, vértigo, confusión, náuseas y vómitos. Acto seguido se producían problemas respiratorios, anomalías cardiacas, presión arterial baja, palpitaciones y todo tipo de graves síntomas. A pesar de lo que pudiera parecer, este procedimiento de asesinato colectivo no tenía una efectividad del cien por cien, por lo que muchas personas no morían al quedar todos los cuerpos tan apretados que el gas no terminaba de alcanzarles. Cuando esto ocurría, eran finalmente arrojadas con vida al fuego del crematorio.

Las cámaras de gas, los campos de concentración y el hambre ponen una barrera entre el verdugo y la víctima que ayuda al ejecutor a ser más efectivo

"La principal razón de las cámaras de gas, todo hay que decirlo, es separar a las víctimas de sus verdugos. Porque uno de los grandes problemas que tuvieron las unidades móviles de acción es que, claro, eran seres humanos, y por lo tanto les afectaba muchísimo ejecutar con armas a los civiles, que en muchas ocasiones eran menores. Eso les costaba muchísimo, de manera que las cámaras de gas, los campos de concentración y el hambre ponen, digamos, una barrera entre el verdugo y la víctima que ayuda al ejecutor a ser más efectivo", explica el catedrático. Tanto es así que, de hecho, se fue poniendo a los propios prisioneros a operar las cámaras de gas y trasladar los cuerpos a las incineradoras, precisamente para distanciar al personal de las SS del acto directo de matar.

La razón de ser de este libro es, según sus propias palabras, que "después de ochenta años se ha escrito mucho y muy bien sobre el Holocausto, pero se ha desenfocado un poco el tema". Y pone un ejemplo muy claro: "En una película de ficción, es conveniente que un ejecutado muera en el acto, pero yo he entrevistado al menos a tres personas que estuvieron delante de un pelotón de ejecución, incluso con metralletas pesadas, y no murieron". Uno de ellos, relata, tenía apenas siete años, "cayó en una fosa y salió de la misma ya de noche buceando entre cuerpos sangre". "Esto era lo que ocurría muchas veces, porque era muy difícil a un sistema perfectamente eficaz y barato de ejecución", apostilla.

Es terrible. hay que descender al detalle para ver el horror

Y continúa su relato: "Se disparaba a la cabeza, luego al cuello, pero no se sabía con qué calibre ni en qué lugar y posición de esas fosas en las que iban a ser enterrados después de ser ametrallados desde arriba. Para finales de 1942 se llega a la conclusión de que lo mejor era colocarlos directamente tumbados en el suelo de la fosa, creando estratos de cuerpos amontonados. Pero claro, la mayor parte de estas personas seguían con vida, lo cual da lugar a la expresión de las fosas gimientes, con gente gritando, algunos de dolor, otros pidiendo que los mataran y otras que les dejaran vivir a ellos o a sus hijos. Al final, si la ejecución terminaba los enterraban vivos, pero si tenía que seguir al día siguiente, para evitar que la gente se fugara, entraban directamente en las fosas y matarles. Es terrible. hay que descender al detalle para ver el horror".

Ahora que vemos este auge de la extrema derecha y del fanatismo religioso, uno de mis principales objetivos es enseñar qué significó todo esto y dónde nos lleva

"Ahora que vemos ese auge de la extrema derecha y del fanatismo religioso, uno de mis principales objetivos es enseñar qué significó todo esto y dónde nos lleva", prosigue Irujo, cuya intención ha sido "detallarlo sin edulcorarlo, mostrar la verdadera cara del horror". "Porque no estamos hablando solo de cámaras de gas, sino de un sistema concreto más desarrollado", destaca, explicando que para escribir este libro volvió a las fuentes y ha utilizado, sobre todo, material que se produjo de 1933 a 1948, incluyendo los juicios de Núremberg y otros muchos. Asimismo, pudo entrevistarse con multitud de supervivientes que todavía viven en Nevada y California, donde hay muchas asociaciones y él a su vez reside desde hace veinte años.

Y vuelve a poner más ejemplos: "Es muy horrible, sobre todo cuando lo oyes en primera persona. Hace un año, cuando terminé el primer borrador del libro, decidí ir a Las Vegas para hacer la última ronda de entrevistas y me entrevisté con diez supervivientes del Holocausto. Les pregunté cómo eran las noches y uno de ellos me respondió que dormían como troncos porque trabajaban quince horas o las que fueran, a destajo, y caían como podían en los lechos llenos de piojos y pulgas. Y todavía se quedó pensando y me dijo 'pero solo dormíamos cuatro horas porque si nos quedábamos dormidos más tiempo nos podían comer vivos'. Ese es el tipo de testimonios".

Cristina Olea indaga en la fractura de EEUU: "La mitad que no votó a Trump tiene más miedo que nunca"

Cristina Olea indaga en la fractura de EEUU: "La mitad que no votó a Trump tiene más miedo que nunca"

"Otro vivió la peor historia de terror en el peor campo imaginable. Me contó que, siendo un crío, tiene un leve recuerdo de que mataron a su madre y al cabo de un tiempo un hombre le sacó de allí para llevárselo de esclavo a su granja. De alguna manera se lo alquilaron. Este alemán tenía dos perros, a los que llamaba para que le mordieran en la entrepierna y no le dejaba quejarse, porque si se quejaba lo volvía a mandar al campo a una muerte segura. Así aprendió a aguantar y no llorar, con ocho o nueve años. Un día, uno de los perros no le mordió porque ya le conocía, por lo que acabó abierto en canal por no haber mordido a un judío. Pasó toda aquella noche llorando porque había perdido a su único amigo, que era el perro que decidió no morderle", relata.

Con el ambiente mundial enrarecido por la vuelta de Trump a la Casa Blanca, el saludo nazi de Elon Musk y el auge de la ultraderecha a nivel mundial, es obligatorio preguntar a un experto como Irujo si puede volver a repetirse la funesta Historia del siglo XX o, acaso, no se está repitiendo ya. "Yo creo que es muy posible", responde sin dudar. "A día de hoy lo estamos viendo en Darfur, en SudánMyanmarGazaCisjordaniaUcrania, lo vimos en la extinta Yugoslavia... es algo muy recurrente", lamenta, para acto seguido advertir: "Es impresionante cuando vemos los documentales de esa Alemania nazi, con todo ese potencial humano. Todo lo que se podría haber hecho por el bien, moviendo a esas masas, pero desgraciadamente el ser humano tiene dentro ese odio al otro. El partido nazi no inventó nada y, sin embargo, lo usó para el exterminio. Eso está en nuestra propia naturaleza, tenemos que luchar contra nosotros mismos porque somos nuestros propios enemigos en este sentido. Es muy difícil movilizar ingentes masas de población para hacer el bien y, sin embargo, observamos históricamente lo fácil que es enardecer a las masas en contra de un determinado grupo humano identificado, con una identidad colectiva propia, ya sea cultural, política o social. Eso es muy fácil de organizar y la única forma de controlar a ese monstruo es mediante educación".

Pero claro, "también mediante educación podemos educar a las personas en el mal, que es lo que hizo el nazismo", avisa. Y termina: "Yo me he centrado en las técnicas de ejecución, pero la campaña de genocidio es algo más que asesinatos en masa. El plan nazi era conquistar el este hasta más o menos los Urales, despoblarlo totalmente y poblarlo de alemanes arios. Porque matar es una parte del plan, pero la otra es generar vida de forma industrial al mismo ritmo de eliminación, es decir, producir otros 3.000 o 4.000 bebés al día. Eso no consiguieron hacerlo en la misma proporción que consiguieron exterminar, pero ese era el plan original. En cualquier caso, eso se puso en marcha, y en las escuelas nazis a las crías se les enseñaba que algunas de ellas no podían ser madres y se tenían que esterilizar porque en sus familias había determinadas enfermedades que consideraban que no eran legítimas. Esas crías iban a esterilizarse de forma voluntaria sin decir nada a sus padres, lo cual me lleva a pensar que cualquiera de nosotros en esas circunstancias y educados en aquellos valores habríamos terminado haciendo lo mismo".