divendres, 17 d’agost del 2018

Las matanzas de Badajoz.


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Testimonios y textos recuperados por su interés.
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Tiempo de Historia nº 56 julio 1979
Las matanzas de Badajoz

Rafael Tenorio

¡Qué verbena de sangre y de horror homicida! - Julián Zugazagoitia
La ciudad de Badajoz tenía, en agosto de 1936, 40.000 habitantes y estaba defendida por tres o cuatro mil hombres. Unos tres mil milicianos sin preparación militar y de entusiasmo desigual y 500 soldados que tenían que hacer frente a dos columnas de mil quinientos hombres cada una, al mando del teniente coronel Yagüe. El armamento de los atacantes y su organización eran infinitamente superiores a todo lo que podía ofrecer para su defensa la ciudad de Badajoz. Además, la aviación alemana e italiana acudieron en auxilio de Yagüe (parece ser que los Ju-52 despegaron de aeródromos portugueses y también que algunas tropas de Yagüe se infiltraron por la raya de Portugal para sorprender a los republicanos por la espalda).
Cadáveres en las tapias del cementerio de Badajoz
EL día 11 de agosto, la columna de Tella se apoderó de Mérida, cortando el ferrocarril y la carretera de Madrid-Badajoz, lazo de unión de esta última con el resto de España.
Entonces Yagüe tomó las columnas de Castejón y de Asensio -cada columna se componía de una Bandera del Tercio (800 hombres); un Tabor de regulares (600 hombres); una o dos baterías; fuerzas de ingenieros y servicios complementarios; cada columna llevaba detrás pelotones de requetés, falangistas o simplemente voluntarios de derechas que actuaban como policía política en el terreno conquistado- y se dirigió hacia la capital extremeña, donde llegó el 13 de agosto.
Pero el día 12 la ciudad fue bombardeada por los aires y empezaron las deserciones en masa. El día 13 Badajoz estaba sin luz eléctrica y rodeada de enemigos por todas partes. Sólo conservaba sus murallas del siglo XVIII, defendidas por grupos de milicianos y de soldados.
Por la tarde del día 13, Castejón lanzó a sus hombres contra las murallas de la ciudad. Se combatió en varios sectores: Puerta del Pilar, Fuerte de la Pardalara, Puerta de la Trinidad, por donde atacó Asensio, y Cuartel de Menacho. El comandante Alonso y los milicianos rechazaron con fuego de ametralladoras el primer asalto. La guardia civil de Badajoz  aprovechó la confusión del combate para sublevarse por la espalda. Los tiroteos internos no cesaron en toda la noche.
Carabineros, Guardias Civiles y soldados leales, recién fusilados contra las tapias del cementerio.
Al amanecer del día 14, la artillería rebelde abrió fuego contra las murallas de Badajoz. Este intenso bombardeo duró varias horas y destrozó las murallas y las viviendas de los alrededores. Álvarez del Vayo asegura que el armamento venía directamente de Portugal en camiones.
Por la tarde recomenzó el asalto por las brechas que había abierto la artillería. Las tanquetas de la columna de Asensio forzaron la Puerta de la Trinidad, derruida por los impactos, y los legionarios se lanzaron de nuevo al asalto; el fuego de las ametralladoras volvió a parar de nuevo sus grandes impulsos y a ocasionarles numerosas bajas. A pesar de las grandes pérdidas -127 en el primer momento-, los legionarios de la 16 compañía echaron pie en la ciudad y establecieron los primeros escalones para su conquista.
A las cuatro de la tarde, los rebeldes dominaban ya gran parte de la ciudad, pero la lucha callejera continuaba, y continuará hasta el anochecer. En la catedral se refugiaron cincuenta milicianos y pelearon hasta quedarse sin municiones; luego fueron capturados y ejecutados ante el altar mayor -pese a que se ha dicho que se suicidaron, la verdad es que fueron ejecutados a los pies del altar mayor por los legionarios.
El teniente coronel Yagüe pudo liberar a 380 prisioneros políticos de derechas, que se encontraban en la cárcel sanos y salvos.
Los fascistas han tenido siempre la fea y cobarde costumbre de negar la existencia de sus crímenes. Con la caída de Badajoz se cometió una matanza feroz que, a pesar de haber sido reconocida por su promotor el teniente coronel Yagüe, ha sido siempre considerada como inexistente y como mera propaganda republicana.
Militar leal republicano, malamente fusilado en Badajoz...
Sin embargo, hubo dos matanzas en Badajoz de gente humilde y nada ha podido justificar este horrendo crimen. Las matanzas de Badajoz parecen ser las más caprichosas y sanguinarias que se hayan perpetrado en la guerra. El 14 de agosto de 1936, los hombres del teniente coronel Yagüe se apoderaron por la fuerza de Badajoz y, horas más tarde, el último foco de resistencia de la catedral cayó en poder de los legionarios.
Inmediatamente después sucedió la primera matanza. Los moros, sueltos como perros rabiosos y armados hasta los dientes, cayeron sobre la ciudad martirizada y asesinaron alevosamente a todo aquel que se aventuraba a salir a la calle. Cayó mucha gente inocente, mujeres indefensas, hombres que no habían combatido, niños y ancianos. Hubo quien murió acuchillado simplemente por llevar un reloj o una cadena de oro que despertaba la codicia de los mercenarios moros al servicio del fascismo español. En Badajoz se vieron cadáveres con cuchillos clavados hasta la empuñadura. Las cifras que puedan avanzarse pecan desde su origen, ya que nunca se han hecho estadísticas de los muertos de Badajoz. No obstante, se ha hablado de un millar de muertos en la primera jornada. Y este crimen lo hicieron los moros y los legionarios.
Algunos oficiales alemanes, al servicio del general Franco, se dieron el gusto de fotografiar cadáveres castrados por los moros, y fue tal la sacudida de espanto que produjeron los cadáveres castrados, que el general Franco se vio en la obligación de mandar a Yagüe que cesaran las castraciones y los ritos sexuales con el enemigo muerto. Sin embargo, en Toledo, mes y medio después, también encontraremos cadáveres castrados, y en diciembre, en los combates alrededor de Madrid, también habrá cadáveres de internacionales castrados por los moros o los legionarios. La segunda matanza sucedió cuando Yagüe hizo acopio de prisioneros -la mayoría civiles- que había recogido por toda la provincia castigada o que le había entregado el caballero cristiano Antonio de Oliveira Salazar, sabiendo éste perfectamente que los entregaba a un verdugo.
Hubo también un grupo de oficiales rebeldes que entraron en Portugal -en la ciudad de Elvas y sus inmediaciones- a buscar refugiados para llevárselos a las trágicas arenas de la Plaza de Toros de Badajoz, donde pensaban dar un festival de sangre como no se había visto nunca en el mundo. Entre los refugiados capturados había también numerosos civiles que no habían participado en los combates por edad o temperamento y heridos que serían fusilados en la ignominiosa ceremonia de la Plaza de Toros.
Miembros de las fuerzas de Orden Público yacen amontonados en Badajoz...
Las tropas victoriosas amontonaron a los prisioneros y, sin establecer responsabilidades o buscar a los culpables, los ejecutaron. Sacaban a las víctimas por la puerta de caballos y los dejaban en el ruedo sin defensas. Las ametralladoras habían sido fijadas en las contrabarreras del toril. Para este espectáculo hubo entradas e invitaciones, a él acudieron señoritos de Andalucía y de Extremadura, terratenientes sedientos de venganza y falangistas de reciente camisa; también acudieron mujeres. Allí fueron sacrificados milicianos, soldados, hombres de izquierda, campesinos sin partido, jornaleros, pastores y sospechosos. Las arenas quedaron rojas y húmedas de sangre. De nuevo podrían citarse varias cifras, aunque siempre pecarían por los mismos motivos que ya hemos citado más arriba. El periodista norteamericano Jay Allen, que entró en Badajoz poco después, dijo que hubo 1.800 ejecuciones en las primeras doce horas y oyó decir a oficiales rebeldes que había habido 4.000 ejecuciones en total.
Hugh Thomas, que estudió el caso más de veinte años después, cree que la cifra de víctimas está más cerca de 200 que de 2.000. Thomas es el único que avanza una cifra tan pequeña, que ni siquiera Yagüe sé ha atrevido a reducir.
César M. Lorenzo dice que hubo, aproximadamente, mil quinientas ejecuciones. Manuel Tuñón de Lara avanza la cifra de mil doscientos, antes del 15 de agosto. Ricardo Sanz menciona a más de «tres mil antifascistas ejecutados». El filósofo cristiano Jacques Maritain protestó contra el crimen de «cientos de hombres», y James Cleugh, que simpatizaba con los rebeldes, dijo que hubo dos mil ejecuciones.
De todos modos, importan menos las cifras que lo que simbolizan. Doscientos o cuatro mil, ¿qué importa? -ha pasado tanto tiempo-; lo que realmente cuenta es el hecho de matar colectivamente a gente indefensa. Este hecho no pierde su trágico contenido porque la cifra sea más o menos reducida. Por primera vez en la historia de España, un ejército mandado por oficiales y jefes españoles entraba en una ciudad española y cometía una carnicería monstruosa, castrando cadáveres, apuñalando heridos y mujeres, ametrallando a gente indefensa en las arenas de la Plaza de Toros. Y todo eso delante de varios periodistas extranjeros, que entraron en la ciudad poco después que los moros y los legionarios y que divulgaron amplias noticias de esta hecatombe sin precedentes.
Pilas de cadáveres calcinados en el cementerio de Badajoz...
Esta vez los rebeldes se dieron cuenta del poder que ejercía la prensa en la opinión pública, y fue entonces cuando decidieron atajar el mal que ellos mismos habían engendrado con su barbarie.
En Badajoz entraron, por lo menos, cinco periodistas: Jacques Berthet, de Le Temps; Mario Neves, del Diario de Lisboa; otro francés llamado Marcel Dany, de la Agencia Havas; el norteamericano John T. Whitaker, del New York Herald Tribune; el fotógrafo y camerógrafo francés René Bru y, poco más tarde, Jay Allen, del Chicago Tribune y del News Chronicle. También logró entrar un corresponsal de la United Press, que no ha sido todavía identificado. Todos ellos hablaron de las matanzas de Badajoz.
El domingo 16 de agosto, Le Populaire y Le Temps, en primera plana, y Le Figaro y Paris-Soir, en la página tres, anunciaron los sucesos de Badajoz.
«LOS FASCISTAS ASESINAN A LA POBLACION DE BADAJOZ» era el título de Le Populaire, que poseía la información del enviado de la Agencia Havas, y en su comunicado se pueden leer cosas como éstas: «La sangre corre por las aceras. Los legionarios y los moros continúan ejecutando en masa», «Barrios enteros están en llamas y el número de víctimas, mujeres, niños y ancianos es innumerable. En los pueblos de los alrededores las tropas han pasado por las armas a todos los que eran fieles al Gobierno», «Están teniendo lugar ejecuciones en masa», «Los cadáveres cubren el suelo», «En la plaza del Ayuntamiento yacen los partidarios del Gobierno que fueron ejecutados contra el muro de la catedral», «La sangre corre por las aceras. Por todas partes se encuentran charcos coagulados».
Jacques Berthet escribía para Le Temps del 16 de agosto: «Se mata por las calles», «ejecuciones en masa», «imágenes de un horror sombrío», « numerosas ejecuciones han tenido lugar en el campo de don Juan». En Le Fígaro apareció la crónica detallada del enviado de la Agencia Havas: « Los medios militares (rebeldes) estiman que varios centenares de gubernamentales han sido fusilados. Alrededor de mil han sido hechos prisioneros. Las autoridades insurgentes examinan actualmente sus casos ».
Le Populaire del lunes 17 de agosto titulaba en primera plana: «Mil milicianos han sido fusilados en Badajoz por los fascistas». Ese mismo lunes 17, Le Temps publicaba una crónica de Jacques Berthet, en la que éste daba detalles de la lucha y de la represión en Badajoz: «En estos momentos  -escribía el 15 de agosto a las 22,30- alrededor de mil doscientas personas han sido fusiladas (...) Hemos visto las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre (...) Los arrestos y las ejecuciones en masa continúan en la Plaza de Toros.. Las calles de la ciudad están acribilladas de balas, cubiertas de vidrios, de tejas y de cadáveres abandonados. Sólo en la calle de San Juan hay trescientos cuerpos (...)».
El teniente coronel Yagüe, comandante en jefe de las tropas que operaban en el sector de Badajoz, declaraba satisfecho al representante de Le Temps:
«Es una espléndida victoria. Antes de avanzar de nuevo, y ayudados por los falangistas, vamos a acabar de limpiar Extremadura».
El día 17 escribía Henri Danjou para Paris Soir:
«Las fuerzas del Tercio hacían blanco sobre los cadáveres. Había varios centenares, a los cuales se empezaba ya a dar sepultura».
Le Populaire publicaba, el martes 18, la siguiente noticia:
Los cadavéres anteriores antes de ser calcinados...
«El número de personas ejecutadas sobrepasa ya los mil quinientos».
La noticia procedía de la ciudad de Elvas, y decía así:
«Elvas, 17 de agosto. Durante toda la tarde de ayer y toda la mañana de hoy continúan las ejecuciones en masa en Badajoz. Se estima que el número de personas ejecutadas sobrepasa ya los mil quinientos. Entre las víctimas excepcionales figuran varios oficiales que defendieron la ciudad contra la entrada de los rebeldes: el coronel Cantero, el comandante Alonso, el capitán Almendro, el teniente Vega y un cierto número de suboficiales y soldados. Al mismo tiempo, y por decenas, han sido fusilados los civiles cerca de las arenas».
Ese mismo día 17, Jacques Berthet escribía para Le Temps del martes día 18:
«Los arrestos y las ejecuciones en masa continúan (...) Está prohibida la circulación después de las 21 horas».
Berthet también contaba que las mujeres hacían cola para indagar por el destino de sus padres, maridos y hermanos, y que los servicios municipales lavaban las numerosas manchas de sangre del asfalto.
Y el martes 18 de agosto publicaba François Mauriac, de la Academia francesa, en la primera plana de Le Figaro, su famoso artículo sobre Badajoz.
No quedaba ya la menor duda de que en Badajoz había ocurrido una matanza despiadada en dos turnos.
El caso de Mario Neves y del Diario de Lisboa merece renglón aparte.
Mario Neves, como su diario y su Gobierno, era favorable al alzamiento y el periódico estaba sometido a la censura del Gobierno portugués, que participaba activamente en la guerra civil española. El sábado 15 de agosto, Mario Neves escribía: «Escenas de horror y desolación en la ciudad conquistada por los rebeldes», «Acabo de presenciar un espectáculo de desolación y de espanto que no se apagará de mis ojos», «Junto a las paredes de la Comandancia Militar, la calle está salpicada de sangre», «En las arenas se ven algunos cadáveres», «En la nave central (de la catedral) dos cadáveres aguardan todavía la sepultura», «Le preguntamos (a Yagüe) si había muchos prisioneros. Nos responde que sí (...). -Y fusilamientos... decimos nosotros. Parece ser que ha habido dos mil...
El comandante (sic) Yagüe (...), sorprendido con la pregunta, declara:
-No deben ser tantos (...).
Estas notas redactadas nerviosamente (...) no conseguirán dar una pálida idea del espectáculo de desolación y de horror que han visto mis ojos (...).
Un gran silencio envuelve a toda la ciudad, que acaba de despertarse de una pesadilla tremenda».
El domingo 16 de agosto, Mario Neves publitaba otro artículo en el Diario de Lisboa:
«La justicia militar prosigue con inflexible rigor». «Desde ayer centenares de personas han perdido la vida en la capital extremeña. Y no ha habido tiempo para darles sepultura», «En este país se nota ahora una atmósfera de desconfianza», «Se afirmaba en Elvas, ayer, que la Plaza de Toros ha sido transformada ahora en prisión, y que están teniendo lugar numerosos fusilamientos», «Después de algunas dificultades, conseguimos entrar en la arena. Algunas decenas de presos aguardan que les den destino. Pero la plaza no tiene aspecto diferente del que observamos ayer, lo que nos hace suponer que el rumor no tiene fundamento», «En el patio próximo a las caballerías (del cuartel de la Bomba) se ven muchos cadáveres causados por la inflexible justicia militar», «Pasamos luego por el foso de la ciudad que está con montones de cadáveres: son los fusilados de esta mañana», «En las calles principales ya no se ven hoy, como se vieron ayer, a primeras horas de la mañana, cadáveres insepultos. Nos afirman varias personas que nos acompañan que los legionarios del Tercio v los marroquíes «regulares» encargados de ejecutar las decisiones militares deseaban conservar durante algunas horas los cadáveres en exposición, en tal o cual punto, para que el ejemplo produzca sus efectos».
Y Mario Neves, pese a ser un gran periodista, era favorable a los rebeldes, como favorable a los rebeldes era todo el Portugal oficial. Sin embargo, con lo que él nos dice ya podemos figurarnos que hubo una gran matanza -la del 14-15 de agosto-, aunque Neves no concede crédito a la matanza de la Plaza de Toros, pero nos dice que había decenas de prisioneros agrupados en espera de destino. Su destino será la ejecución en las arenas de la Plaza de Toros poco después, cuando Mario Neves no esté ya en Badajoz.
El fotógrafo francés René Bru fue detenido por haber filmado los cadáveres que yacían por las calles y los prisioneros que ingresaban en masa en la Plaza de Toros, y pasó varias semanas en la prisión de Sevilla. Luego, René Bru fue liberado y expulsado de la zona rebelde, pero sus películas y sus fotos se quedaron en poder de los rebeldes. ¿Dónde están ahora esos documentos, tan útiles para enseñar al mundo lo que fue la barbarie franquista?
John T. Whitaker y el corresponsal de la United Press comunicaron que las ejecuciones eran numerosísimas.
Mario Neves, en los setenta, entrevistado por Granada TV sobre las matanzas de Badajoz.
Por ultimo, el 30 de agosto apareció en el Chicago Tribune el famoso artículo de Jay Allen, que relataba en un estilo crudo y apasionado matanzas de Badajoz. Allen entró en la ciudad poco después de su caída, pero conocía bien Badajoz y hablaba castellano correctamente. Los alzados, sorprendidos por el eco de los artículos, se apresuraron a buscar a los responsables. Mario Neves tuvo que retractarse y negó la existencia de las matanzas que, pocos días antes, le habían llenado de «desolación y horror». La Agencia Havas afirmó que un corresponsal suyo, cuyo nombre guardaba en el anonimato para protegerle -era Marcel Dany- había visitado Badajoz, inmediatamente después de su caída. La United Press tuvo que hacer frente a un engorroso problema. El comunicado se había publicado con la firma de Reynolds Packard, y Packard fue molestado por las autoridades rebeldes. Packard negó haber enviado ningún escrito o comunicado sobre las matanzas de Badajoz, y negó también haber entrado en Badajoz cuando la ciudad fue tomada por Yagüe o cuando sucedieron las ejecuciones. La United Press negó oficialmente que Reynolds Packard hubiese escrito el comunicado, pero no desmintió nunca su contenido.
El comandante McNeill-Moss armó mucho ruido, en su día, buscando agencias y comunicados que testimoniaran de las matanzas de Badajoz. A él se encomiendan, entre otros, Brasillach y Bardéche para negar la autenticidad de los hechos. Para el estudio del personaje McNeill-Moss habrá que remitirse al historiador norteamericano Herbert Rutledge Southworth, que nos ha evitado la molestia de estudiarlo, haciéndolo él de un modo insuperable. McNeill-Moss había leído las tres crónicas principales de las matanzas: las de los periodistas franceses Jacques Berthet y Marcel Dany y la de Mario Neves. Como la del portugués, por sus gustos y la censura de su país, no coincide con la de los franceses -aunque coinciden en muchos puntos-, el comandante McNeill-Moss asegura que los franceses mentían.
En lo que se refiere al artículo que llevaba la firma de Reynolds Packard, y que fue divulgado por United Press, ya hemos dicho que la agencia y Packard negaron que éste se encontrara en Badajoz, pero la United Press no dijo nunca que el artículo fuese un embuste y defendió su contenido. Habría que saber quién lo escribió, ya que su contenido está respaldado por la prestigiosa agencia de noticias, y es difícil creer que la agencia divulgara noticias de tal importancia sin saber su procedencia. A pesar de todo esto, que sigue militando en favor de la existencia de las ejecuciones, está el artículo de Jay Allen; lo que ha escrito John T. Whitaker; lo que ha publicado Arthur Koestler, que estudió el asunto; la investigación que hizo Hugh Thomas, veintitrés años después, y la investigación que yo he hecho cuarenta años después.
Para terminar el asunto, quisiera señalar la opinión de Zugazagoitia, que sabía todo lo que había ocurrido por las confesiones de varios refugiados y del coronel Puigdengolas, pero que no puede creer que sea la obra del teniente coronel Yagüe. Zugazagoitia dice:
«A la rendición de los republicanos siguió una represalia colectiva de la que se hizo personalmente responsable, no sé bien con qué fundamento, al general Yagüe (entonces era sólo teniente coronel) (...) Dudo mucho, conociendo la posición política de Yagüe, que le alcance responsabilidad en semejante carnicería humana. Ella pudo haber sido la obra de la exclusiva iniciativa de algunos jefes de la guardia civil que, derrotados por los republicanos y perdonadas sus vidas, se dedicaron a madurar un odio monstruoso que había de fructificar en las matanzas del coso taurino (...) Y Yagüe, de quien yo no sospecho culpa, debería ayudar al esclarecimiento de un crimen que se encarnizó con hombres que, año tras año, nos habían dado a todos el trigo para nuestro pan» (1).
Pero el teniente coronel -y más tarde general- Yagüe ha respondido personalmente ante la Historia por lo menos dos veces de la gran responsabilidad que le incumbe. La primera, ya lo hemos visto, fue cuando Mario Neves le preguntó si había habido dos mil ejecuciones y dijo que no creía que fueran tantas. La segunda fue cuando el periodista John  T. Whitaker, alarmado por lo que le contaba su colega y amigo Jay Allen, se presentó ante Yagüe y le preguntó si era verdad que habían sido asesinados varios miles de personas. Y el teniente coronel Yagüe respondió sonriendo:
«Naturalmente que los hemos matado. ¿Qué suponía usted? ¿Iba a llevar 4.000 prisioneros rojos con mi columna, teniendo que avanzar contra reloj? ¿0 iba a dejarlos en mi retaguardia para que Badajoz fuera rojo otra vez?» (2).
La plaza de Toros de Badajoz en los ochenta.
La declaración de Yagüe es perfectamente válida. Las tropas rebeldes se movían en un territorio donde no gozaban de simpatías, y si querían moverse con seguridad tenían que cometer genocidios periódicamente.
Pero confesar públicamente estas matanzas, siendo como él era el militar al mando de la tropa y el responsable de las operaciones, es también confesar su propia responsabilidad. Siento estar en desacuerdo con Zugazagoitia, máxime a propósito de Juan Yagüe, que fue el militar más prestigioso y el que más hondamente sintió la tragedia española de todos los alzados: pero si no era Yagüe, entonces ¿quién era? Resulta muy difícil creer que los guardias civiles se hicieron dueños de la Plaza de Toros y asesinaron a tanta gente sin contar con la aprobación del teniente coronel Yagüe.
Es más fácil repetir con Luis Quintanilla, y con el mismo Yagüe, que las matanzas de Badajoz tienen un responsable y que ese responsable se llama Juan Yagüe.
R. T.
(1) Julián Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los españoles, Librería española, París, 1968, dos volúmenes, tomo I,p.124-125.
(2) John T. Whitaker, We cannot escape history, Macmillan, New York, 1943, p. 113. Citado en H. R. Southworth, El mito de la cruzada de Franco, Ruedo Ibérico, París, 1963,p. 123.
También para lo esencial, John T. Whitaker, Prelude to world war. Foreign relationa, octubre 1942. Citado por los comunistas, Guerra y Revolución en España, Ediciones Progreso, Moscú, tomo 1, p. 290.